Nuestro penúltimo día en Lanzarote nos dedicamos a visitar el norte de la isla. Allí están algunas de las atracciones más típicas, como el Jardín de Cactus, los Jameos del Agua o la Cueva de los Verdes, incluidas el bono de cuatro centros (sí, el que perdimos nada más comprarlo).
JARDÍN DE CACTUS
Fue nuestra primera visita de la mañana. Se trata de un enorme patio con cientos de especies de cactus, de todos los tamaños, formas y colores. Algunos muy curiosos, e incluso con flores muy bonitas, y cactus enredadera. Son cactus procedentes de distintas partes del mundo, sobre todo América y África. Nos gustó mucho, y nos acordábamos de nuestros cactus, tan pequeños, en comparación con los grandotes que había allí.
En el extremo opuesto a la puerta hay un molino tradicional de Lanzarote, donde se puede entrar y ver el mecanismo interno. Me pareció curioso.
JAMEOS DEL AGUA
Un jameo es un agujero que se forma por el desplome de un tubo volcánico, dejándolo al descubierto. Los Jameos del Agua reciben ese nombre porque dentro del tubo volcánico hay un lago, ya que está a un nivel inferior al del mar. Se encuentra en la parte final del tubo volcánico más grande de Lanzarote, de 7 kilómetros de longitud, resultante de la erupción del Volcán de La Corona, que originó la parte norte de la isla.
En el lago de los Jameos del Agua habita una especie única: el cangrejo blanco albino. Es muy pequeño y brilla en la oscuridad de la cueva. Me llamó la atención que había carteles pidiendo a la gente que no tiraran monedas la lago, que perjudicaban a los cangrejos. ¿Por qué será que en cuanto vemos un charco de agua no da por tirar monedas?
Además del lago, hay una piscina artificial, con palmeritas y todo, en plan paradisiaco, y mesas del restaurante por todos lados. Curioso de ver el auditorio, integrado en la cueva. Y para finalizar la visita, hay un museo didáctico sobre volcanes, pero que se ha quedado un poco viejo, los gráficos se veían ya un poco descoloridos.
Para ser sincera, los Jameos del Agua fue lo que menos me gustó de Lanzarote. Me pareció un lugar artificial, como si el lago y el tubo volcánico fueran únicamente la excusa para poner un restaurante. Después de ver tubos volcánicos al natural, allí todo me chirriaba (la piscina, las mesas del restaurante,…), y desde luego no vale los 8 euros que cuesta entrar. Lo que sí me gustó mucho fueron los cangrejitos, y el auditorio tampoco está mal dentro de lo que cabe.
LA CUEVA DE LOS VERDES
Está en el mismo tubo volcánico que Los Jameos del Agua (de hecho, ambas atracciones están muy cerca). La visita es guiada y se recorre aproximadamente un kilómetro de galerías en el interior de la cueva. El suelo está allanado para facilitar la visita, y hay barandillas e iluminación. Hay que subir y bajar escaleras, en ocasiones agachados cuando el tubo se estrecha, y el interior es majestuoso, las bóvedas muy amplias, de diferentes colores,…
Durante la visita el guía explica como se forman los tubos volcánicos, y elementos del interior, como los estafilitos, por dónde iba el nivel de la lava,… Todo esto ya nos lo habían enseñado en la Ruta Tremesana, pero la visita nos gustó mucho, es una cueva digna de ver, con secreto incluido.
MIRADOR DEL RIO
El Mirador del Río se encuentra sobre el Risco de Famara, y tiene unas impresionantes vistas de la Isla de La Graciosa y el resto de islas del Archipiélago Chinijo. En realidad nosotros no entramos en el Mirador del Río (cuesta 4,50 euros), sino que paramos el coche en una carreterita que sale a la izquierda justo antes del aparcamiento, donde las vistas son las mismas. Y muy bonitas, la panorámica es espectacular. Allí nos quedamos un rato, mirando la isla, viendo por donde habíamos paseado en bicicleta apenas dos días antes. Lástima al viento que hacía, si no, nos hubiéramos quedado un rato más.
MIRADOR DE HARIA
Una vez se deja el pueblo de Haría, tras pasar el cruce a Tabayesco la carretera traza 5 curvas de herradura muy cerradas, que permiten ver en toda su extensión el Volcán de la Corona, sus últimas coladas volcánicas en forma de malpaís (bloques de roca erosionada), el mar y el valle de las mil palmeras, el más fértil de la isla. Tras estas curvas llegamos al mirador, situado en la terraza de un restaurante, y con unas vistas muy bonitas. Otra vez el viento nos hizo la visita menos agradable de lo que podía haber sido.