HOLANDA EN 6 DÍAS. Mucho más que Ámsterdam ✏️ Blogs de Holanda

El presente diario es el relato de un viaje improvisado a este maravilloso país. Un viaje realizado en compañía de un buen amigo, y que surgió de una de las típicas conversaciones de terraceo del tipo: "¿A qué no hay huevos a...?"...

... Y al final acabamos buscando vuelos de San Ryanair, patrón de los viajeros con bajo presupuesto, a tierras holandesas.

Por comodidad, y después de barajar varias opciones, al final decidimos volar a Charleroi (Bélgica) desde Zaragoza, por unos 60€ ida y vuelta. Así, una vez en Charleroi, nos moveríamos en tren hacia Holanda.

¿Las fechas? Decidimos realizar el viaje la primera semana de Octubre, por dos motivos: por un lado, porque queríamos evitar el frío del invierno, y, por otro lado, por motivos académicos (somos estudiantes universitarios, y, puestos a faltar a clase, preferíamos hacerlo durante una semana al comienzo del curso... -este motivo no se lo cree nadie -).

Así pues, sería un viaje de seis días de duración, en el que dormiríamos en hostales baratos (en torno a 20€ la noche con desayuno), y en el que visitaríamos las principales ciudades de Holanda -y alguna belga, ya que volábamos a Charleroi-. El itinerario quedó así:


Día 1.- Llegada aCharleroi. Rotterdam. Noche en Delft.
Día 2.- Delft. La Haya. Leiden. Noche en Ámsterdam.
Día 3.- Ámsterdam.
Día 4.- Ámsterdam (Zaanse Schans, Edam, Volendam y Marken).
Día 5.- Ámsterdam. Haarlem. Utrecht. Noche en Amberes.
Día 6.- Amberes. Bruselas. Vuelo desde Charleroi a Zaragoza.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

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DÍA 1.- 29 SEPTIEMBRE 2013.

A las 10:55h despegaba nuestro avión desde Zaragoza con destino Charleroi (Bélgica). Buena hora, no toca madrugar, nos despertamos con la calma y a las 9:00 ya estábamos en el aeropuerto de nuestra ciudad. Tras hacer los malabares de siempre para que la maleta no exceda del peso y tamaño máximos que permite Ryanair, volamos sin ningún problema y puntuales a tierras belgas. El vuelo duró alrededor de dos horas, algo menos, por lo que a las 13h ya estábamos pisando suelo belga.

Tras salir del aeropuerto, ¿qué hacer lo primero? Comernos unas riquísimas patatas fritas en la tienda que está a la entrada del aeropuerto. Vaya par de gordos estamos hecho, pero bueno...

Del aeropuerto cogimos el autobús que te lleva en un trayecto de unos 20min de duración a la ciudad de Charleroi, concretamente a su estación de trenes. Una vez en la estación, tocaba subirse al primer tren del viaje. Tren con destino Amberes, donde realizaríamos transbordo para finalmente llegar a Rotterdam.

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Tras 45min de viaje llegamos a Amberes. A lo tonto, y entre una cosa y otra, ya eran cerca de las cuatro de la tarde. La estación de Amberes es realmente impresionante, una verdadera joya. Yo ya la había visitado el año pasado, pero me sorprendió igual que la primera vez. Realizamos las obligatorias fotos en la estación y nos dispusimos a coger el que pensábamos que era un tren directo con destino a Rotterdam. Nada más lejos de la realidad, nuestro objetivo de llegar a las 17h a Rotterdam se vino abajo: el tren no iba directo a Rotterdam. Tuvimos que realizar dos transbordos, uno en Roossendal y otro en Breda (que, para realizar un trayecto de unos 80 kilómetros no está nada mal, olé por la red ferroviaria belga... qué cruz! ).

Total, que después de haber montado en casi todos los medios de locomoción existentes en un sólo día, llegamos a Rotterdam sobre las 17h. Tendríamos que darnos prisa para visitar lo principal de la ciudad, puesto que el anochecer estaba próximo (en esas fechas, alrededor de las siete de la tarde).

Tras dejar las maletas en las taquillas de la estación, comenzamos la visita a la ciudad. Rotterdam es la antítesis de la típica ciudad holandesa. Es una ciudad muy moderna, en la cual destacan sus rascacielos, edificios con una arquitectura 'diferente' y grandes avenidas.

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Por cierto, la gente conduce fatal. Fijaros en este coche, donde acabó...
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En unas dos horas vimos los principales atractivos turísticos de la ciudad. Comenzamos viendo el Ayuntamiento, para seguir por el busto de Erasmus de Rotterdam, hasta llegar a las famosas casas cúbicas.

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Las casas cúbicas son sorprendentes, tienen un diseño único, obra del arquitecto Piet Blom en 1984. Son un total de 32 cubos que forman un conjunto arquitectónico muy interesante. Todos los cubos son casas particulares.
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Ya estaba anocheciendo, y llegamos a la zona del río Mosa. Desde aquí, visitamos el puente Erasmus y el Maastoren (que es la agrupación de rascacielos de la otra orilla, los cuales vimos desde lejos).

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Ya de noche, tras unas dos horas y media pateando la ciudad, ya habíamos visto lo más principal de Rotterdam. Eran las siete y media de la tarde y por la calle no había casi nadie, parecía una ciudad fantasma. Así que decidimos buscar algún sitio para cenar. Terminamos cenando una hamburguesa frente a los tres rascacielos luminosos.

Después de cenar, volvimos a la estación, sacamos las maletas de las taquillas y cogemos el primer tren hacia Delft. El trayecto duró unos 15 minutos y a las 22h ya estábamos en Delft, donde pasaríamos la noche.

Reservamos dos camas en el único hostal joven de la ciudad: "Jorplace Delft". Por menos de 15€ pasaríamos la noche en una habitación de 20 camas, en la cual estábamos nosotros y tres personas más que ya estaban durmiendo cuando llegamos y continuaban dormidos cuando nos fuimos al día siguiente (marmotas... ).

El hostal es limpio y el personal es muy amable. Tampoco creo que tengan mucha competencia, pues es el único hostel de la ciudad. Está fantásticamente situado, en una calle aledaña a la plaza principal, junto a un pequeño canal.

En cuanto dejamos las maletas, aprovechamos para disfrutar de la que, al final, resultó ser la ciudad que más nos gustó de toda Holanda. Delft es un encantador pueblo, típicamente holandés, en el que destaca de manera brillante la arquitectura propia de la zona.
Además, es un pueblo "real", donde las familias viven y hacen su vida normal. Lo anterior puede parecer una tontería y una obviedad, pero le da un plus a este pueblo, puesto que hay otros pueblos igualmente muy bellos en Holanda (por ejemplo, Edam, Volendam, Marken, Zaanse Schans), pero en ellos se observa claramente su inclinación hacia el turismo. Deflt no es un pueblo hecho para el turismo, la belleza que posee es la 'real' de los pueblos holandeses, no la creada artificialmente de cara a los turistas. Por eso nos gustó tanto.

Un paseo nocturno por Delft es fantástico. Hay un silencio total, y la paz y tranquilidad de la que puedes disfrutar es absoluta.

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Y, ahora sí, a descansar, que nos lo habíamos merecido. Al día siguiente veríamos Deflt (de día), La Haya, Leiden... y llegaríamos a Ámsterdam!!

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DÍA 2.- 30 SEPTIEMBRE 2013.

Tras unas escasas seis horas de sueño, a las 7.30 horas suena el despertador ¡QUÉ MADRUGÓN! Lo primero que hago es mirar, aún desde la cama, y desconcertado, por la gran ventana de la habitación. Lo primero que veo es un pequeño canal con un gran encanto... era el primer despertar en tierras holandesas!!!

Nos aseamos, desayunamos en el propio hostal y salimos a recorrer Delft, pensando en si realmente sería un pueblo tan bonito como nos pareció anoche. Hurry up!!

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La primera parada obligatoria de Delft es su plaza principal, en la cual destacan, a un lado, el Ayuntamiento o Stadhuis, y, al otro lado, la Iglesia Nueva o Nieuwe Kerk. Es una plaza que, sin llegar a ser tan majestuosa como sus análogas belgas (Brujas, Amberes o Gante, por ejemplo), posee también una gran belleza y desprende un encanto especial. Aquí encontraréis diversos cafés con terrazas para tomar algo, y varias tiendas de souvenirs y productos típicos, a destacar las tiendas de cerámica, que es un producto muy característica de Delft (la cerámica azul de Delft). Yo aproveché y le compré a mi novia una figurita de una pareja de novios, de cerámica .

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Nuestra siguiente parada sería la Nieuwe Kerk (verla por dentro y subir a su torre, de 109 metros de altura). No obstante, la Iglesia abría a las diez, y, como aún era pronto, aprovechamos para dar un paseo sin rumbo por las calles cercanas a la plaza principal. Realmente, lo mejor que puedes hacer en Delft es eso: dar un paseo sin rumbo, perderse entre sus canales y casas típicas.

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Ya le expliqué a mi novia que me fue imposible llevarle este diamante como souvenir...

Después de ese agradable paseo, ya eran las 10h, y aprovechamos para visitar la Nieuwe Kerk. Cuesta 2€ la entrada para ver la iglesia, y otros 2€ para subir a la torre. Compramos los tickets y nos decantamos por subir primero a la torre: 108 metros, la segunda más alta de toda Holanda! Menos mal que hemos desayunado fuerte...

Una vez arriba, las vistas son inmejorables. Y como dicen que una foto vale más que mil palabras...

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La Nieuwe Kerk de Delft data del s. XIV y en su interior están enterrados los miembros de la Casa Orange-Nassau, destacando Guillermo de Orange en 1584, el cual se encuentra en un mausoleo que ocupa una posición muy llamativa dentro del templo.

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A continuación nos dirigimos hacia la Oude Kerk o Iglesia Vieja. Su visita no nos pareció aconsejable, puesto que la Nieuwe es mucho más bonita y, además, más barata. Lo más destacable de esta iglesia es su torre,,, y no por su altura, sino su inclinación. Incluso nos dijeron que en el pueblo había quien la comparaba con la famosa torre de Pisa.

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Con esto daríamos por terminada nuestra visita a Delft. Serían las 12 del mediodía y nos poníamos en marcha hacia LA HAYA. En tren, hay un corto trayecto de un cuarto de hora, más o menos.


La Haya, tercera ciudad de Holanda en términos de población, es la capital administrativa de Holanda, pues en ella se encuentra la sede del gobierno, así como el Parlamento de la nación, la Suprema Corte de Holanda y el Consejo de Estado. Además, en La Haya también es encuentran las sede de todas las embajadas extranjeras, así como de la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional.

La primera impresión que tuvimos al salir de la estación fue que La Haya era una ciudad más parecida a Rotterdam, pues empezamos a ver varios rascacielos y construcciones modernas. Desde luego, la primera imagen que se observa a la salida de la estación es, como en todas las ciudades holandesas, la de un gigantesco aparcamiento de bicicletas.

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No obstante, conforme nos íbamos alejando de la estación, nos damos cuenta que ese parecido con Rotterdam no es tal. La Haya es una ciudad 'típicamente holandesa', en la que, evidentemente, ese elemento se conjuga con el hecho de que es una ciudad grande (y, urbanísticamente, se adecua a ello, como no puede ser de otra manera).

Dimos un paseo por una larga calle comercial, pasando por diversas plazas muy animadas y por el Ministerio de Justicia...

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...hasta llegar al cuidado edificio que alberga el Parlamento. El Parlamento está formado por un conjunto de edificios, muy bellos, que se encuentran al lado de un lago también muy hermoso.

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Después de ver el Parlamento, dimos un paseo por el centro de la ciudad. Vimos varias iglesias, el antiguo ayuntamiento y una galería comercial muy cuidada. Las calles estaban muy animadas y se respiraba un gran ambiente por la ciudad.

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Tras este paseo, comimos en un McDonald's en frente del Parlamento. No es aconsejable, los McDonald's en Holanda son carísimos (por ejemplo, una hamburguesa de 1€ en España, ahí cuesta 2'5€... así que no pidáis al dependiente una "one euro hamburger", porque a saber qué os responde ), y hasta tenéis que pagar aparte el uso del baño. Flipante.

Después de la comida, fuimos a dar un paseo por la zona donde se encuentran las embajadas extranjeras, incluida la española. Están alrededor de un parque bastante tranquilo, en cuyo extremo se encuentra el Museo Escher, el cual alberga diversas obras del famoso autor. No obstante, no miramos previamente su horario y nos lo encontramos cerrado, por lo que nos tuvimos que conformar con ver su fachada

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Por cierto, es muy destacable la simpatía que despierta en este país la monarquía. Un ejemplo de ello, o eso nos pareció a nosotros, es que te encuentras coronas por todos los sitios: en las farolas, en las calles como decoración, etc. Increíble, de verdad.

Tras todo esto, nos dirigimos de nuevo a la estación, pues nuestro siguiente destino nos estaba esperando. Eran las 16h y ya estábamos en un nuevo tren, esta vez dirección LEIDEN, a donde llegaríamos tras un breve trayecto de una media hora.


Leiden es una ciudad universitaria en la que se respira ambiente joven por todos sus rincones. Nos pareció una ciudad muy alegre y divertida. Nota mental: no descartar como posible destino para un posible máster .

Nada más llegar, nos dio la bienvenida un amable cocodrilo...
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Leiden, para esa época, debía de estar en sus fiestas o algo similar, porque habían instalado varias atracciones y puestos festivos por toda la ciudad. Buen preludio para ir calentando las Fiestas del Pilar, que comenzarían cinco días más tarde...

Nada más salir de la estación, nos dirigimos hacia el centro de la ciudad. Camino hacia el centro, se atraviesa por una elegante y tranquila zona verde, en la que tumbarse en el césped debe de ser un lujo. En este parque se encuentra el molino de la ciudad "De Valk", que actualmente es un museo.

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Fue un paseo muy agradable, entre espacios verdes y canales, y siempre y en todo momento intentando no morir atropellado por una bicicleta, que resultó ser un reto de altura. ¡Hay bicicletas por todas partes en este país!

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Cuando llegamos a lo que parecía ser el 'centro' de la ciudad, nos decantamos por hacer un poco de 'terraceo'. Estábamos ya muy cansados (habíamos visitado dos ciudades y cogido sendos trenes, lo cual pasa factura) y el relajarse en una terraza con vistas a los canales de esta bella ciudad es un placer. ¡Cómo para no serlo con semejantes vistas!

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Tras un merecido descanso y unas buenas cervezas, retomamos la visita a Leiden. No te cansas de ver bellos canales y puentes. Todos tienen algo diferente y algo que les hace ser distintos y especiales.

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Así mismo, también vimos el Ayuntamiento...

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...y continuamos paseando hasta llegar a las puertas viejas de entrada a la ciudad (Zijlpoort y la Morschpoort). Desde ellas, hay buenas vistas de la ciudad.

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Finalmente, cuando ya estaba empezando a anochecer, emprendimos el camino de vuelta hacia la estación, volviendo a pasar por cuidados canales, casas y puentes.

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Eran las 20h, ya era de noche, y ya estábamos en un nuevo tren con destino ¡ÁMSTERDAM! El trayecto duró unos 40 minutos.

Llegamos a Ámsterdam y tocaba buscar el hostal que teníamos reservado. La primera impresión de Ámsterdam fue la de una ciudad caótica, en la que, si en Leiden era posible morir atropellado por una bicicleta, aquí morías seguro. Bueno, pues con las maletas a cuestas nos disponemos a buscar nuestro hostal, que estaba situado en una zona tranquila, apacible y discreta de la capital holandesa, alejado del barullo del centro. Justamente, estaba al final de la siguiente calle:

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Pues eso, que de zona tranquila más bien nada. Habíamos elegido un hostal en pleno centro del Red Light District o "Barrio Rojo". Vamos, casi nada. Nuestro hostal estaba al final de una calle, junto a un negocio de 'masajes' orientales y unas ocho cabinas con luces rojas. Es decir, un remanso de tranquilidad

Y, para rematar la faena, nuestro hostal era del típico estilo que te puedes encontrar en el Barrio Rojo: era un hostal cristiano. "The Shelter City, christian hostel", un alojamiento cristiano en medio del barrio del pecado más famoso del mundo. Casi nada. Todo el hostal estaba decorado con motivos religiosos: cuadros que representaban episodios bíblicos, paredes pintadas con "God loves you" y "Jesus is lord", multitud de estanterías llenas de Biblias y Testamentos en todos los idiomas. Además, realizaban varias oraciones, misas y debates religiosos a lo largo del día, a los cuales te invitaban a participar.

La verdad es que, a pesar de las peculiaridades del hostal, resultó ser un gran acierto. La localización inmejorable, el personal muy amable y atento, la seguridad del hostal perfecta y tanto las habitaciones como el desayuno también muy decentes. Lo recomiendo para grupos de mochileros (no tanto para viajes de pareja, puesto que, al ser un hostal cristiano, no permitían que hombres y mujeres durmieran en la misma habitación).

Una vez que nos habíamos acomodado en el hostal, bajamos a cenar por la zona y ya empezamos a observar el ambiente nocturno que se respira por Ámsterdam y por los alrededores del hostal.

Dimos un paseo por el Red Light District, barrio realmente curioso en el que, desde décadas, se encuentran varias mujeres ofreciendo sus servicios sexuales a los potenciales clientes que pasan por la zona. En esta zona, la prostitución estaba ya presente en la edad media, época en la que los burdeles de Ámsterdam eran administrados por el Sheriff. Más tarde, en el x. XVII fue cuando aparecieron ya las primeras vitrinas ocupadas por prostitutas. Hoy en día, los escaparates están señalados con luces rojas de neón, las cuales dan el famoso colorido a esta zona.

En Ámsterdam, la prostitución es legal desde 1991. Siendo así, las mujeres del Barrio Rojo pasan periódicas revisiones médicas y contribuyen con sus impuestos como cualquier otro trabajador.

Aquí he de decir que una de las cosas que más me sorprendió de la zona fue la diversidad de gentes. Frente a cientos de prostitutas en ropa interior paseaban, en su mayoría, turistas de la más variada edad y condición: había familias enteras con niños, grupos de amigos jóvenes, parejas de novios... Y, al mismo tiempo, observabas como contrataban los servicios de las señoritas personas de todo tipo: tal cual veías salir de las cabinas a chicos jóvenes con cara de inocencia mientras sus amigos le esperaban en la calle, como podías ver salir a una persona mayor con una sonrisa de oreja a oreja.
El Barrio Rojo, vayas a contratar o no los servicios de alguna profesional, es una zona de visita obligatoria en Ámsterdam: lo característico del sitio, las gentes que lo recorren y el ambiente en general son únicos.
Aquí os dejo algunas fotillos que hice con precaución, pues está prohibido hacer fotos a las prostitutas y, si se dan cuenta, corres un grave riesgo de acabar en el canal. Es más, yo mismo tuve un pequeño percance pues, cuando iba a fotografiar un canal del Barrio Rojo, un hombre se acercó con unas intenciones no muy pacíficas (suerte que justo en ese momento se encontraban varios policías a caballo justo detrás mío y realizaron sus funciones de salvaguardia del orden público y esas cosas; si no llegan a estar, a saber qué pasa... ).

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Y, después del primer paseo nocturno por Ámsterdam, tocaba regresar al hostal y descansar...

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