¡Qué desilusión y qué pena!
A mi fue la parte del viaje que más me gustó. Sólo existía el Hotel Victoria y alguna pequeña pensión.
Como te he dicho, occidentales ni olerlos. Practicamente todos eran viets, y entre ellos mayoría de H'mong. A las noches tocaban una especie de flauta, que con la paz del lugar y la neblina provocaban un ambiente que todavía me estremece.
Recuerdo que fuimos a una taberna (que no hablaban nada de inglés) y tomamos una cerveza sentados a la mesa con los dueños viendo una telenovela. Se volvían locos con las peripecias de los protagonistas.
La gente se te quedaba mirando y te saludaban (éramos bichos raros). Comimos (muy bien por cierto) en una tasca, nada de restaurantes de lujo que no había.
Había mercadillo, pero más orientado al consumo local (de hecho vendían también mulos), y los vendedores eran más bien tímidos.
En fin, que mi visión romántica ya es sólo un recuerdo. De todas formas, los paisajes son los mismos e igual de maravillosos.