Paso a detallar mi itinerario en Plovdiv un cinco de marzo de 2017. Nuestro autobús salía desde la Estación Central de Sofía a las 7 de la mañana, a la que llegamos en el moderno, cómodo y limpio metro de la ciudad. Llegamos a la primera sección de la estación sobrados de tiempo y relajados, pero cuando faltan unos pocos minutos para salir nos indican que nuestro autobús sale de la otra sección. "Big building" nos indican. Vamos raudos y veloces a dicha terminal. Vemos que la caseta de la compañía está cerrada y al vernos deambulando por ahí como pollos sin cabeza un operario se ofrece a ayudarnos. Nos acompaña a la caseta adecuada para que nos impriman los billetes. Son ya las 7 en punto y me señala el reloj. Yo asiento resignado, ya estaba pensando qué hacer en un segundo día en Sofía. Nos dan los billetes y el operario sale corriendo a parar el autobús que ya estaba abandonando la terminal. Al final tanto interés no fue del todo desinteresado porque nos pidió una propinilla, pero aún así le estoy muy agradecido a ese hombre.
Desde el autobús pude ver otros barrios de Sofía que no son tan bonitos ni monumentales como los que visitamos los turistas en el centro de la ciudad, y en los que realmente no me gustaría perderme por la noche. Abandonamos la capital y en dos horas estábamos ya en Plovdiv. No me preguntéis qué tal era la carretera porque quedé plácidamente dormido en el trayecto.
Llegamos a la Estación Norte de Plovdiv, bastante más pequeña que la Sur y algo alejadilla del centro. Pillamos un taxi y le dijimos que nos llevara al Odeón romano, para desde allí iniciar la ruta a pie de la ciudad. Le enseñé el mapa de la ciudad para asegurarme de que me había entendido. El tipo era simpático, se quiso relacionar con nosotros con el clásico "Real Madrid o Barcelona", nos preguntaba. "No no, only Zaragoza". Bueno pues a pesar de todas las indicaciones no nos dejó en el Odeón sino cerca del Teatro Romano. En el fondo igual me daba porque yo lo que quería era ir al centro, pero me sorprendió que no supiera lo que es el Odeón. La carrera fue la más barata de mi vida, 3,25lv. Con lo ruin que soy yo cuando viajo, hasta le di una pequeña propina.
Enseguida nos dimos cuenta de que el paseo por Plovdiv no iba a ser fácil con el carrito de la niña. Muchas cuestas y suelo adoquinado (cuando no levantado) era lo que nos esperaba. Llegamos al
Teatro romano y desde fuera se puede ver bastante bien, pero como la entrada era barata (5 lv creo recordar), entramos. Éramos los únicos turistas, aunque cuando salimos empezaban a llegar con cuentagotas. Una vez visto bajamos al centro moderno de la ciudad visitando por el camino la pequeña
Iglesia de San Dimitar y la bonita y grande -para estándares búlgaros-
Catedral de la Asunción. Todo merece la pena visitar porque es gratis y además a mí el arte ortodoxo me encanta. Llegamos al meollo que en esta ciudad es la plaza donde se encuentra la
Mezquita Dzhumaya y el
Estadio romano. La primera me gustó mucho, por fuera no impresiona pero por dentro es muy colorida. Del estadio quedan únicamente unas gradas de lo que llegó a ser. Estas gradas están perfectamente integradas en el paisaje urbano de la ciudad. Recorrimos la
calle Aleksander, que me dio la impresión de ser la principal de la ciudad. Había muchas tiendas y cafeterías y la gente paseaba tranquilamente sin prisas en familia como en cualquier otra ciudad de Europa. No tuve la impresión de estar en el país más pobre de la Unión Europea.
Llegamos a la amplia Plaza Central, donde está el
Odeón romano a la derecha, el Ayuntamiento a la izquierda y a lo lejos se divisa la
colina de los Libertadores, con la gran estatua de un soldado soviético en lo alto. En la plaza hay un puesto de información turística. Volvimos sobre nuestros pasos de nuevo hasta la mezquita para ir al casco antiguo desviándonos a mitad de la calle para ver la iglesia de
Sveta Marina. Sinceramente esta iglesia fue de las que más me sorprendieron de la ciudad, quizás porque pensaba que sería una de tantas, pero los frescos y la decoración del interior me parecieron alucinantes. Nada hace pensar lo que hay dentro con un exterior tan sencillo. Una vez en la calle Saborna accedimos al casco antiguo. Empezamos a ver las famosas
casas modernistas del Renacimiento cultural búlgaro. No están mal, pero no es algo que a mí me llame especialmente la atención.
Al lado de estas primeras casas está la
Iglesia de San Constantino y Santa Elena. Es de pequeño tamaño y destaca por sus pinturas cubiertas exteriores. Aquí un tipo nos ayudó a entrar con el carrito y al decirle nuestra procedencia nos llamaba "muchachos". Nos contó que él limpia la iglesia y que es el encargado de tocar la campana de la torre. Nos dijo también que estábamos en una de las iglesias más bonitas de Bulgaria. Yo pensaba que vaya persona maja con la que habíamos dado, para que luego digan que los búlgaros van a su bola y nunca te ayudan. Nos quedamos viendo la iglesia hasta que vuelve el mismo hombre y nos dice que es huérfano, que no tiene trabajo y que la ropa se la dan en la iglesia. Nos pone la mano y le damos una propinilla. Ya me extrañaba a mí tanta amabilidad...
En esta misma plaza tenemos bajando por un lado las
casas Balabanov y Hinlyan, y al otro lado la
puerta medieval que daba acceso a la antigua ciudad. Bajando por esa calle tenemos un museo en un modernista edificio, la
casa Nedkovich y la iglesia
Sveta Nedelya, de bonita torre exterior pero muy simple por dentro. Volvemos por la puerta medieval y nos encontramos con el
Museo Etnográfico. No entramos pero su diseño hacen de esta casa quizás la más llamativa de la ciudad. Nos detuvimos a comer en un restaurante cercano con buenas vistas a la ciudad y a continuación nos dirigimos a las ruinas de
Nebet Tepe. No queda gran cosa de la civilización tracia que habitó esta zona pero es emocionante pensar la de años que tienen esas ruinas, además de tener unas excelentes vistas de toda la ciudad. Era una tarde de domingo soleada y aquello estaba muy animado. Volvimos al centro de la ciudad desviándonos un momento para ver la
casa Lamartin.
Dimos un último paseo por las calles comerciales hasta que llegó la hora de coger un taxi que nos llevara a la estación. Cogimos uno en una parada de taxis y le dije que teníamos que ir a "North Bus Station, no South". Aparentaba no saber dónde estaba eso. Nos pide los billetes y al ver Sofía empieza la carrera. Yo me percato a los pocos minutos de que está yendo dirección sur y le insisto que no es la estación sur, que es la norte, que a Sofía salen muchos buses desde el sur pero nuestra estación es la norte. "Near Lidl" le indicaba. No tiene ni idea, llevamos unos minutos yendo a un sitio que no queremos y se lo intento mostrar en el plano de la ciudad. Nos dice que en Plovdiv hay cinco estaciones de bus. Que yo sepa hay dos, pero tampoco me voy a poner a discutir con un nativo sobre su ciudad. A todo esto le digo a mi mujer si ve el taxímetro y me dice que llevamos ya 17 lv!! Me quedo flipando
, le indico que si ese es el precio y nos dice que sí. Que si radiotaxi -nosotros no hemos llamado al radiotaxi, le decimos-, que si las tarifas están ahí expuestas y tal. Le indicamos que la carrera de ida nos costó 3,25 lv y nos suelta no se qué milongas. Dice mi mujer que desde que le pedí explicaciones bajó la tarifa de 0,90 a 0,45 lv el kilómetro, pero aun así no me salen las cuentas porque tampoco llevábamos tanto rato en el taxi. Teníamos dos opciones: bajarnos ahí mismo sin saber dónde estábamos y con el autobús a punto de salir de la estación o tragar y que nos dejara en nuestro destino corriendo el taxímetro a una velocidad de vértigo. La situación era angustiosa. No nos quedó otra que aguantar con malas caras y afortunadamente al poco rato vimos ya la estación. La carrera ascendió a 24,30 lv. Nos dio ticket pero yo estoy convencido de que nos timó. "Los 0,30 no importa". Gracias majete....
El autobús salió con bastante retraso y tras dos horas nos plantamos en Sofía, aunque esta vez paró en varios sitios y nos costó algo más llegar a la estación central. Allí mismo sin salir hay una boca de metro que nos dejó en Serdika. Cenamos de maravilla en el Happy y llegamos al hotel pasadas las 11 de la noche. Volvimos de Plovdiv contentos con la visita, aunque con la impresión de haber visto muchas cosas bonitas pero nada realmente espectacular. Sofía me gustó más, pero aún así Plovdiv merece una visita.