El viernes dejábamos el apartamento de Aveiro para dirigirnos a Lisboa. En el trayecto teníamos pensado hacer parada en los monasterios de Batalha y Alcobaça y en Nazaré.
Tras aproximadamente una hora de viaje llegamos al Monasterio de Batalha. Este monasterio, al igual que el de Alcobaça, se erigieron para conmemorar la victoria de Portugal sobre España en la batalla de Aljubarrota, a medio camino entre ambas poblaciones. Probablemente sea la mejor combinación entre estilos gótico y manuelino.
A escasos diez minutos de Batalha se encuentra la población de Alcobaça, donde está el monasterio cisterciense de Santa María de Alcobaça. La fachada de estilo gótico y el interior austero convierten a este monumento en uno de los más importantes de Portugal. En el interior se encuentran las tumbas de Don Pedro y Doña Inés, y destacan el Claustro do Silencio y la Sala dos Reis. También se pueden ver en perfecto estado la cocina y la sala de capítulo. Merece la pena hacer una parada, e incluso un desvío, para verlo.
Tras aproximadamente una hora de viaje llegamos al Monasterio de Batalha. Este monasterio, al igual que el de Alcobaça, se erigieron para conmemorar la victoria de Portugal sobre España en la batalla de Aljubarrota, a medio camino entre ambas poblaciones. Probablemente sea la mejor combinación entre estilos gótico y manuelino.
A escasos diez minutos de Batalha se encuentra la población de Alcobaça, donde está el monasterio cisterciense de Santa María de Alcobaça. La fachada de estilo gótico y el interior austero convierten a este monumento en uno de los más importantes de Portugal. En el interior se encuentran las tumbas de Don Pedro y Doña Inés, y destacan el Claustro do Silencio y la Sala dos Reis. También se pueden ver en perfecto estado la cocina y la sala de capítulo. Merece la pena hacer una parada, e incluso un desvío, para verlo.
La distancia entre Alcobaça y Nazaré es de unos 12 km., y nos acercamos a comer a Nazaré, uno de los lugares que más me han gustado de esta toma de contacto con Portugal, al que probablemente volveré. El pueblo se encuentra junto a un acantilado que lo divide en dos partes unidas por un funicular. Junto al paseo marítimo hay señoras mayores que alquilan habitaciones a los turistas a muy buen precio, aunque la calidad no sabemos como será. Es muy curioso, porque todas van completamente vestidas de negro, y están sentadas en hamacas con una sombrilla y carteles en varios idiomas ofreciendo alojamiento.
Elegimos para comer uno de los restaurantes que había cerca de la playa, y comimos el mejor arroz que he probado hasta ahora. El pescado lo preparaban a la parrilla en la puerta del restaurante, buenísimo.
Merece la pena subir en el funicular a la parte alta del pueblo, las vistas desde arriba son preciosas.
De Nazaré nos llevamos todos un muy buen recuerdo, y nos dirigimos a Lisboa. El apartamento que habíamos elegido estaba en el barrio de Alfama. En principio lo elegí por la ubicación, viendo el mapa estaba bastante céntrico, pero no tuvimos en cuenta que el día que llegábamos era la víspera de San Antonio, que es cuando se celebran las fiestas del barrio. Así que después de dejar el coche en un parking y acercarnos en taxi lo que pudimos puesto que estaban las calles cortadas al tráfico, llegamos al apartamento, que pese a ser un cuarto sin ascensor, estaba muy bien y no mal de precio (90 euros por noche para 4 personas).
En nuestra primera toma de contacto con Lisboa vimos una parte de la ciudad bastante antigua y abandonada. El casco histórico de Lisboa sería realmente precioso si invirtiesen en restaurar las fachadas de los edificios, pero eso es una empresa prácticamente imposible.
Para celebrar San Antonio, los vecinos del barrio de Alfama salen a la calle a comer sardinas entre los familiares y amigos, y todas las estrechas calles están llenas de humo y el olor a sardina lo invade absolutamente todo. Nuestra primera intención fue visitar el Castillo de San Jorge, que estaba bastante cerca, pero estaba cerrado, asi que dimos una vuelta por el barrio para picar algo y después a intentar descansar para el dia siguiente (el bullicio era tremendo, no habia quien durmiera)