Los problemas familiares que nos vienen impidiendo salir a destinos lejanos en el extranjero, nos están ofreciendo la posibilidad de recorrer lugares de España que no conocíamos o recobrar otros a los que no íbamos hacía mucho tiempo. Este era el caso de Cuenca, una ciudad que pese a haberla visitado tres o cuatro veces ya apenas recordábamos, excepto por las típicas fotos de las casas colgadas que habíamos tomado desde el Puente de San Pablo cuando éramos bastante más jóvenes.
Aprovechando un miércoles laborable que teníamos libre, decidimos acercarnos hasta allí. Desde Madrid, actualmente es un viaje muy cómodo por carretera, en un trayecto de poco más de hora y media. Hay que tomar la A-3 (Autovía de Valencia) hasta Tarancón, donde sale el desvió a la A-40, que lleva directamente a la capital conquense. Si se prefiere ir en tren, el AVE tarda apenas 55 minutos desde la estación de Puerta de Atocha, en Madrid.
La ciudad moderna está en la parte baja y en la parte alta se encuentra el casco histórico, por lo que para acceder allí hay que transitar sí o sí por empinadas cuestas o escaleras, en subida o en bajada, dependiendo de por dónde se llegue o dónde se aparque. Claro que lo que se baja hay que subirlo y viceversa, con lo cual la suerte está echada, como suele ser habitual en este tipo de ciudades medievales. Me pareció que se puede acceder a la zona antigua en vehículo privado, pero no creo que resulte muy aconsejable. Las calles son muy estrechas, aparcar no es nada sencillo y cabe la posibilidad de meterse sin pretenderlo por algún sitio cortado al tráfico de no residentes, con el consiguiente riesgo de recibir un buen multazo. Hay varias zonas de aparcamiento señalizadas, pero no todas son gratuitas, y si se va en fin de semana o festivo puede ser tarea casi imposible encontrar un hueco sin recurrir a los parkings de pago. Quizás lo mejor sea intentar aparcar por la zona del Parador de Turismo o en la parte alta del Castillo. Nosotros, por comentarios que habíamos oído, fuimos hacia el Auditorio, pero en la calle no quedaba ni un hueco libre y la zona supuestamente destinada a aparcamiento gratuito estaba cerrada con una cadena, así que, hartos de dar vueltas, no tuvimos más remedio que meter en coche en el parking subterráneo de pago que está frente al Teatro. La caseta de información turística situada en el exterior también estaba cerrada, remitiendo un cartelito a la de la Plaza Mayor, por lo cual tuvimos que ir hasta el centro un poco a ciegas, ya que el mapa que descargamos de internet tenía las letras tan pequeñas que apenas nos aclarábamos. Claro que tampoco nos resultó difícil orientarnos una vez allí: veíamos las casas en lo alto, sobre nuestras cabezas, así que estaba claro: todo para arriba.
Antes de relatar nuestro recorrido, unos pocos datos sobre esta ciudad.
Cuenca es la capital de la provincia del mismo nombre, situada en la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha. Se encuentra a 168 Km. de Madrid, a una altitud media de 946 metros sobre el nivel del mar y su población actual es de poco más de 55.000 habitantes. Su origen hay que buscarlo en la fortaleza musulmana de Quinka, que existía ya en 784 en las inmediaciones de las actuales ruinas del castillo, y de donde deriva el nombre de la ciudad. Fue conquistada para los cristianos por el Rey Alfonso VIII en 1177, que le otorgó un Fuero con notables privilegios. Gozó de prosperidad durante los siglos XV y XVI con una economía basada fundamentalmente en la industria textil (paños y alfombras), pero al hundirse ésta en el siglo XVII, inició un declive que llevó a su despoblación, situación de la que no se recuperó hasta bien entrado el siglo XX. También fue saqueada e incendiada por los franceses durante la Guerra de la Independencia y sufrió el asedio de las tropas carlistas en 187. Hoy en día, su mayor riqueza la obtiene del turismo, al que ofrece naturaleza y cultura, tanto en la capital como en la provincia. Su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.
Además, su emplazamiento tiene un gran valor paisajístico, pues la parte antigua se encuentra encaramada a un cerro bordeado por las hoces de los ríos Júcar y Huecar, lo que proporciona unas bellas vistas desde un buen número de miradores repartidos por toda la ciudad antigua. Esta circunstancia propició una de las características arquitectónicas más peculiares de Cuenca, donde muchas de las casas se levantaban sobre las rocas que forman la Hoz del río Huecar, dando lugar a las famosas “casas colgadas. Pero a esto iremos después.
Como ya he mencionado, dejamos el coche en el parking subterráneo del Auditorio y fuimos caminando por el Paseo del Huécar en dirección contraria al Puente de San Pablo, viendo el alegre curso del río, que fluye canalizado por la zona que se acerca al centro de la ciudad. Es un lugar muy agradable, con hermosas vistas de las casas que cuelgan de las paredes de la hoz y de los llamados “rascacielos” del Barrio de San Martín. Caminamos hacia la Puerta de Valencia (de la que solo se conserva el nombre) y llegamos hasta el puente que cruza el río, quedando a la izquierda el Monasterio de la Concepción Franciscana, del siglo XVI.
Río Huécar.
Monasterio de la Concepción Franciscana.
Nos adentramos en la ciudad antigua girando a la derecha por la calle Alonso de Ojeda y a llegar a la esquina con la calle de la Moneda nos encontramos con el Mesón Candela, uno de los restaurantes que nos habían recomendado, pero estaba cerrado. Seguimos por la calle Herreros y la calle San Vicente hasta llegar a la Plaza del Salvador, donde giramos a la derecha, por la calle de los Caballeros, empezando ya a ascender cuestas y escaleras, que nos fueron aproximando a la ciudad alta de Cuenca. A nuestra izquierda quedaron la antigua iglesia de San Andrés y la de San Felipe Neri, del siglo XVIII, adosada al Convento de los Oblatos. Sufrió incendio y saqueo en 1936 y fue reconstruida después de la Guerra Civil.
A la derecha, desde la plaza de Gil, donde se halla la Torre del mismo nombre y el Jardín de los Poetas, se abre un amplio mirador sobre la zona baja de la ciudad, que muestra un buen surtido de casas apiñadas sobre las laderas. Pudimos apreciar que ya hemos ascendido un buen trecho desde el río.
Volvimos a la Iglesia de San Felipe Neri y subimos unas escaleras que por la calle Diego Valera llegan hasta la Plaza del Carmen y continúa hasta la Plaza de la Mangana, con la famosa Torre, erigida en el siglo XVI sobre el antiguo Alcázar con funciones defensivas. Fue reconstruida completamente en estilo mudéjar pero con un estilizado aire italiano, en forma de campanil o torre del reloj. Había obras en la zona y las grúas estropeaban algo el panorama para las fotos. Mejores eran las vistas desde la Plaza del Carmen hacia la calle Alfonso VIII.
La calle Alfonso VIII es una de las más importantes del casco antiguo que conduce en continuo ascenso a la Plaza Mayor. Su trazado definitivo data del siglo XVIII, pero conserva edificios de fechas anteriores, ente los que destacan dos casonas del siglo XVII, que se hallan casi enfrente de la escalinata que conduce a la Plaza del Carmen: la Casa del Corregidor (o Cárcel Vieja) y la Casa Palacio de los Clemente de Aróstegui.
Sin embargo, las coloridas casas de esta calle no estaban destinadas a las familias nobles sino a la pequeña burguesía e incluso a las clases humildes, componiendo un buen ejemplo de la llamada “arquitectura vertical de carácter popular”.
Bajo esta calle se encuentran una serie de túneles, que constituyeron conducciones de agua en la Edad Media. Se pueden visitar, pero decidimos que había otros lugares más interesantes que ver durante nuestra corta visita a Cuenca.
Calle Alfonso VIII
Llegamos a la Plaza del Fuero, donde se encuentra el Convento de las Esclavas (siglos XVI y XVIII), la Oficina de Turismo Municipal y la parte posterior del edificio del Ayuntamiento, que se levanta sobre tres arcos de medio punto que dan acceso a la Plaza Mayor. Retrocediendo unos pasos, por unas escaleras se puede acceder a la Plaza de la Merced, donde se encuentran el Seminario de San Juan y el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha.
Convento de las Esclavas (color rosa) y Oficina de Turismo (color amarillo).
Junto a la Oficina de Turismo hay un pasaje que se asoma a la Hoz del Júcar, desde donde se pueden contemplar sus edificios altos y colgados.
La Plaza Mayor forma un bonito conjunto, aunque de forma irregular y trapezoidal no sigue el modelo porticado de otras plazas mayores castellanas. Continúa por la calle de los Pilares, a distinto nivel, donde se abren varios arcos que salen al mirador de la Hoz del Júcar. Hay bastantes mesones y restaurantes con terrazas, pero lo que más rompe el encanto son los coches que se siguen viendo aparcados y circulando por allí, aunque supongo que el paso de vehículos está restringido al transporte público y a los residentes porque tampoco es que se viera un tráfico excesivo aquí arriba.
Plaza Mayor.
Calle de los Pilares.
Los edificios más destacados de la Plaza Mayor son sin duda el Ayuntamiento y la Catedral.
El Ayuntamiento es una construcción de estilo barroco de finales del siglo XVIII.
La Catedral de Santa María y San Julián o de Nuestra Señora de Gracia fue la primera catedral gótica de España y la única de estilo gótico normando. Se comenzó a edificar en el siglo XII, aunque su construcción duró varios siglos, por lo que también tiene elementos renacentistas y barrocos. La fachada principal databa del siglo XVI y fue remodelada en el siglo XVIII, pero se derrumbó y tuvo que volver a levantarse ya en el siglo XX, si bien quedó incompleta. Tampoco se conservan ninguna de las cuatro torres originales, solamente el arranque de una de ellas, la del Ángel.
Visitar su interior cuesta 3,80 euros (incluye audio-guía) y 5 euros si se desea ver también el Tesoro. Yo compré la entrada sencilla, sin Tesoro. También se puede echar un vistazo al interior sin pagar nada mientras se celebra misa, pero, si es posible, prefiero hacer estas visitas a mi aire y con tranquilidad, sin molestar a los feligreses. De los siglos XII y XIII sólo se conserva el ábside central, donde destaca el falso triforio (único en las catedrales góticas españolas) con ventanales decorados con estatuas de ángeles; también cabe mencionar el Coro, el Altar Mayor (de estilo neoclásico con diseño de Ventura Rodríguez, denominado El Transparente porque deja ver a su través) y la Sacristía, de los siglos XV y XVI, profusamente decorada. Asimismo hay que fijarse en el magnífico conjunto de rejas y en las Capillas.
Aunque había leído que no se puede visitar, pude pasar sin problemas por el magnífico Arco de Jamete hasta el claustro, muy sobrio, con columnas de orden dórico romano, muy afectado por el derrumbe de la girola que se llevó por delante la fachada del templo. No hay que perderse las vistas que se aprecian desde un pequeño jardín adyacente a la Catedral, al que solo se accede a través de ésta, son realmente imponentes, como todas las que dan a la Hoz del Huécar en su parte alta.
Arco de Jamete.
Claustro y vistas desde el jardín interior de la Catedral.
De vuelta a la Plaza Mayor, nos fijamos en el edificio rosa del Convento de San Pedro de las Justinianas, conocido como el de las Petras, del siglo XVIII, con una bonita fuente adosada a la fachada contigua. Tanto el convento como la iglesia sufrieron graves daños durante la Guerra Civil y tuvieron que ser restaurados casi completamente.
Desde la Plaza Mayor, continuamos hacia la zona más alta del casco viejo. La vía principal es la calle de San Pedro, pero la dejamos para el descenso, y subimos por la que sale más a la derecha, que se llama Ronda Julián Romero. De paso pudimos ver los laterales de la Catedral y los restos de la antigua Iglesia de San Pantaleón, una de las primeras que hubo en Cuenca y de la que solamente se conserva un arco ojival y símbolos del paso de los caballeros templarios. En el patio hay una escultura del poeta Federico Muelas.
Antes hay que cruzar la calle del Colegio de San José, una de las de más corto recorrido del casco antiguo, que lleva directamente al edificio del antiguo Colegio del siglo XVII, que cuenta con una magnífica portada y ahora es un hostal.
En realidad, subimos por la Ronda de Julián Romero (también conocida como la Ronda del Huécar) porque queríamos comer en un restaurante que nos habían recomendado, el Figón del Huécar, instalado en la que fue casa del cantautor José Luis Perales. Nos atraía bastante el menú degustación que vimos anunciado y, además, goza de unas vistas espléndidas desde el comedor; pero, nuevamente, nuestro gozo quedó en el pozo, pues también estaba cerrado por descanso. Está visto que los días laborables en invierno tienen muchas ventajas, pero surge el inconveniente de encontrar bastante menos oferta de restauración.
Ronda de Julián Romero.
Por cierto que como no pudimos comer en ninguno de los dos sitios que llevábamos en mente, nos decidimos por el menú degustación del restaurante Los Arcos, en la Plaza Mayor. Ajoarriero (muy rico), zarajos (algo secos), pisto manchego (bien), surtido de quesos (buenos) y morteruelo (lo siento, pero no me gustó nada); de segundo, varias opciones, de las que escogimos rabo de toro y lomos de bacalao; para finalizar, postres caseros (el flan de resolí me gustó mucho). El menú cuesta 30 euros. En general, nos atendieron bien y rápido, la comida no estuvo mal y las raciones fueron abundantes, pero… no nos terminó de convencer.
Volviendo a la Ronda Julián Romero, nos encontramos con una ruta muy bonita, tanto por las preciosas vistas que se abren sobre la Hoz como por el recorrido, lleno de encanto, con sus callejones estrechos que comunican con la calle San Pedro, sus pintorescos portones, fuentes y pasadizos, como el del Cristo.
Tras pasar el Convento de las Carmelitas, edificio del siglo XVII que actualmente alberga el Centro de Arte Contemporáneo, nos dirigimos a la zona de las murallas y los restos del Castillo. Por el empinado camino se ven unas vistas preciosas desde una pequeña plaza que tiene una fuente, de la que no recuerdo el nombre. Enseguida nos encontramos con el Museo Histórico Provincial, donde se conserva el Fuero de Cuenca y sus privilegios. Este edificio en origen formó parte del castillo y después fue sede del Tribunal de la Inquisición y Cárcel. En el exterior hay una estatua de Fray de León.
Convento de las Carmelitas. Centro de Arte Contemporáneo.
Museo Histórico Provincial. Antiguo Tribunal de la Inquisición.
Museo Histórico Provincial. Antiguo Tribunal de la Inquisición.
Seguimos por la calle Larga hasta una caseta de información turística (cerrada) y el parking, en cuyas inmediaciones se tienen unas vistas extraordinarias, no solo de la ciudad sino también de las curiosas formaciones rocosas que recuerdan a las que se ven en la Ciudad Encantada. Pese a que el sol daba de frente (mejor ir por la mañana), son espléndidos los miradores naturales que ofrecen las propias rocas que forman las hoces, sin que haya peligro en aproximarse hasta el mismo borde para apreciar mejor todos los detalles. Hay varios senderos que llegan hasta aquí desde ambos ríos, merece la pena hacer alguno si se dispone de tiempo.
Iniciamos el descenso por la Calle Larga, en la que hay varios bares y restaurantes, y seguimos hasta los restos del Castillo del siglo XIII. Cruzamos el Arco del Bezudo, uno de cuyos torreones ha sido parcialmente restaurado y se puede acceder por unas escaleras metálicas. Según se cuenta, por aquí hizo su entrada en Cuenca el rey Alfonso VIII cuando conquistó la ciudad para los cristianos.
Seguimos por la calle del Trabuco y al llegar a la plaza del mismo nombre, pasamos bajo un arco que comunica con la Ronda del Júcar, desde donde se tienen unas bonitas vistas de la hoz del río mayor. Sin embargo, pese a su espectacularidad, me gustaron más las vistas sobre la Hoz del Huécar.
Se puede seguir el descenso por la Ronda del Júcar en recorrido panorámico bajando, incluso, hasta el Ermita de las Angustias, o por la calle San Pedro, la más señorial del casco antiguo de Cuenca, que fue lo que hicimos. Enseguida nos encontramos con la Iglesia de San Pedro, la primera parroquia cristiana que se construyó en la ciudad sobre los restos de una antigua mezquita. Es de estilo gótico y cuesta 1 euro visitarla, con acceso a la torre incluido, desde la que se divisan vistas todo alrededor aunque un poco constreñidas. Lo más bonito del interior de la iglesia es el techo de alfarjía de una de las capillas laterales.
Iglesia de San Pedro.
Durante el descenso por la calle San Pedro vimos varias casonas señoriales, de las cuales llaman la atención los escudos y las rejas de ventanas y balcones, como la llamada “Casa de las Rejas” y la Posada de San Julián. También hay iglesias como la barroca de Martín de Aldehuela.
De vuelta a la Plaza Mayor, salimos por el lateral de la Catedral, viendo el edificio del Palacio Episcopal (Museo Diocesano).
Dejando la Catedral, a la izquierda, por la calle Obispo Valera hasta llegar a una plaza donde se unen Obispo Valera, Colmillo y Clavel.
Bajamos por unas escaleras que nos condujeron a la Plaza de Ronda, desde cuyas inmediaciones se puede divisar una muy buena estampa del Barrio de San Martín y sus curiosos “rascacielos”, que se remontan al siglo XV. Estas construcciones tienen la particularidad de haberse adaptado al cerro sobre el que se levanta la ciudad antigua, excavando huecos en las propias rocas, con lo cual vistas por la parte delantera son casas normales de tres o cuatro plantas, mientras que si se contemplan desde la Hoz del Huécar, se convierten en edificios de hasta once plantas, recordando a los rascacielos de tiempos modernos. Otra consecuencia de esta adaptación de la arquitectura al terreno es que la entrada a las casas no se encuentra en la parte baja de las mismas, sino más o menos en su centro, con lo cual hay subida y bajada a un mismo inmueble, no coincidiendo su planta por el lado posterior con la de la fachada principal. Esto ocurre en todas las casas de la calle Alfonso VIII, desde el número 1 al número 77, donde una planta baja vista por aquí, puede convertirse en una quinta planta vista por la fachada posterior, la que da a la Hoz.
Barrio de San Martín.
Muchos de estos edificios se han convertido hoy en día en apartamentos turísticos.
Después de dar unas cuantas vueltas por esta zona, contemplando los “rascacielos”, volvimos a la Plaza de Ronda y desde allí llegamos enseguida a las “casas colgadas”, que se empezaron a construir en Cuenca hacia el siglo XIV. Pasamos el arco de la Casa de la Sirena y se puede ver la parte posterior de las tres casas colgadas que se conservan, aunque muy remodeladas, con sus características balconadas de madera. Su nombre se refiere a los voladizos de los balcones, que se encuentran suspendidos en el aire, sin material sólido debajo, aunque si cuentan con soportes diagonales que se fijan a la fachada para no derrumbarse. Una de ellas alberga el Museo de Arte Abstracto de Cuenca.
Casas Colgadas.
Desde aquí se accede en un par de minutos al Puente de San Pablo, una viga vertiginosa que cruza el río Huécar a gran altura y que ofrece unas vistas extraordinarias de las casas colgadas y de gran parte de la ciudad. Su origen se remonta al siglo XVI, cuando se levantó un puente de piedra que se derrumbó, reconstruyéndose en 1902 en hierro y madera, tal como lo vemos ahora. Hay quien le da vértigo cruzarlo, la verdad es que yo no noté nada y ni mucho menos es uno de los que más sensación me ha dado al cruzarlo. Pero el vértigo es un problema muy personal.
Ya al otro lado del río, hay que acercarse al antiguo convento e iglesia de San Pablo, que hoy alberga el Parador Nacional.
Parador Nacional.
La Ronda del Huecar vista desde el Puente de San Pablo.
La Ronda del Huecar vista desde el Puente de San Pablo.
Convento y Puente de San Pablo.
Finalmente, fuimos caminando por el sendero que va paralelo al río Huécar, disfrutando de las bonitas vistas de la ciudad y de parte de la Serranía de Cuenca, hasta llegar al Auditorio, donde habíamos dejado el coche.
Las Casas Colgadas.
Los rascacielos.
Los rascacielos.
Desde aquí también es muy fácil llegar hasta el alto del Cerro del Socorro, donde se encuentra al Monumento al Sagrado Corazón. Hay una carretera que sube hasta allí y también un sendero de medio kilómetro. Desde lo alto las vistas deben ser espectaculares. La verdad es que todavía no me explico por qué no subimos, debe ser que se nos olvidó. Una lástima, aunque también es cierto que el sol daba completamente de cara, lo que hubiese estropeado la perspectiva y las fotos. Pero, vamos, no es excusa: se nos olvidó
Cerro del Socorro con el monumento al Sagrado Corazón y Parador Nacional abajo.
Ya con el coche, hicimos la denominada “ruta turística”, que en un trayecto de unos cinco kilómetros circula por el interior de las hoces, paralela al río Huécar primero y al Júcar, después (o viceversa). El paisaje es bonito, pero el invierno quizás no sea el mejor momento para recorrer la zona, salvo que haya nevado, como sucedió solo una semana después de nuestra visita. El entorno me gustó más otras veces que vinimos en primavera, y también debe ser un hermoso lugar para recorrer en otoño.
El día era espléndido de sol y temperatura pese a estar en febrero y había mucha gente paseando por los numerosos senderos que recorren las inmediaciones de Cuenca. Qué ganas de imitarles, pero se estaba haciendo tarde y había que regresar a casa, que el trabajo esperaba al día siguiente.
El día era espléndido de sol y temperatura pese a estar en febrero y había mucha gente paseando por los numerosos senderos que recorren las inmediaciones de Cuenca. Qué ganas de imitarles, pero se estaba haciendo tarde y había que regresar a casa, que el trabajo esperaba al día siguiente.
RESUMEN DE LA VISITA.
Cuenca está a 168 Km de Madrid. Se tarda 1 hora 30 minutos en coche por autovías A-3 y A-40. Se puede ir en AVE. El trayecto dura 55 minutos desde la estación de Puerta de Atocha en Madrid.
Oficina de Turismo: en la Plaza del Fuero, junto al Ayuntamiento.
Ciudad Patrimonio de la Humanidad por su casco histórico. Precioso emplazamiento, en lo alto de un cerro, rodeado por los ríos Júcar y Huécar. Si hay prisa, se puede hacer una visita rápida en una mañana o una tarde.
Lugares imprescindibles:
Plaza Mayor con el Ayuntamiento y la Catedral de Nuestra Señora de Gracia. Plaza de la Mangana con la Torre del Reloj, Plaza de la Merced, Calle Alfonso VIII, Calle San Pedro, Ronda Julián Romero (Ronda del Huécar), Barrio de San Martín (con los “rascacielos”), Casas Colgadas (hay que verlas desde el puente de San Pablo) y Ronda del Júcar. También hay muy buenas vistas desde el Parador de Turismo, emplazado en el antiguo Convento de San Pablo.
Muy recomendable llegar hasta la zona del Castillo para ver sus restos y, sobre todo, unas vistas espectaculares de las dos hoces y de toda la ciudad antigua.
Museos:
Museo de las Ciencias, Pza. de la Merced 1
Museo Diocesano, lateral del Palacio Arzobispal, junto a la Catedral, calle Obispo Valero 1.
Museo de Arte Abstracto, en las Casas Colgadas.
Museo de Cuenca (arqueológico), calle Obispo Valero, 12.