Nuestro vuelo salía por la tarde, así que teníamos toda la mañana en Roma. Dejamos las maletas en recepción y nos dirigimos a San Pietro in Vincoli, una iglesia cerca del Coliseo donde está la escultura que más nos gustó en Roma: El Moisés de Miguel Ángel. Una auténtica maravilla, los detalles, la expresividad, cambiando según la mirases de un ángulo o de otro...
De allí fuimos al Coliseo, que el primer día por fuera solo lo vimos de noche. Fotos y más fotos, qué edificio más imponente.
Echamos un vistazo detallado al Arco de Constantino, que con luz se veía mejor, y nos fuimos a los Foros Imperiales. Básicamente esa mañana repetimos el paseo de la primera tarde, pero fijándonos en los detalles que de noche no se veían.
Es una pena que los foros imperiales estén en tan mal estado, y más desde que Mussolini les hizo una avenida encima para sus desfiles. Pero gracias a la audioguía y a los paneles explicativos nos hicimos una idea.
Nos dejamos los ojos en la Columna de Trajano buscando el puente sobre el Danubio, que al final encontré en mis fotos, pero no en directo.
Hoy sí pudimos entrar en el Altar de la Patria, que el otro día estaba cerrado, aunque no subimos. Nos fijamos en los detalles la insula del Ara Coelli, que en tantos documentales de Roma hemos visto, y subimos a la Plaza del Campidoglio, con sus maravillosas vistas sobre el foro.
Finalmente nos acercamos al Teatro Marcello, y descubrimos que era la foto de portada de nuestra guía. En el último momento, pero descubrimos dónde era, cuestión a la que llevábamos dando vueltas desde el primer día.
Y con eso dimos por terminada nuestra visita a Roma. Antes de ir a por las maletas, pasamos por un supermercado a comprar queso, pasta y otras viandas para llevar. Y comimos en el mercado central, en la estación de Termini, donde hay muchísimos puestos de todo tipo de comida. Allí mismo cogimos el autobús de Terravisión. Menos mal que íbamos con tiempo, porque el autobús del horario que teníamos previsto salió lleno y tuvimos que esperar 40 minutos al siguiente. Los que iban más justos tuvieron que irse en taxi.
Hasta aquí nuestra escapada a Roma. Volveremos seguro, esto ha sido solo un aperitivo.