Este día tocaba pasear por Roma, visitando algunas de sus iglesias y plazas, que albergan verdaderas obras de arte. Sin embargo, el paseo no fue tan tranquilo como pretendíamos ya que, al ser 8 de diciembre, festivo en Italia, había muchísima gente, las iglesias tenían sus horarios trastocados por las misas y, para colmo, nos encontramos una macromanifestación que tuvo cortadas algunas partes de la ciudad durante unas horas.
Empezamos por la Basílica de Santa Maria Maggiore, una de las grandes basílicas de Roma, que nos pillaba muy cerca del alojamiento. La iglesia es realmente preciosa, con sus mosaicos y la luz filtrándose por las vidrieras.


Después nos acercamos a Santa Prassede, muy cerca de allí. Es una iglesia pequeña, pero con unos mosaicos maravillosos.

Continuamos el paseo hasta Santa Maria degli Angeli, en la Piazza della Republica. Esta iglesia tiene la particularidad de estar dentro de lo que fueron las termas de Diocleciano. Y desde allí hasta la iglesia de Santa Maria della Vittoria, que alberga la escultura del Éxtasis de Santa teresa, de Bernini. Una maravilla.

Callejeando llegamos a la Fontana del Tritón, una de las fuentes más conocidas de Roma en la Piazza Barberini, y subimos hasta la iglesia de Trinitá de Monti, que se encuentra en lo alto de las escaleras de la Plaza de España. En lugar de bajar a la plaza, seguimos hasta la terraza del Pincio, y desde allí, además de las buenas vistas de Roma, vimos la gran manifestación que había en la Piazza del Popolo. Así que nuestra idea de bajar a dicha plaza se frustró. Estaba llena de gente, vitoreando a Salvini en su discurso fascista... me dio un poco de miedo, la verdad. Aun así, logramos entrar a una de las iglesias, Santa Maria del Popolo, pero no pudimos ver sus obras de arte, porque estaban en misa.



Dimos un gran rodeo para evitar la influencia de la manifestación, llegando al monumento del Ara Pacis, que vimos por fuera. Decidimos ir a la Piazza di Spagna, pero no pudimos llegar. Había muchísima gente, no se podía caminar, y más adelante vimos que la policía estaba desalojando la plaza para que pasaran todos los de la manifestación. Nada, nuestro gozo en un pozo.
Era hora de comer, y con semejante gentío no teníamos muy claro dónde hacerlo. Al final fuimos hasta el Panteón, ya que queríamos verlo de día, y de paso comprar unos bocatas en una charcutería de allí muy conocida, L'Antica Salumeria. Por el camino pasamos por la Columna de Marco Aurelio, al estilo de la de Trajano, aunque más pequeña, y las esculturas se notan más bastas. El Panteón estaba cerrado, aunque en teoría era horario de estar abierto. Menos mal que lo vimos el día anterior. Compramos en la charcutería, que estaba hasta la bola, y nos comimos nuestros bocatas allí en la plaza frente la Panteon.


Viendo que a esas horas las iglesias estaban cerradas, nos dedicamos a las plazas. Fuimos de nuevo a la Piazza Navona, mucho más abarrotada que el día anterior, pero igual de bonita. Aunque a mí me gustó más de noche.
Seguimos hasta el Campo de Fiori, donde estaba el mercado. Muy entretenido darse una vuelta por allí mirando los puestos de comida.
Cruzamos el Tíber para ir al barrio del Trastevere. Realmente tiene encanto este barrio de Roma, con sus calles estrechas, parece estar en un pueblecillo. Dimos una vuelta y entramos a ver la basílica de Santa María in Trastevere. Preciosa, nos encantó.


Para descansar un rato entramos en Bar San Calixto, famoso por su chocolate caliente y por tener la cerveza más barata de Roma. Pasamos un buen rato allí y probamos las dos cosas. Era un ambiente muy agradable, donde los autóctonos iban a leer el periódico. Aunque se nos sentó a lado un pesado, que luego nos dijeron los del bar que era un loco, y nos quería quitar las cosas de encima de la mesa.

Visitamos otra iglesia, Santa Cecilia in Trastevere, muy cerca de allí. Nos planteamos atravesar por la Isla Tiberina y ver el Foro Boario, pero eso implicaba volver andando, y estábamos cansados, así que decidimos volver en autobús. Lo cual fue un poco odisea también. Estuvimos esperando un buen rato y no pasaba ninguno, y cuando por fin entramos iba hasta la bola (me intentaron meter la mano en la mochila, menos mal que me di cuenta) y hacía un recorrido más largo porque la Piazza Venezia y la Via di San Marco estabas cortadas. Así que un trayecto que debería durar 30 minutos duró hora y media.
Llegamos al hotel cansados y nos fuimos a cenar al restaurante que hay junto al hotel, el cual no recomiendo. El dueño se dedica a amenizar la velada con su guitarra y canciones italianas, pero la comida no nos gustó.