Ese día teníamos reservada la visita a los subterráneos del Coliseo a las 12:45 h y antes queríamos ver el Foro y el Palatino. Así que a las 8 estábamos desayunando en el restaurante que hay junto al hotel. El desayuno incluido que teníamos era muy básico, café, dulces, pan tostado con un poco de mermelada y un vaso de frutas cortadas, para nosotros suficiente para empezar el día con la barriga llena.
Al principio nos costó un poco orientarnos, pero en poco más de 20 minutos llegamos al Foro. Estábamos un poco alucinados, cuando vislumbramos el Coliseo por primera vez, y los templos, columnas,… ¡estábamos en Roma! Ese escenario de tantas películas, documentales y libros, el centro del mundo durante tanto tiempo...
Como llevábamos las entradas compradas entramos directamente, aunque en taquilla no había nadie, así que ya sabéis, comprad la entrada en el Foro y no en el Coliseo si queréis ahorraos la cola.
Allí, para situarnos utilizamos la audioguía que llevábamos descargada, que nos fue explicando toda la estructura del Foro, a qué correspondían las diferentes ruinas, el año que se construyeron, su función,… Si no se lleva guía es difícil orientarse, ya que hay pocos paneles explicativos, la verdad. Escuchando las explicaciones de templos, basílicas, columnas, la curia y demás edificios se nos pasó el tiempo volando. Nos acordábamos de los documentales de Mary Beard, que explica muchas curiosidades sobre la vida en la antigua Roma. A ella y a Santiago Posteguillo los tuvimos muy presentes en este viaje.




Subimos al Palatino, la colina donde Rómulo y Remo fundaron la ciudad y que era el lugar de residencia de nobleza y emperadores. Hay un mirador con vistas preciosas del Foro y de Roma. De todas las ruinas que hay allí, la más destacada es la Domus Flavia, que construyó el emperador Domiciano, de unas dimensiones impresionantes. Tenía su propio hipódromo, y desde allí hay una vista fantástica del Circo Máximo.




Esta visita la hicimos un poco a las prisas, ya que se nos hacía tarde para los subterráneos del Coliseo. Encima había empezado a llover, y cuando quisimos salir no encontrábamos la salida, y por allí anduvimos un rato perdidos hasta que dimos con ella. Antes de salir, pude hacer una foto del Coliseo.

Después nos tocó correr, por aquellas piedras antiguas, raro es que no nos torciésemos un tobillo. Llegamos tarde, pero llegamos, porque, aunque la entrada es a las 12:45 h, en realidad no se empieza hasta las 13:00. ¡Si lo llego a saber no corro tanto! Que con la carrera por allí se perdió uno de los pendientes que llevaba.
La visita nos gustó mucho. La guía nos hizo una introducción al momento histórico en el que se hizo el Coliseo, los usos que ha tenido a lo largo de la historia, funcionamiento, curiosidades,… Bajamos a los subterráneos, que es donde entiendes realmente cómo eran los entresijos de los grandes espectáculos que se celebraban allí. Después la guía completó su visita en la parte de arriba, y se despidió de nosotros en un mirador desde el que hay preciosas vistas del arco de Constantino y del Foro. Dimos una vuelta nosotros solos, haciendo fotos, recreándonos en los detalles, hasta que nos dimos cuenta de que era la hora de ir a comer.


Habíamos reservado en el restaurante Luzzi, muy popular entre los turistas y recomendado en el foro, ya que por esta zona no hay mucha oferta. La comida es barata, y no está mal, dentro de que no es comida de lujo. Comimos lasaña, ñoquis, tripa a la romana con una jarra de vino de la casa, y de postre tiramisú.
Cuando acabamos de comer ya era casi de noche, es lo malo de viajar por Europa en diciembre. Queríamos ver el Coliseo detenidamente por fuera, pero ya no llegábamos a verlo con luz del día. Así que nos fuimos a ver la basílica de San Juan de Letrán, una de las primeras basílicas cristianas de Roma. Habiendo estado en el Foro esa mañana, es inevitable ver la similitud entre las basílicas romanas y su equivalente cristiano, y el origen de las costumbres cristianas tal y como las conocemos. Más allá de eso, llama mucho la atención la gran dimensión del recinto. Y también la seguridad que hay para entrar, teniendo que pasar por arcos detectores de metales.


Cuando salimos de allí fuimos a otra basílica que nos caía de paso, San Clemente. Pequeña pero muy bonita. Merece la pena acercarse.
Llegamos de nuevo al Coliseo, y le hicimos fotos con la iluminación nocturna, una auténtica maravilla. Muy cerquita están las ruinas del Ludus Magnus, la escuela de gladiadores oficial de Roma, que pasan totalmente inadvertidas para los turistas.


Después de mil fotos estuvimos viendo de cerca el arco de Constantino, con la explicación de la audioguía, aunque algunas zonas no estaban iluminadas y no se veían bien. Íbamos a tener que buscar el hueco para volver a esta zona de día.


Seguimos por la avenida de los Foros imperiales, pero decidimos dejar la explicación para otro momento más iluminados, ya que de estos foros se ve poco y la iluminación no ayuda mucho. Una pena que esta zona esté tan mal, apenas se conservan pocas piedras. Y la ocurrencia de Mussolini de hacer una gran avenida para sus desfiles triunfales justo encima de las ruinas de los foros imperiales le dio la puntilla a estos vestigios de la época de los grandes emperadores.

Por fin llegamos a la columna de Trajano. Era una de las cosas que más ganas teníamos de ver. Como ya comenté, ese año habíamos leído la trilogía de Trajano de Santiago Posteguillo, y en la columna se narran todas las batallas de Trajano, las mismas que se cuentan en los libros. Buscábamos un episodio concreto, que no encontramos esa noche, pero sí el último día. Nos quedamos con ganas de ver la reproducción a escala real pero más accesible, de los paneles de la columna, que hay en el museo de la civilización romana, pero ese museo lleva cerrado una temporada por obras de remodelación. Para la próxima.


De allí al Altar de la Patria, el Monumento a Victor Manuel II, también conocido como la máquina de escribir. A esas horas ya no nos dejaron entrar y nos limitamos a verlo por fuera. Lo rodeamos y vimos la ínsula dell'Ara Coeli, que es el ejemplo que ponen en todos los documentales de lo que era una ínsula, los bloques de apartamentos donde vivían muchos habitantes de las ciudades romanas.

Subimos la imponente Cordonata Capitolina, la escalinata que custodian las estatuas de Cástor y Pólux y llegamos a la impresionante plaza del Campidoglio, diseñada por Miguel Ángel. En esta plaza están los Museos Capitolinos, que no visitamos por falta de tiempo. Del otro extremo de la plaza hay un mirador con vistas fantásticas sobre el Foro, aunque de noche solo hay unos pocos templos iluminados y no dice mucho.


Cansados, decidimos volver al hotel. Descansamos un rato y salimos a cenar. No teníamos ganas de andar mucho y fuimos a la pizzería Sfizio, junto a la estación de Termini. Es una tabula calda y había varias opciones de comida. Pedimos un par de porciones enormes de pizzas, y arancini y suplii, que es como una croqueta de arroz. Después entramos en la heladería Grom que hay en la estación. Merecería la pena viajar a Italia aunque solo fuese por sus helados. El de pistacho una maravilla.