Nos levantamos temprano ya que habíamos quedado con Augusto a las 9:07 en la Estación de Shin-Fuji y el trayecto desde Akihabara es de 1:15h aproximadamente (cogiendo el Shinkansen en Tokyo Station). Aquí es cuando activamos el Japan Rail Pass; simplemente mostrándolo en ventanilla a un operario que te lo revisa y sella con la fecha del día. El primer Shinkansen que cogíamos y sin ninguna novedad: precisión al segundo, se coge casi como una línea de metro normal. Por consejo de Augusto no reservamos asiento. Es lo único que hay que tener en cuenta ya que si reservamos asiento tenemos unos vagones asignados, y si no lo tenemos tenemos otros. En el andén se indica, pero es mejor saberlo de antemano por si llegas muy justo de tiempo no llevarte sorpresas.
Contratamos esta excursión por comentarios de este foro y por recomendación de amigos que ya habían contratado con él. En todo momento estuvo en contacto con nosotros aconsejandonos sobre todo.
Antes, en el hotel, cogimos un café para llevar. No teníamos desayuno contratado pero junto al comedor hay máquina de café y té para llevar.
El desayuno lo hicimos tranquilamente en el Shinkansen (muy cómodo y espacioso) comiendonos un Ekiben típico de las estaciones de tren japonesas. Para ser un desayuno, es contundente. Lo mejor? ponerse en los asientos de la derecha en el sentido de la marcha y a medida que te vas acercando al destino vas viendo por la ventanilla el Fuji. Se veía más o menos bien y a veces oculto tras las nubes por lo que fuimos todo el trayecto pensando si tendríamos suerte o no.
Una vez allí, Augusto nos esperaba a la salida. Nos dijo que la otra familia tuvo un contratiempo así que ese día íbamos nosotros solos y mientras salíamos de la ciudad y nos contaba cosas de la vida cotidiana en Japón nos comentó que íbamos a cambiar el orden del recorrido ya que según el informe del tiempo, el Fuji se despejaría hacía el mediodía. Seguimos charlando (es muy simpático y responde a cualquier cosa sobre la vida y costumbres japonesas) y llegamos a nuestra primera parada: el Bosque de Aokigahara y la Cueva del Hielo. El bosque es espectacular, de película. Con sus historias, mitos, leyendas, es un lugar digno de ver y sentir. La cueva es más prescindible, pero ya que estas por la zona no lleva una gran pérdida de tiempo y la sensación de estar debajo del bosque es digna de ser vivida.
De ahí nos fuimos a la aldea turística de Iyashi No Sato. La aldea es eso, turística pero el entorno es muy bonito, con buenas vistas de un ya incipiente Momiji. Visitamos un par de Casas-museo y algunas tiendas, degustamos algunos productos típicos de la zona (la mejor manzana fuji que he probado, no esperaba menos jeje).
Ya el tiempo estaba despejándose y comenzamos a visitar lagos, parándonos en algunos miradores para disfrutar de las vistas y haciendo escala en un pueblo para comer. Fuimos a un kayten sushi, restaurante de sushis en cinta transportadora; la verdad que la calidad normalita, pero muy barato. Lo que más nos valió fue que Augusto nos explicó el funcionamiento del sistema de pedidos en la tablet para cuando fuéramos nosotros por nuestra cuenta (están solo en Japonés).
Y después del atracón de sushi, a la famosísima Pagoda Chureito, donde llegamos con un cielo completamente despejado y con una vistas que enamoran, solo hay que ver las fotos que pude hacer.
Estuvimos lo suficiente para disfrutar del lugar, pero se los echaba la tarde encima y salimos camino a las Cataratas Shiraito no sin antes pararnos en el resto de lagos y en nuevos lugares para sacar nuevas vistas y colores del Fuji al atardecer.
A las cascadas llegamos ya con poca luz, lo cual hacía destacar aun más el sonido del agua. Paramos un momento en una de las tiendas cercanas (que ya cerraban) a degustar varios tipos de shake y marchamos de nuevo a Shin-Fuji para poner fin a un día ajetreado pero muy interesante. También destacar el trato de Augusto, respondiendo a todas nuestras preguntas, ayudándonos a comprender el día a día de los japoneses y ofreciéndose a cualquier cosa que necesitáramos.
El camino a Tokyo dormidos, que el JetLag hace estragos. Una vez en Tokyo volvimos a callejear Akihabara camino al hotel y una vez allí, el ramen de rigor y visita al Onsen que también incluye. Bastante bueno: en la última planta con piscinas de agua caliente y fría y piscina caliente aire libre con TV. Un lujo escuchar el ajetreo de Tokyo mientras te relajas en agua caliente con la brisa fresca del otoño. Lo probamos ese día (cada uno en el suyo, no son mixtos) y no volvimos a usar la ducha de la habitación.
Mañana a Nikko.
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