Nos levantamos temprano (y un poco doloridos jeje) y nos fuimos al comedor a degustar el desayuno ya que no lo sirven en la habitación.
En el salón había mucha gente en yukata y algunos con vestimenta occidental normal. A pesar de ello, las mesas también son de las bajas y hay que ponerse sobre las rodillas, al estilo japonés.
Cómo no, la misma chica que nos acompañó en toda nuestra estancia, fue la encargada de ponernos el desayuno.
El desayuno también es contundente y con carne de Hida , pero no al nivel de la cena. Quizá por la hora y nuestras costumbres el desayuno no gustó tanto: tenía varios encurtidos y platillos con sabor fuerte que a esas horas no apetecen mucho. Aun así es un muy buen desayuno.

Tras esto preparamos todo para dejar la habitación y salimos a terminar de visitar el pueblo y pasear por el mercadillo de la orilla del río. Evidentemente pudimos dejar las mochilas en el hotel para ir a buscarlas más tarde.
Por cierto, al hacer el checkout nos regalaron dos pequeños origamis y, como regalo de Luna de Miel, un colgante de peluche de la vaquita Hida con el kanji del hotel en la miniyukata (estas vacas las encuentras en cualquier establecimiento de souvenirs, están en todas partes).
El mercadillo discurre a lo largo de un lateral del río, y está lleno de puestos de comida y artesanías. Probamos muchos frutos secos, algunos con wasabi y muy picantes. Tenían cosas muy curiosas y también aprovechamos para comprar algún souvenir.

Ya a media mañana comenzamos a caminar camino al Hotel parándonos en alguna tienda más a picar algo. Comimos unos yakitoris de Hida, muy buenos, pero caros para un yakitori. Aun así, la calidad se paga jeje.
En el hotel recogimos las mochilas y camino a la estación para marcharnos a Kyoto.
La experiencia en Takayama, aunque corta, fue gratificante. Es cierto que no vimos mucho de lo que ofrece la zona. La excursión típica a Shirakawago no la hicimos ya que no teníamos tiempo para más y no queríamos estar por allí otro día. Por lo visto en fotos, lo vimos parecido a Iyashi No Sato, junto al Fuji. Seguramente sea más autentico y con mejor entorno, pero no hay tiempo para más.
Como parada de relax entre el ajetreo de Tokyo y las caminatas que nos íbamos a dar el Kyoto nos vino muy bien y tuvimos muy buenas experiencias, como el ryokan con su cena, y el trayecto en tren que es muy bonito, el cual volveríamos a disfrutar camino a Kyoto. Esta vez para el camino compramos unos onigiris variados para el camino.
Tras parada en Nagoya y compra de un Ekiben, a primera hora de la tarde estábamos en la Estación Central de Kyoto. Espectacular en diseño. Y de ahí nos fuimos a Enmachi Station (a dos paradas de Kyoto Station) ya que el hotel lo teníamos a 5 minutos. La elección aquí fue por estar cerca de una estación JR y por precio (más al centro los hoteles eran prohibitivos).
El hotel, el Enmachi Ekimae, era muy normalito, más occidental, e incluso algo más caro que el de Tokyo, pero nos valía para descansar jeje. Incluía desayuno buffet (tostadas y bollería) y cuando subimos a la habitación (minúscula, al estilo japonés), allí estaban nuestras maletas.
No nos entretuvimos mucho y volvimos a coger el tren para avanzar un poco más e ir al famosísimo Bosque de Bambú de Arashiyama bajándonos en la Estación de Saga-Arasiyama, también de JR.
Previo paso por el Santuario Nonomiya enfilamos la calle principal del bosque, con poca gente ya, lo que hacía que la sensación fuera más placentera. Hicimos unas fotos y nos marchamos. En fotos el bosque queda bien, pero tampoco es algo del otro mundo.


Y de ahí nos fuimos de vuelta a Kyoto Station para ver la zona y comer algo. Nos decantamos por un Kayten Sushi (Kura Sushi Nijo) y enfrentarnos solos a la tablet para pedir

La verdad es que el sitio estaba lleno de chavales, ya que había un cine cercano y pasarían antes o después por allí.
Ya el día no daba más de sí así que volvimos al hotel para deshacer maletas y preparar el día siguiente.
La organización de días en Kyoto me resultó más sencilla. Lo organicé (tal como casi todos recomiendan por aquí) por zonas, intentando terminar cada día por la zona nocturna entre el Mercado de Nishiki y Gion.
Lo que hay que tener presente es que aquí nos movemos más en bus (aunque por la situación del hotel, aprovechamos bastante el JRPass) y aunque pueda parecer más sencillo que el metro/tren en Tokyo, no lo es. No lo es porque algunas estaciones tan solo están señaladas con una pegatina en un poste, o porque Google Maps te señala la parada bien, pero dependiendo del sentido en que vayas (norte-sur, este-oeste) la línea que necesitas para en la acera de enfrente. Sin contar que hay varias compañías de buses y que los nombres de las paradas no son precisamente fáciles de recordar. Un poco lio, pero te acabas acostumbrando.
Y como en Nikko, se entra por atrás y se sale por delante para enseñar el bono. Si no lo tienes, lo puedes comprar sobre la marcha (intenten llevar importe exacto, o pagar con SUICA/PASMO) o en máquinas en estaciones.
Tras esta aclaración, a dormir que mañana toca caminata por el Camino del Filósofo.