La mañana siguiente, que volvió a amanecer plomiza, íbamos a terminar de recorrer la Great Coast Road, para después empezar a poner rumbo hacia Christchurch, mediando aún una noche en Arthur Pass, con la idea de ver algo de su parque nacional.
Nos fuimos algo más al norte de Punakaiki, hasta Charleston y desde aquí empezamos a retroceder viendo la costa desde el coche. Retornando hasta la zona de nuestro último alojamiento, hicimos el sendero Truman Track, en cuyo inicio vuelve a haber un letrero que indica lugar de hábitat de pingüinos y que conduce a una de las bonitas calas que conforman Punakaiki Beach.
Al final del recorrido hay un mirador y unas escaleras que descienden hasta la playa, donde estuvimos paseando un buen rato. A la salida del sendero nos topamos con unas de las pocas aves que vimos en toda esta etapa de nuestro viaje. Algo de aspecto parecido al Kiwi, pero que es una Weka.
La principal atracción de la zona es el sendero Pancake Rocks and Blowholes Track que, desde la misma carretera, conduce a unos acantilados donde la erosión marina ha dado lugar a formaciones espectaculares en los estratos horizontales de las rocas calizas.
El sendero pasa sobre arcos rocosos y restos del acantilado con morfologías muy diversas. El fuerte oleaje bate entre ellos y produce chorros de agua pulverizada que llegan hasta el mismo mirador.
El corto recorrido da para tomar una buena porción de fotografías. Hacia la parte final, en uno de sus muchos miradores, hay una interpretación de las siluetas que desde allí se ven en el acantilado de en frente, que es el de esta foto de abajo. Con mucho de imaginación, se ven, de izquierda a derecha: una cara de perfil, una cabeza con la vegetación como pelo (?), un pez (??) y un ratón o algo así (???), entre otros.
De vuelta al coche, aunque aún había algunos senderos cortos y miradores en la carretera costera que no habíamos visto, tomamos la decisión de ir directos a la carretera 73 que nos llevaría hasta Arthur Pass. Hasta ese momento, todo lo que en Nueva Zelanda llevaba el nombre de Parque Nacional era sinónimo de sitios espectaculares, así que eso esperábamos en ese paso de montaña.
Bueno, antes de dejar la costa, nos orillamos unos segundos en la carretera para tomar la foto de un pingüino … en una señal de tráfico. ¡Como éste sí habíamos visto muchos!
De lo que resta de esta etapa del viaje sólo hay ya literatura. Es decir, ni una sola foto. Ni con mi cámara ni con los dos móviles que llevábamos hicimos alguna porque, después de lo ya visto, no hubo nada que nos interesó lo suficiente que mereciera recordarlo después.
La carretera 73 discurre por el valle del río Taramakau hasta que comienza la subida al Puerto de Montaña Arthur Pass. En un mirador que tiene como atracción un viaducto en la carretera paramos para tomar un bocadillo. Al poco de incorporarnos quedamos retenidos durante tres horas y media por un accidente de tráfico de unos moteros que habíamos visto pasar en nuestra parada, lo cual supuso que después fuéramos directamente hasta el hotel.
Allí abrimos nuestro correo y vimos que nos confirmaban nuestro vuelo a Tahití. Por el lado malo, se nos cancelaba una excursión de un día completo a la isla de Teitiaroa, la principal actividad de teníamos contratada en Polinesia. Gran contrariedad.
A la mañana siguiente, tomamos rumbo al aeropuerto de Christchurch, con una sola parada en el Área de Conservación Kura Twahiti, unas rocas calizas que fueron un lugar sagrado de los maoríes, pero que no conservan huellas de su presencia. Este fue el único vestigio de los aborígenes que vimos en Nueva Zelanda.
Desde Christchurch volaríamos hasta Auckland para emprender una nueva etapa de nuestro viaje en la Polinesia.