Adentrándonos en la West Coast, la región menos poblada de Nueva Zelanda, íbamos a empezar la última etapa de nuestra estancia en la Isla Sur.
Nuestro plan era: después que recorriéramos la carretera costera, incluido su tramo más escénico al norte de la ciudad de Greymouth, que se conoce como la Great Coast Road, deberíamos retroceder para tomar la carretera 73, que pasa por el Parque Nacional Arthur Pass y, después, dejarnos caer hasta Christchurch, donde tomaríamos un vuelo para Auckland.

En la localidad de Hokitika, dejamos la carretera 6 para seguir río arriba, en un sinfín de carreteras entre campos de cultivo, hasta Hokitika Gorge.
Se trata de una garganta en rocas calizas esculpida por el río Hokitika, que discurre caudaloso con un agua de color azul turquesa.

Para visitarla existe un sendero muy bien acondicionado, que discurre dentro del bosque lluvioso y tiene plataformas de observación y dos puentes que permiten hacer un recorrido circular de unos dos kilómetros y medio.
Salvo una subida inicial, desde la que hay una bonita vista del puente colgante, el resto del camino es fácil de hacer.

Terminado el recorrido, mientras descansábamos en unos merenderos, entablamos conversación con unos franceses que nos pusieron al día de las graves inundaciones del día anterior en la Isla Norte, con cierre del aeropuerto de Auckland incluido. Nosotros teníamos nuestro vuelo a Polinesia Francesa dos días después.
Cuando les hablamos de los pormenores de la siguiente etapa de nuestro viaje, todo el grupo de manera unánime nos dijo: ¡No, Tahití no! Lo uno y lo otro nos dejó algo preocupados.
Deshicimos el camino hasta la carretera 6 que dejamos en Hokitika y, a partir de aquí, comienza la denominada Great Coast Road que, en esas clasificaciones que tanto abundan hoy día, aparece como una de las más vistosas del mundo.
Para esa noche, teníamos el alojamiento en las afueras de Punakaiki, que ya se encuentra en la parte final de este tramo de carretera de unos 50 kilómetros de largo. Fuimos parando en algunos de los miradores y también lo hicimos en Greymouth, la ciudad más grande de la West Coast, para abastecernos para lo que quedaba de viaje.

Antes de llegar a Punakaki, nos dimos un paseo por la playa Motukiekie, lugar donde te puedes encontrar focas y pingüinos. Cosa que no ocurrió en nuestro caso. Sólo vimos en la lejanía a un surfista.

Nuestro alojamiento, que sería el penúltimo de nuestro paso por Nueva Zelanda, se encontraba literalmente engullido en una selva frondosa de la que disfrutábamos desde su porche. Como la habitación tenía una muy buena cocina, disfrutamos de la cena más agradable de nuestra estancia.