POLINESIA FRANCESA: PLAYAS, AGUAS TURQUESAS Y TIBURONES ✏️ Blogs de Polinesia FrancesaQué más se puede decir sobre el paraíso playero mundial por excelencia. El que va hasta allí ya sabe lo que hay, y no engaña: sol, buena temperatura, aguas cristalinas y vida submarina...y no tan caro como dicen!Autor: Lozanam Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (19 Votos) Índice del Diario: POLINESIA FRANCESA: PLAYAS, AGUAS TURQUESAS Y TIBURONES
01: TAHITÍ
02: BORA-BORA: LA PERLA TURQUESA
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Teníamos nueve días para pasar en el archipiélago de la Sociedad, y ahí viene la primera decisión: ¿cómo repartir los días entre la multitud de islas y atolones que allí hay? En nuestro caso nos decidimos por la ruta típica: 2 días en Tahití, 3 en Bora-Bora y 4 en Moorea.
Hoy, una vez regresado, quitaría un día de Moorea y lo pondría en Bora-Bora. Y para un viaje futuro añadiría Maupiti, Rangiroa, Huahine...muchos sitios idílicos que descubrir... Pero da igual la ruta que hagas, porque cualquiera de ellas es un sitio fantástico para quedarse. Necesario saber que cuando viajas a la Polinesia debes tener en la mano el billete de regreso. No te puedes quedar, por más que te apetezca. Las autoridades te exigen, en el aeropuerto de salida, mostrar tu billete de salida del país. Nosotros volamos desde Honolulu en cinco horas y media con Haawaian airlines, una compañía de primera (puntuales, buena comida…). El aeropuerto internacional está en la capital, Tahití, una isla grande con multitud de cosas que hacer, aunque no tan espectacular como el resto de islas más pequeñas o atolones. La comida está muy bien y no es tan caro como dicen. Los alojamientos lo mismo. Todo va en función del viajero: si te mueves por la isla encuentras muchas opciones de todos los precios. La clave es fijar tu prioridad: si prefieres cerca del mar, o buscas lo más barato, o es necesario que tenga wifi (que lo normal es que no haya)... todo ello hará que el precio vaya subiendo, pero opciones hay. Hay variedad de precios. Los precios astronómicos son siempre en los grandes resorts, donde los turistas alojados en ocasiones ni salen del hotel pues disponen de todo en ellos: playa de arena blanca, tiendas, restaurantes... aunque eso sí, todo muy caro. La gente local es muy amable y aunque todo el mundo habla francés la mayoría también habla inglés. Si hay algo común en todas las islas que estuvimos es que necesitas un medio de locomoción, es decir, una moto o una bici. Eso te permitirá moverte y recorrer toda la isla, pudiendo ver todas las playas y lugares de interés. Los aeropuertos son muy pequeños y todo (facturación, desembarque...) va rápido. Los pagos se pueden hacer en casi todos lados con tarjeta, y por supuesto en moneda local, el franco CFA (1 €=119 CFA). Menos mal en las tiendas pequeñas claro. Hay algunos cajeros en las zonas más populosas. Es conveniente llegar con una idea de las excursiones que se quieren hacer, así ganas tiempo. Y cuando llegas hay que pasear y salir a buscar alternativas para contratarlas. Normalmente donde te hospedas te ofrecen de todo, y está bien para hacerte una idea. Pero saliendo de tu alojamiento hay más sitios y a veces más baratos (no mucho) que ofrecen las mismas actividades. Respecto a las actividades puedes elegir entre cascadas, dar de comer a los tiburones, treking... y por supuesto coger la moto y recorrer la isla parando donde quieres, que es lo más barato. Para comer hay multitud de sitios, y no tan caros (una buena cena para dos con pescado y bebida sale por 50 euros). Las roulottes son baratas y la comida es buena (pizza, crepes), las cuales aparcan a partir de cierta hora cada día en los mismos lugares. Y hay en las tres islas. En Tahití apenas estuvimos dos días, y como era festivo apenas había servicio de bus. No pudimos alejarnos mucho del bungalow, pero como lo cogimos cerca de la playa no nos importó, pudiendo pasear por la playa. Aunque andando llegas a las playas de los hoteles, está permitido pasar, nadie te dice nada. Es importante destacar que las playas de allá no son grandes extensiones de arena, anchas orillas y demás. No. Aquí son de otra manera: estrecha orilla, playa de arena fina y blanca y agua turquesa, transparente, con una enorme visibilidad para el buceo. Pero son playas pequeñas, eso sí. Y con respecto a las perlas hay que tener cuidado. Venden por todos lados, de todos los precios. Es difícil saber si son buenas o no. Nosotros nos informamos en Moorea, donde nos alojamos, y nos recomendaron una tienda de gente local que tiene granja propia en las Tuamotu. Compramos una, bonita, no barata. Y en España nos confirmaron que sí era buena (menos mal) pero estaba mal pegada al anillo. Es decir, una perla buena pero un mal trabajo. Así que lo mejor es preguntar, comparar, investigar y regatear. Y luego rogar porque en casa te confirmen que no te han estafado
Poco más se puede decir de este atolón de lo que aparece en todas las revistas, agencias, foros y webs. Es tal cual aparece en las postales. Ya desde el avión se puede ver.
El vuelo desde Tahití dura menos de una hora con parada breve en Rangiroa. En los vuelos internos cada uno se sienta donde quiere pero es bueno coger ventanilla para poder ver la laguna de Bora Bora desde arriba cuando llegas. El aeropuerto está en un motu, es decir, rodeado de agua. Y para trasladarte a Vaitape, la capital digamos, debes coger un ferry que te lleva al otro lado y desde allí o bien te trasladan a tu alojamiento si lo tienes contratado o coges un bus público. A las 17 horas cierran todos los comercios. Y algo más tarde ya es de noche. Hay que aprovechar bien las pocas horas de luz. Es una islita pequeña, fácil de rodear tanto en bici como en moto. Rodeada de agua turquesa. Repleta de sitios donde comer, hotelitos y hotelazos (éstos están en los motus, al otro lado de la laguna). Calor pero no excesivo. Sol casi garantizado. Gente amable. Buena cocina al estilo francés. Todos los ingredientes para disfrutar de unas vacaciones. Las playas, en contra de lo que se piensa, hay pocas y son pequeñas. Pero eso sí, las que hay son magníficas con el agua tranquila y cristalina. Además del relax, alguna compra en las tienditas y del paseo obligatorio por la isla, se pueden hacer varias actividades en Bora Bora, entre las que destaca, entre otras, la excursión a dar de comer a los tiburones. Como restos arqueológicos sólo se ven unas piedras antiguas que tienen relieves de tortugas grabadas. Pero hay que estar atento, están al lado de la carretera y sin señalizar, así que seguro que te las pasas. El día de llegada cenamos al lado del mar, en el Maitai, un atún y un fish lagoon con bebida: 42 euros. Otra buena opción a considerar es quedarse una noche en un bungalow overwater. Los hoteles sacan de vez en cuando ofertas en su web, y si estás atento puedes reservar una noche por 300 € cuando normalmente vale el doble. Es mucho dinero, pero es un capricho que nosotros nos dimos. Y fue un acierto. El hotel MAITAI cuenta con varias cabañas sobre el mar, con todas las comodidades, y a nosotros nos dieron uno de los que están más lejos de la playa, lo cual es mejor pues así estás sobre el coral. De hecho tu cabaña tiene una escalera privada para bajar y bucear debajo de tu propio bungalow; y con pan del desayuno acudían innumerables peces a comer de la mano. Para cenar, si no quieres coger la moto, puedes salir andando y cada poco vas encontrando sitios donde comer al lado del mar. Anochece pronto y se cena pronto. La gente opta por levantarse pronto y así aprovechar más el día. Una cena con pasta, ensalada y una cerveza Hinano, que es la local, sale por unos 50 euros los dos. Porque aunque no es tan necesario como en otras islas algo más grandes, nosotros sí optamos por alquilar una moto (6000 CFA por 4 horas) para poder dar la vuelta a la isla, pudiendo así parar en un lugar donde unas locales vendían conchas marinas, en Vaitape para comprar en las tienditas o en lugares con palmeras sobre el mar que invitan a parar para hacerse fotos. Nuestro segundo día, tras desayunar en el bungalow viendo el mar, hicimos el Tour All Day Island (precio 9200 CFA), donde te llevan a hacer snorkeling a Coral Garden, a ver rayas y tiburones, y a comer al motu Piti Aau, con su playa impresionante, un sol de justicia y donde te sirven en hojas que hacen de platos una comida casera buenísima a base de coco, pescado… Luego te dan la vuelta a la isla haciendo una parada para acariciar las rayas. Un día fantástico. Para volver al aeropuerto de Bora Bora (que es el más espectacular que he visto, al lado de la laguna verde, súper pequeño y con vistas soberbias) puedes coger el bus (barato pero de frecuencia dudosa) o bien un taxi, que no es barato pero no corres peligro de perder el avión
Moorea es otro tipo de isla. Más grande, más exuberante, menos playera que Bora Bora.
Tiene una carretera de 62 kms, que bordea la isla. Necesario, pues, una motillo para moverse. La zona cercana a las dos bahías es la que más bullicio y ambiente tiene. Conforme te alejas de allí los hospedajes, restaurantes y demás se van espaciando. Es más, en la parte sur apenas hay ni sitios para parase a comer y el viento sopla fuerte. Hay una gran oferta de alojamientos en el resto de la isla, aunque si no tienes problemas de presupuesto lo mejor es el Sofitel Ia Orana Beach Resort, en la zona playera más bella de la isla, con sus bungalows a lo largo de la playa y su agua turquesa. De hecho, una buena opción, cuando estás de regreso en el aeropuerto de Moorea y como te sobra tiempo, es llegarte al mirador de Tamae, que está a diez minutos andando y te permite contemplar desde lo alto toda la paradisíaca zona donde se ubica el Sofitel. Nosotros nos alojamos en la parte oeste de la isla. El transfer contratado te espera en el aeropuerto y te lleva en una van a velocidad de vértigo (hasta se le cayó una maleta) a tu hotelazo u hotelito. Lo bueno de lugar es que nos permitió contemplar unos bellos atardeceres desde su pequeña playa. Y además allí mismo daban de comer de vez en cuando a los tiburones, siendo habitual que acudieran dos o tres tiburones gato de gran tamaño. Aparte de que podías coger un kayak y perderte por el mar hacia la barrera de coral. Pero hay que tener en cuenta que si no dispones de vehículo lo tienes difícil para moverte, tanto para buscar un sitio donde comer como para ir de noche a cenar o visitar lugares en la isla. La primera noche nos vimos obligados a caminar por la carretera de noche buscando una pizzería que estaba cerrada y al final una roulotte donde cenamos por un precio módico. Sólo la luz de nuestro móvil nos alumbró los varios kilómetros que recorrimos por una carretera sin arcén ni luz pero con coches que cruzaban bien rápidos! El bus público es barato y te permite moverte por la isla pero tarda en pasar y te obliga a esperar al sol un buen rato. Por ello optamos por alquilar una moto de 50 c.c. que, aunque era poca cosa y lenta, era suficiente hasta para subir al mirador de las bahías (pagamos 13.500 francos por tres días). El segundo día, tras desayunar fruta local frente a un apacible mar, y una vez con el plano de Moorea en la mano, dos cascos, el sol encima de nosotros, gafas de sol y dinero, nos lanzamos a recorrer Moorea. Imprescindible, por supuesto, el mirador Bellvedere desde donde se ven las dos bahías, típica postal, de Opunohu y la bahía de Cook (donde desembarcó James Cook en el siglo XVIII). Hay playas hermosas que ver, como Temae (cuidado porque al atardecer el acoso de los mosquitos es total) o la playita de Les Tipaniers desde donde puedes alquilar un kayak para llegar al motu cercano (si el viento lo permite, precio 1.000 francos por hora). Una vez en el motu hay un par de playas muy bellas y un sitio muy chulo donde comer frente al mar. Otras opciones son el centro comercial La Pirogue, con sus tienditas y la artesanía, o bien comprar perlas en alguna de sus múltiples tiendas. Y por supuesto dar la vuelta a la isla en moto, pudiendo recorrer los lugares no tan turísticos. Por ejemplo nosotros encontramos unas locales que vendían conchas marinas y pareos pintados manualmente mientras te regalaban fruta fresca. O una iglesia donde celebraban un mercadillo con comida y estaba muy animado. Yo todo ello sin apenas turistas. Para cenar hay varios sitios donde elegir, incluso te recogen en tu alojamiento cuando reservas. Precios: una cena para dos con pescado sale por unos 50-60 euros en un restaurante bien. Nosotros tuvimos la suerte de estar al lado de Pizza Daniel, que con su propio horno hacía en diez minutos una pizza buenísima de seafood por 1.500 francos. Otra de las bellezas de la isla fueron las estrellas. Por la noche, desde la carretera o cualquier lugar (no suele haber mucha iluminación) se puede contemplar un cielo estrellado impresionante, de hecho pudimos apreciar de manera increíble la Vía Láctea. Por no hablar del desayuno frente al mar, con una temperatura ideal y multitud de peces de coral acudiendo al pan que les echas. En conclusión la Polinesia, sin duda, es una recarga tanto para el cuerpo como para el espíritu, por más que el bolsillo más bien se vacíe, bien merece la pena el viaje 📊 Estadísticas de Diario ⭐ 4.8 (19 Votos)
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