Nuestra estancia en Moorea fue de cinco días, en los que, como la isla es pequeña y disponíamos de coche (el mismo que teníamos en Tahití, que pasamos en el ferry), decidimos hacer cada día un poco de todo: ver el interior, parar en los poblados, hacer unas compras y tomar bastante tiempo de playas y snorkel. Así que no haré un relato cronológico del día a día sino de lo que fuimos viendo y haciendo en todo este tiempo.
En Moorea hay varias playas públicas que se encuentran entre las mejores de la isla y existen otras que están copadas por los hoteles de lujo y no se puede acceder a ellas.
La playa más cercana a nuestro alojamiento era la de Les Tipianers. Esta playa pasa como privada del hotel, pero nuestra anfitriona nos explicó que en la barrera de la entrada nadie nos iba a parar y podíamos acceder a ella para contratar actividades turísticas o, simplemente, estar en la playa tranquilamente sin ocupar las hamacas propiedad del resort.
A ella íbamos a pie desde nuestra cabaña y fue la primera en la que estuvimos. Como queríamos alquilar un kayak para ver el lagoon, aprovechamos para reservarlo para el día siguiente. La playa no es muy grande, pero había muy poca gente y las sombras de las palmeras se podían compartir sin problema.
Como teníamos previsto pasar una mañana completa aquí con el kayak, no nos entretuvimos mucho y nos dispusimos a coger el coche, ver algo más de la isla y pasar el resto del día en una de las playas públicas que nos habían recomendado.
Recorriendo la costa norte, se pasa por las dos grandes bahías de la isla (Opunohu y Cook), en las que se suelen ver los grandes cruceros que recorren todas las islas de La Polinesia.
Desviándose de la carretera litoral, se pueden ver poblados que conservan en sus viviendas elementos de la cultura polinesia original, como el uso de la fibra vegetal y el palafito.
También abundan las plantaciones de cultivos tropicales y pudimos ver el árbol del pan con sus frutos que comimos asados (división de opiniones sobre su sabor).
Una de las playas en las estuvimos pasando gran parte del día fue la de Tahiamanu, que se encuentra en la Bahía de Opunohu y que tiene un palmeral muy extenso y un arrecife en el mismo borde de la playa. Justo al lado hay un parque público con parking, aseos y duchas, muy cómodo para un día de playa. Lo único a tener muy en cuenta es la hora de cierre, pues en eso el vigilante es muy puntual: cierra la cancela, se niega a volver a abrirla y los coches que no han salido pasan la noche allí.
En Moorea resultaba fácil alquilar material para buceo y snorkel. Nosotros llevábamos nuestras gafas y tubos, pero no una cámara sumergible. Aquí encontramos que se podía alquilar una GoPro por horas, así que nos hicimos de una tarjeta y pudimos grabar y fotografiar corales y peces.
Aunque las aguas dentro del lagoon son muy someras y en los arrecifes se puede hacer pie, la corriente es bastante fuerte y hay que estar haciendo un esfuerzo continuo para no terminar muy lejos de donde uno se sumerge.
La Playa de Tahiamanu es bastante larga y con no demasiado concurrencia, muchos de ellos locales, por lo que se está bastante aislado. Caminando pasamos junto a un grupo de jóvenes que cantaba y tocaba el ukelele mientras bebían muchísima cerveza. Nos acercamos y nos sentamos cerca para grabar la música discretamente.
Al atardecer, retorno a nuestra cabaña, previa parada en uno de los muchos kioscos de carretera para comprar comida para llevar que nos tomábamos junto a la piscina acompañados de los muchos gatos blancos de la familia.