9 días por este país tan escondido informativamente como geográficamente, que ha preservado intactas su naturaleza y su cultura. Autor:MehaFecha creación:⭐ Puntos: 5 (30 Votos)
Ohhhhhhhh! Abro las cortinas de la habitación, y resulta que…………. ¡ESTAMOS DENTRO DE UNA POESÍA!.......
Montañas verdes, granjas tradicionales entre arrozales del dorado más intenso, ………………..los niños bajando por senderitos, equipados para ir a la escuela, montones de pajarillos revoloteando…………¡esto sí que es el mundo de la felicidad!
No me quería marchar, y remoloneamos un montón. Además, los jardines del hotel eran una gozada.
¡Qué bonito paisaje por la carretera que nos conducía a Wadgue, que discurría al lado del río, sobre cuyas laderas se encaramaban arrozales, plataneras y granjas! Los monasterios siempre situados en lugares para el retiro. Por ahí se ve alguno en alguna cima.
Wangdue es apenas un bebé. Parece que esta ciudad siempre ha estado ahí, y sin embargo, es tan reciente que sólo tiene 2 años. Primorosos edificios construidos en estilo tradicional con sus ventanas de madera formando arcos.
El paisaje iba cambiando al encajonarse el río, y aunque alguna zona era tan seca que incluso predominaban los cactus, pronto comenzaban a espesar los bosques………..preciosos……..y el río dejaba su carácter tranquilo para volverse más salvaje, veloz y saltarín.
Arduo trabajo el de las mujeres que limpiaban la orilla de la carretera con palas y escobas de paja.
Aunque mucha gente disfruta haciendo horas de carretera para llevarse una idea general de los lugares, no es ésa mi forma de viajar. Yo me iba mordiendo las uñas por no poder parar a cada instante, y no disponer de mi tiempo para conocer más a fondo cada uno de esos sitios que iban pasando ante mis ojos, sin dar tiempo a que mi cerebro consiguiese procesar tantas imágenes.
Coches por la carretera…..muy pocos…….pero vacas jorobadas…….muchas, que ni se inmutaban al paso de cualquier vehículo. ¡Eran las reinas de la carretera!
Ganábamos altura en la subida al paso de montaña Pele La. Impresionante carretera de cornisa cortada en las laderas de las verticales montañas, al borde de altos precipicios. La espesura del bosque nos envolvía. Las cascadas caían hacia la calzada entre la frondosidad de la vegetación. Me recordaba muchísimo a la boliviana carretera de la muerte.
Hipnotizados nos estaban dejando los paisajes de Bután, el último paraíso en la tierra según algunos, aunque nosotros ya hemos descubierto algunos más.
Miles de plantas diferentes y de enredaderas cubrían el suelo, y miles de diferentes tipos de árboles cobijaban un sotobosque habitado por una enorme diversidad de fauna.
Las hojas amarillas de los arces brillaban bajo el sol cuál destellos dorados entre los verdes cipreses.
El valle iba quedando muy abajo y el porte de las montañas más altas asomaba sus cumbres nevadas. Por las Montañas Negras veíamos nuestros primeros yaks.
Parábamos en el puerto de montaña, a 3400 m de altura, después de 2 horas y media de coche, y ¡qué chasco!. Nosotros que pensábamos que habría buenas vistas, y resulta que varias colinas encierran el paisaje. Nada destacable, sólo una pequeña estupa y unos cuantos puestecillos de artesanía de lana de yak.
Muy diferente era el paisaje cuando descendíamos hacia Trongsa. Escaseaban los bosques, y los rebaños de yaks se daban buenos festines en los valles donde la vegetación era más baja.
En las granjas que se salpicaban por el campo, o en las pequeñas aldeas, los lugareños faenaban en el campo, o acarreaban capazos llenos de verduras. Sólo veíamos gente muy joven. Encantador e idílico país de la felicidad. Yo me habría quedado más tiempo por esta zona.
Riquísima comida en un restaurante típico butanés: coliflor rebozada en arroz, pollo con fideos, patatas con setas………..en un entorno delicioso. Me está encantando la comida que los butaneses preparan para los turistas. Eso sí, evitando los chiles.
Preciosos seguían siendo los paisajes cuando entrábamos en el distrito de Trongsa, donde una antigua estupa nos daba la bienvenida.
Otra vez parecía la carretera de la muerte, al borde de los precipicios que formaban las verticales montañas.
Bosques y más bosques protegidos por la constitución ocupan la mayor parte del país. El 80 % del territorio corresponde a superficies boscosas, que son el hábitat de abundante y variada fauna: leopardos, osos, tigres, que van aumentando su población, ya que los butaneses no matan animales salvajes. El 20% del territorio restante es para los humanos, en los valles.
Me daba mucha rabia no poder explorar más a fondo aquellos paisajes maravillosos. Montañas, valles, bosques infranqueables de espesura indómita.
En el View point hacia el dzong de Trongsa paran todos los tours para hacer unas fotos, pues la panorámica es espléndida.
Pero lo que no hacen los demás es recorrer el sendero tradicional que desde este punto conduce al dzong.
Nosotros sí, claro. ¡Uf!, qué maravilla de bosque en este tramo del antiguo camino de comunicación entre el este y el oeste del país, antes de la construcción de la carretera asfaltada¬¬ en los años 60. Una diversidad increíble. Enormes rododendros, y miles de especies de flora en este gigante jardín botánico.
Si Neruda decía: ”Quién no conoce el bosque chileno, no conoce este planeta”, creo que también habría que decir: “Quién no conoce el bosque butanés, no conoce este planeta”.
Un ciervito que nos miraba se perdió entre los árboles. Indescriptible diversidad, que ni ellos mismos conocen en profundidad. Mucho les queda por descubrir de su propia naturaleza.
Descendíamos hasta el río escuchando los cantos de las aves. Infinitos verdes forraban las montañas, con algunos rojizos, anaranjados y amarillos otoñales, sin faltar árboles floridos vestidos de rosa en pleno otoño.
Por un antiguo puente de madera cruzábamos el río. Bonito sitio.
Y comenzábamos el ascenso por la ladera opuesta, menos sombría. Cipreses centenarios, pequeños bambúes y ni se sabe cuántas variedades de vegetación. Las vistas hacia las montañas completaban las sensaciones.
Y así llegábamos al Dzong de Trongsa, a 2100 m de altura, colgado sobre el precipicio que acabamos de subir.
Fabulosas vistas sobre el río que discurre por un valle estrecho y muy profundo, y hacia las montañas del entorno.
Estamos en el centro del país, y por eso esta fortaleza era la más poderosa de Bután, controlando las rutas comerciales entre el este y el oeste del país. Incluso era posible dejar incomunicadas ambas zonas desde el dzong, por el que pasaba la antigua vía de comunicación por la que nosotros hemos llegado caminando.
Desde este lugar fue impulsada la unificación del país en el año 1907, naciendo el reino de Bután. Esto significaba aglutinar todos los distritos que vivían organizados en dzongs (sede de poder dual, algo así como mezcla de castillo y monasterio), para construir un país en el que habría un poder superior, el rey, que promulgaría unas leyes comunes. Pensar que esto ocurrió en el siglo XX y que hasta entonces vivían organizados en una especie de régimen feudal, en el que cada familia debía pagar un tributo al dzong, unido a su compleja orografía y a su aislamiento del mundo exterior, nos da idea de la virginidad de creencias y estilo de vida que predominan en el país.
Y es que basta con mirar a las caras de cualquier butanés, fijarse en la transparencia de su mirada o en la franqueza de su sonrisa, para darse cuenta de su inocencia, pureza e integridad.
Estábamos visitando este bello edificio en el que vivieron los 2 primeros reyes de Bután, cuando el gong de un monje empezaba a llamar a la oración. Algunos ensayaban coreografías en el patio, girando cual peonzas, otros salían de sus aposentos y obedientemente acudían a la llamada del gong. Habíamos tenido la ocasión de ver cómo vivían los monjes, extendiendo mantas en el suelo para dormir, costumbre frecuente entre los butaneses. No todos tienen una cama.
Sonam y Pema nos terminaban de mimar sirviéndonos un té con galletas, sentándonos en la hierba frente al dzong.
Trongsa es una agradable villa en una ubicación excepcional, a 2300 m de altitud. No ha buscado la calidez de un valle, sino que se ha asomado desde lo alto de una colina hacia el río encajonado.
Nuestro hotel se situaba sobre otra colina justo enfrente, y ya de noche intuíamos las vistas que íbamos a tener al despertarnos.
Hotel en Trongsa: View point resort. Enorme habitación, enorme baño y 2 saloncitos. El saloncito butanés de enormes ventanales asomados a las montañas hacía mis delicias, dedicándome a poner en orden tantas sensaciones vividas. Vistas espléndidas hacia el dzong de Trongsa, el pueblo, las montañas cubiertas de árboles o arrozales y el profundo valle. Escasez de personal, despreocupación total.
Grandes momentos con pequeñas cosas. Creo que algo que no olvidaré fueron aquellos instantes que compartí con un niño butanés en los alrededores del hotel de Trongsa, qué risas nos echamos, jugando a perseguirnos, e improvisando un partidillo de fútbol con una botella de plástico. Sólo fue mirarnos, e inmediatamente se acercó a darme la mano. No tendría más de 3 años y rebosaba energía y ternura. Cada uno hablaba su idioma, pero no necesitábamos nada más para entendernos. Tras media hora de carreras, él seguía tan fresco y con ganas de más. Yo me despedía con pena. Disfrutar de lo más simple.
Espléndidas vistas desde el hotel,
Casi igual de espléndidas que las que después tendríamos desde Trongsa, observando cómo los grupos empezaban a llegar para visitar el dzong.
De camino hacia Bumgthang, las curvas no cesaban. Cambiar de valle suponía subir toda la montaña, cruzar un paso y volver a descender. Interminable e inexplorada naturaleza. Seguían las montañas, los bosques, las cascadas.
Zigzagueábamos inmersos en un caleidoscopio de tonalidades otoñales. Tan apartados, tan remotos eran estos lugares, que recorríamos kilómetros y kilómetros sin encontrar más indicio humano que la estrechísima carretera camuflada entre los árboles. Me estaba encantando este trayecto.
Una estupa y miles de banderitas nos indicaban el paso de montaña, Yotang La, a 3450 m de altitud. Ni vistas ni nada interesante.
Abetos, pinos y cipreses predominaban en el descenso al valle de Bumthang.
Media hora de subida por una pista de tierra en la que no faltaban las curvas nos conducía hasta el monasterio de Tharpaling, situado en lo alto de una montaña, a 3600 m de altitud, dominando amplias vistas. Gran lugar!
Picnic antes de comenzar nuestra caminata. Da igual que la comida se sirva en un restaurante o que se despliegue sobre la hierba, nunca faltan 7 u 8 platos diferentes, y por supuesto, la montaña de arroz rojo que los butaneses nunca perdonan, ni en el desayuno, ni en la comida, ni en la cena.
Un perro se acercaba, nos miraba, y esperaba pacientemente para quedarse con las sobras.
Durante 2 horas y media recorreremos un sendero, comenzando a 3600 m de altura, y ascendiendo hasta 3800 m, entre banderas de oración y lugares de meditación, para después bajar por el otro lado de la montaña.
Lugares de meditación como el elegido por una mujer del valle que salió a saludarnos. Durante 3 años, éste era su retiro espiritual, alejada del mundo. Para ellos, meditar es imprescindible para alcanzar la felicidad. A nosotros nos han enseñado que seremos más felices si trabajamos mucho y ganamos mucho dinero, ya que así podremos conseguir muchas cosas materiales que nos aportarán gran bienestar. Para nosotros, la felicidad está en lo que nos rodea. Su concepto es muy diferente, ya que la felicidad procede del interior de cada uno y no depende más que de uno mismo.
Con estas vistas no me extraña ser capaz de alcanzar la paz interior.
En lo más alto no podían faltar los símbolos espirituales, buda, banderas, plegarias……..
Sólo comenzar la bajada, repentinamente cambiaba el entorno al internarnos en un bosque butanés. Enormes rododendros, cipreses gigantes, pequeños bambúes. Fue allí donde conocimos a un biólogo portugués de la Universidad de Oporto, que estaba asistiendo a un workshop de investigación sobre la fauna de estos bosques. Nos explicaba, emocionado y satisfecho, las investigaciones que estaban llevando a cabo, colocando cámaras fijas en el bosque para fotografiar la fauna en libertad, de día y de noche. Habían conseguido captar imágenes de especies tan raras en el mundo como el leopardo dorado, el gato de montaña dorado o el panda rojo, que además les iban a permitir analizar sus comportamientos.
El descenso era pronunciado. Por encima de 3400 m, el silencio era absoluto. A menor altitud, escuchábamos los trinos de los pajarillos.
Sonam nos decía que en caso de ser atacados por un oso, alguien se tenía que sacrificar para que los demás se pudiesen salvar. Él se quedaría entreteniendo al oso para que nosotros pudiésemos salir corriendo. No podían permitir el ataque de un animal salvaje a un turista. Por si acaso, yo apliqué la táctica que usaba en Canadá, ir cantando, para que los osos pudiesen reconocer que no éramos más que inofensivos humanos.
Tras cruzar un riachuelo, llegábamos al Centro de investigaciones forestales, donde Pema nos recogía con el coche y ya tenía preparado el té caliente que disfrutamos sentados en la hierba, rodeados de vacas, y entre tradicionales casas rústicas en cuyo exterior se reunía toda la familia para compartir faenas: unos hilaban, otras tejían……..
Pocos kilómetros nos separaban de Jakar, capital del distrito de Bumgthan, en el centro del país. Nuestro alojamiento se situaba en una zona más alta que el pueblo, lo que nos permitía disfrutar de buenas vistas hacia el valle y las montañas. Enfrente, en lo alto de una colina, distinguíamos el dzong, iluminado por la noche.
Tras despedirnos de nuestras “sombras”, o sea, guía y conductor, un estrecho y pendiente senderito nos permitía llegar al pueblo en pocos minutos, tras cruzar el río que riega este valle. El centro de Jakar, en el fondo del valle, consiste en un par de calles repletas de tiendas de todo tipo. Sastrerías, tiendas de alimentación, escaparates en los que colgaban ristras de queso de yak, tiendas de artesanía, o talleres de reparación de cualquier utensilio, y unos pocos hoteles.
Más elevadas se ubican las viviendas, aunque en esta zona eminentemente agrícola y rural, la población se disemina en granjas rodeadas de tierras de cultivo.
Paseábamos tranquilamente, contagiados por el ritmo pausado del lugar. El pueblo estaba lleno de niños, como todo Bután. Los más mayores regresaban de la escuela. Los más pequeños nos miraban, se acercaban, nos sonreían y nos saludaban: “Where are you from?” era su primera frase para entablar conversación, aunque ninguno habría sido capaz de imaginar cómo transcurre la vida en España.
¡Qué diferencia de temperatura respecto al resto de sitios que hemos visitado! Los casi 3000 m de altura de Jakar, el principal pueblo del valle de Bumthang, se notaban durante la gélida noche. Por la mañana, el sol terminaba por ganar la batalla a la niebla que tapaba todo al amanecer. Buenas vistas desde nuestro hotel.
Algo nuevo para desayunar, queso al estilo suizo. Y es que en Jakar vive un suizo que se casó con una butanesa hace muchos años, uno de los pocos europeos que viven en el país. En su granja produce mermeladas, miel, cerveza artesanal, quesos suaves de leche de vaca…………..Los butaneses también elaboran quesos, aunque bastante diferentes en forma y sabor. Ellos los fabrican con leche de yak en forma de paralelepípedos que curan y ensartan como si fuesen collares.
Aprovechábamos una hora que teníamos libre desde el desayuno hasta nuestra quedada con el guía para dar un paseo por nuestra cuenta entre granjas tradicionales, donde la actividad ni faltaba ni estresaba. Estos eran los momentos que más disfrutaba, me sentía libre, entre faenas agrícolas, chiles puestos a secar en los tejados, y apacibles paisajes.
Bumthang es el distrito de Bután con mayor número de monasterios, reconocido como el corazón espiritual del país. Así que, hoy no nos libramos!, haremos un recorrido por algunos de los más representativos, sin elevarnos demasiado a los cielos, y manteniendo el contacto con la vida rural de la zona, que está intrínsecamente ligada a la espiritualidad.
El monasterio de Tamshing Lhakhang data del siglo XV, y en su pequeño recinto podíamos apreciar antiguas pinturas en las paredes ya casi descoloridas. Las paredes de los monasterios budistas encierran gran parte de la cultura y tradición del país. En ellas se narran historias que se transmiten oralmente de generación en generación. Muchos peregrinos acuden a este monasterio para purificarse cumpliendo el rito de caminar alrededor de un patio, cargando a sus espaldas un pesado manto metálico.
Paseando a orillas del río, observábamos las pequeñas granjas y casetas de agricultores extendidas por el valle. Algunas artesanas montaban pequeños puestecillos al borde del camino que siguen los peregrinos entre monasterios. Resultaba muy apreciado un pequeño hongo alargado que recogían en las montañas, prometiendo cualidades revitalizantes.
Por un puente colgante de madera cruzábamos el río de intenso color turquesa, en cuyas orillas algunas lugareñas hacían la colada, y las vacas bajaban a beber. Nosotros también nos acercamos a mojarnos las piernas en sus aguas heladas.
En un agradable paseo y bajo un sol que calentaba de lo lindo llegábamos al monasterio de Kurjey, del siglo XVIII, construido alrededor de una cueva que Guru Rimpoche eligió para un periodo de meditación……….. cuentan que estuvo ahí metido durante 3 meses sin moverse.
Como siempre, Sonam nos iba explicando la historia del lugar y el significado de pinturas y estatuas.
En el patio central, unos artesanos decoraban piedrecillas a mano. Varios fieles acudían a hacer sus ofrendas en tan sagrado lugar.
En las inmediaciones se encuentra otro bonito monasterio de tejados dorados, aunque en este caso es privado y no se puede visitar, pertenece a la abuela del rey.
Seguíamos nuestro paseo por caminos tradicionales, entre fincas de cultivo, cuyos colores formaban un mosaico de verdes, amarillos y ocres. Allí se nos unía un grupo de dicharacheros jóvenes y niños que nos sonreían, y pronto entablamos conversación. Su inglés era mejor que el mío y sus ropas mucho más bonitas y elegantes que las mías. Todos se habían esmerado con sus mejores galas para acudir al festival de Jambey que se celebra estos días en Jakar. El más pequeño me cogió de la mano, las más mayores se me agarraban a brazos y hombros, rivalizando en atraer la atención. Entre los cinco empezaron a recitar sus nombres y a disparar preguntas y preguntas, yo no era capaz de seguirlos a todos. Qué ganas de hablar tienen los jóvenes butaneses en cuanto los miras. No paran de sonreir………………. “Muuuuuy bonito, nos gusta mucho, bailes, canciones, nos lo pasamos muy bien”……eran sus palabras acerca del festival que íbamos a presenciar.
Cuando les explicaba que vivo al lado del mar y les contaba lo azul e inmenso que es, no conseguían entenderlo. Los más pequeños alucinaban cuando les enseñé unas fotos del mar, nunca lo habían visto ni en foto, y creo que ni siquiera así consiguieron imaginarlo……………”¿De verdad que todo eso es agua?”
Entre esas charletas llegábamos al monasterio de Jambey, donde durante 3 días se está celebrando un festival. Jambey Lhakhang es muy antiguo, fundado en el siglo VIII. Me hacía gracia observar cómo los más pequeños trataban de imitar los movimientos de aquellos personajes carnavalescos de pies descalzos, ataviados con coloridos atuendos y cuyos rostros cubrían con máscaras, que no paraban de girar voltereta tras voltereta tocando extraños tambores.
Las chicas de las danzas folclóricas ponían todo su empeño, aunque sus actuaciones resultaban bastante aburridas, insulsos cánticos y bailes.
Los bailes de monjes con máscaras generaban gran expectación, así como el de las faldas amarillas con coronas doradas, al sonido de unos platillos y de unas cajas de madera atadas con cintas de colores que portaban los bailarines. Sonaban acompasadamente cuando las movían, músicas que acompañaban con los tañidos que salían de una campanilla que llevaban en la otra mano.
La verdad es que uno se puede entretener horas y horas, no sólo mirando las actuaciones, sino también simplemente mirando a la gente, sus vestimentas, sus peinados, sus rasgos, tan diferentes a los nuestros.
Día de campo con bailes, música, puestos de venta, comida campestre. Nosotros, imitando las costumbres locales, también nos montamos un picnic sobre la hierba.
Por la tarde, sospecho que los niños ya estaban cansados de imitar los bailes, y se acomodaban tranquilos en los regazos de sus mayores, siguiendo atentamente cada gesto de aquellos singulares personales.
A mi lado estaba una argentina de Bariloche, residente en París, que venía de recorrer el este de Bután, a donde no llega casi nadie, y de donde venía maravillada. Me daba mucha envidia cuando me contaba que durante horas y horas no se cruzaba con ningún coche, que los paisajes eran de otro mundo, a pesar de que ello le había costado 3 noches sin luz ni agua caliente. Se emocionaba cuando empezamos a hablar de Pampa Linda, de Llao-llao y de Puerto Traful…………….yo también!
Sin llegar al nivel de los maoríes, la sexualidad está totalmente desmitificada en Bután. En un día festivo para todos los públicos, nadie se escandalizaba de ninguno de los espectáculos. Si a alguien habían pillado desprevenido, era a algún extranjero.
Si todos los distritos del país tienen su Dzong, Bumthang no iba a ser menos. Situado sobre una colina, dominando vistas de todo el valle, acudimos a hacerle una visita, el Jakar dzong, del siglo XVI, y al igual que los demás del país, comparte dependencias gubernamentales y religiosas.
Hay buenas vistas desde el Dzong
Después de otro rato en el festival, íbamos a vivir una intensa experiencia butanesa y a compartir unas horas con una familia autóctona y rural en su granja.
La verdad es que paisajísticamente me esperaba más del valle de Bumthang. Después de sitios tan bonitos como Punakha, Trongsa, o muchos otros que habíamos pasado de camino, Bumthang se me quedaba un poco descafeinado.
Tras un té caliente con pastas butanesas, poníamos a prueba nuestra pésima puntería, practicando tiro con arco en la huerta de la granja, el deporte nacional del país, y aunque no confiaba demasiado en ello, conseguía ir mejorando notablemente disparo a disparo, aunque todos se burlaban de mi particular estilo de tiro recién inventado.
Otra experiencia venía a continuación…………..el baño butanés. En unas tinas de agua dentro de unas cabañas de madera, colocaban piedras incandescentes calentadas en la hoguera, y así hacían hervir el agua para el baño. Momentos relajantes. Me tomé mi tiempo hasta que mi piel se arrugó como una pasa. Aunque eso sí, a precio de spa de lujo.
Pero lo mejor llegaba después, cuando dentro de la granja, un niño de 2 años se encaprichó conmigo y se hizo mi amigo inseparable durante toda aquella velada………¡Hacía tiempo que no me reía tanto!.............¡Qué vitalidad y qué creatividad! Nadie puede imaginarse la cantidad de juegos que puede ocurrírsele a uno con una simple caja de cartón. Carcajada tras carcajada, repetíamos juegos, después nos inventábamos otros, mientras las mujeres de la casa preparaban la cena, y los hombres probaban varios tipos de licores.
En la cocina pasamos las horas. Ni una silla, ni una mesa. El suelo era el lugar de reunión, y también donde probamos hasta 10 platos diferentes, reunidos en esta pequeña, simple y cálida estancia. El niño cayó rendido y dormido en brazos del abuelo. La anfitriona no dejaba que la sonrisa se marchase de su cara. Algunos terminaron con una buena dosis de alcohol, y otros nos retirábamos al hotel, satisfechos del día vivido.
La danza más impactante del festival tenía lugar pasada la medianoche. Los monjes bailan desnudos, llevando sólo máscaras, entre hogueras de fuego que crean un ambiente misterioso, y la multitud se amontona para acercarse.
Un nativo nos relataba que resultaba todavía más sobrecogedor hace unos pocos años, cuando no había luz eléctrica, y la única iluminación procedía de las antorchas que iluminaban a los monjes en la profunda oscuridad de la noche, creando un ambiente en el que era difícil distinguir si era una fantasía o si estaba ocurriendo en realidad.
Hotel en Jakar: Mephan Guest House. Habitaciones mucho más básicas que las anteriores, y con un frío terrible que el pequeño radiador no lograba combatir, aunque el personal era mucho más amable que en otros sitios.
¡Qué aventura tan apasionante acabo de vivir sin salir de casa! Gracias por dar a conocer un lugar y cultura "tan escondidos", la verdad es que ni sabía que existía... Paisajes preciosos y las fotos captan la esencia de la gente y de la tierra, aunque hayas tenido que ir con guía. Gracias de nuevo por compartirlo, Meha. Un abrazo y 5****
No sé cómo se me había pasado este diario, con las ganas que le tengo a Bután. Es una pena que ya no se vean las fotos pero me quedo con tu buenísimo relato. Te dejo tus estrellitas y gracias por compartir!
Muchas gracias Chufina. Bután es un país muy peculiar.
¡Qué rabia que no veas las fotos! Yo sí que las veo. Incluso he eliminado otros diarios porque desaparecían las fotos a pesar de restituirlas varias veces, pero este de Bután yo lo veo correctamente, o sea que no entiendo qué ocurre.
Abrazos
Viaje al país del dragónViaje de 16 días a los reinos de Sikkim y Bután. Itinerario de viaje por Bhutan.⭐ Puntos 4.30 (10 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 21
Hola! me quedan 5 semanas para volar estoy ya perfilando el itinerario, a ver qué os parece... Al final se me queda un poco corto pero prefiero disfrutar del paisaje y la gente que ir corriendo a todos lados... Cualquier sugerencia es bienvenida!
Me gustaría meter Jomolhari, así que tal vez quite los días de Bumdra (y algo más para hacerlo), porque creo que son 4 días
Día 1
Paro-Thimphu
Día 2
Thimphu-Punakha (dormir en lotus camp)
Día 3
Gasa
Día 4
Phobjokha
Día 5
Tenkhor Tuetse Sum Hike
Día 6
Vuelta a Thimphu
Día 7
Dormir en Thimphu
Día 8
Haa
Día 9... Leer más ...
HOLA @melele, @miguelitoMBF. Estoy intentado coger una vuelos para ir por libre a Bután. ¿ Las tasas siguen siendo 100 dólares por persona y día? se pagan allí con una agencia o es al sacar el visado?
HOLA @melele, @miguelitoMBF. Estoy intentado coger una vuelos para ir por libre a Bután. ¿ Las tasas siguen siendo 100 dólares por persona y día? se pagan allí con una agencia o es al sacar el visado?
Muchas Gracias
Hola!
Justo volvi ayer en cuanto tenga un rato me pongo a escribir mis impresiones y ruta.
El sdf lo tienes que pagar online junto al visado y sigue siendo 100$ por día hasta dentro de poco, esta previsto que suba. Si tienes agencia ya elegida, es probable que te ayude con los trámites
Buenos días Ezazopin!
Nosotros estuvimos en Bhutan el octubre pasado y en esos momentos las tasas eran de 100 dolares por persona y día. Nos dijeron que al menos este 2025 continurarían siendo de 100 dólares, desconociendo hasta cuando.
En cuanto en el momento de pagarlas, nosotros cómo lo hicimos por agencia, nos la cobraron junto al pack (hotel-alojamiento-transporte). Desconocozco como funciona yendo por libre.
Hola a todos!
Os cuento mi viaje... Estuve a mediados de marzo y ha sido espectacular... A grandes rasgos:
-Recomiendo Bhutan Airlines por encima de Drukair.... Drukair nos la lió a la ida cambiando la hora de vuelo (tuvimos que anular el billete porque no llegabamos) y a la vuelta porque salió con retraso
-es un país tremendamente seguro, cero problemas en ese sentido
-como hay que ir con guia, es fácil dejarse llevar. Yo lo hice con Ara Tours & Trek, muuuy recomendable
PLAN:
-Thimphu: buddha point, preserve center, simthokha fortress, kaja throm, changyul... Leer más ...