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Sovereign...7 días de retiro espiritual en  Todo Incluído

Sovereign...7 días de retiro espiritual en Todo Incluído ✏️ Blogs de Mediterráneo Mediterráneo

Tras 7 días a bordo del Sovereign of the seas, de la compañía Pullmantour, no se me ocurre más que esto...
Autor: Eesti  Fecha creación:  Puntos: 4.9 (7 Votos)
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Salida...

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Localización: Mediterráneo Mediterráneo Fecha creación: 06/04/2015 09:22 Puntos: 4 (1 Votos)
Son las nueve de la noche y estoy a punto de meterme en la cama. Entiendo que no es la mejor manera de comenzar ningún relato, a menos que el hecho de meterme en la cama lo sea acompañado, pero no es el caso. Son las nueve, hace unos minutos que terminé de cenar y acabo de encender la luz de lectura del cabecero.

Esto, que dicho así suena bastante triste, adquiere una nueva dimensión si consideramos que estoy en algún punto del Mediterráneo occidental, embarcado en un enorme crucero que ofrece los más diversos modos de entretenimiento. De hecho, nada ocurre en este barco que no esté diseñado para el disfrute del pasajero. Y sin embargo, aquí sigo, lavándome los dientes tras haber doblado y guardado mi ropa.

Posiblemente, mi madre pensará que lo extraño no es que me vaya a la cama a las nueve, sino que haya doblado mi ropa antes. Y cuando se entere que he cenado salmón definitivamente pensará que el que escribe esto es un impostor y que su hijo está secuestrado en algún lugar secreto. Las madres nunca piensan que el hijo se haya escondido él. Habrán tenido que secuestrarme.

Pero el caso es que fui yo el que libremente decidió estar aquí hoy. Y también el que ha decido retirarse al camarote directamente después de la cena. Y sí, el que libremente escogió cenar salmón, puesto que hoy se celebraba la Cena de Gala del capitán en los restaurantes principales; y por supuesto yo cené en el buffet. En cualquier caso, me parece que me estoy acelerando en la explicación y quizás sería conveniente que empezara por el principio. Hace 4 meses me rompí el tendón de Aquiles.

Tampoco es que eso sea el principio de nada, pero como giro dramático queda estupendamente y además es cierto, de modo que podemos empezar esta historia justo en el momento en que, casi al final de aquel glorioso partido de baloncesto, decidí atacar la canasta por el lado izquierdo tras irme en velocidad de mi defensor. Justo en ese momento, sentí como si alguien me hubiera dado una pedrada en la pierna y me fui al suelo, entre gritos y con la seguridad de que me eso que me había hecho era bastante serio. Es preocupante cuando en lugar de niveles de dolor, lo que te viene a la mente son las semanas de baja que vas a pasar, pero las cosas vinieron así y acabé en una sala de urgencia de un hospital comarcal. Por suerte, no tenían muchas ganas de complicarse la vida y me derivaron al hospital de Santa Tecla, en Tarragona, donde esa misma noche, con epidural de por medio, me operaron y me hicieron un as de de guía y un trinquete para unir los dos cabos sueltos del tendón. Y dos noches después, para casa.

No quisiera recordar más que lo necesario aquellas semanas en las que no me podía valer por mí mismo. Mis padres se ofrecieron “voluntarios” para cuidar de mi a cambio de pasar el invierno granadino en la costa tarraconense. Desde luego salí ganando yo porque ellos estuvieron tres meses fuera de su casa, cuidando de un enfermo huraño y arisco. Tan huraño, que en lugar de aguantar mis cinco meses de baja, pedí el alta voluntaria al mes y medio de la lesión y el veinte de enero estaba trabajando, para alegría mía y desconcierto de los miembros de mi equipo de trabajo, que definitivamente vivían mejor sin mi.

En estas semanas he ido progresando adecuadamente. Tras comenzar la rehabilitación, fui dando pequeños pasitos, nunca mejor dicho, primero caminando con dos muletas, luego ya pude conducir, después andar con una muleta hasta llegar a hoy mismo. Caminando sin ayuda, pero aun cojeando, cosa que, por cierto, ya no debería hacer y sigo haciendo.

De modo que, por ir resumiendo, tenemos unas navidades inmovilizado en un sofá, pinchándome heparina cada día; un teléfono y una tablet del trabajo que, eso sí, aunque estaba de baja, seguía sonando igual y el que estaba al otro lado esperaba que contestara la llamada o el correo , y además con la respuesta correcta. Y a eso le hemos de añadir que me perdí mi viaje a Bretaña que ya estaba planeado (y pagado) en Navidad, más las ganas o la necesidad de descansar, de modo que hace un par de semanas llamé a Carolina, mi agente de viajes y le pedí algo que se adaptara a mis necesidades y a mis capacidades. A saber. Descansar, un gimnasio disponible, un buffet, y un espacio para poder leer y escribir todo lo que tenía atrasado. Y ello sin tener que caminar más que lo suficiente. Tras descartar Punta Cana y Lanzarote, básicamente por el coste que suponía pagar el suplemente individual en Semana Santa, me decidí por tomar una junior suite en el Sovereing of the Seas, el buque insignia de la cadena de cruceros Pullmantour. Y me embarqué hace dos días. Y esta será mi segunda noche. Porque definitivamente me voy a dormir ya. Mañana amaneceremos en Palermo. Por desgracia.

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Palermo

Palermo


Localización: Mediterráneo Mediterráneo Fecha creación: 06/04/2015 09:35 Puntos: 0 (0 Votos)
Dije, y mantengo, que hemos llegado por desgracia a Sicilia. Cuando, días atrás, me decidí por esta opción vacacional, lo que más ilusión me hacía era volver a visitar el Museo del Bardo, en la ciudad de Túnez. Lamentablemente, una semana antes de iniciar este crucero se produjo un atentado precisamente en ese museo y unos terroristas acribillaron a varios turistas, la mayoría de ellos además en excursiones desde una etapa de un crucero. Como es lógico, al día siguiente las dos compañías de cruceros afectadas cancelaron la etapa de Túnez de su programa. Al día siguiente lo hizo Pullmantour. Con la seguridad no se juega. Y la etapa en este caso, para nosotros es Palermo.

Esa mañana me desperté a las ocho de la mañana. Había planeado, como en casi todos los puertos, subir a desayunar tranquilamente y después bajar a pasear al ritmo que mi pierna me dejase. Pera nada más subir al restaurante tuve que volver a bajar. Todos los niños, jóvenes y adultos del mundo habían tenido la misma idea que yo y la cola para acceder al buffet del desayuno salía llegaba hasta la piscina. De hecho, ya comenzaba a familiarizarme con las colas en este crucero. No recuerdo en qué momento escuche comentar a dos pasajeros que el todo incluido (posibilidad que ofrece la compañía) “estaba bien”, pero que no era posible “quemarlo” con semejantes colas en todos sitios. Por tanto, desistí de desayunar y volví a mi camarote, a leer una hora en la terraza con la visión de la ciudad bajo el monte Pellegrino. Si no fuera por el hambre que tenía, podría describirse el momento como “idílico”.

Aunque habíamos atracado un par de horas antes, el desembarco no estaba previsto hasta las nueve de la mañana. Aquellos que contratan excursiones directamente con la compañía tienen sus horarios establecidos previamente, y los pasajeros que tienen previsto bajar por libre son llamados por orden para evitar colapsar la única salida prevista. En el momento que llamaron al primer grupo (el mío, puesto que tenía asignado el número 3 y llamaron a los grupos del 1 al 3) volví al restaurante. Puesto que muchos habían marchado con excursiones, y un tercio ya había sido llamado y al parecer repartían medallas a los primeros que pusieran el pié en suelo siciliano, podríamos concluir que el restaurante estaba medio lleno. O medio vacío en este caso, que para mí es el concepto bueno. Unas tostadas, uno poco de fruta y un mejunje horrible que allí llamaban café después, ya estaba preparado para mi caminata.

La salida, y la entrada de regreso, se hacen por el acceso más fácil y no siempre es el mismo. El problema es que cada pasajero debe pasar su tarjeta personal, que es la llave, la tarjeta de crédito y el documento de identidad al mismo tiempo, por unas máquinas que leen el código y proyectan una foto que nos hicimos el primer día, para que el personal de seguridad pueda asegurarse de que ese que entra o sale es quien dice la tarjeta y no otro cualquiera. El problema es que hay tantas maneras de meter una tarjeta en una ranura como pasajeros viajan en el barco. Y sólo hay dos ranuras. Exacto. Si estas pensando en colas, una vez más has acertado.

Pero en algún momento se consigue bajar y nada más salir de la estación marítima, compro un mapa de la ciudad y le pido al vendedor que me señale nuestra posición. El hombre, muy gentil, me marca nuestra situación y va trazando líneas rectas en el mapa hasta nuevas posiciones, acompañándose de la frase “dieci minuti”, hasta que los puntos unidos en el mapa componen un dibujo de dos horas de duración. Yo desisto de explicarle que il tendone d’aquilles no me dejará ir a esa velocidad, pero intentarlo, lo voy a intentar.

Sorteo las hordas de taxistas, conductores de carro de caballos, reclamos del tren turístico (que va bajando de precio desde los veinte euros que solicitan inicialmente hasta las diez en el propio tren) y comienzo a subir por la Calle Enrico Amari. Y la primera en la frente. Está completamente en obras y el paso no es nada seguro. Seguramente en el sofá de mi casa se estaría más firme, pero no tengo tatuada una rosa de los vientos en el tobillo por gusto (bueno, si que es por gusto, pero creo que se entiende lo que quiero decir…) de modo que despacito, voy subiendo la calle hasta toparme con el Teatro Politeama Garibaldi y su llamativa estructura circular. Desde ahí, a la izquierda por Ruggero Settimo y comienzo a percibir el placer y el privilegio que supone poder practicar un deporte de riesgo, aquí llamado “cruzar la calle”. Al igual que yo, parece que la mayoría de los italianos del sur padecen daltonismo, pero tanto conductores como peatones. Al igual que ocurre en China, al volante se considera que los colores del semáforo son algo completamente opcional, y los pasos de cebra simplemente que alguien se ha dejado la carretera a medio pintar. Pero al contrario que en el Dragón de oriente, aquí a los coches y motos les ha salido un duro rival: el peatón. Aunque son varias las veces que he visitado Italia, y el sur en concreto, doy mi palabra de que en este crucero he visto un joven matrimonio con un carrito de bebe que se lanzan literalmente al tráfico en una avenida de tres carriles armados simplemente con el dedo índice, y no mucho más alto de la cadera. Por supuesto, el muñequito del semáforo estaba tan rojo como yo, pero nadie se molestó siquiera en hacer sonar el claxon. Posiblemente no era el primer carrito de bebe que esquivaban en medio de la carretera.

En unos pasos, tráfico sorteado, y llegué hasta el impresionante Teatro Massimo. En media hora, dos teatros. No está nada mal, culturalmente hablando. Y en breve comenzaba a representar Caballeria Rusticana, de Pietro Mascagni, quizás mi ópera favorita y a la que no he vuelto desde Dusseldorf. Malas ideas ya comenzaban a pasar por mi mente, y más considerando que hay vuelos directos de Barcelona a Palermo, pero había que seguir adelante. Aunque costaba avanzar en ese punto, ya que varios grupos de excursiones de mi barco se habían congregado allí.

No sé si es buen momento para hablar de ello, pero básicamente el pasaje de este crucero podía dividirse de la siguiente forma: un cuarenta por ciento matrimonios con críos de entre seis y doce años (aunque cuando corrían por los pasillos parecieran el ciento cincuenta por ciento), otro cuarenta por ciento parejas de diferentes edades, sin hijos, un diez por ciento estudiantes de universidad e instituto haciendo un spring break y por último el grupo de los chinos y yo. Digo esto porque realmente éramos un grupo y cenábamos juntos y todo. ¿Qué hace un grupo de cuarenta chinos en un barco pullmantour con salida en Barcelona? Ni idea. Pero aun me pregunto cómo hacían para saber los horarios de salida y llegada, la vida en el barco, etc. Imagino que llevarían un guía intérprete. El caso es que siempre cenábamos juntos en el buffet. Lo mío es comprensible, puesto que no me apetecía sentarme en una mesa con desconocidos y fingir que me interesaban sus vidas y tener que contarles la mía y ver cómo ellos fingen que les interesa la mía, y después pasarnos los teléfonos para acabar mandándonos un whatsapp en Navidad. No estaba allí para eso; al menos esa vez. Y que conste que no es que fuera un ermitaño, es que prefería cenar con la compañía de un buen libro. Me paso el año hablando y escuchando…me apetecía ser selectivo una semana. Es todo.

El caso es que todos los niños del barco estaban allí, en aquella plaza de Porta Maqueda, y junto con los adolescentes, que alguno había, estaban comprando algo imprescindible hoy día. Más que el pasaporte, o la ya mencionada tarjeta identificativa, el verdadero símbolo del viajero, al menos en este crucero es el palo para selfies. A lo largo del periplo son innumerables las oportunidades para adquirirlo, pero por lo visto el sitio bueno era en esa plaza.

Unos metros más adelante la policía estaba cortando el tráfico, y ya estaba en el mismo corazón de la Palermo Barroca, en i Quattro Canti (o las cuatro esquinas). Estas esquinas hacen chaflán formando cuatro fachadas enfrentadas, donde hay una fuente coronada por una estatua de una de las cuatro estaciones, en una planta que podríamos llamar “inferior”. A una altura media hay figuras de reyes (Los Felipes II a IV y Carlos I) y por último, en el nivel superior, imágenes de las cuatro Santas protectoras de la ciudad, de las que sólo recuerdo a Santa Agata, pero para eso está San Google y yo estoy en este momento en alta mar y no voy a pagar la millonada que cuesta conectarme vía satélite para buscar eso (32 euros la hora, creo recordar)

El tráfico, decía, se estaba cortando porque una manifestación de unas doscientas personas, en su mayoría yo diría que eran profesores, protestaban, según me dijo uno de ellos cuando le pregunté, por el maltrato que sufría la formación profesional en el país. Sabiamente iban caminando muy despacio (más lentos que yo) siguiendo un camioncito que abría la comitiva y desde el que un vocero iba tratando de agitar a las masas, aunque la masa se agitaba poco. Les acompañé en el camino desde la plaza a la Porta Nuova. El andar despacio hacía que pareciera que formaban un grupo más numeroso, aunque los carabinieri que les precedían y que les cerraban la comitiva abultaban un poco más.

Precisamente me llamó la atención la última pancarta, la que cerraban la procesión. La portaban tres personas y decía algo así como “la nueva europa de Tsipras” en letras blancas sobre un fondo rojo, claro. Me resultó bastante coincidente que el día anterior (no he venido al barco a escribir esto, claro está, aunque me distrae de mi tarea principal, que es acabar mi novela) estuviese tratando de explicar la subida al poder del régimen nazi en la Alemania de los años treinta aprovechando, o sirviéndose del descontento social, del paro y de la ruina económica que, junto con otros factores que no vienen al caso, acarreaba la crisis económica que vivía el mundo desde el crack del año veintinueve. Y reflexionaba sobre el similar modo en que otras facciones populistas están haciendo exactamente lo mismo hoy día, lanzando al pueblo promesas que no se pueden cumplir (Hitler acabo con el paro, si, pero endeudándose hasta las cejas, aunque es más fácil hacerlo si ya sabes que cuando llegue el momento no vas a pagar) y más chocante aun es que, al igual que en el populismo español actual (desconozco el caso griego), la doctrina del NSPDA de Hitler en su momento fue “o todo o nada”, estamos aquí para gobernar en solitario. Nada de apoyar ninguna coalición. Recordar cosas como estas es la que me da fuerzas para acabar mi libro en esos momento de duda. Y aquella manifestación de buenos profesores sicilianos, que no tenían otro referente mejor que Tsipras en ese momento, me hizo volver a reflexionar sobre ello.

Pero mi misión, una vez cruzada la Porta Nuova (y admirados sus preciosos andamios) fue retroceder sobre mis pasos hasta la Catedral. Me gusta entrar en las catedrales, especialmente en las góticas, como esta en Palermo (aunque MAS góticas) pero, en cualquier caso, suelo sentarme en un banco y leer y disfrutar del silencio, algunos dirían “recogimiento”, y también del fresquito que suele hacer, especialmente en los meses de verano. Pero en esta ocasión llegué a echar de menos la quietud de Port Aventura. Nada más entrar, el pórtico de la entrada está cubierto por una lona con un anuncio de un coche. Como suena. Luego, en pequeñito, la diócesis informa de que los ingresos de semejante anuncio en semejante lugar ayudan a sufragar la restauración de la iglesia. A mi simplemente me resultó chocante. Aunque líbreme Dios de juzgar nada de lo que haga la iglesia católica con sus templos.
Y por otro lado, tuve la fortuna de ingresar al interior al mismo tiempo que dos autobuses de tiernos escolares sicilianos (de ocho o nueve años como máximo)y de un grupo de universitarios del Sovereing. Eso del recogimiento habrá que dejarlo para otra ocasión, porque verdaderamente aquella catedral, tan hermosa, por otro lado, parecía la feria de abril un día grande de feria. La masa, ya sabemos, no responde ante nadie.

A estas alturas ya casi no podía ni caminar y decidí a volver sobre mis pasos, recorriendo toda la vitorio emanuelle hasta llegar hasta la preciosa iglesia de Santa Maria della Catena, junto a La Cala, el puerto original desde el que fue creciendo la ciudad de Palermo. Por cierto, hablando de teatros operísticos y de Vitorio Emanuelle… hubo un tiempo en Italia en que la pasión por Verdi se desbordó. Continuamente aparecía su nombre en los muros de algunas ciudades. Podríamos pensar, claro, que estamos en una nación que ama la cultura, la opera y a un símbolo nacional como era Verdi. La cuestión es que lo que se quería representar en esos muros era el anagrama Vitorio Emanuelle Rei d’Italia, VERDI, en un tiempo en que era feo pintar en los muros y ser monárquico ¿quién dijo que la monarquía no era imaginativa?

El día tenía, como el mapa del tiempo del telediario la mayoría de las veces, nubes y claros. Cuando salía el sol se estaba muy bien, pero cuando no era así había una brisita un punto desagradable. En La Cala me senté un rato a descansar el pie y en el banco del al lado se sentó una pareja mayor que también venía en el barco. En este viaje no es difícil distinguir de qué barco son los cruceristas porque sólo estábamos nosotros. Que ya nos encargábamos de parecer más. Decía que la pareja estaba hablando en catalán y se referían a un tercer pasajero, que se había embarcado con un grupo de amigos en una despedida de soltero completamente brutal. Recuerdo que mi despedida consistió en jugar al poker con mis primos hasta las cuatro de la mañana, en casa de mis tíos. Ahora está de moda, por ejemplo en ciudades como Granada, tomar un vuelo, hacer noche (o no) y volver al día siguiente. Te puedes encontrar cinco o seis grupos de chicos o chicas en cualquier noche del fin de semana. Supongo que “lo que pasa en Granada queda en Granada”. Ryanair ofrece algo similar para los británicos en Vilnius, Riga o Bratislava. Pero esto no lo había visto nunca. Ni aquella pareja, a juzgar por sus comentarios, tampoco. Al pobre chico lo vestían cada día como un espantajo y así tenía que ir completando las pruebas más bobas y absurdas. Lo recuerdo disfrazado de pingüino, de condón man (si, así como suena), y así toda la semana. Es una suerte tener dinero para poder hacer lo que a uno le apetezca, supongo, como pasarte una semana de despedida de soltero Aunque bien mirado, no es más que un crucero con amigos donde corre el alcohol. ¿Qué otra cosa hacían muchos de los otros pasajeros? Simplemente no se disfrazaban.

Comí un panini de mozzarela en algún garito en el camino y regresé al barco. Había anotado algunas ideas para escribir y quería ponerme enseguida. Pero en realidad me quedé dormido en el sofá del camarote. Como escritor épico soy una calamidad. Lo tengo asumido.

Desperté no mucho más tarde. Aun no habíamos zarpado y yo estaba previendo un problema de coordinación, puesto que la hora límite para estar en el barco que fijaba el diario de abordo (una especie de gaceta diaria que te dejan cada noche en el camarote con los horarios, las actividades y los espectáculos del día) no era la que habían dicho por la mañana por megafonía. Tampoco estábamos saliendo por la cubierta que habían anunciado, de modo que siempre podía haber algún despistado que regresara al barco a la hora del diario y se quedara en tierra. Tampoco se si paso. Pero yo me fui un rato al gimnasio del barco para hacer tiempo. Como habían decidido hacer todos los pasajeros del barco.
Reconozco que una asignatura de estudio en Turismo debería haber sido la fotografía promocional. De las fotos del gimnasio al gimnasio real hay una diferencia como entre yo y Alain Delon en sus buenos años. Para que nos hagamos una idea, el gimnasio del Sovereign es el espacio libre que queda en popa en la cubierta diez, con unas vistas espectaculares, eso si, pero con un equipamiento a la altura del Gym Toni. Recopilando hay ocho o diez cintas de correr, no todas operativas (esto aun no lo puedo usar). Cuatro elípticas, de las cuales sólo funcionan dos y nadie sabe bien como van porque sólo permite un ejercicio y te obliga a parar cada cinco minutos, sin poder subir o bajar el nivel. tres bicicletas horizontales (no se como describirlas, pero los que vais a gimnasio sabrán de que hablo), de que las que sólo funciona una (una de ellas tiene un solo pedal, que ahora que lo pienso en mi caso me iría de fábula, porque además es el derecho, que es mi pierna mala) y la friolera de una bicicleta normal. Que esta si funciona.
Además, hay siete y ocho bicicletas de spinning tan pegadas que si haces el ejercicio de ponerte de pie y respirar te golpeas con el vecino, y por último algunas máquinas viejas (la de la barra en espalda o pecho tampoco funciona) y un buen banco de mancuernas, eso si.

El olor que impregna toda la sala es el de “culpabilidad”. El usuario es de lo más variopinto. Desde los asiduos a gimnasios o los locos del running que se pasan la tarde en las cintas con unas camisetas preciosas (se llaman “técnicas”) donde pone “cursa bombers el Corte Inglés” o “
media maratón ciudad de Sevilla”, o ya directamente “running”, a señoras mayores que van a “montarse en todo” porque es gratis. Los estudiantes universitarios, en su mayoría hipsters (con todos los respetos, es que no se definirlo mejor ni más rápido), se acercan a las máquinas como los monos a la piedra misteriosa que aparece al inicio de 2001 Una odisea en el espacio, con una mezcla de miedo y curiosidad, llegando a veces a sentarse al revés. Una tarde le pedí a uno de ellos que por favor no se molestara conmigo por el comentario, pero que antes de tratar de mover setenta kilos de peso, con aquel cuerpo de cincuenta kilos, al menos estirara un poquito. El muchacho no se molestó, y se puso a estirar del mismo modo en que Charles Chaplin disimulaba al ser perseguido por algún policía en sus películas.

Y luego, por último y principal, cuerpos que tratan de realiza el proceso del todo incluído pero a la inversa. Los mismos que una horas antes y unas horas después levantan más peso al transportar el plato el buffet a su mesa, que movidos por un sentimiento de culpabilidad (“jo tía, es que no me puedo abrochar los pantalones”) andan en las cintas de correr y queman aproximadamente un bollito de pan y medio de los tres que caen en una comida. Pero oye, para eso está el gimnasio. Y como lo tengo claro, a las ocho de la mañana es cuando más lo disfruto; al tenerlo sólo para mí. (ahora que lo pienso, hace un par de años, en un Norwegian en el Báltico, me vine con dos kilos nuevos. Eran otros tiempos y eran otros cuerpos. Y tenía los dos tendones de Aquiles en perfecto estado de revista)

Esa noche me decidí a cenar en el restaurante Wu fusión. La única opción de pago en el barco, y la única posibilidad de cenar algo distinto. Y a fe que lo hice. Y solito. Ni un alma. Incluso me sentía algo avergonzado de tener cuatro camareros pendientes de mi. Al final opté por un menú de degustación y por veinte euros no pude haber elegido mejor opción. Sencillamente espectacular el sushi, el maki, el filete de salmón y la ensalada de algas y aguacate. Lo malo es que al estar en la cubierta doce el bamboleo del barco, que esa noche fue intenso, se notaba mucho, pero aun así mereció la pena.

Me voy a la cama ya. Si consigo dormir. Esta tarde/noche está siendo algo decepcionante. EL barco tiene goteras (literalmente hay cerradas salas y pasillos enteros, tanto en las zonas comunes como por ejemplo en los camarotes de la décima cubierta estribor); además hoy me tuve que duchar casi de rodillas porque el agua salía sin presión ninguna. Y por último, desde el primer día la puerta de mi balcón no cierra, y hoy hay algo abierto en algún sitio y hay corriente ¡dentro del camarote!. He puesto una toalla doblada bajo la puerta, pero sigue soplando, con el consiguiente ruido, que molesta más que el aire en sí. La verdad es que como barco, por muy reformado que esté, deja muchísimo que desear. Acostado en mi cama, lo que veo en el techo es un enorme desconchado en el techo, y además el pasaje no contribuye nada a mejorar la atmósfera, “olvidando” vasos por cualquier sitio, incluidos los pasillos, dejando papeles volar…La verdad es que no me imaginaba que iba a ser así. Recuerdo el Zenith, de la misma compañía, como un buen barco y una buena experiencia, pero Costa, MSC o Norwegian están muy muy por encima, al menos en mi opinión. Sinceramente creo que es culpa mía. Mi agente de viajes me asegura que son muchos los que voluntariamente piden “el concepto pullmantour”. Yo aun estoy buscando qué es ese concepto. Pero aún quedan días por delante. Mañana amanecemos en la bella Napoli.

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Nápoles

Nápoles


Localización: Mediterráneo Mediterráneo Fecha creación: 06/04/2015 10:17 Puntos: 4 (1 Votos)
NAPOLES (distancia a pie: 7,273)

Como creo que ya he contado anteriormente, las noches a bordo fueron de lo más moviditas. Sin llegar a suspender el espectáculo, pero con un buen meneo que a la hora del volver del buffet con los platos rebosantes hacía pensar que buena parte de la comida acabaría en el suelo. Por cierto, en referencia a los espectáculos, la verdad es que lo mejor del barco, en mi opinión, es la banda Infinity. Por citar una noche, la llamada “el rock nunca muere”(la vestimenta sugerida era “rock”, así en general) la banda, junto con los cantantes, iban interpretando una variedad de canciones muy bien elegida mientras el director de crucero (con chistes como “muere dueña de cine, el cuerpo se velará hoy a las 14:00, 16:30 y 20:30”, o “viajan a bordo treinta y nueve chinos, pero no están en el teatro porque están en el casino” ya nos podemos hacer una idea del nivel) iba presentado los diversos actos disfrazado de Melendi (la idea era ir como del grupo Kiss, pero le salió un Melendi fantástico) Hay tres cantantes, dos chicos y una chica. La chica canta con miedo, aunque tiene apariencia de tener un chorro de voz, pero no llegaba; el más jovencito canta bonito, pero hay uno que tiene unos tonos agudos alucinantes, y clavó las canciones de Queen. Sólo por él merece la pena el espectáculo. La banda muy bien, un batería sólido, un bajista fantasioso y un guitarrista impresionante. Lástima que se fue el sonido (si, se le fue el sonido, así como suena) en pleno inicio de Johnny B. Goode. Luego se desquitó con Jimmy Hendrix a gusto.

Bueno, Nápoles. Mi segundo motivo para venir a este crucero, para revivir los “días de Nápoles” (un acontecimiento que permitió a los aliados afianzar la conquista de la península gracias al levantamiento del pueblo napolitano en 1944, pero del que no me extenderé aquí) y principalmente para visitar el Museo Arqueológico de la ciudad.

El barco atraca en pleno centro. Bueno, en la estación marítima, que está en pleno centro. Nada más salir, a mano izquierda hay, como si fuera una estación de autobuses, ocho embarcaderos seguidos para acceder a Sorrento, Capri o Ischia. Yo, que ya he visitado las dos primeras, tenía cierta curiosidad por visitar los escenarios de la maravillosa película de Billy Wilder y Jack Lemmon “Avanti”, tan fantasiosamente traducida al castellano como “qué pasó entre tu padre y mi madre”, que tiene lugar en esa última isla (la banda sonora está basada en la canción de Gino Paoli “Senza Fine”) pero se me hizo tarde y no me apetecía pagar catorce euros para estar allí media hora, de modo que lo aplacé para una mejor ocasión.

Nada más salir, decía, me dirigí a la Piazza Plebiscito tras dejar atrás el Castel Nuovo. Una vez allí, el ritual década mañana italiana consiste en disfrutar (con mayúsculas hubiera quedado mucho mejor) de un caffe macchiato en una terraza. En esto consiste viajar para mí; en esos pequeños placeres de ochenta céntimos. Una vez allí, se me acercó un señor de unos setenta años, vestido con un traje viejo, pero que le otorgaba un aire de profesore.

- Spagnolo?- me preguntó.
- Si signore, buon giorno

Y comenzó a explicarme que conocía Vigo, y Cadiz (dicho con “S”, cadis) porque había sido marino. Le pedí que me acompañara y le invité a un espreso y estuvimos charlando sobre la ciudad. Era nacido en Turin, pero vino por amor a Napoles. Por amor a una Napolitana se vino a Napoles, que creo que no quedaba claro. Más bien vino a Nápoles por amor. Sus hijos trabajan en Milan y Ferrara y no cree que puedan volver en algún tiempo. Cosas de “il laboro”. Intento preguntarle por la camorra, y simplemente sonríe y cambia de tema, a lo gallego (se ve que lo aprendió en Vigo) preguntando el si soy del Madrid o del “Barsa”. Parece un poco decepcionado cuando le comento que no me gusta demasiado el futbol, pero se alegra cuando le confieso me crié muy cerca de la ciudad del delantero español del equipo, Callejón (que es de Motril, Granada). Un jugador muy “bravo”. La mañana estaba empezando de manera fantástica, pero ambos teníamos que marcharnos. El a hacer unas compras que le había encargado su mujer y yo a seguir mi visita. Nos despedimos y me dio las gracias por el café y yo a él por la compañía y comencé a subir por la via Toledo hacia el museo.

La Via Toledo quizás sea la calle más famosa de la ciudad. Subiendo, a mano izquierda, se abren pequeños y grandes callejones de lo más pintoresco, en dirección a la Cartuja de San Martino, que se divisa en lo alto. La verdad es que lo que realmente me apetece es callejear por ellos, pero me quedo a medias, perdiéndome un poco en el “barrio español”, pero sin olvidar mi destino inicial. La pierna iba bien, cojeaba bastante poco y estaba muy animado.

Un par de kilómetros más adelante, al fin, comencé a divisar el enorme edificio del Museo y me imaginé ya las esculturas de mármol y bronce, la colección Farnese, murales y frescos de Pompeya…hasta que un simple papelito me dejó el ánimo por los suelos: “el museo permanerá cerrado los martes”. Al margen del disgusto, realmente ningún pasajero del Sovereign esta temporada podrá visitar el museo, porque siempre llega los martes a Nápoles. Una faena, pero también los trabajadores del museo tienen su derecho a descansar. En fin, cuando vuelva a Ischia, aprovecharé para ir al museo.

Pero como casi siempre, cuando en un viaje se cierra una puerta se acaba abriendo una ventana. Para resarcirme y quitarme el mal sabor de boca, decidí perderme por las calle del centro histórico, por los barrios más populistas, recorriendo la Via dei Tribunali y sus calles laterales. Fue, sin duda, el mejor momento de la visita a la ciudad. El ajetreo, el bullicio, la vida al fin y al cabo, de los napolitanos que tienen sus sábanas en las ventanas y se hablan de una casa a la otra, de los comercios de ultramarinos con el género en la puerta bajo los estrechos soportales, hasta llegar al Duomo, a la Catedral de la ciudad. Si hay quienes afirman que la Catedral de Granada es menos espectacular por estar “encajada” entre edificios, deberían esperar a ver esta, donde seguramente el obispo recibe la correspondencia en Via dil Duomo 36, porque es un número más de la calle. La fachada, neogótica, no es nada del otro mundo, pero el interior es sensacional. Aquí, entre otras cosas, se encuentra la famosa Sangre de San Genaro, patrón de Nápoles (aunque la Catedral está dedicada la Asunción) que presenta el curioso fenómeno de la licuación periódica en mayo y septiembre. Mientras la visité, se estaba celebrando una misa cantada y era curiosísimo como el obispo constantemente pedía a los parroquianos (jovencísimos, de verdad) que cantaran ellos con él. Me recordó a las misas de funeral de mi abuela y mi tía, en nuestro barrio de Granada…”señoooor, has dicho mi nombre”…cantado todo es mejor.

Cuando salí de la Catedral, había un grupo de cruceristas universitarios sentados en las escaleras comentando a gritos la jornada anterior: - …salí a la puerta y les dije, “acho”, si vais a enrollaros hacedlo ya y dejad de decir tonterías de una vez, que quiero dormir”. El pobre murciano tenía sueño, su compañero de camarote estaba tensando el sedal y la chica, imagino que era la que más se reía del grupo, no pensaba dar el primer paso. Me acordé de mi viaje de estudios a Países bajos. Yo, de esa escena, era el que dormía, naturalmente.

Fue en ese momento cuando, de vuelta al barco, intenté ir a comer a Ischia. Finamente, regresé a bordo y comí allí alguna cosa y después me fui a tomar un café a la cubierta seis, al bar Rendez Vous. Desde mi silla pude ver el enorme embotellamiento que se forma cada medio día al entrar al barco. Cruceristas en todo incluido, y entrada con un solo acceso es igual a colas seguras. En ese momento empezó a llover.
Pase el resto de la tarde escribiendo (no esto, que lo hago después de la cena y antes de dormir)

Realmente ha sido una buena idea venir al crucero aunque sólo sea para continuar con la novela. He encontrado un nuevo enfoque que me convence más y no supone rehacer lo escrito. El bueno de Jorge, mi camarero de camarote, debe alucinar al ver la biblioteca que tengo aquí montada… como la tengo justo enfrente, por orden ascendente veo las tres National Geographic de este mes, que me llegaron justo el día que me iba y las metí en la maleta. Tres DVDs con los documentales La batala de Montecassino, Nazis, un aviso de la hostoria y La Superciudad de Hitler, una guía de viajes de Varsovia, otra de Berlín, una de Nizay la Costa azul, Toscana, Napoles y la Costa Amalfitana, El Impostor, de Javier Cercas, Todo lo que debes saber sobre la II Guerra Mundial, de Jesus Hernandez, y Adios a las armas, de Hemingway, que he comprado en Napoles esta mañana. Y en medio del escritorio, mi ordenador, claro. Y acabo de darme cuenta que no he encendido la televisión ni una sola vez en todo el crucero. Veremos si sigo así al acabar. Mañana llegamos a Civitavecchia.

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comment_icon  Últimos comentarios al diario Sovereign...7 días de retiro espiritual en Todo Incluído
Total comentarios: 20  Visualizar todos los comentarios
Socep  socep  05/05/2015 01:34
Comentario sobre la etapa: Villefranche
Pues a nosotros nos paso algo parecido a lo del sr que lloro pero muy diferente......lleguemos a civitavechia y cogimos el tren...no recuerdo en que estacion se monto un sr de unos 55-60 años, tubo suerte y se sento en la misma linea que nosotros pero en el otro ladorecuerdo que asu lado habia una chica italiana de unos 20 años y mas gente del cruceros, y el sr se saco una revista porno, pero porno, no tipo interviu o pentgaus, porno porno¡¡¡¡ y alli que se puso a verla en mitad del tren¡¡¡¡¡la escena era de pelicula¡¡¡ajjajaj
Iñaki1936  Iñaki1936  10/05/2015 22:55
Mi querido viajero Eesti,

Sospecho que es usted escritor, si no debería serlo. Hermosa forma de mirar la que usted tiene.
He viajado mucho pero nunca se me ha ocurrido meterme en un crucero, quizá, gracias a usted, resuelva este tema antes de morir.

Atentamente,

Iñaki
Travelman57  travelman57  16/05/2015 20:50
Simplemente... Excelente!
Casi seguramente el mejor diario que he leído. No dejes de narrarnos tus próximas experiencias viajeras, en ese estilo ameno y divertido, sin escatimar información, tanto práctica como cultural.
Eesti  Eesti  02/05/2016 12:34   📚 Diarios de Eesti
con un año de retraso acabo de ver el mensaje Maydole! disculpame!

creo que, al fin, después del verano, publicaré mi primer libro de viajes... al fin... ya os diré cómo, dónde y todo eso! gracias de nuevo por vuetsras palabras!!

por cierto, deciros a todos que finalmente edité y publiqué el relatito de cruceros, junto con otro que tengo aquí, cartas desde el sur, y lo recaudado, que fue para una ONG ya que no sabía que precio ponerle, al final ascendió a 1134 euros, lo cual me pone contentísimo!

gracias por haberme animado a hacerlo!!!
Festivin  festivin  16/08/2019 03:52
Buen relato, distinto a lo que se suele leer. Gracias y si puedes infórmame donde puedo leer mas cosas tuyas en la red?
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Fecha: Mie Feb 05, 2020 12:48 pm    Título: Re: Sovereign-Brisas del Mediterraneo-Pullmantur-General

somos una pareja 25 años tenemos salida el 18 de julio es nuestro primer crucero
emilio1956
Emilio1956
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Fecha: Mie Feb 05, 2020 12:50 pm    Título: Re: Sovereign-Brisas del Mediterraneo-Pullmantur-General

alguien que salga el 18 de julio
Sandryxv
Sandryxv
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Fecha: Dom Jun 07, 2020 04:48 pm    Título: Re: Sovereign-Brisas del Mediterraneo-Pullmantur-General

Abelzgz92 Escribió:
somos una pareja 25 años tenemos salida el 18 de julio es nuestro primer crucero

Hola nosotros también salimos el 18 de julio..esperemos que salgamos...
Sandryxv
Sandryxv
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Fecha: Dom Jun 07, 2020 04:51 pm    Título: Re: Sovereign-Brisas del Mediterraneo-Pullmantur-General

emilio1956 Escribió:
alguien que salga el 18 de julio

Nosotros también salimos el 18 de julio...
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Fecha: Lun Jun 22, 2020 04:43 pm    Título: Re: Sovereign-Brisas del Mediterraneo-Pullmantur-General

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