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Vudú, tribus y mucho másAutor: VIVID Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (20 Votos) Índice del Diario: BENÍN
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Etapas 4 a 6, total 7
Ese día tocaba hacer inmersión en la África profunda…aún más que el día anterior. Pero también tocaba ver paisajes nuevos. Nos dirigimos hacia la zona de las colinas de Angolín, un lugar lleno de vegetación, con caminos de tierra rojiza y con poblados donde no llega la luz y la gente vive en casas de adobe y paja. Es la región de la familia de Euloge y, como venía de paso, me invitaron a comer a su casa: pollo y cordero con arroz. ¡Una gran comida de año nuevo! Continuaban las experiencias agradables: los niños se sorprenden de verte, juegan contigo….y yo seguía disfrutando al hacer fotos: el contraste entre el marrón del adobe y los rostros con el colorido de los vestidos y peinados crean unas imágenes muy bonitas. Además, las miradas hablan…ya sean de las mujeres que faenan con sus hijos en la espalda, los ancianos del pueblo o los niños, que a su corta edad ya están curtidos y que, a pesar de querer divertirse, en sus miradas se advierte mucha profundidad.
![]() El “highlight” del día era la visita a otra etnia, pero diferente a los Holi: se trata de los Fulani, una de las pocas tribus nómadas que quedan en África. Son más cerrados que las otras etnias, con las que no se mezclan, y su fisonomía es diferente, así como también los tatuajes que les identifican. Las casas no son de adobe, son de paja, porque necesitan desmontarlas y volverlas a montar allí donde encuentran pasto para los ganados, y son circulares (tipo a las yurtas mongolas). Para saber dónde están hay que preguntar a alguien de algún poblado de la zona, y sin duda entrar con mucho respeto: mi llegada fue increíble. Los niños me miraban sin decir nada, con muchísima curiosidad. Luego se fueron abriendo un poco más. Eso sí, los adultos, al contrario que los Holi del día anterior, sí que se mostraron más escépticos y cerrados todo el rato. La experiencia de nuevo fue genial. Tras caminar un par de quilómetros entre vegetación a la que no estoy acostumbrado, como plantaciones de algodón y árboles del anacardo, llegamos a coche, dispuestos a partir hacia Abomey, antigua capital del reino de Dahomey, que daría nombre al país tras su independencia de Francia (1960) y que luego, en 1974, sería cambiado por el actual “Benín”. Paseé yo solo por esta ciudad, dando una vuelta por el centro, y dormimos en el Aubergue d’Abomey, un interesante hotel, que fue la residencia del gobernador francés, en un edificio colonial rodeado por un tranquilo jardín. ![]() Etapas 4 a 6, total 7
De nuevo, más incentivos diferentes: ese día tocaba visitar el único sitio cultural considerado Patrimonio mundial por la UNESCO en todo Benín: los palacios reales. Realmente, es una visita digna de realizarse y el interés radica no tanto en la espectacularidad sino en el concepto de arquitectura palaciega de esos reinos y, sobre todo, en la historia que hay detrás: el reino de Dahomey fue un poderoso imperio que dominó parte del Golfo de Guinea, de una belicosidad bárbara y con un ejército de mujeres amazonas que daban la vida por el rey. Eran muy sádicos (el trono del rey, que se puede ver, está sobre cráneos de enemigos) y, de hecho, capturaban a los enemigos y los vendían a los franceses y portugueses como esclavos (sí, no solo los blancos esclavizaron a los negros) o los intercambian por armas con las que luchar contra los otros reinos. Salas con tronos, los edificios que componen el recinto y los bajorrelieves, con una estética muy particular, hacen de esta visita algo recomendable. Al salir nos encontramos con un carnaval de año nuevo…muy impresionante, porque había músicos pero a la vez tenía cierto componente ritual, con unas personas sobre zancos que representaban a espíritus malignos y todo el mundo haciéndoles gestos de defensa y ataque….sí, era una celebración, pero se vivía con mucha intensidad. Supongo que hasta lugares como Nueva Orleans ha llegado solo el aspecto festivo de estos pasacalles, pero fue muy interesante ver sus celebraciones en origen, dotadas de un componente espiritual y, por qué no, con una tensión que hacía que se viviera mucho el sentido de lo que se quería representar: evitar que los demonios vinieran en el nuevo año. Tensión y mucha pasión en una rúa sin duda diferente y que me encantó ver.
Posteriormente, fuimos dos horas hacia el sur, hacia Possotome, una de las poblaciones del lago Ahmé, importante centro del vudú. Antes, pero, hicimos parada en el mercado de fetiches de Bohicon y visitamos un templo de esta religión, donde el sacerdote me dio una bendición. Impresiona bastante, la verdad. Ahmé es un bello lago donde los pueblos son eminentemente animistas. No hay un calendario exacto de celebraciones, así que lo mejor es preguntar dónde y cuándo se hacen los rituales. Si vas por libre lo más probable es que monten uno para ti, previo pago de una (elevada) cantidad. Euloge preguntó y se enteró que en uno de los pueblos del lago, en Bopa, hacían un ritual con danza Zangbeto, una de los bailes más característicos de esta religión. Así pues, pillamos una piragua “de línea” y nos fuimos para allí. La verdad es que flipé muchísimo. No sé si alguna vez había ido algún turista ahí…por cómo me miraban, creo que no. El baile era espectacular, con unas formas en forma de cabaña circular que daban vueltas sin parar y que representaban los espíritus malignos (supongo) y que perseguían a la gente. La percusión no paraba y las mujeres y los niños bailaban, mientras los sacerdotes dirigían el ritual. Según me comentaron, se hizo para pedir una buena pesca este año nuevo. Fue muy interesante verlo y vivirlo. Supongo que después sacrificarían alguna gallina y/o algún otro animal, pero yo no me quedé a verlo…anochecía, había que pillar la piragua de vuelta y, de hecho, no me interesaba. Aquí quiero introducir un matiz, y es que tenemos una idea de vudú que no se corresponde con la realidad o, al menos, con su idea original, la que se desarrolla en Benín y también en Togo. Fruto de las influencias locales donde llegó con los esclavos (Brasil, sur de Estados Unidos y el Caribe) y en parte por la maquinaria hollywoodiense, tenemos una idea muy sesgada de esta religión, que relacionamos con zombies o con muñecos con agujas en el mejor de los casos. El vudú (de la palabra vodun, que viene a significar espíritu natural en lengua fon, del sur del país, o también orisha, en lengua yoruba, otra etnia mayoritaria) es una religión monoteísta, que rinde culto a un ser creador de todo (parecido al Dios de los cristianos o Alá en los musulmanes) y al que se accede mediante los diferentes intermediarios, usando fetiches. Por todo el país se encuentran templos, que son pequeños edificios blancos donde en la fachada se pintan las diferentes deidades, como una serpiente o un cocodrilo. No vi ningún sacrificio, pero sí vi muchos templos donde en el exterior había varias gallinas decapitadas, consecuencia de recientes rituales. En fin, vuelvo a la crónica: de vuelta a Possotome, para dormir en un lugar muy agradable, el hotel Chez Théo, con un restaurante sobre pilones en el lago, que proporcionaba bonitas vistas. ![]() Etapas 4 a 6, total 7
El quinto día se iniciaba con otro de los highlights del viaje, y es que cuando pensaba que ya nada más me podría sorprender, visité algo que me dejó de piedra. El vudú me había acompañado durante todo el viaje: vi templos por dentro y por fuera, vi danzas, rituales, carnavales, mercados de fetiches…pero esa mañana visitamos un templo que hacía las veces de palacio de justicia…y sí, una justicia muy particular. Prefiero no comentar demasiado, solo diré que me quedé de piedra. En fin…si alguien está interesado, mejor que lo vea con sus propios ojos, jeje…
Tras un partidillo de fútbol improvisado con unos chavales, nos fuimos a comer a Grand Popó…la zona costera con quilómetros de playa virgen, ideal para acabar el recorrido. Me hubiera gustado estar un día ahí, tranquilo, pero el viaje había sido corto y, además, me quedaba otro aliciente: Ouidah, el lugar desde donde partían los esclavos a América. Así pues, mucha gente se queda en Grand Popó para descansar en la playa e incluso navegar por el río Mono, viendo fauna y manglares, pero yo quería recorrer los últimos quilómetros de la llamada “Ruta de los Esclavos”. En Ouidah, ciudad con también abundantes edificios coloniales franceses y afro-americanos, se puede andar desde la plaza donde se subastaban los esclavos hasta el mar, donde hace unos años erigieron una puerta llamada “el punto de no retorno”. Los esclavos eran capturados 200 quilómetros al norte, en algunos casos por otros negros, los temibles guerreros del Reino de Dahomey, y transportados hacia el sur. Cuando los colonizadores construyeron el ferrocarril, el transporte se agilizó, acelerando dos de los comercios más lucrativos de la época: los esclavos por un lado y el aceite de palma, con el que los europeos hacían cosméticos, por otro. En varios puntos de Benín se pueden ver largos tramos de la ahora inutilizada vía férrea, en una imagen muy impactante. El recorrido en algunos tramos es sobrecogedor, ya que se puede visitar la fosa donde se lanzaban a algunas personas (incluso vivas, que se sabía que no aguantarían el largo viaje hasta otro continente) o un edificio donde se confinaban, sin ventanas, para que se aturdieran y además se acostumbraran a la oscuridad. Impresionante realmente. También se pasa por un poblado donde se refugiaron algunos que huyeron, bonitos paisajes lacustres y varios templos vudús. Ouidah sin duda es un compendio de lo más destacado de Benín. ![]() Tras hacer este recorrido, marchamos hacia Cotonou: el avión salía por la noche. Etapas 4 a 6, total 7
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