El recorrido de hoy comprende el viaje hacia el este, a través del Desfiladero de la Hermida, parando en la Iglesia de Santa María de Lebeña. Después paramos en el Mirador de Santa Catalina y visitamos la Cueva de Chufin y el precioso pueblo típico de Carmona. Antes de llegar a nuestro lugar de pernocta, en Ruente, paramos en los Miradores de la Asomada de Rivero y la Vueltuca.
RECORRIDO DÍA 3. DESFILADERO DE LA HERMIDA, IGLESIA DE SANTA MARÍA DE LEBEÑA, MIRADOR DE SANTA CATALINA, CUEVA DE CHUFÍN, CARMONA Y RUENTE.
El día amaneció nublado, pero los partes meteorológicos descartaban la lluvia. Salvo que lo tengamos incluido por alguna oferta, no solemos desayunar en los Paradores. El precio nos parece excesivo: con lo que nosotros tomamos, nos resultaría difícil amortizar 30 euros, la verdad. De modo que fuimos a Potes, donde, como ya he comentado, existe una gran oferta de todo. Y por menos de 10 euros quedamos bien servidos. Aunque seguía estando muy concurrido, había bastantes menos coches que la tarde que llegamos. Está claro que la gente acude en masa a comer y, sobre todo, a cenar, pues es el punto de referencia de la zona en cuanto a servicios y restauración. Estuvimos paseando por la senda fluvial que va bajo de los puentes: muy tranquila y relajante. Sin embargo, no voy a repetirme porque lo relativo a Potes ya lo he contado en la etapa correspondiente para no dispersar la información.
Día nublado, pero sin lluvia.
Luego, nos pusimos en marcha. Esa jornada teníamos por delante 70 kilómetros de recorrido, cerca de dos horas de en el coche. El itinerario completo de la jornada fue el siguiente, según GoogleMaps.
DESFILADERO DE LA HERMIDA.
Nuestra ruta nos llevó al Desfiladero de la Hermida, el más largo de España con sus 21 kilómetros. El cauce del río Deva ha labrado esta sinuosa costura en las angostas gargantas del macizo de Ándara, con paredes verticales de roca caliza, algunas de las cuales superan los 600 metros de altura y que resultan espectaculares cuando enclaustran la carretera a ambos lados, incluso de frente, dando a menudo la impresión de que no existe salida posible más allá. Esto sucede también con otros desfiladeros, pero lo que le confiere a éste un carácter especial es su longitud.
Se trata del único acceso a la comarca de Liébana desde la costa cántabra, por la N-621. Nosotros, sin embargo, íbamos a tomar la CA-282, que vira hacia el este, comunicando el desfiladero con los valles del Nansa y del Saja; pero eso lo cuento después.La carretera N-621 a su paso por el desfiladero es muy virada y estrecha, sin arcenes; y va paralela al río, que se cruza varias veces. La conducción requiere prestar atención y es casi imposible hacer un alto para deleitarse con el paisaje. Además, se anunciaban obras en la calzada. Los desprendimientos deben ser frecuentes porque en varios lugares hay colocadas redes protectoras de gran tamaño y… con piedras. Hice algunas fotos desde el interior del coche.
Casi al final (o al principio según la dirección que se lleve) del desfiladero se encuentra La Hermida, localidad que cobró relevancia en perjuicio de la de Linares en la ruta desde la costa a Liébana cuando, en el siglo XIX, se construyó la carretera a través del desfiladero, lo cual permitió también explotar sus fuentes de aguas termales mediante un hotel-balneario que se abrió en 1881 y adquirió bastante fama. Tras su “Belle Epoque” permaneció cerrado durante décadas, hasta que con el repunte del turismo en la zona se reconstruyó y se abrió de nuevo en 2006. Según nos contaron, aquí está el Mirador del Salmón con buenas vistas sobre el desfiladero, pero no paramos.
IGLESIA DE SANTA MARÍA DE LEBEÑA.
El cártel indicador de la iglesia aparece en pleno desfiladero y resulta difícil sospechar que en semejante lugar exista un paso que conduzca a una iglesia y menos todavía a un pueblo. Pero existe. Y merece la pena detenerse y echar un vistazo tanto por la peculiaridad de la iglesia como por su paisaje.
Lebeña es un pueblecito de apenas 90 habitantes, aposentado en una terraza casi inimaginable que se abre entre las paredes rocosas, con la garganta del río Rubejo formando un pequeño cañón lateral. De aquí parten varias rutas de senderismo. Sin embargo, su joya es la iglesia mozárabe de Santa María. Declarada Monumento Nacional en 1893, representa uno de los mejores testimonios del arte prerrománico en España. Documentos fechados en el año 924, atribuyen su fundación a los condes de Liébana, Don Alfonso y Doña Justa, aunque no se sabe con seguridad. La leyenda dice que lo erigieron para depositar los restos de Santo Toribio, que se encontraban en el monasterio de San Martín de Turieno (luego de Santo Toribio). Los monjes se opusieron al traslado y el duque recurrió a la fuerza. El santo enfureció y, por castigo divino, tanto el amo como sus siervos quedaron ciegos y no recobraron la vista hasta que el duque entregó al monasterio buena parte de sus riquezas y devolvió el cuerpo del santo, claro. Leyendas aparte, lo cierto es que durante siglos unos y otros se disputaron la iglesia de Lebeña y sus tierras circundantes cuya propiedad ejerció el abad de Santo Toribio entre los siglos XIV y XVI
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Pese a los motivos ornamentales exteriores propios del arte visigodo, el pórtico de acceso es del siglo XVIII y la torre de finales del XIX, así que lo más interesante de la iglesia está en el interior, con columnas y arcos visigodos y mozárabes, aunque destaca sobre todo la utilización pionera en el prerrománico de pilares compuestos. También se puede ver una talla policromada de la Virgen de la Buena Leche del siglo XV, que fue robada en 1993 y encontrada años después en un chalet de Torrevieja. Si se quiere entrar, lo mejor es consultar los horarios en internet ya que las visitas son guiadas. Yo tuve suerte y había una visita cinco minutos después de mi llegada. Cuesta dos euros y dura unos 25 minutos. La iglesia merece la pena y las explicaciones fueron interesantes.
También hay que hacer mención de sus dos árboles centenarios: un olivo y un tejo, que, según la leyenda, fueron plantados cuando se consagró la iglesia y, desde entonces, compartieron una historia de amor eterno. El olivo, al parecer, sigue intacto, pero el viento y las fuertes lluvias derribaron el tejo en marzo de 2007, causando una gran tristeza en el pueblo. Un naturalista cuidó durante diez años un ejemplar clonado del primitivo, que en 2017 se plantó junto a la iglesia, muy cerca del olivo.
MIRADOR DE SANTA CATALINA.
Pasado el Balneario de la Hermida y antes de llegar a la Iglesia de San Pelayo, cruzamos el puente sobre el río para tomar la carretera CA-282, que conduce al Mirador de Santa Catalina a través de una ruta vertiginosa que asciende mucho en poco tiempo ofreciendo unas vistas espectaculares. Sin embargo, hay que circular todavía doce kilómetros hasta alcanzar el aparcamiento del mirador más impresionante de la zona, tanto por las panorámicas que ofrece como por su longitud, pues muestra el desfiladero y el valle posterior, todo de punta a punta. De la carretera CA-282 sale, a la derecha, la CA-857, que lleva al mirador. Está bien indicado, por lo que no tiene pérdida.
Caminamos un poquito y, tras contemplar el pueblo de Tresviso colgado entre las peñas, una larga balconada se asoma a la costura de asfalto que se retuerce entre las paredes de roca, abriéndose paso hacia Liébana. Pese a que no hacía sol, o quizás por eso, el panorama resultaba sobrecogedor.
Se pueden contemplar varias perspectivas caminando unos metros en paralelo a la balconada, y se obtiene una bonita vista del valle y del pueblo de Cicera descendiendo un poco por un tramo que forma parte de una ruta senderista que habrá que investigar en algún momento.
Como no podía ser menos, también aquí se ha instalado una plataforma suspendida sobre el barranco desafiando el vértigo de los turistas. Espectacular.
CUEVA DE CHUFÍN.
Tras pasar un buen rato en el mirador, el tiempo empezó a apremiarnos porque teníamos reserva para la Cueva de Chufín a las cuatro menos veinte y a la una y media estábamos a 19 kilómetros de Celis, el lugar previsto para almorzar ya que cuenta con varios restaurantes acostumbrados a servir menús a turistas con prisas al estar muy cerca de la Cueva del Soplao. Además, estábamos a un par de kilómetros del punto de recepción de visitantes de la cueva que íbamos a visitar. Elegimos el Mesón de Celis, donde servían con una celeridad que daba gusto y hasta nos sobró tiempo. El menú costaba 11 o 12 euros, no recuerdo. Tenían varios platos para elegir, pero la especialidad era el cocido montañés, muy diferente del cocido lebaniego, ya que se parece más a un potaje castellano, con alubias blancas, berzas, patatas, costilla, carne y oreja de cerdo. Muy rico y contundente. Fue suficiente para mí, que tomé medio menú.
Alrededores de Riclones.
Para ver la Cueva de Chufín hay que ir a la localidad de Riclones, en el valle del río Nansa. Como muchas otras en Cantabria, alberga pinturas rupestres, si bien tiene cosas que la hacen un tanto especial, por ejemplo, que hay que entrar casi reptando y que cuenta con una pequeña laguna en su interior. Pero iré por partes. El entorno en el que se ubica la cueva se vio alterado por la construcción del pantano de la Palombera, que elevó el cauce del río unos 30 metros, inundando parte de las galerías que hace miles de años ocuparon los grupos paleolíticos que nos dejaron su valiosa huella, si bien el nombre de la cueva se refiere al Moro Chufín, quien según la leyenda escondió su tesoro en el interior, aunque fue buscado en vano durante siglos por muchos lugareños. Debido a las variaciones del nivel del agua, la cueva solo se puede visitar en verano, si las lluvias no lo impiden. Hace años, a la cueva se llegaba mediante barcas y un par de ellas aún yacen abandonadas en las aguas del pantano, en el cual se están realizando obras para construir una especie de ascensor que posibilite la subida de los salmones, como antaño, aunque antes los nuevos ejemplares tendrán que aprender tal comportamiento en una instalación especializada que existe en Arredondo, a la cual me referiré más adelante.
Es mejor reservar con antelación por internet ya que solo pueden acceder cinco personas por visita y creo recordar que no hay más que cuatro turnos al día. Entrar al resto de las cuevas cántabras cuesta 3 euros, pero ésta es más cara, 15 euros; claro que la visita se prolonga casi dos horas. Hay que presentarse en el punto de recepción de visitantes 10 minutos antes del comienzo. Desde allí, la guía lleva al grupo en un vehículo todo terreno hasta un lugar en el monte y, luego, se sigue a pie por un entretenido sendero hasta alcanzar la cueva.
Entrada de la cueva.
Al entrar, proporcionan una linterna (no hay iluminación en el interior), un casco, una redecilla para el pelo y unas rodilleras pues hay que arrastrarse unos metros por un espacio de techo muy bajo hasta llegar a una sala amplia, en cuya parte final se encuentran las pinturas y un pequeño lago, cuyo nivel de agua varía, ya que no es natural sino consecuencia del embalse. Durante nuestra visita el nivel del agua era bajo y no se apreciaba bien debido a la oscuridad. Tampoco es posible asomarse desde muy cerca porque la sima es tremenda y existe riesgo de caer al vacío al no existir vallas ni protecciones. En las paredes se ven perfectamente marcas de puntos y dibujos de un color rojo intenso, que representan caballos, un uro, un ciervo, figuras femeninas y lo que pudieran ser trazos de genitales. También hay grabados realizados mediante incisión y abrasión. La visita fue muy interesante, diferente a la de otras cuevas. Está prohibido hacer fotos en el interior.
CARMONA.
De vuelta al coche, continuamos por la carretera CA-182, que va paralela a los ríos Nansa y Quivierda, y ofrece una bella muestra de los verdes panoramas cántabros. Hicimos un alto para visitar Carmona pues me habían comentado que es uno de los pueblos más bonitos de Cantabria, aunque no de los más conocidos. Y sí que es bonito, mucho. Y también muy tranquilo porque recibe menos turismo que otros de más renombre.
Pertenece al ayuntamiento de Cabuérniga, del que dista 11 kilómetros, cuenta con menos de un centenar de habitantes censados y se encuentra en un bello enclave natural, entre los valles del Saja y del Nansa, cuyo afluente, el Quivierda, hace una curva a la altura del caserío, cruzándolo varias veces. Merece la pena contemplar los bucólicos paisajes desde sus puentes y encaminarse hacia el centro del pueblo, en una de cuyas plazas se encuentra la iglesia de San Roque.
Declarada conjunto histórico-artístico, Carmona atrae enseguida por la sobria belleza de su arquitectura tradicional, con casas de piedra y balconadas de madera en las que no faltan macetas con flores que ponen su alegre punto de color. Sin embargo, lo que resulta más sorprendente es que en un pueblo pequeño y recóndito existan más de media docena de casas señoriales de los siglos XVII y XVIII, típicas casonas montañesas de gruesos muros, que fueron residencias de familias nobles e indianos acomodados, una de las cuales, el Palacio de los Diaz Cossio y Mier, se ha convertido en alojamiento turístico.
Además, en sus calles se encuentran constantes referencias a oficios antiguos, como el de los artesanos que fabrican albarcas y otros útiles de madera; o al modo de vida ganadero, con la escultura dedicada a la vaca de Tudanca, una raza autóctona de las montañas occidentales cántabras.
En resumen, muy recomendable detenerse un ratito en Carmona y pasear sin prisas por sus tranquilas callejuelas empedradas, siempre con los campos verdes alrededor.
MIRADOR DE LA ASOMADA DEL RIBERO Y MIRADOR DE LA VUELTUCA.
Continuamos nuestro camino hacia Ruente, a 15 kilómetros, por la CA-182, que, al poco, dio un acusado giro a la derecha empezando el ascenso que conduce a la “Collá de Carmona”, proporcionando unos paisajes espléndidos de la Sierra del Escudo de Cabuérniga, así como del propio pueblo de Carmona y el barrio de San Pedro, que se pueden contemplar con todo detalle desde el Mirador de la Asomada del Ribero.
Más adelante, nos detuvimos en el Mirador de la Vueltuca, con una vista panorámica de la cara opuesta del Valle de Cabuérniga, enfilando ya hacia el río Saja, y varios pueblos, como Valle, el más cercano desde aquella perspectiva.
Una vez en el valle, en Valle (así se llama el pueblo), la carretera CA-182 se une a la CA-180, en la que giramos hacia la izquierda para dirigirnos cuatro kilómetros al norte, a Ruente, nuestro destino final de ese día.Pero eso lo dejo para la siguiente etapa.
En esta etapa cuento nuestra experiencia en Ruente (muy bonito el paseo que lleva a la surgencia, en especial al atardecer), el paseo por el bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal, la mariscada que nos tomamos en San Vicente de la Barquera, el paseo que dimos por Comillas y la visita final al pintoresco pueblo (en realidad una calle) de Cartes, muy cerca de Torrelavega. Los relatos completos de San Vicente de la Barquera y de Comillas están en otra etapa de la que pongo el enlace.
ITINERARIO DE LA JORNADA 4: RUENTE/BOSQUE DE SECUOYAS DE CABEZÓN DE LA SAL/SAN VICENTE DE LA BARQUERA/OYAMBRE/COMILLAS/CARTES/RUENTE.
El recorrido de esta jornada estaba un poco condicionado por la idea machacona que nos cruza por la cabeza cada vez que estamos en Cantabria: tomarnos una bandeja de marisco en San Vicente de la Barquera. No me preguntéis el motivo, porque es algo que se puede hacer en muchas otras localidades cántabras, pero se ha convertido casi en una costumbre para nosotros. Así que el día elegido fue éste para evitar las masificaciones del sábado. De modo que el itinerario de la jornada quedó, finalmente, del siguiente modo según GoogleMaps. Unos 90 kilómetros y dos horas de recorrido en coche, aproximadamente.
Recorrido del día según GoogleMaps.
RUENTE.
Como terminé diciendo en la etapa anterior, al caer la tarde llegamos la población de Ruente , donde teníamos alojamiento para dos noches en la Posada de la Fuentona de Ruente, un hotel rural muy acogedor y estupendamente situado para hacer excursiones tanto por la zona del Parque Natural Saja-Besaya como en la costa pues se encuentra a 24 kilómetros de San Vicente de la Barquera, a 19 de Comillas y a 26 de Santillana del Mar, por ejemplo. El precio era muy competitivo para en la primera quincena de agosto (143 euros, dos noches con desayuno), sin problemas de aparcamiento, con una buena habitación con todas las comodidades y un buen desayuno. Fueron varios momentos distintos los que disfrutamos en este pueblo, pero voy a recopilarlos para no dispersar la información de cada lugar.
El arroyo de Ruente antes de unirse al Saja, el curioso puente y, al fondo, la Posada. La habitación.
Ruente es uno de los tres municipios del Valle de Cabuérniga (junto con Cabuérniga y los Tojos) y su ayuntamiento se compone de cuatro localidades: Ruente, Ucieda, Barcenillas y Lamiña. La capital del municipio es Ruente que cuenta con unos 300 habitantes, su caserío es pequeño pero muy agradable y tiene varios sitios interesantes para visitar. Después de hacer el check-in y descansar un poco ya era tarde y salimos a cenar. Muy cerca estaba el restaurante de la Nogalea, instalado en una antigua casona del siglo XVIII restaurada. Tenía muy buena pinta. Acertamos en la elección. Nos gustaron mucho sus especialidades de cocina cántabra, con un toque refinado y moderno. Tanto los espárragos gratinados como el arroz con carabinero estaban exquisitos, al igual que el postre de torrija con helado. A la carta, un precio medio de unos 25 euros por persona. No recuerdo si tenían menú del día para almorzar.
Detalles de la cena.
Después fuimos a dar una vuelta. Dando origen al nombre de la localidad (ruente de puente), enfrente de la posada vimos un llamativo puente medieval con nueve arcos de medio punto muy bajos, sobre el arroyo de la Fuentona, que se une al río Saja un poco más adelante. Al parecer, formó parte del camino utilizado antaño para comunicar el Valle de Cabuérniga con Castilla, pasando por Bárcena Mayor y Reinosa. Del puente sale un encantador camino fluvial que va paralelo al arroyo hasta su nacimiento, la llamada Fuentona, catalogada como punto de interés geológico. Se trata de una surgencia kárstica, una intermitencia, cuyo caudal varía mucho y que, en ocasiones, incluso ha dejado de manar durante una o dos horas, lo que ha dado lugar a una gran variopintas leyendas, que convierten en morada de ninfas a la cueva de donde brota el manantial. Nos recordó a otra surgencia que vimos en Francia, la Fontaine de Fontestorbes, cerca del castillo de Montsegur, si bien allí la intermitencia es mucho más frecuente y resulta mucho más fácil de apreciar a simple vista.
La surgencia: del fondo de la roca, brota el manantial.
Las piedras se hunden más o menos en el agua y son las que muestran la variación del caudal. Entorno de la surgencia.
El paseo, de unos 500 metros, es una delicia, sobre todo al atardecer: a esa hora ya no hay gente y la luz otorga un tono especial al agua del arroyo, que en unos tramos presenta un azul muy intenso y en otros se tiñe de verde por las plantas.
Y, además, se camina con algunas de las antiguas casonas de Ruente reflejadas en el agua. Un aliciente añadido.
En el pueblo vimos la Iglesia de Santa María Magdalena, del siglo XVII, así como varias casonas típicas montañesas y un humilladero del siglo XVIII, que conserva en su interior una cruz de madera policromada con escenas de la Pasión, y el Palacio de Mier, construido en el siglo XIX en estilo neoclásico, muy poco frecuente en la zona. La capilla es ahora un consultorio médico y el palacio se encuentra en obras y no se puede visitar, aunque es posible acceder a los jardines.
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Sin embargo, lo más bonito de Ruente, el puente y el río, sobre todo al atardecer.
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BOSQUE DE SECUOYAS EN CABEZÓN DE LA SAL.
La mañana amaneció con un sol espléndido y calor. Desde Ruente a Cabezón de la Sal hay apenas 8 kilómetros por la CA-180. Sin embargo, nuestra primera parada de la jornada no la hicimos en el casco urbano, sino dos kilómetros y medio más allá, tomando la CA-135, en dirección a Comillas, donde existe un magnífico bosque de secuoyas, que merece la pena visitar y conocer su historia. Está indicado, así que no tiene pérdida.
El acceso se realiza junto a una caseta de información. Hay que tener cuidado porque la zona de aparcamiento es muy pequeña aquí y es posible que no haya sitio para dejar el coche, con lo cual habrá que seguir un kilómetro más adelante, donde se encuentra otro aparcamiento bastante más grande. Ese fue nuestro caso, con lo cual tuvimos que caminar ese tramo por el arcén de la carretera, aunque no hay ningún problema porque está preparado para peatones y ciclistas. Este pintoresco lugar está catalogado como Monumento Natural. La entrada es gratuita y existen visitas guiadas, pero se puede ir por libre perfectamente. La primera parte del itinerario tiene paneles informativos y pasarelas de madera aptas para sillas de ruedas y personas con movilidad reducida. Más adelante, el recorrido se interna más en el bosque, con sendero y escalones puesto que en algunas zonas hay bastante pendiente.
Pasarela de madera accesible que conduce al bosque de secuoyas.
Este bosque alberga cerca de 850 secuoyas costeras que ocupan una extensión de 2,5 hectáreas, lo que supone la mayor masa forestal de esta especie en Europa. Tienen entre 40 y 50 metros de altura y su perímetro ronda los 2 metros. Al ponernos a un lado, nos damos cuenta de su tremendo tamaño.
Estas peculiares coníferas son los árboles más altos del mundo y hace millones de años cubrían todo el hemisferio norte, si bien los cambios climáticos las relegaron a las zonas costeras de los estados norteamericanos de California y Oregón. En el siglo XIX ocupaban más de 8.000 km, pero la tala masiva las redujo en un 95 por 100. Actualmente se encuentran protegidas.
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII se produjo una mengua progresiva de los bosques autóctonos de la cornisa cantábrica, debido en gran medida a la necesidad de madera para construir barcos. En los siglos XIX y XX disminuyó la demanda para este fin, pero se incrementaron los requerimientos industriales. Cuando acabó la Guerra Civil española, se instauró una política de reforestación productivista, encaminada a obtener la mayor cantidad de madera en el menor tiempo posible, por lo cual se plantaron de forma masiva especies no autóctonas como el pino y el eucalipto, de crecimiento rápido, pero que empobrecían el suelo. También se ensayó con las secuoyas, algunas de las cuales se plantaron en este monte ya que su clima húmedo y templado, con nieblas frecuentes, favorecía su desarrollo. Con el tiempo se abandonó su explotación, aunque afortunadamente el bosque de secuoyas se mantuvo y actualmente se encuentra protegido para que todos lo podamos disfrutar.
El paseo resulta muy entretenido y agradable, ya que con árboles tan altos hay sombra aunque caliente el sol. Además, hay otro tipo de bosque alrededor, completamente diferente, verde y frondoso, más típico cántabro. La visita puede alargar lo que desee cada cual, pero una hora me pareció tiempo suficiente para verlo tranquilamente. Si no se ha aparcado en la entrada, habrá que tener en cuenta el tramo a pie por la carretera hasta el coche, unos 10 minutos, aproximadamente.
SAN VICENTE DE LA BARQUERA.
Como ya he mencionado, nuestra visita a San Vicente de la Barquera fue exclusivamente para tomar una bandeja de marisco. Hay varios restaurantes donde las ofrecen, de diferentes tamaños y precios, así que solo falta que cada cual escoja la que más le apetezca. Se suele servir para dos personas e incluye una botella de vino de ribeiro.
Después del almuerzo, dimos un corto paseo por San Vicente, pues lo conocemos de sobra y hacía mucho calor. El relato completo de nuestro recorrido turístico está en otra etapa de este diario, cuyo enlace pongo a continuación.
Ya con el coche, nos dirigimos hacia el Parque Natural de Oyambre, a las afueras de San Vicente. Aquel caluroso día de agosto invitaba al baño, con lo cual las carreteras que llevaban a las playas y las propias playas estaban a tope. Un horror, la verdad. Nos vimos envueltos en un tremendo atasco y salimos huyendo de allí en cuanto pudimos.
COMILLAS.
Aunque nuestra ruta de carretera pasaba por allí, no teníamos previsto parar en Comillas, pues ya lo habíamos visitado con anterioridad en dos ocasiones. Sin embargo, cerca del cementerio, vimos una agradable zona de paseo poco concurrida que llevaba hasta el puerto. Así que estuvimos dando una vuelta tranquila para bajar la comida.
El relato completo de nuestra visita a Comillas está la misma etapa del enlace anterior.
CARTES.
Me habían hablado muy bien de este pueblo y tenía ganas de visitarlo, así que hice un hueco en el recorrido de la tarde. Habiendo visto fotos del sitio, al principio extraña un poco meterse de lleno entre almacenes y fábricas, pero es que Cartes se encuentra en el eje del río Besaya, en la zona de influencia de Torrelavega y Los Corrales de Buelna, dos de los focos industriales más importantes de Cantabria. Pero lo cierto es que la villa de Cartés está catalogada como conjunto histórico desde 1981 y llegamos a su casco antiguo siguiendo los indicadores que lo califican como tal.
En realidad, lo más importante que hay que ver se encuentra en una única calle, la que seguía el trazado del antiguo Camino Real que comunicaba Santander con Reinosa y Castilla. Actualmente se ha convertido en una atractiva zona peatonal con multitud de macetas llenas flores en balcones y aceras.
Recorriendo esta calle pudimos ver una bella muestra de la arquitectura civil montañesa, con casas de piedra de los siglos XVII y XVIII, muchas de ellas blasonadas. La página web del ayuntamiento cuenta la historia de cada una de ellas. Una de las que más me llamó la atención fue la Casona del capital Miguel Velarde, que conserva los rollos de sus esquinas del siglo XVI. El remate de bolas que cierra el corral es del siglo XVII.
Supongo que por la mañana, el lugar debió ser una romería, teniendo en cuenta que se trata de una calle alargada y estrecha. Sin embargo, pasadas las siete de la tarde, estaba todo muy tranquilo y pudimos disfrutar de un paseo muy agradable.
Al final de la calle, se llega a los llamados Torreones de Cartés, casa-fuerte del siglo XV, donde residía el gobernador, además de ser también cárcel y audiencia.
El edificio es de sillería, tiene planta cuadrada y está fortificado debido a las luchas por el poder que mantenían los nobles en estas tierras. Su mayor encanto reside en los arcos dobles apuntados que unen las dos torres sobre la calle y que acentúan su corte medieval.
Terminamos la jornada dando una vuelta por Ucieda, que se encuentra a un par de kilómetros de Ruente.
Una nueva jornada de nuestro viaje, durante la cual hicimos una ruta de senderismo corta pero muy bonila, la de las Cascadas de Lamiña, en los alrededores de Ruente. Luego comimos en Bárcena Mayor uno de los pueblos bonitos de España y más pintorescos de Cantabría. Continuamos por el Parque Natural que sigue el curso del río Saja y en el trayecto nos paramos a ver la Cascada del Pozo del Amo y el Mirador de la Cardosa. A continuación, cambiamos de paisaje y en los alrededores de Reinosa estuvimos en Fontibre, donde supuestamente nace el río Ebro. Por fin, vimos los restos de la ciudad romana de Juliobriga con la réplica de una de sus domus, y la iglesia de Santa María y el Pantano de Retortillo.
RECORRIDO DEL DÍA 5. RUENTE/CASCADAS DE LAMIÑA/ BÁRCENA MAYOR/CASCADA DEL POZO DEL AMO/FONTIBRE/JULIOBRICA/LIENCRES.
El itinerario de la jornada fue largo en kilómetros, pero la última parte la hicimos por autovía, con lo cual el tiempo total que supuso el viaje no fue demasiado, unas dos horas y cuarto.
RUTA SENDERISTA DE LAS CASCADAS DE LAMIÑA.
Nos atrajo mucho esta caminata cuando la vimos en un programa de televisión. En el reportaje también aparecía Ruente, que luego se reveló como un estupendo lugar de alojamiento. Se trata de una ruta sencilla y muy agradecida, que puede hacerse de varias maneras, partiendo de Barcenillas o desde Lamiña, en cuyo caso es algo más corta. Recomiendo esta opción, aunque no sea circular.
Había amanecido un día estupendo.
Los datos de la ruta completa son: 7,18 kilómetros de recorrido, 1 hora y 45 minutos de duración, con un nivel de dificultad fácil y que salva unos 200 metros de desnivel para arriba y para abajo. Esta ruta es de ida y vuelta, salvo el tramo final, en las cascadas, que hay uno pequeño sendero circular. La ruta puede convertirse en circular si se toma la pista que va hacia Barcenillas y desde allí se sigue hasta Lamiña. La verdad es que no le veo ninguna ventaja salvo que se tengan muchas ganas de estirar el paseo (son dos kilómetros más) ya que esa opción tiene mucho tramo de pista asfaltada. En fin, que escoja cada cual.
La ruta comienza en la población de Lamiña (está indicado). Hay un panel informativo que señala la dirección a seguir por una pista asfaltada, que sube algunos metros con una pendiente bastante acusada. Como nada lo prohibía, decidimos seguir con el coche hasta donde el asfalto se convirtió en tierra (nos ahorramos una buena cuesta) y seguimos a pie desde allí. La pista es cómoda, no presenta mayor complicación y se ven paisajes bonitos, aunque lo mejor llegaría al alcanzar el bosque, espeso y enmarañado donde se encuentran las cascadas, donde se cruza incluso un puente a lo Indiana Jones.
En un punto con una bajada pronunciada, aparece de frente la pista que va a Barcenillas y a la derecha la que va a las cascadas (está indicado). Tras una subida se llega a una puerta o verja para ganado (no recuerdo bien), donde hay un cartel con información. Aquí comienza un sendero que se adentra en un bosque que va junto al río y lo cruza de vez en cuando, en un pequeño itinerario circular que muestra una sucesión de rincones encantadores con preciosas cascadas, sin duda más llamativas al natural que en las fotos, que no salieron demasiado bien ya que brillaba demasiado el sol.
Para acercarse a alguna de ellas hay que hacer alguna cabriola entre las piedras, aunque nada serio. Menos mal que no quedó constancia gráfica mía, colgándome de una rama para pasar de un lado a otro en plan simio
Es importante no despistarse y fijarse bien en los escalones y las barandillas de madera, porque seguro que si los hay conducen a un salto de agua medio escondido y podríamos pasar por alto alguno bien bonito.
El día era muy soleado y hacía calor, pero en el bosque, con tanta vegetación y el agua corriendo entre las piedras apenas se notaba. Muy agradable el paseo. Lástima que el recorrido en sí por las cascadas sea muy cortito, una media hora a lo más.
BÁRCENA MAYOR.
De vuelta al coche, entre unas cosas y otras, se estaba aproximando la hora de comer. Así que decidimos hacerlo en Bárcena Mayor, conjunto histórico-artístico desde 1979 y uno de los pueblos más bonitos de España, según la asociación de dichos pueblos. Bárcena Mayor se encuentra fuera de la carretera principal del valle, la CA-280, por lo que hay que tomar la CA-817 que termina allí precisamente. Aunque solo tiene un centenar de habitantes, es la localidad más importante de este contorno.
Pese a la relativa dificultad de llegar, ya que no está de paso hacia ningún sitio sino que hay que ir expresamente, Bárcena Mayor es un pueblo muy turístico y concurrido, por lo cual nos esperábamos algún que otro problema para comer al ser sábado e ir sin reserva. Antes de llegar al núcleo urbano, nos desviaron a un gran aparcamiento público pero no gratuito (2 ó 3 euros por coche, no recuerdo). Supongo que se trata de un peaje veraniego o, como mucho, de fin de semana. Al menos, con ello se consigue evitar atascos en el casco urbano, lo que no viene nada mal.
Aunque solo tiene un centenar de habitantes, es la localidad más importante de este valle y al caserío se llega por una calle alargada, que bordea el núcleo principal. Hay varios restaurantes por la zona del puente, pero fuimos directamente a uno que nos habían recomendado, el Mesón La Jontana. No tiene menú del día, pero tampoco nos importó demasiado porque queríamos probar el entrecot de vaca Tudanca, que no suele estar incluido en los menús diarios económicos. Estuvimos muy cómodos en una mesa de la terraza en la terraza ya que corría aire fresquito pese al calor. Tomamos un entrante de alcachofas, setas y arroz, dos entrecots, un postre y cafés. Muy rico todo, la verdad. Sin embargo, hubo un detalle que no nos gustó y que no advertimos hasta recibir la cuenta: para beber habíamos pedido vino con gaseosa o tinto de verano ya que había que conducir. Nos trajeron una botella de gaseosa y otra de vino de la zona. Hasta aquí, bien. El chasco fue cuando en la cuenta (65 euros) nos cobraron 12 euros por una botella de vino, de la que solo habíamos consumido un par de dedos, más los dos euros de la gaseosa. Caro vino para echarle gaseosa y poner hielo, en plan tinto de verano. En fin, para estos menesteres se sirve una jarra de vino de la casa o vino normal, por ejemplo. Un detalle feo por su parte, la verdad. Del resto no nos quejamos.
En cuanto al pueblo en sí, es bonito, ciertamente. Y uno de los más antiguos de Cantabria, pues tenía hospital ya en el siglo XII para atender a los viajeros enfermos que se dirigían a Castilla. Se encuentra situado en un enclave natural muy pintoresco, entre montañas y a orillas del río Argoza.
Sin embargo, el mérito de Bárcena Mayor es haberse convertido en el prototipo de pueblo cántabro, sus casas de arquitectura tradicional montañesa, con solanas, soportales abiertos con arcos y balconadas de madera. Además, un conjunto espectacular de macetas y flores le añaden belleza y lo pintan de colores brillantes.
Hay que dar un buen paseo, recreándose en sus rincones (no lleva mucho tiempo porque es pequeño): la iglesia del siglo XVII, la fuente, el lavadero, el puente, las callejuelas… Y unos cuantos detalles perdidos, el reloj de sol de una fachada, la reja volada de una ventana labrada como una cabeza de animal, etc. De todo ello nos podemos enterar consultando los paneles informativos que vamos encontrando al caminar.
Una visita muy recomendable, casi imprescindible, en un viaje turístico a Cantabria, si bien, personalmente, me resultó demasiado enfocado a un turismo de masas, lo que le hace perder autenticidad. En cierto modo, eché de menos el sosiego de Mogrovejo o Carmona.
CASCADA DEL POZO DEL AMO.
Deshicimos el camino andado y salimos nuevamente a la CA-280, donde giramos a la izquierda para ir en dirección sur, hacia Reinosa. Es muy bonito el entorno natural que depara esta carretera, paralela en buena parte al cauce del río Saja, que cuenta con un centro de interpretación de su Parque Natural que dejamos a nuestra derecha. En una pronunciada curva, nos encontramos con el puente desde el que se contempla la hermosa Cascada del Pozo del Amo, que ya conocíamos de una anterior visita. Dejamos el coche unos metros más adelante, en un pequeño hueco y retrocedimos. Hay que tener mucho cuidado porque el puente es estrecho, carece de arcenes y los coches, aunque no muchos, pasan deprisa. Ignoro si hay alguna ruta senderista que lleve a contemplar esta cascada más de cerca. Merecería la pena. Tendré que investigar para una próxima ocasión.
El panorama es una delicia. Y, comparando las fotos de hace un cuarto de siglo con las de ahora, estos saltos de las aguas del Saja permanecen inmutables con el paso de los años, lo cual no es mala cosa. Naturalmente, nosotros no hemos corrido la misma suerte. Qué le vamos a hacer.
BALCÓN DE LA CARDOSA.
Unos kilómetros más allá, nos encontramos con el Balcón de la Cardosa, un estupendo mirador donde se encuentra también el Monumento al Corzo. El calor había formado un poco de bruma y los perfiles de los montes aparecían un algo emborronados, pero no mermaban su agreste belleza: ni un solo núcleo urbano se divisaba en lontananza.
Poco después de pasar por el Puerto de Palombera, el paisaje cambió a un perfil más suave y plano. Entre las flores, pastaban las vacas y los caballos.
FONTIBRE. NACIMIENTO DEL EBRO.
Abandonamos definitivamente la carretera CA-280 a la altura de Espinilla y tomamos la CA-183 hasta Fontibre, donde se encuentra el nacimiento oficial del río Ebro. También lo habíamos visitado tiempo atrás, pero quisimos verlo de nuevo. En realidad es un parque, donde muchas familias van a pasear y a merendar.
Se puede hacer un pequeño recorrido circular en torno al río mediante pasarelas, con paneles informativos, en los que se cuenta que no es del todo cierto lo que nos hacían recitar en el colegio de pequeños. Y es que el Ebro no nace exactamente en Fontibre, sino que es en esta fuentona kárstica donde reaparecen las aguas filtradas del Hijar, que nutren al Ebro con el deshielo de Alto Campoo en la Falda del Pico de Tresmares, lugar donde acaece el auténtico nacimiento del río más caudaloso de nuestro país.
Polémicas aparte, y sin olvidar que no se trata de un entorno enteramente natural sino convertido en parque por el hombre, resulta muy agradable dar un paseo a la sombra, contemplando los cuatro manantiales de los que brotan unas aguas de varios tonos de azul, incluido el turquesa, por causa de los limos que arrastran al filtrarse.
JULIOBRIGA. RESTOS DE CIUDAD ROMANA Y RECONSTRUCCIÓN DE DOMUS ROMANA.
Seguimos nuestra ruta hacia Reinosa, muy cerca de la cual, en la localidad de Retortillo, se encuentran las ruinas de Juliobriga, la única ciudad romana importante en territorio cántabro, y que se pueden visitar libremente, sin pagar entrada. No queda mucho más que los cimientos de piedra de las casas, distribuidas en zonas perfectamente identificables en cuanto a la catadura económica de sus residentes. Por ejemplo, resulta curioso que, por entonces, la gente pudiente disponía de cocinas en las casas donde los criados les hacían la comida; por el contrario, los menos favorecidos debían comprar los alimentos ya preparados en los mercados pues carecían de cocinas y de criados. Según los restos encontrados, disponían de calles con soportales para protegerse de las inclemencias del tiempo en invierno y del sol abrasador en verano. Por cierto que las columnas que aparecen en las fotos de muchas guías y folletos para anunciar este lugar no son romanas sino que se colocaron en el siglo XX.
Sin embargo, quizás lo más significativo de Julióbriga es su Domus, una reproducción en alzado, dimensiones y distribución de una de las casas cuyos restos se han encontrado, perteneciente a una familia acomodada de finales del siglo I d.C. La entrada cuesta dos euros y si cuadra el horario conviene apuntarse a la visita guiada, que dura unos veinte minutos y es bastante entretenida. Se ha reproducido la estancia principal o triclinimum, el patio interior, la cocina, la habitación o lugar de reposo y la taberna. Se puede hacer fotos al final de la visita guiada. Nos gustó.
PANTANO DE RETORTILLO E IGLESIA ROMÁNICA DE SANTA MARÍA.
La ubicación en sí presenta otros atractivos, como las vistas sobre el pantano de Retortillo y la iglesia románica de Santa María, del siglo XII, enclavada en el foro del yacimiento arqueológico. No pudimos entrar porque ya estaba cerrada, pero mereció la pena dar una vuelta por el exterior.
Después, enfilamos hacia la costa por la autovía ya que esa noche teníamos alojamiento en Liencres, adonde llegamos solo a tiempo de ver este panorama de su Costa Quebrada.
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¡Qué viaje más apetecible! Tan cerca y tan bonito, una deuda pendiente, a Cantabria solo me he asomado en algunas excursiones desde Asturias. Te voy siguiendo.
Hola, marimerpa. Pues sí, estuvo bien el viaje; conocíamos algunos de los sitios, pero nos gustó repetir. En algún momento te decidirás a hacerlo seguido o a tramos, que todo vale. Estoy deseando acabar el diario, pero tengo muy poco tiempo libre. Gracias por leerlo y puntuarlo.
Artemisa, como sabes me encantan tus diarios, y este no iba a ser menos. Por cercanía, conocemos bastantes zonas de Cantabria, pero una vez más me has vuelto a sorprender, ya que no sabía de Juliobriga ni Retortillo. Muchas gracias por la información.
Muchas gracias por tu comentario, kipa95. Hay bastantes sitios interesantes cerca de Reinosa, como Julobriga, Retortillo, el Centro de Interpretación del Románico, etc. No nos dio tiempo a verlos todos. Tendremos que volver.
De viaje por EspañaPueblos, ciudades y naturaleza. En coche y rutas de senderismo. Destinos y recorridos clásicos y lugares no tan conocidos. Lo iré ampliando e incorporando...⭐ Points 4.79 (101 Votes) 👁️ Visits This Month: 2506
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Después de nuestro viaje de 9 días por Cantabria puedo deciros que nos han enamorado sus paisajes pero nos hemos dejado muchas cosas por ver. Lástima que algunos pueblos eran imposible disfrutarlos como se merecían por la cantidad de gente que éramos por eso hemos ido cambiando nuestra ruta, que al final quedó así:
Día 1: llegamos al mediodía y visitamos por la tarde Castro Urdiales. Alojamiento en casa Mozues en Sámano.
Día 2: Liérganes ( hay mercadillo los domingos) y Potes. Alojamiento en albergue Valdebaró.
Día 3: Monasterio Santo Toribio/ Mogrovejo/ Espinama/ subida al teleférico... read more...
Somos 2 parejas de Barcelona que en Agosto de este año queremos visitar Cantabria, durante unos 9 ó 10 días (del 1 al 9 ó del 2 al 10 u 11). Viajaremos en nuestro coche.
¿Podéis aconsejarnos qué posible ruta realizar? Queremos visitar lo más significativo y también tener tiempo libre para ir más relajados. Al hacer una ruta, suponemos que es mejor alojarnos en 2 ó 3 ubicaciones distintas durante el trayecto, para no tener que realizar desplazamientos demasiado largos, ¿es correcto?
Esperamos vuestros consejos. Gracias
laredo-viajero Dr. Livingstone 30-05-2007 Messages: 7407
Yo me alojaría en una población con vida y playa para pasar buenas tardes-noches unos 6 días y luego 2 o tres noches en zona de Potes para recorrer la región de Liébana-Picos de Europa.
Por ejemplo en Laredo y luego en Potes. Para visitar lo más importante y bonito las distancias no son largas ( Castro Urdiales, Laredo, Valle del Asón, Liérganes, Cuevas prehistóricas, Santander, Cabárceno, Santillana del Mar, Comillas, Barcena Mayor etc.... ).
@Tutan25 busca un alojamiento centrado, así tendrás opciones para poder visitar la costa este y oeste, así como zonas más interiores como la zona del Saja o la zona pasiega. Si te alojas hacia un extremo, para ir a visitar la otra parte vas a echar un rato, hacer 100 km por sentido, si es en autovía bien...pero en cuanto sales, lleva más tiempo de lo que parece (y espero que te gusten las curvas).
Si piensas combinar playa y montaña, mi consejo es que busques algo más centrado. Ese algo más centrado, puede ser en ciudad (Santander), playa (Suances), pueblos grandes (Cabezón de la Sal) o... read more...