![]() ![]() Oteando la estela de la extinta Yugoslavia desde la actual Serbia ✏️ Blogs de Serbia
En este nuevo diario relato mi viaje por tierras serbias, el cual duró dos semanas. Inicié mi viaje entrando por el Aeropuerto Internacional de Belgrado y finalicé saliendo por tierra hacia Macedonia del Norte.Autor: Agus1973 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (6 Votos) Índice del Diario: Oteando la estela de la extinta Yugoslavia desde la actual Serbia
01: Preámbulo circense
02: De cuando llegué a Belgrado sin haber pagado
03: De cuando descubrí lo bello que es Belgrado
04: De cuando mis pies me llevaron más allá de Stari Grad
05: De cuando Novi Sad no me entristeció.
06: De cuando gora no significa viva en vasco, sino montaña en serbio
07: De cuando aprendí a rimar Nerón con peron
08: De cuando el oso en Bajina Basta no se asomó
09: De cuando el segundo día de Bajina Basta se acabó en el pantano
10: De cuando una lavadora me dejó en Novo Varós
11: De cuando fui al mirador de Vranesa nº 1
12: De cuando necesité un día para llegar a la cercana Novi Pazar
13: De cuando exploré Novi Pazar
14: De cuando Nis sufrió
15: De cuando Nis me enseñó su pasado convulso
16: De cuando, colorín colorado, esto se acabó
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Etapas 4 a 6, total 16
Belgrado, 01 de octubre de 2023
Un cielo plomizo, de pesadez corporal, melancólico como los días irlandeses de otoño, me acompañaba en las primeras horas del día. Lo primero que leí no eran buenas noticias. Según los dirigentes kosovares, los militares serbios habían desplegado varios contingentes por tres sectores diferentes cerca de la frontera compartida, lo que recordaba mucho a las primeras maniobras militares rusas antes de invadir Ucrania. Sin embargo, Ucrania no es Kosovo ni Serbia, Rusia. Los últimos acontecimientos trágicos, con un saldo de cuatro fallecidos (tres serbios y un policía albanokosovar) en la región del norte de Kosovo, donde había una población muy importante de serbio-kosovares y no quieren "kosovarizarse", habían hecho aumentar las tensiones. Las emociones estaba a flor de piel. El juego diabólico de la geopolítica mostraría, una vez más, músculo y las aspiraciones serbias volverían a quedar relegadas a las sombras, a las simas, esperando a que algún día las placas tectónicas de la geopolítica se movieran a su favor. El final de mi viaje era Tirana, capital de Albania, y tenía varias opciones para llegar a mi destino. Mi idea inicial era cruzar Kosovo, pero toda dependería de las tensiones, aunque todo los indicadores eran favorables a que la cosa volviera a menguar y quedar en tensiones locales. No pensé más en ello hasta que se acercó el día para tomar la decisión. Finalmente, tal como reflexioné, pude cruzar Kosovo sin ningún problema, eso sí, cruce por Macedonia del Norte. Crucé el puente Branko para cruzar el río Sava a Novi Beograd. Era todavía una ciudad somnolienta, una ciudad dominical. En las calles solo se veía a los más madrugadores corriendo o caminando a paso rápido, mientras los más noctámbulos resistían en algún banco o escalera los últimos estertores de las embestidas producidas por una noche de juerga. Pasee melancólicamente por Bulevar Mihajla Pupina, una amplia avenida, dejando atrás un moderno edificio que albergaba un gran centro comercial que a esas horas todavía permanecía cerrado. Veinte minutos después, llegué a la antigua sede del Consejo Federal Yugoslavo. Un edificio amorfo e inexpresivo precedido por una gran plaza que en su centro hospedaba una insustancial fuente. Anduve receloso ante la atenta mirada de domos de seguridad y la soledad de la mañana dominical, confería un aspecto siniestro, como si los fantasmas del pasado hubieran retornado para a amedrentar al viajero. No obstante, solo la imaginación del viajero, influenciado por la meteorología, creaban esa atmosfera irreal, distante en el tiempo, de monstruos que ya dormitaban en páginas amarillentas de la historia. ![]() El rugido del hambriento resonaba en el interior de sus tripas desde hacia rato cuando contemplé, desde el otro lado de la avenida, un restaurante abierto ubicado en una calle perpendicular a la que me encontraba. Me senté en la terraza donde un serbio disfrutaba de un cigarrillo y tomaba un café en compañía de su perro de pequeña talla. Por la manera que se dirigía a la camarera, evidenciaba que era un cliente habitual. Me sirvió la amable joven, después de diez minutos de espera, una tortilla de espinacas, una cerveza y un café con leche (970 DRS). Los establecimientos serbios siempre entregaban la factura por muy poco valor que tuviera el producto. Giré en el siguiente cruce en dirección al Danubio en busca del carismático Hotel Yugoslavia, que fue considerado el más lujoso cuando se construyó en 1969. En 1999, tampoco se salvó de los bombardeos de la OTAN, causando una víctima. Resultaba llamativo ver la palabra Yugoslavia en un edificio en esta época. Al mirar su fachada, no podía dejar de evocar un pasado en blanco y negro. En un lateral del hotel habían dos tiendas de bicicletas que las alquilaban. Era ideal para recorrer Novi Beograd, una zona repleta de carriles para bicicletas y arbolados parques, ya en un tiempo más coloreado. ![]() Paralelo al Danubio, se extendía el paseo peatonal de Kek Oslobodenja,en dirección al barrio de Zemun. En la orilla, se encontraban muchas embarcaciones o casas flotantes habilitadas como restaurantes, e incluso algunos hoteles. Algunos de los antiguos restaurantes flotantes se desmoronaban por el desamparo provocado por su abandono y la orilla terrestre acababa en manos de la maleza que crecía descontroladamente. También se podían ver algunos quioscos o una tienda de alquiler de bicicletas a lo largo del paseo. A las diez de la mañana, ya había más gente en la calle. Y al final del paseo, tres bloques uniformes de la época soviética se erguían como una pesadilla arquitectónica que desafiaban al buen gusto; ciertamente, la creatividad en la época comunista se había reducido a la mínima expresión y habían elevado a la fealdad a un trono que no merecía. El comunismo fue, sin lugar a dudas, el movimiento social más nocivo para el arte y la imaginación. ![]() En la otra orilla del río, observaba desde una perspectiva diferente la Gran Isla de la Guerra. La vida salvaje invadía la orilla ,como si se tratara de una espesa jungla amazónica. Solo en un pequeño extremo de la isla se veía un claro con pequeñas edificaciones y una playa fluvial. Seguía cautivado por aquel "enclave indómito". ¿Era Belgrado? ¿Seguro? Se preguntó el viajero cuando inició su andadura por las calles del barrio de Zemun. Se encontraba frente a edificios típicamente centroeuropeos de los siglos XVIII y XIX. De hecho, y esa era la principal razón de diferenciación con Belgrado, era que este territorio perteneció al imperio Austrohúngaro hasta la Primera Guerra Mundial. Muchas de las calles estaban empedradas, y algunos edificios eran suficientemente atractivos como para hacer que la visita fuera agradable. Retiré 2200 DRS de un cajero del banco ADD I KO y me cobraron una comisión de 400 DRS. Posteriormente de tomar un capuchino por 220 DRS, me dirigí en busca de la Torre de Janko. Tuve que preguntar a un empleado de una gasolinera, quien me indicó que se encontraba en la cima de la colina que tenía frente a mí. Solo tenía que subir unas escaleras cercanas para ir aproximándome a ella. Las estrechas escaleras me llevaron hasta la entrada de un cementerio. Lo cual despertó mi curiosidad por visitarlo. Me suscitó curiosidad las lápidas ortodoxas, mucho más creativas que las musulmanas o comunistas, que solían ser más inexpresivas y tristes. En particular, me sorprendió ver una bonita estatua de boxeador como lápida funeraria, en homenaje al púgil difunto. Por lo que vi, en la época comunista, a pesar de tratarse de un cementerio ortodoxo, a los comunista se los enterraba también en el camposanto, aunque, eso sí, sin ninguna referencia a la religión y con claras alusiones al comunismo, solían tener una estrella en la lápida, pero como siempre con escasa creatividad artística. Finalmente, llegué a la cima de la colina de Gardós, donde se ubicaba la Torre de Janko, una fortificación del siglo XIV que servía de puesto fronterizo y bastión entre los imperios austriaco y otomano. Aunque la actual torre conmemoraba los 1000 años de la llegada de los húngaros a Panonia. Era posible subir arriba de la Torre por unos 200 DRS. Sin embargo, la vista panorámica desde el balcón cercano ya eran suficientemente impresionantes, con vista al río Danubio, la Gran Isla de la Guerra y una parte de Belgrado para tentarme a subir a la Torre. ![]() Al mediodía, aproveché, que retornaba a pie a Stari Grad, para recorrer la orilla del Danubio hasta la confluencia de Saba por el extraordinario Parque de la Amistad. Muchas familias recorrían en bicicleta el parque por los carriles destinados para estos vehículos. Era un lugar bonito y limpio. Llevaba un rato con ganas de ir al baño cuando vi uno en el parque, el cual me recordaba a una cápsula del tiempo de una película de ciencia ficción que había visto de pequeño, aunque ya no recordaba su título. Presioné un botón y la puerta curvada se abrió, cerrándose detrás de mí una vez que ya me encontraba en su interior. Una voz en serbio me dio unas explicaciones que me resultaron indescifrables, no sabía lo que realmente quería comunicarme. Solo esperé que fuera suficiente con volver a presionar el botón para salir de ese recinto hermético y que no pudiera abrirse desde el exterior mientras yo estaba dentro, ya que no pude identificar ningún tipo de mecanismo de bloqueo en la puerta. No recordaba haber visto un lavabo público tan limpio en mi vida. Al final, salí sin problemas. Me senté un rato en unas escalinatas frente al río Sava. Los empleados de los pubs y discotecas de los barcos atracados perenemente en la orilla empezaban a llegar a sus establecimientos, preparando y arreglando todo para estar operativos para la noche. La fiesta belgradense había adquirido gran renombre entre los jóvenes europeos, y se decía que la fiesta nunca terminaba, como en los años ochenta en España. Crucé el puente Branko en sentido contrario a la mañana y descendí a la orilla opuesta del Parque de la Amistad del río Sava, recorriendo un paseo paralelo al río en dirección al Danubio. En la misma confluencia de los dos ríos, un poquito más adelante, me senté en una terraza para disfrutar de unos pescaditos fritos acompañado de ensalada y una cerveza LAV 500 ml (800DRS), la cual me sentó de maravilla con la sed que tenía. El lugar era magnifico, aunque la fritura del pescado no me convenció demasiado. Ya que estaba al lado, aproveché para visitar los restos de la ciudad baja, destacando la Puerta de Carlos VI, que fue construida en homenaje al triunfo del ejército sobre el Imperio Otomano. En ese momento, un fotógrafo estaba realizando una sesión de fotos a dos hermosas jóvenes vestidas con ropa de ballet. También exploré el bastión de San Jacobo, parte de las defensas situadas junto al Danubio y el antiguo baño turco, entre otros lugares de interés histórico. Todo esto se encontraba en un amplio espacio verde con algunos arboles dispersos. ![]() En un lado, junto a la fortaleza, había un grupo de personas que estaban haciendo un picnic, mientras escuchaban a todo volumen a Megadeth. Cuando pasé cerca de ellos, sonaba una de las canciones más famosas de esta banda trash metal: "Peace sells". Me sorprendió bastante ver a bastantes jóvenes con estética heavy. El espíritu del rock resistía en Belgrado, y los serbios, acostumbrados a resistir a los invasores, ahora resistían con dignidad la influencia del reguetón. Todavía había esperanza para el rock. Subí unas escaleras a la parte alta de la fortaleza de Kalemegdan, pasando al lado de la iglesia de Sveta Ruzica, saliendo por la Puerta del Déspota. En esos momentos, la aguja mayor del reloj marcaba las ocho y la menor las treinta. Aproveché para tomar un capuchino en una pequeña cafetería cercana a mi alojamiento, más tarde me fui a mi habitación a leer un poco antes de envolver en los sueños de Morfeo. Acabé dormido como un lirón. El día había sido intenso. Belgrado merecía alguna visita más en el futuro. Me había encantado, a pesar de no contar con grandes atracciones turísticas. El poder de los ríos Danubio y Sava confluyendo en sus entrañas, sus zonas verdes y la Gran Isla de la Guerra había conquistado por completo mi corazón. Etapas 4 a 6, total 16
Novi Sad, 02 de octubre de 2023
A las siete menos cuarto, salí de mi habitación en busca de un local que sirviera café. Al doblar la esquina, observé que el quiosco se encontraba abierto, con sus típicos armarios refrigeradores de puertas de cristal e imantados como medida de seguridad colocados en el exterior, repletos de bebidas que solo se podían abrir sus puertas tras previo aviso al quiosquero que las liberaba desde el interior de su local. Aproveché para comprar un billete de un solo uso para llegar a la estación de tren. La mujer de avanzada edad que atendía el quiosco refunfuñó cuando, por error, le dije que quería un billete para todo el día en vez de uno solo válido para 90 minutos de validez y para la zona A. Rápidamente corregí el error a través de gestos, ya que solo conocía diez palabras en inglés. Estaba en la tierra de los refunfuñadores, no podía ser mera casualidad que a lo largo de mi viaje por esta hermosa región de los Balcanes me hubiera encontrado tantas personas propensas a enfadarse por cualquier nimiedad. Esto era particularmente común entre las personas más mayores de cincuenta años. Reflexioné sobre la posible razón detrás de esto y solo la encontré en la violenta desmembración de Yugoslavia. Las secuelas de haber experimentado la iniquidad de la guerra, haberla perdido y, en muchos casos, haber tenido que abandonar o , más bien, huir de su tierra, parecían ser razones suficientemente sólidas para vivir una existencia complicada, difícil de superar y no poder conseguir ver el mundo con el optimismo de aquellos que han pasado sus vidas rodeados de comodidades y riquezas. El billete de un solo uso me costó 50 DRS y era válido durante 90 minutos, solo para la zona A. A la que pertenecía Stari Grad y la estación de tren. Y los vendían en todos los quioscos de la ciudad. Tomé el tranvía N.º 10, pero también podría haber tomado el N.º 2, ya que ambos pasaban por la plaza Slavija donde tenía que realizar el cambio de vehículo. No necesité preguntar acerca de la parada, el día anterior había pasado por esta amplia rotonda presidida por una gran fuente circular y chorros altos de agua, que eran fácilmente reconocible, incluso mirando fotos por internet la hubiera distinguido. La parada del tranvía estaba unos metros más arriba de la rotonda. En esa parada tomé el autobús N.º 36, que paraba justo enfrente del Museo de Yugoslavia. La estación se encontraba en la calle paralela, detrás de los bloques de edificios residenciales. Fue el conductor quien me avisó de que tenía que bajarme allí, de lo contrario, me la hubiera pasado de largo segurísimo. En el interior de la urbanización, pregunté varias veces por el camino correcto para superar una pequeña inclinación del terreno sin tener que practicar una variante urbana de "rappel". Al final, encontré una escalera que conectaba la avenida de la estación de tren con mi ubicación. Una prominente estructura de metal, repleta de cristales polvorientos y cercada por chapas galvanizadas, se erguía ante mí. Su interior estaba inacabado y repleto de obreros. Las taquillas provisionales se encontraban en la planta inferior, junto a los andenes, y se podía acceder a ella mediante ascensores o escaleras. Las moléculas de arena generadas por la obra se filtraban por todas partes, las mujeres de la limpieza debían estar viviendo una pesadilla durante todo el tiempo que estaba durando la ampliación. El billete de tren a Novi Sad me costó 483 DSR +120 DRS ( por tener asiento asignado). No llegué a saber si era obligatorio pagar por este servicio o si podía comprar el billete simple sin necesidad de tener que asignar asiento. A las 08:00h, bufaron las puertas del tren, abriéndose para los pasajeros, preparados en el andén para subir a su correspondiente vagón. Y a las 08:09h, partió puntual como un reloj suizo. El tren era de dos pisos, moderno y cómodo. Las elegantes azafatas uniformadas iban y venían, y el revisor pasó a los cinco minutos de partida, entró a nuestro vagón solicitando amablemente a todos los pasajeros nuestros correspondientes billetes. El constante traqueteo del tren al pasar por las vías adormecía los sentidos, a pesar de que la planta baja de mi vagón estaba completo, casi nadie hablaba. El paisaje era monótono y llano, con muchas tierras de cultivo en su temporada de descanso. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en Novi Sad. El viaje apenas duró cuarenta minutos. La estación de Novi Sad , junto a la estación de autobuses, también estaba padeciendo los mismos inconvenientes que la de Belgrado. Estaban modernizando la terminal. Al salir, pregunté en las paradas de autobuses urbanos dónde debía tomar el autobús para el centro y dónde se pagaba el billete. Me indicó que solo tenía que cruzar la calle y en la primera parada de autobús, a escasos cincuenta metros de la intersección, debería esperar a la línea Nº 4. Según las guías que llevaba había aproximadamente cuatro kilómetros de distancia al centro. Tan solo esperé cinco minutos. Pagué en el interior de vehículo 65 DRS. Bajé intuitivamente en una zona de edificios modernos, pensando que debía estar cerca el centro, y acerté completamente. Solo tuve que cruzar la avenida por un paso peatonal subterráneo para acceder al paseo peatonal donde estaban los edificios más emblemáticos de Novi Sad, y al otro extremo mi habitación (Dunavska Room), en la calle Dunavska Nº2. Lo primero que hice fue dirigirme hacia al alojamiento. Normalmente en Serbia, la entrada del huésped comenzaba a partir de las 15h. Así que mi intención era pedir permiso para que me guardaran mi mochila grande hasta esa hora. Me costó encontrar la ubicación exacta del lugar. Las indicaciones de Google Map me llevaban a un patio interior al que se accedía por dos calles a través de sendos soportales, pero allí no había ninguna reseña ni indicación clara. El patio estaba repleto de mesas y sillas pertenecientes a locales de estilo irlandés, lo que no auguraba una noche tranquila para mí. Mi habitación se encontraba en la primera planta del bloque más cercano al patio, y para llegar a ella, tan solo había que subir unas escaleras y recorrer un pasillo exterior, visible desde abajo. Tuve que llamar a la propietaria por teléfono, y enseguida apareció un hombre que me indicó donde se encontraba y me mostró el alojamiento por dentro. La habitación estaba en bastante buenas condiciones, y me permitió hacer el registro de entrada en ese mismo momento, por un total de 36 euros por dos noches, tal como había reservado por Booking un día antes. En otro país, no habría considerado oportuno dejar mis pertenencias en un lugar tan expuesto y vulnerable mientras me ausentaba. Eran casi las once de la mañana y todavía no había tomado nada. Así que di un paseo hasta encontrar un atractivo local, en la calle Ise Bajica, cerca del parque Dunavski Park. El sitio era acogedor, pero la cocina no era nada del otro mundo, aprobaba justito. Pedí una tortilla francesa, un zumo de naranja y un café por 960 DRS. Y ya con el estomago lleno, aproveché el excelente día que hacia para seguir la propuesta a pie de Lonely Planet (Belgrado y Serbia de cerca), pero siguiendo mi propio orden y añadiendo lugares. Primero fui a la Plaza de la Libertad, el centro neurálgico por excelencia de la vida social de la ciudad, para observar los grandes edificios que la rodeaban. El ayuntamiento construido en estilo neorrenacentista, construido entre 1894 -1895. El Palacio del Hombre de Hierro o soldadito de plomo, construida entre el siglo XIX y XX, donde un estatua-soldado con lo que parecía una armadura medieval vigilaba ,desde las alturas, todo el centro de la ciudad, y sostenía en una mano una albarda. Aunque no comprendí qué hacía un hombre del medievo en la torre de un edificio decimonónico, un elemento que parecía estar fuera de lugar en el contexto histórico del edificio , y me hubiera gustado saber la razón, ya que despertó mi curiosidad. ![]() La Iglesia del Santo Nombre de María, el templo católico más grande de la ciudad. Se construyó sobre las cenizas de otra que quedó gravemente dañada por un incendio provocado por los alzamientos de 1848 y 1849. ![]() Después, me dirigí al Palacio del Obispo de Backa a través del paseo peatonal, bordeado principalmente por cafeterías y restaurantes. Las guías no se aventuraban a dar una definición del estilo arquitectónico y yo ciertamente no estaba en posición de hacerlo, ignorante de mí. En la calle Nikole Pasica, en el patio exterior de la Catedral de San Jorge Mártir, se encontraba el monumento más antiguo de la ciudad, una cruz de 1850,conocida como La Cruz del Juramento. En cualquier ciudad europea con un casco de origen medieval, esta cruz hubiera pasado desapercibida. Seguí caminando hasta llegar a la casa de la matemática Mileva Maric, la primera mujer de Albert Einstein, donde ambos vivieron juntos en esa casa durante una temporada. La primera hija que tuvieron desapareció, sin saber los historiadores si fue dada en adopción o falleció. Una mujer soltera y embarazada no estaba bien vista en aquella sociedad, además supuso el fin de su prometedora carrera científica. Posteriormente, tuvieron dos hijos, ya estando casados. Sorprende leer que Einstein era un mujeriego e infiel marido. Por cierto, el edificio no era un palacio, pero en su época debió destacar respecto a la mayoría de viviendas. Me hubiera gustado poder entrar, pero estaba cerrado el día que yo fui. Entré a la oficina de Turismo, ubicada en la avenida Bulevar Mihajla Pupina, y una joven serbia, de exquisita amabilidad, me atendió e intentó dar las mejores respuestas a todas las preguntas que le realicé. Una de ellas era si podría alquilar una bicicleta de montaña en Novi Sad para poder realizar una ruta por Fruska Gora, unas montañas cercanas que albergaban monasterios ortodoxos y otros lugares interesantes . Llamó por teléfono a varias tiendas y todas les dijeron que era mejor que alquilara una bicicleta eléctrica para hacer esa ruta en un hotel ubicado en ese paraje. Finalmente, decidí que haría una ruta senderista a pie al día siguiente. Me proporcionó la información necesaria para llegar al punto de inicio con transporte interurbano. Según la chica de la Oficina de Turismo. en el término de Fruske Terme, en Fruska Gora, se podían alquilar bicicletas eléctricas en la recepción del hotel ubicado allí. Para finalizar la ruta a pie por el centro de la ciudad, fui en busca de la lapida de la familia Cenazi, único vestigio de un antiguo cementerio armenio en la ciudad. Si debo ser sincero, por la mañana había bajado del autobús justo en ese lugar y había pasado totalmente desapercibido para mí. Y eso que estuve sentado cinco minutos en unos bancos de ese espacio. ![]() Tras una merecida siesta, me dirigí al Puente del Arco Iris para cruzar el Danubio. Sobresalían del agua tres pilares de lo que en su momento formaron parte de un puente, y todo indicaba que fue uno de los tres que cayeron víctimas de los bombardeos de la OTAN en 1999. Estos ataques fueron llevados a cabo en un intento debilitar el ejército yugoslavo. No solo los puentes de Novi Sad sufrieron los ataques aéreos, también sufrieron las embestidas las refinería petrolífera y la antena de televisión. La primera, pude ver las características torres anilladas de color rojo y blanco erguirse en la llanura desde una cima de Fruska Gora. La segunda, se encontraba en una de las colinas de esta cadena montañosa de poca elevación. La fortaleza de Petrovaradin, ubicada en un promontorio junto al río y apodada la Gibraltar del Danubio, durante mucho tiempo fue el único asentamiento de la zona. Sirvió para detener las incursiones otomanas, pero sus orígenes se remontan a la época romana. Pasé el puente Arcoíris y, en su prolongación, me adentré en Podgrade (parte baja) de la fortaleza, que tenía el aspecto de un pueblo o el casco viejo de una ciudad centroeuropea, pero que en otra época fue residencia de oficiales. ![]() Subí a Gornji Grad (parte alta) a través de unas escaleras que atravesaban un pequeño túnel. Lo primero que vi fue la torre del reloj. Una de las curiosidades de la época austrohúngara era que todas aquellas casas cuyas ventanas daban a la torre y desde las cuales se podían ver la hora pagaban un impuesto por ello. ![]() En la explanada del promontorio, asimismo de las fortificaciones y los túneles subterráneos, había varios baluartes que albergaban varios locales de restauración con terrazas con vistas al Danubio y la ciudad, así como un museo con el horario de visita de 09:00 h a 17:00h. Me tomé una cerveza Amstel en un de los restaurantes por 270 DRS, un momento para relajarme y contemplar un precioso atardecer. A la fortificación se podía acceder también en coche por una estrecha carretera adoquinada. El día lo acabé en las calles peatonales, donde las terrazas estaban completamente llenas de personas tomando algo, a pesar de ser lunes. Los serbios eran un pueblo a quien le gustaba mucho el terraceo y disfrutar de la noche. Aproveché para comer en un local de ensaladas, una de atún acompañada de un zumo de naranja (990 DRS) y luego me tomé un pequeña tarrina de helado de coco en una pequeña heladería. Sabrosísima. Por fortuna, a pesar del constante murmullo procedente del patio interior abarrotado de clientes, logré dormirme rápido. El cansancio fue un gran aliado para disfrutar de un placentero descanso. El murmullo hasta altas horas de la noche no fue rival. Etapas 4 a 6, total 16
Fruska Gora, 03 de octubre de 2023
Muy cerca de Novi Sad, en la ribera derecha del Danubio, se eleva un conjunto de valles y elevaciones que se extienden por unos 80 kilómetros de este a oeste, con la cima más alta alcanzando unos modestos 539 m de altura. Este área fue declarada parque nacional en 1960: El parque Nacional de Fruska Gora. Destaca por la abundancia de viñedos, áreas boscosas, senderos y hasta 16 monasterios ortodoxos, llegando en su momento álgido a tener 35. En una existencia lejana, estas cimas fueron islas en el mar de Panonia. Así que no podía perder la oportunidad de realizar una caminata por sus senderos, dado que eran tan accesibles y cautivadores. No sé cuál fue la razón por la que me levanté por la mañana emperrado con que el autobús que debía tomar para ir a Fruskha Gora era el N.º 86. Estaba completamente convencido, tan seguro de ello que ni siquiera cotejé la información importante en el papel que la joven de la oficina de Turismo anotó por petición mía, precisamente para evitar que ocurriera este tipo de errores. En fin, a veces uno se levanta con el pie izquierdo. El número del autobús que paraba en el monasterio Novo Hopovo a demanda era el N.º 36. Por eso, al llegar a la parada de Limanski Park y observar que en los horarios de los autobuses no salía el número 86, comencé a ponerme nervioso e inquieto. Además, los pasajeros a quienes pedí ayuda no me sirvieron de mucho. O no entendían lo que intentaba decirles o simplemente no lo sabían. Hasta que al final recordé el papel con la información y pude tranquilizarme al descubrir que era el número 36. Un taxista se detuvo en la parada de bus y bajó la ventanilla del lado del acompañante para hablar con varios pasajeros. Dos de ellos subieron al viejo Opel granate del taxista y al arrancar el vehículo y moverse despacio, gritó: "¡Irig! ¡Irig!" Al principio no reaccioné, pero dos segundos después, ese nombre me resultó familiar, así que salí corriendo detrás, arrancando más rápido que Usain Bolt en los cien metros y lo detuve antes de que pisara el acelerador a fondo. " ¿Pasa por el monasterio de Novo Hopovo?" Le pregunté, decidido. La mujer mayor que se sentaba en el asiento del acompañante actuó como interprete porque el conductor no me entendía en absoluto. Finalmente, acordamos un precio de 300DRS. Acepté, ya que me quedaban cuarenta minutos de espera a que llegara el autobús, y me subí al interior del coche. Había leído sobre el pueblo Iriq varias veces , una de ellas en el artículo de Fruska Gora en la excelente página web de viajes del trotamundos Andreu: Ganas de mundo. Además, la chica de la oficina de turismo lo había mencionado lo suficiente como para que pudiera familiarizarme con el sonido fonético de este topónimo. El recorrido transcurrió por una carretera sinuosa a través de un hermoso bosque. La mujer me preguntó varias cosas y me dijo que estuviera tranquilo que ella bajaba en el mismo sitio, a pesar que ella no iba al monasterio. Paramos en el arcén y bajamos los dos. Ella me mostró un cartel enganchado en un poste de la luz, escrito en cirílico con la inscripción: Monasterio de Novo Hopovo, señalando a una carretera estrecha y asfaltada que descendía. Aunque no entendía serbio, reconocía las letras de este alfabeto, gracias a los dos años que pasé estudiando ruso en la Escola Oficial de Idiomes. A decir verdad, aprender el alfabeto no requiere mucho esfuerzo y puede ser de gran utilidad, a pesar de que seas un completo analfabeto en ese idioma. Por ejemplo, "monasterio" en serbio tenía un sonido fonético parecido al catalán y creo que reconocible para un castellanoparlante que no conozca el catalán, podía deducir a qué se refería. Por supuesto, casi nunca resultaba tan sencillo, pero como dice el refrán: " el saber no ocupa lugar" y a veces, sorprendentemente, puede sacarte de apuros. Al fin y al cabo, todo esta más conectado de lo que solemos pensar. ![]() Llegué rápidamente al fondo del valle. Había un tráiler estacionado en un amplio parking y enfrente el monasterio con algunas naves que parecían más modernas que la iglesia central. Desde allí, sobresalía el puntiagudo campanario. La primera mención fiable de la iglesia databa de 1641. Accedí a su patio interior, donde se ubicaba la iglesia y saludé en serbio a la única persona que se encontraba en esas primeras horas en el exterior, un jardinero. No sé si pronunciaba correctamente "Buenos días", pero el caso es que ellos no dudaban nunca en seguir la conversación en serbio como si yo fuera un serbio más durante mi viaje por el país, nunca cuestionaron mi origen. Estaba claro que para ellos era uno más mientras no abriera la boca demasiado. Viajar por el este y muchos países de Oriente Próximo servía, sobre todo, para pasar desapercibido para la mayoría de ciudadanos, convirtiéndome en uno más de la manada. Busqué durante diez minutos el dichoso sendero, camino o trocha que me condujera a Staro Nopovo por el bosque, pregunté al jardinero que no supo indicarme. En torno al monasterio todas las posibilidades me llevaban a una frondosa vegetación sin ninguna señalización, pero había una pista de tierra que conectaba sendos monasterios, de eso estaba seguro. Lo corroboré al llegar a Staro Nopovo y encontrarme después con el cruce con dirección a Novo Nopovo. ¿Dónde se escondía? ¿A cuántos metros? En la oficina de turismo pregunté si había algún plano detallado de los rutas a pie, aunque fuera en serbio, del parque. Y lo único que conseguí fue un plano básico y muy superficial de la zona. Decidiendo dejarme llevar e intentar llegar a pie a la población de Sremski Kalovci. Situada a unos 20 kilómetros de distancia. Así que decidí seguir el firme de la pista asfaltada que llevaba hasta Staro Nopovo a lo largo de más de dos kilómetros. Circulaban poquísimos vehículos y la mañana era soleada pero con una temperatura ideal para hacer senderismo. Además, el último tramo arbolado era una delicia para los sentidos. Se empezaba a forjar el mejor día de mi viaje a Serbia. Está afirmación era totalmente subjetiva. El parque Tara es mucho más impresionante y bonito, y me lo pasé genial, todo hay que decirlo, pero creo que esta fue la mejor jornada en tierras serbias. Disfrute muchísimo a lo largo de los veinticincos kilómetros a pie que recorrí, a pesar de los dolores producidos por la artrosis lumbar al día siguiente. Me recordó los viejos tiempos que pasaba todo el día caminando. Llegué a la entrada de Staro Novopo. Un muro con dos accesos: uno para vehículos y otro para peatones. ![]() EL monasterio eran dos iglesias reconstruidas después de la segunda guerra mundial. Ubicada en un claro del bosque. Paré un rato a contemplarla y procedí a seguir por una pista de tierra balizada. A menos de cien metros, el camino se bifurcaba: a la izquierda, hacia el monasterio Novo Nopovo, y a la derecha, hacía Iriski Venac. Tomé el camino de la derecha, que estaba excesivamente señalizado. La mayoría del recorrido transcurrió por pistas de tierra y algún tramo por sendero. En el último tramo, unas flechas pintadas a ambos lados advertían de un giro de 180º. Sin embargo, omití estas señales contradictorias y continué ascendiendo sin ningún tipo de señal, aunque no tuve dificultades a la hora de orientarme, la misma pista me llevaba hasta la carretera. Un par de hombres estaban cortando leña junto a un espacio verde en la carretera, cerca del restaurante Na Vencu que pertenecía al área recreacional de Iriski Venac,situado a veinte kilómetros de distancia en coche desde Novi Sad. Les pregunté a los leñadores por el camino que debía coger para llegar a la Torre de Comunicaciones bombardeada por la OTAN. Para que me entendieran, adopté la postura de la montaña en yoga, con los brazos extendidos y las manos entrelazadas estirándose hacia arriba. Ellos me indicaron que debía ir hacía la derecha. El restaurante no estaba abierto en esos momentos; los trabajadores estaban ocupados en las tareas logísticas. Les pregunté si podían prepararme un café, respondiéndome afirmativamente. Me senté en las mesas exteriores y disfruté del café mientras miraba el superficial plano del área de Fruska Gora. Aproveché la proximidad para visitar el feúcho monumento dedicado a los soldados caídos por la liberación nacional, desde 1941 a 1945. En el centro se erguía un obelisco, con una escultura en su base que representaba un grupo de partisanos armados. En la parte superior del obelisco, se encontraba una mujer que parecía que estaba bailando la sardana. ![]() Después de reflexionar un rato, decidí seguir un sendero muy bien señalizado, pero en dirección contraria a la que me habían indicado los leñadores. Como resultado, di una vuelta circular para llegar al mismo sitio, habiendo transcurrido una hora. En mi defensa, diré que el paseo fue muy agradable y que estaba de vacaciones. ![]() Pasado el monumento a los soldados caídos, en un cruce, pregunté a Darko, un serbio jubilado y senderista, la dirección hacia la Torre. Me dijo que él se dirigía hacia allí y que sí no tenía ningún inconveniente podíamos ir juntos.¿ Por qué debería tener algún problema? Pensé aliviado. Hablamos de vez en cuando, buscando las palabras adecuadas para comunicarnos efectivamente, y en otros tramos íbamos en silencio disfrutando de la naturaleza, en una zona boscosas muy transitada los fines de semana. Al llegar a la Torre de Comunicaciones bombardeada por la OTAN. inevitablemente afloraron las reflexiones políticas. Siempre con cautela y respeto entre ambos, intentamos expresar nuestro punto de vista. Traté de comprender la perspectiva serbia. Kosovo fue Serbia hasta que el Imperio Otomano venció a las fuerzas serbias del príncipe Lazar el 28 de junio de 1389 en el Campo de los Mirlos. Mi objetivo era llegar a Sremski Karlovci y Darko me ayudó a conseguirlo. No estoy muy seguro de sí lo habría conseguido sin él. El camino a veces se enredaba un poco. En un cruce, salimos un momento del camino y nos colocamos en un mirador con un amplia panorámica. Me señaló que detrás de una pequeña colina se encontraba mi destino. Dos kilómetros después, nos despedimos, nuestros caminos se separaban. ![]() El último tramo, rodeado de viñedos, no tenía señalización en los cruces, así que seguí mi intuición. En dos ocasiones tuve que retroceder mis pasos al llegar a pistas sin salida y en otra ocasión, andar por un campo de cultivo hasta encontrar el camino que finalmente me llevó a Sremski Karlovci. Llevaba acumulado 25 km, según la aplicación de Strava. Sremski Karlovci, un destacado municipio de 9000 habitantes a orillas del Danubio y muy cerca de Novi Sad, tenía una buena y frecuente conexión de transportes interurbanos con esta última ciudad. Esta fue la razón principal para intentar acabar la ruta allí, además de una importante oferta turística- cultural. Sin embargo, la realidad es que llegué tan cansado que, aparte de comer en un restaurante, solo pude dar una vuelta rápida por el centro viendo lo más importante. Y no fue por tiempo, que todavía quedaban unas horas de sol, sino porque tenía todo el cuerpo dolorido. ![]() En el paseo peatonal habían varios restaurantes. Aproveché para comer un pescado y una cerveza por 2022 DRS. Busqué la parada del autobús a Novid Sad, pero antes intenté detener el autobús alzando la mano, el conductor me hizo un gesto indicando que solo podía parar en las paradas oficiales." Chaval, esto no es África". ¿Qué te pensabas? Creo que pagué 65 DRS. El número 61 y 62 llevan a la capital. Y después de dar mi última vuelta por Novi Sad. A las nueve de la noche caí rendido en la cama. Esa noche, ni siquiera los murmullos del exterior pudieron alterar mi reparador sueño. Un sueño que me alejó de la poca silenciosa habitación. ¿A qué hora se hizo el silencio de madrugada? No lo sé (Ni me importó). Etapas 4 a 6, total 16
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