![]() ![]() Crucero por el Báltico Empress 07/08 - 14/08/2010 ✏️ Blogs de Europa
Un extracto de lo vivido en mi primer crucero. Autor: Ilse001 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.4 (10 Votos) Índice del Diario: Crucero por el Báltico Empress 07/08 - 14/08/2010
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Salimos el día 4 a las 11 y media de Madrid rumbo a Copenhague. Nuestro vuelo fue de los pocos que llegó en hora porque por lo que me contaron, los vuelos posteriores salieron con retraso. En el aeropuerto de Copenhague todo estaba tan bien organizado que no me dio tiempo a chafardear por las tiendas (hay un montón, y aunque son caras siempre puedes encontrar algo que comprar). La primera sorpresa llegó, cuando subimos al autobús y empiezan a hablarnos por el micrófono. El guía improvisado es el argentino que hace el tour por los canales en español. Yo muerta de risa y escondiéndome para que no me viese, porque hace 2 meses estuve en la ciudad, hice el tour con mis amigas y digamos que hicimos un poquito el payaso en el barco... lo dejo ahí. Después de una vuelta breve por la ciudad llegamos al check-in. Había bastante gente pero a las 5 ya estábamos camino del centro de la ciudad. Fuimos a coger el tren a la estación cercana y al llegar nos encontramos a una pareja española con sus hijas adolescentes intentando comprar los billetes en la máquina de la entrada con la tarjeta. Entre que el danés es como chino para nuestros ojos y que para mí que la máquina no iba, allí estaban los pobres hacía 10 minutos. Al final les dije que vale que fuéramos honrados, pero que si no funcionaba no nos íbamos a ir andando así que nos colamos en el tren sin billete. Llegamos al centro sin que nadie nos pidiera el billete (nunca he visto un revisor en los S-Train de Copenhague) y con el tiempo justo, la cosa tampoco dio para mucho, cervecita rápida en Radhusplassen, unas compras que le había prometido a mi hija y vuelta para el barco.
![]() El Ayuntamiento de Copenhague Nosotros teníamos el primer turno de cena, y no entendí muy bien eso de "libre" de la primera noche porque nos acomodaron en una mesa sin darnos opción a decir ni pio. En la mesa había un par de matrimonios mayores que nosotros y dos chicos más o menos de nuestra edad bastante agradables. Cenamos y nos fuimos a dar una vuelta por el barco pero como estábamos cansados del tute de todo el día, nos fuimos pronto a la cama. Por la mañana dejamos a nuestra hija en el Capi y mientras estábamos por la cubierta de la piscina conocimos a un matrimonio de Lleida con una hija de nuestra edad que también estaba en el Capi. Ese fue nuestro primer "hallazgo" puesto que no nos hemos vuelto a separar en todo el viaje. Como llevábamos contratada la excursión de Gdynia con el barco, a la hora prevista desembarcamos los 6 y nos dispusimos a hacer la visita. Si no llega a ser porque íbamos con buen humor, hubiéramos acabado tirándonos de los pelos. La guía era un desastre completo. Nos llevó de un sitio para otro sin dar muchas explicaciones y para lo único que abría la boca era para decirnos que no comiéramos en McDonalds, que tal tienda era barata para comprar electrodomésticos, que en tal centro comercial vendían ropa barata. Nosotros estábamos alucinados porque entre recomendación y recomendación, soltaba comentarios bastante poco agradables sobre los alemanes. Ante esa situación, la chica de Lleida y yo empezamos a hacer el bobo en el autobús y a reírnos y acabamos contagiando a otros dos matrimonios que iban detrás (el segundo "hallazgo" del viaje). En Gdansk nos llevó a una iglesia muy bonita por fuera, pero con poco que ver por dentro y nos tuvo allí cerca de una hora. Un rato antes había dicho que quien quisiese ir al baño que lo hiciera, pero como los niños son imprevisibles, cuando ella lo dijo las niñas no querían y en la iglesia sí. Por educación fui a decirle que nos íbamos de la iglesia y que a la hora acordada estaríamos en el punto de encuentro porque las niñas ya estaban cansadas, y a poco si no me come la buena señora. Ni que decir tiene que me di media vuelta y me largué. Estuvimos tomando una cerveza tranquilamente sentados, hicimos las compras y volvimos al punto de encuentro. A la vuelta más recomendaciones sobre tiendas y más comentarios sobre los alemanes. En fin, un desastre pero como nos dio por reír e hicimos pandilla con los otros dos matrimonios que iban con un chico de 16 años, la vuelta fue divertidísima. ![]() Gdansk Esa noche, como los de Lleida tenían otra mesa, pedimos cambio para estar juntos y nos cambiaron sin problemas. También aproveché en la parada de Gydnia para llamar a Fabio y reservar las plazas para la excursiones de Klaipeda y a Dinara para San Petersburgo del resto de la pandi. Fabio superamable nos imprimió los e-tickets de SPB y al día siguiente a la llegada a Klaipeda me los entregaron (¡¡¡mil gracias!!!). Al día siguiente desembarcamos en Klaipeda sin ningún problema, a pesar de ir por libre, para desembarcar. En 10 minutos estábamos en el autobús y notamos el cambio con respecto al día anterior. La guía, Rasa, un encanto. Hicimos la excursión de Palanga-Museo del Ámbar y aunque seguro que tiene menos que ver que la de la Colina de las Brujas, me llevé una impresión fantástica tanto del país como de sus gentes. En general volvimos muy satisfechos, tanto por el trato recibido como por lo que habíamos visto. Yo soy "turista" vocacional, y estoy acostumbrada a que cuando viajo a otro país normalmente los guías locales y la gente con la que te encuentras suele tener diferentes grados de "vendedor de sus maravillas", pero nunca me había encontrado con tanta sencillez a la hora de mostrar lo que tienen como en Klaipeda. Rasa nos explicó con modestia cómo vivían, los esfuerzos que han hecho para integrarse en la UE, y nos habló también de sus vecinos comparándolos con ellos. Debo estar muy mal acostumbrada porque yo siempre oigo comparaciones donde el local habla en detrimento de sus vecinos para potenciar sus propias cosas, y me sorprendió oír a Rasa decir que ellos eran quizá el país más modesto de la zona, con menor nivel económico, y que por eso se esforzaban mucho por atraer a los turistas y mostrarles su país. A mí me cautivó esa forma tan sencilla de decirnos "estamos aquí, queremos que nos conozcáis, tenemos muchas cosas, a lo mejor no tantas como otros, pero también son buenas". Mi marido y yo nos miramos y le dije: Aquí me gustaría volver. Al llegar al puerto nos hicieron una foto que el sábado por la noche tenía en el correo junto con un mensaje de Fabio dándonos las gracias a todos por no haber pensado que en Klaipeda no había nada que ver como hace mucha gente, y haber salido del barco a conocer un poquito de su país. Hoy he leído que probablemente el año que viene eliminen esa escala en el crucero del Empress. Lo lamento muchísimo, pero yo desde luego no solo volveré, sino que procuraré aconsejar a todos los que conozco que en vez de escoger destinos trillados, se "arriesguen" a ir a Lituania. Roma, París, Estocolmo, SPB, incluso Madrid o Barcelona, no necesitan que nadie haga campaña por ellas, y a españoles, italianos, franceses, suecos y rusos nos conoce todo el mundo, pero a Lituania y a los lituanos no, y yo creo en eso de que París bien vale una misa y Roma siempre será la ciudad eterna, pero también que el calor y la sencillez de Lituania y de sus gentes bien merece que cojamos un avión y vayamos a buscar en su país las muchísimas cosas que seguro que tienen y que merecen la pena. Todas las escalas en este viaje me han llenado más o menos los ojos, pero Lituania se ha quedado para siempre en mi corazoncito como un lugar especial. ![]() ![]() La playa y una de las estatuas del parque que rodea el Museo del Ámbar. Bueno, volvamos a la crónica, que soy muy sentimental y soy capaz de ponerme a llorar en modo grifo: Esa noche fue la cena de Gala. Yo que me había estresado muchísimo por el tema vestuario antes de ir, me vestí "de boda" siguiendo los consejos de una amiga que había estado el año pasado y me había dicho que la gente iba muy arreglada. Al final nada, mucha gente arregladísima, pero otra mucha "normal". Total que como me mataban los tacones, después de cenar me fui a quitarme el disfraz y a ponerme unas sandalias planas. Fue una mala idea: mis sandalias planas se convirtieron en un arma y cuando iba bajando tan garbosa yo por la escalera enmoquetada, resbalé y bajé todos los escalones hacia abajo rebotando con el culo. Lo peor es que no pude hacer como siempre que me caigo (soy de natural torpe) ese movimiento que tengo tan estudiado de recuperar la compostura y la dignidad en segundos, sino que me quedé sentada en la escalera unos minutos porque el golpe había sido monumental. A partir de ese momento, cada vez que me sentaba y veía las estrellas, recordaba un letrero que hay delante de los escaparates de las tiendas del barco "sonría le estamos grabando" y se apoderaba de mi la inquietud por si la escena, que seguro que había sido recogida por las cámaras, aparecería en el DVD. Si alguno lo ha comprado y ve mi momento glorioso, por favor, disfrutad de mi caída libre, pero por favor, no lo mandéis a videos de primera ni nada por el estilo, que tengo familia, y yo no, pero ellos aún tienen vergüenza. En la siguiente escala, Estocolmo, habíamos "fichado" también a una pareja de Alicante con dos niñas de edades parecidas a las nuestras que habíamos conocido durante el simulacro de evacuación del primer día. Los quince en comandita salimos del puerto para disfrutar de la ciudad a nuestro aire. Decidimos coger el bus turístico porque yendo con las niñas el tema de caminar mucho no era lo aconsejable. Sale un poco caro, pero un día es un día. La ciudad, como todas las capitales nórdicas, es muy limpia, la gente habla un inglés perfecto y tiene mucho que ver. Nosotros íbamos en plan tranquilo así que no visitamos ni la mitad de los monumentos que tiene, eso sí, comimos en un restaurante platos típicos locales y degustamos su cerveza, que para eso habíamos ido. Me quedé con ganas de más, así que apunté en mi agenda de "sitios por visitar" Estocolmo para una escapada de fin de semana. La salida de Estocolmo fue espectacular. La sensación de estar en la cubierta, caipirinha en mano, contemplando el maravilloso paisaje que forman los cientos de islitas que hay en el camino durante horas es fabulosa. En ese momento temí por la capacidad de la tarjeta de mi cámara, porque creo que hice como 200 fotos en una hora y media. No daba abasto a fotografiar tanta belleza. ![]() ![]() ![]() Una muestra de lo que se ve a la salida de Estocolmo. La noche Estocolmo - Tallin fue movidita en el sentido literal. El mar estaba algo revuelto y se notaba más el movimiento del barco. Eso sí, nada insoportable, simplemente que algún viajecillo provocaba problemas de estabilidad que se resolvían echando mano a lo que fuese para agarrarse y sobre todo "manteniendo la dignidad". Resultaba hasta divertido. Tallin también lo hicimos por libre. Es una ciudad preciosa, en la que dan ganas de perderse durante horas solo por el simple placer de disfrutar de sus calles. Ahí tuvimos el momento "genio" el chico de Lleida y yo. Entramos en la iglesia blanca (Oleviste) y dijimos: ¡huy! que iglesia mas mona, ¡huy! si hay una torre, ¡huy! vamos a subir. Aggggggg 125 metros de subida por una escalera de caracol estrecha que también era de bajada. Inevitables momentos de tensión: échate para allá tú que bajas, ¡no ves que no quepo? Yo que estoy cegata perdida no distinguía los peldaños (me había dejado las gafas en el barco) y fui con el alma en vilo todo el rato porque temía dejarme los piños en la escalera. Al final, llegamos arriba y me sentí como Edurne Pasabán cuando escala un 8.000. Cuando intentaba recuperar el aliento, miré las vistas y otra vez me quedé sin aire. ¡ESPECTACULAR! Merece la pena el sufrimiento. ![]() ¿Es o no es espectacular? También entramos en la iglesia ortodoxa. Una preciosidad por dentro pero con un "cura" paseando por allí mirando con mala cara al personal. Supongo que ver perturbada la paz de su santuario no le gustaría mucho, pero las miradas hostiles del buen señor eran inquietantes. La chica de Bilbao aprovecha un momento de despiste del señor y le hace una foto cuando está de espaldas para documentar la anécdota. Con la misión cumplida salimos de allí escapadas y el resto del día lo dedicamos a pasear, probar la comida y la cerveza local y a hacer 1.000 fotos y a su hora estábamos en el barco impacientes por llegar a San Petersburgo, la ciudad a la que soñábamos ir. ![]() El exterior de la iglesia ortodoxa. Nosotros, como ya he dicho, habíamos contratado las excursiones con la agencia de Dinara, así que salimos con nuestros tickets prometiéndonoslas muy felices y nos encontramos con la primera pega en el control de pasaportes. Había 2 colas, una de los que iban con la excursión del barco y otra de los de "por libre". Intentamos colarnos mezclándonos con los del barco, pero nos cazaron y nos tuvimos que poner en la otra cola. Total, salimos del control de pasaportes a las 11 de la mañana. Allí estaba nuestra guía y otras 4 personas que iban a ir junto con nosotros 11 en el minibús (los alicantinos y sus niñas habían contratado la del barco porque era menos intensa). El minibús muy bien, un Mercedes nuevo, la única pega era que hacía un calor sofocante y el aire acondicionado no parecía funcionar muy bien o al menos no era muy potente. Si sumamos eso a que nuestro conductor, en el momento en que nos despistábamos lo apagaba, fuimos todo el camino sudando la gota gorda. Primera parada, el Hermitage. Yo me quedo sin palabras ante lo espectacular del edificio, y emocionada por entrar en lo que yo considero un santuario del arte me dispongo a disfrutar. Para mi desgracia no disfruto casi nada. Hay tantísima gente y llevamos un programa tan apretado que la guía nos lleva a la carrera por todo el museo. Encima hace más calor dentro que fuera (al director del Hermitage deberían ajusticiarle por mantener esa maravilla en esas condiciones tan lamentables), por lo que continuamos sudando la gota gorda. Aún así tenemos oportunidad de contemplar uno de los sitios más bonitos que pueden verse. ![]() Terminamos la visita al Hermitage y corriendo al minibús rumbo a Peterhof. Por el camino hay un malentendido con la comida. La guía no sabe que la comida está incluida. Llama a Antonio, Antonio le dice que la comida está en una bolsa en el minibús. Abre la bolsa, saca bolsitas con una botella de agua (caliente a más no poder) una manzana y una bolsa de patatas fritas. Preguntamos si es toda la comida y nos dice que sí. Nos lo tomamos a chiste y sacamos las provisiones que habíamos cogido del bufet de desayuno. Cuando vamos llegando a Peterhof alguien repara en que en la bolsa también hay bocadillos. ¡A buenas horas mangas verdes! pero nos da por reírnos y no llega la sangre al rio. Peterohf es espectacular. Nos deja sin palabras, y también sin resuello porque la guía va corre que te corre. En un momento dado nos "rebelamos" tímidamente, y nos pasamos 30 minutos haciendo el indio metiéndonos a mojarnos en las fuentes de broma. Ella resignada sonríe levemente apoyada en una valla a la sombra hasta que se harta de esperar y nos gruñe para que nos reagrupemos con una frase que repitió durante los dos días "señores somos un grupo hay que ir juntos". Dicho esto, tengo que reconocer que es una estupenda guía, sabe muchísimo y nos cuenta un montón de cosas, y probablemente las prisas no fueran exclusivamente culpa suya sino del apretado programa, pero Olga hija, qué poca paciencia tienes ![]() ![]() A la vuelta de Peterhof pillamos un atasco monumental consecuencia de varios coches que fallecieron literalmente en la carretera víctimas del intenso calor. Como nosotros también íbamos asfixiados dentro del autobús mi marido hizo una de las suyas y le dijo a la guía que él tenía que salir del autobús y así lo hizo. En medio de todo el atasco él se bajó y fue caminando unos metros. Nosotros estábamos muertos de risa, pero luego nos dio envidia porque cuando subió dijo que se estaba mejor fuera que dentro del autobús. Olga y el conductor estaban alucinados y nosotros no podíamos parar de reírnos. Siguiente parada, el barquito que te lleva por los canales. Oportunidad de relajarnos porque allí Olga no nos podía hacer correr. Bonitas vistas, fotos espectaculares y mogollón de datos proporcionados por Olga y la guía del otro grupo que se juntó con nosotros en el barco. Terminado el paseo vuelta al minibús para volver al barco. Nada más que nos dio tiempo a darnos una ducha rápida e ir a cenar. Agotados por todo el día corriendo, después de cenar nos acoplamos en el bar del Embarcadero y estuvimos allí disfrutando tranquilamente de unas bebidas frías y riéndonos con las anécdotas del día. Al día siguiente como los trámites aduaneros eran más rápidos, a las 8 menos diez estábamos en el autobús esperando a los cuatro que faltaban. Primera parada, la Fortaleza de San Pedro y San Pablo. A esas horas no había nadie salvo los militares ensayando con su banda de música. Damos una vuelta, sacamos fotos y al autobús rumbo al Palacio de Catalina. Por el camino, los madrugones (en Rusia eran las 8 pero para nuestros cuerpos eran las 6) pasaron factura y a pesar de las explicaciones de Olga casi todo el mundo echó una cabezada. Llegamos al palacio cuando todavía no habían abierto las puertas (faltaban como 10 minutos). Hicimos la consiguiente cola, pero entramos rápidamente porque la organización de entrada de los grupos era eficaz. Una vez dentro nos recibió una banda de músicos interpretando canciones populares. Entre que esperábamos y no, mi marido y la chica de Lleida se echaron un baile ante la cara de perplejidad de un grupo de japoneses que había por allí. ![]() ![]() Nada más entrar nos toca esperar en la escalera. Olga aprovecha la parada para explicarnos lo que estábamos viendo y varios de nosotros hacemos fotos. Tan ensimismados estamos haciendo fotos que la cola se pone en marcha y nos quedamos rezagados. Desde lo alto de la escalera oímos "señores, somos un grupo, todos bien juntos". A mí me da la risa porque la frase lleva camino de convertirse en un mantra, pero recuerdo mis días de colegio y la obediencia debida y echo a correr escaleras arriba por temor a que me dejasen sin postre. ![]() En la entrada te obligan a ponerte patucos. Otro momento payaso haciéndonos fotos de los pies. A esas alturas Olga está hasta la coronilla de nuestra manía por hacernos fotos idiotas y repite el mantra otra vez más. No le dejamos terminar porque lo decimos a coro. Esboza una media sonrisa y pone paso marcial rumbo a la primera sala. Nos olvidamos de hacer el payaso y salimos corriendo detrás de ella. Mi hija de 9 años me coge de la mano y me dice: ¿pero a Olga no se le gastan nunca las pilas? Sigo corriendo mientras me rio y pienso que no lleva pilas, es nuclear. La visita por el palacio es una mezcla entre carreras y éxtasis por todo lo que estábamos viendo. Me supo a poco, pero ya se sabe, el programa es apretado. Aún así me las ingenié para hacer muchas fotos y también para llevarme un par de broncas por quedarme rezagada. Ojo, puede dar la impresión de que nos perdíamos y no era así. En todo momento íbamos controlando con la vista al resto del grupo, pero no podíamos hacer fotos mientras corríamos de una galería a otra. Digamos que había una disparidad de criterios entre Olga y nosotros, para ella teníamos que ir pegados, para nosotros, detenernos un minuto o dos no hacía daño. Al final llegamos a una especie de "pacto de no agresión": ella nos gruñía, pero nosotros hacíamos las fotos. Salimos del palacio y vuelta al autobús rumbo al restaurante. Allí nos dice que tenemos una hora - hora y media para comer. El servicio lento y desesperante (supongo que los estándares españoles no son los mismos que en Rusia). La comida francamente mejorable, pero bueno, tampoco nos vamos a morir, así que nos lo tomamos con humor y disfrutamos de un rato sin tener que correr. Terminamos de comer y vuelta al autobús. Esta vez toca el Metro. Nos montamos en una estación y nos bajamos en la siguiente. Tres fotos y para la calle. Decepcionante, la verdad. No sé si fue un problema de tiempo o estaba programado así, pero yo eché de menos haber visto alguna estación más. Minibús otra vez rumbo a San Salvador sobre la sangre derramada. Aunque está de obras en la fachada sur, el conjunto es grandioso. Una maravilla por fuera aunque tuviéramos que verlo medio de reojo porque otra vez con las condenadas prisas vamos para dentro. El interior es espectacular. Hacer una foto es complicado porque hay más gente que en el metro. Otra vez las explicaciones de Olga son magníficas y otra vez la bronca es estupenda porque vamos cámara en mano fotografiando todo cual japoneses y nos quedamos atrás 5 metros. Salimos, damos la vuelta andando por la fachada sin detenernos y volvemos al horno-minibús rumbo a la tienda de souvenirs que tiene el acuerdo con la agencia. La tienda en si es como un gran almacén del souvenir. Hay desde baratijas de 2 euros hasta cosas preciosas y carísimas. En ese momento se nos permite un respiro, yo compro 3 cosillas y me salgo fuera con mi marido y mi hija. Mi marido había chafardeado ya por la calle donde estábamos y había encontrado un bar con un buen café. Entramos a tomar un café y al volver para la tienda donde debíamos encontrarnos con los otros encontramos otra tienda, más barata donde compramos postales, imanes y algunos souvenirs más. Tampoco me cabrea el hecho de que nos lleven a la tienda concertada... cada uno tiene que buscarse la vida como puede, igual que hago yo buscándome las mañas para escapar de la vigilancia de Olga y comprar en otro sitio. Así todos contentos. ![]() ![]() ![]() A las 5 estamos de vuelta en el barco. Rendidos pero contentos aunque la visita nos ha sabido a poco. Nos despedimos de Olga agradeciéndole las explicaciones y ella nos hace los cumplidos de rigor sobre lo bien que ha trabajado gracias a nuestra cooperación. Al alejarse mi hija me dice: sí sí, ha trabajado bien, pero vaya broncas que nos daba cuando nos separábamos. Estallamos en carcajadas porque es la pura realidad pero no guardamos rencores. Son los gajes del oficio y las prisas por verlo todo. Esa noche estamos un poco tristes porque es nuestra última noche. Hay intercambio de teléfonos direcciones, etc. También jugamos al bingo del crucero, por si acaso nos toca, y alimentamos el rencor contra el que gana porque nos quedamos a un número, el maldito 51 que estuvimos esperando 10 minutos. ¡Otra vez será! Al día siguiente llegamos a puerto a las 7 de la mañana. Me levanto y mientras recojo las últimas cosas miro por la ventana. Hace solecito y hay tres chicos en el muelle parados tranquilamente charlando. Me doy la vuelta para coger un libro, y cuando vuelvo a mirar por la ventana los 3 chicos han desaparecido y está cayendo el diluvio universal. ¡Bienvenidos a Finlandia! ![]() Subimos a desayunar al bufet y esperamos a que escampe haciéndonos autofotos poniendo caras raras (vaya colección que tengo). A las 10 tiene a bien dejar de llover, así que salimos del puerto y nos dirigimos a coger el autobús. Por el camino nos "intercepta" un taxista. Vamos 6 porque los alicantinos se habían marchado porque se quedaban en Helsinki y los otros 5 tenían excursión contratada con el barco. El taxista nos pide 150 euros por 2 horas de recorrido turístico por la ciudad. Regateamos y nos lo deja en 100. Como somos 6 tampoco nos parece caro y decimos que sí. Marti es muy simpático. Habla un inglés estupendo y me va contando por el camino cosas sobre su vida mientras yo traduzco a los del asiento de atrás. Nos lleva al observatorio del estadio con la mala suerte de que está cerrado porque hay un maratón. Pregunta y le dicen que casi todo está cerrado, así que nos vamos a ver el Monumento a Sibelius, la Iglesia de la Roca y la Catedral. Nos da una vuelta por los bosques de las afueras y al final nos lleva a una especie de mercadillo. Hacemos las compras correspondientes y le decimos que nos lleve a un sitio a tomar algo. Nos lleva a un café en el centro. Muy caro, la verdad, pero merece la pena estar allí sentados viendo pasar a la gente mientras nos tomamos una cervecita. ![]() Iglesia de la Roca Al final son 3 horas de paseo. Nos lleva de vuelta al puerto y nos pide los 100 acordados. Le damos 150 y me da su teléfono y su página web. Me explica que él vive en una isla y que allí hospeda a gente muchas veces porque la ciudad se satura cuando hay convenciones y eventos. Tomo buena nota... también volveré. Subimos al barco a comer puesto que no nos queda casi tiempo para nada. A las tres menos cuarto estamos en el autobús rumbo al aeropuerto. Allí nos volvimos a reunir con los otros 5 que volvían en el vuelo de antes. Un último café, souvenirs y despedidas. Nuestro vuelo debe salir a las 7 de la tarde pero sale a las 8, no sabemos si por problemas de tráfico o por otra cosa. Estamos rendidos y caemos dormidos en el avión. Llegamos a Madrid como a las 11.30. Nos toca esperar las maletas bastante rato, pero por fin a la 1 estamos en casa. Al día siguiente me despierto todavía con la sensación de ligero desequilibrio que te provoca estar en el barco. Echo de menos a mis compis de viaje y llamo a Lleida. "Justo estaba hablándole a mi hija de ti" me dice ella. "¿Bien o mal?". Se ríe y me dice: "nos lo hemos pasado muy bien ¿verdad?". Pues sí... y seguiremos haciéndolo. Lleida está a dos horas de Madrid, Zaragoza a una hora y cuarto y Bilbao está más lejos, pero como el Gran Bilbao llega hasta Madrid, seguro que podemos quedar en la Gran Vía. ¡Ha sido un placer! Como veis, hablo poco por no decir nada del barco. Es un hotel de tres estrellas sin más pretensiones, no hay mucho más que decir. He leído muchas quejas sobre las comidas y demás, pero yo no lo comparto. Las comidas no son de restaurante de lujo pero es comestible, y seguro que quien esté acostumbrado a ir a visitar ciudades y comer un trozo de pizza mientras camina, o cenar en un restaurante normalito en cualquier sitio del mundo, no le parece mal. A los de los paladares exquisitos yo les recomiendo que se pongan en la lista de espera de ese restaurante catalán ahora cerrado, pero que volverá a abrir, donde te clavan por comer aire pero queda muy chuli decir que has estado allí. Eso sí, hago una mención muy especial para todo el personal que trabaja en el barco. Desde la persona que se ocupaba del camarote, que cada día al hacer la cama doblaba el pijama de mi hija de una forma distinta y colocaba sus muñecos en la almohada, hasta cualquier otro empleado que te cruzabas por el barco. Todo eran sonrisas, palabras amables y se desviven por atenderte. Nuestro camarero preparaba cada noche en nuestra mesa cosas con las servilletas. Un día un muñeco, otro día una flor, y luego le echaba paciencia para explicarle a las niñas como hacerlo. Llamadme rara, pero yo prescindo de una comida de 5 tenedores gustosamente si a cambio tengo a ese chico, Carlos, tratando con tanto cariño a las niñas. Para mí el auténtico caviar en este viaje han sido aparte de los amigos que hemos hecho, Carlos, Sebastián y Saúl. Mil gracias por hacernos sentir en casa. ![]() Gracias por todo AMIGOS. Una cosa voy a pedir. Si habéis llegado hasta aquí, quiero hacer una última recomendación. El sistema de “puntuación” del personal de los barcos parece ser que es muy estricto. Por lo que me ha contado una persona que trabajó en un barco de crucero, tres valoraciones muy buenas equivalen a un regular, y tres regulares equivalen a un “malo” que conlleva el despido. Antes de valorar, pensad en si a vosotros mismos os gustaría que a la hora de valorar vuestro trabajo se tuviera un poco de indulgencia con los pequeños fallos que podáis cometer. Muchas veces rayamos la impertinencia cuando son otros los que nos sirven. Antes de coger el bolígrafo y poner cruces, poneos en el lugar del que está haciendo ese trabajo 📊 Estadísticas de Diario ⭐ 4.4 (10 Votos)
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