Hoy es Santa Elena, regalos y sorpresas, entre ellas un pet-shop draculín monísimo.
Ya sé que lo primero que pongo en cada etapa es lo estupendo que son los desayunos (y termino con lo estupendas que son las cenas) pero es que es verdad, y este de Casa Burgheza ¡aaaayyyy! la superdieta que va a haber que hacer cuando volvamos, pero mientras... Tenemos tentaciones de quedarnos una noche más en Sibiu, pero nos da miedo estar lejos del aeropuerto para el último día.
La familia que lleva la pensiunea, tan simpática, nos indica el mejor modo de salir de la ciudad, y claro así es realmente fácil ¡con el lío que nos hicimos ayer! Nos regala un tarrito de compota casera para el camino (y dura medio camino, obviamente).
Ya sé que lo primero que pongo en cada etapa es lo estupendo que son los desayunos (y termino con lo estupendas que son las cenas) pero es que es verdad, y este de Casa Burgheza ¡aaaayyyy! la superdieta que va a haber que hacer cuando volvamos, pero mientras... Tenemos tentaciones de quedarnos una noche más en Sibiu, pero nos da miedo estar lejos del aeropuerto para el último día.
La familia que lleva la pensiunea, tan simpática, nos indica el mejor modo de salir de la ciudad, y claro así es realmente fácil ¡con el lío que nos hicimos ayer! Nos regala un tarrito de compota casera para el camino (y dura medio camino, obviamente).
Estamos en nuestro último día completo en Rumanía, el destino final es Curtea de Arges, donde haremos noche. ¿Y por dónde llegar? Hay dos recorridos que nos hacen dudar y dudar: irnos por Cozia y adentrarnos un poco en el Valle de Olt para ver sus preciosos monasterios (alguno, como el de Horezu, es Patrimonio de la Humanidad), o bien, irnos por la Transfagarasan, conocida como una de las carreteras más peligrosas del mundo.
¿Qué hacemos? Bueno, mira, mientras lo pensamos paramos en la bonita ciudad de Cisnadie, muy cercana a Sibiu, y vemos nuestra última iglesia fortificada. Es del estilo de la Prejmer, y nos encanta. Está muy cuidada, con toda la muralla-casas circundando la gran iglesia. Curioseamos tranquilamente por todos los rincones y nos dejamos impregnar por el delicioso olor a nardos que lo inunda todo.
¿Qué hacemos? Bueno, mira, mientras lo pensamos paramos en la bonita ciudad de Cisnadie, muy cercana a Sibiu, y vemos nuestra última iglesia fortificada. Es del estilo de la Prejmer, y nos encanta. Está muy cuidada, con toda la muralla-casas circundando la gran iglesia. Curioseamos tranquilamente por todos los rincones y nos dejamos impregnar por el delicioso olor a nardos que lo inunda todo.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Y vuelta al camino y a la duda ¿nos quedamos con los Monasterios como viajeros cultos y serios que somos? Avanzamos un poco más y aparece el desvío para la Transfagarasan. Bueno, venga ya, si estamos deseando, además... ¿dónde vamos nosotros en nuestro último día, llevando a dos micos cansados de monasterio en monasterio? ¡A por la carretera!
La Transfagarasan es una carretera militar, pretendidamente estratégica, construida por Ceacescu al estilo macro-obra comunista. Cruza una parte de los Cárpatos en línea recta, lo que hace que las curvas a las que obligan los grandes desniveles sean muy, muy cerradas, y el trazado bastante espectacular. Está cerrada buena parte del año, sólo se abre en el verano.
Desde que aparece el cartel de Transfagarasan hasta que se llega a las primeras curvas, hay varios kilómetros que permiten ir viendo cada vez más cerca las altas montañas. Nos avituallamos en el último pueblecito (¡qué inocentes!) e iniciamos un camino que paisajísticamente es espectacular.
Estamos maravillados con esta carretera. Es la única carretera rumana en la que los rumanos conducen despacio y bien, el firme está estupendo y es ancha. Quien le puso el nombre de la más peligrosa, no había conducido de Rasnov a Bran ni una vez.
Nos sorprende el aire festivo y dominguero de la carretera. En cualquier sitio hay grupos de personas haciendo pic-nic, y todo el mundo para su coche en los sitios estratégicos para contemplar el paisaje y hacer fotos. Unos se dejan paso a otros, y nadie intenta adelantar.
Las curvas de cuello de cisne dislocado se suceden, pero disfrutamos de la carretera y del paisaje en plan ¿te gusta conducir?
La Transfagarasan es una carretera militar, pretendidamente estratégica, construida por Ceacescu al estilo macro-obra comunista. Cruza una parte de los Cárpatos en línea recta, lo que hace que las curvas a las que obligan los grandes desniveles sean muy, muy cerradas, y el trazado bastante espectacular. Está cerrada buena parte del año, sólo se abre en el verano.
Desde que aparece el cartel de Transfagarasan hasta que se llega a las primeras curvas, hay varios kilómetros que permiten ir viendo cada vez más cerca las altas montañas. Nos avituallamos en el último pueblecito (¡qué inocentes!) e iniciamos un camino que paisajísticamente es espectacular.
Estamos maravillados con esta carretera. Es la única carretera rumana en la que los rumanos conducen despacio y bien, el firme está estupendo y es ancha. Quien le puso el nombre de la más peligrosa, no había conducido de Rasnov a Bran ni una vez.
Nos sorprende el aire festivo y dominguero de la carretera. En cualquier sitio hay grupos de personas haciendo pic-nic, y todo el mundo para su coche en los sitios estratégicos para contemplar el paisaje y hacer fotos. Unos se dejan paso a otros, y nadie intenta adelantar.
Las curvas de cuello de cisne dislocado se suceden, pero disfrutamos de la carretera y del paisaje en plan ¿te gusta conducir?
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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De pronto ¿un teleférico? Sí, desde la Cascada Balea se puede subir hasta el Lago Balea por el aire. Y os podéis imaginar que si hay teleférico, hay chiringuitos.
El lago Balea es un lago de alta montaña, pero el paisaje árido se mitiga por lo verde que está todo y los árboles que se divisan sólo un poco más abajo. Marca la mitad de la carretera, y a partir de ahí se empieza a bajar.
Es realmente muy bonito, con la casa que parece flotar sobre él. Y está tan animado como cualquier otra curva de carretera de este país, con puestecillos y gente, en un ambiente de feria. Los puestecillos son sobre todo de comida (este recorrido no sólo lo hace gente en coche, se ven también bastantes ciclistas y senderistas). Nos comemos nuestro último delicioso rolllito.
El lago Balea es un lago de alta montaña, pero el paisaje árido se mitiga por lo verde que está todo y los árboles que se divisan sólo un poco más abajo. Marca la mitad de la carretera, y a partir de ahí se empieza a bajar.
Es realmente muy bonito, con la casa que parece flotar sobre él. Y está tan animado como cualquier otra curva de carretera de este país, con puestecillos y gente, en un ambiente de feria. Los puestecillos son sobre todo de comida (este recorrido no sólo lo hace gente en coche, se ven también bastantes ciclistas y senderistas). Nos comemos nuestro último delicioso rolllito.
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Iniciamos el descenso. La carretera deja de ser tan extremadamente espectacular y peligrosa, y se vuelve carretera de montaña normalita (y también en peor estado en cuanto al firme), pero gana aún más en belleza del paisaje. Nos paramos y nos montamos nuestro propio pic-nic con unas vistas fantásticas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Llegamos hasta la Presa Vidraru, una construcción enorme y digna de admirar. Hay barquitos turísticos que dan paseos por el embalse. Pero bueno, la verdad es que por la parte extremeña que nos toca, no hay mucha sorpresa aquí, así que nos vamos pronto.
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Ya abajo del todo, vemos como a los lados del río Arges, la acampada libre en plan familiar es la reina del lugar. La pena es que todo resulte al final sucio. La basura se amontona por doquier.
Y por último, antes de llegar a nuestro destino del día, cha cha chan la subida a la Fortaleza Poenari, el auténtico Castillo del Conde Drácula. Hemos vuelto a sus dominios (al menos turísticos) y no podemos dejar pasar la ocasión. Escalones, escalones y escalones, yo no sé cuántos subimos, pero no terminaban. Estos niños nuestros preguntan que cuándo llegamos, pero no se cansan ¡qué guay! pero nosotros... ay, los pies. Parece que estamos haciendo una extraña penitencia. Al final del todo, aparte de un señor cobrando ¿la entrada?, trozos de muralla, reconstrucción de lo que pudo ser... y unas vistas inmensas. Lo que cuenta es el camino ¿para qué llevarle la contraria a Cavafis?
Nos encontramos en las escaleras a una familia de españoles, con dos niños ¡qué raro! y nos cuentan que vienen en coche de recorrer Italia, Croacia y Montenegro, y el año pasado estuvieron en China por su cuenta ¡qué estupendo! ¡qué envidia!
Nos encontramos en las escaleras a una familia de españoles, con dos niños ¡qué raro! y nos cuentan que vienen en coche de recorrer Italia, Croacia y Montenegro, y el año pasado estuvieron en China por su cuenta ¡qué estupendo! ¡qué envidia!
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Llegamos por fin a Curtea. Nos resulta un pueblo bonito, con un parque agradable y monumentos interesantes, aunque algo desestructurado. Llegamos a nuestra superpensiuena de aquí, Casa Domneasca, en plan lujo, lujo tipo Casa Elegance.
Al subir a la habitación escuchamos cantos regionales. Y bajamos al pueblo dispuestos a disfrutar de otro rato de tipismo. Uff, los altavoces están tan altos tan altos que nos vamos corriendo y tenemos para el resto de la noche el ruido metido en los oídos. En fin, disfrutamos de la piscina cubierta para nosotros solos, y del enorme jacuzzi y de la sauna... ¡qué bien!
Al subir a la habitación escuchamos cantos regionales. Y bajamos al pueblo dispuestos a disfrutar de otro rato de tipismo. Uff, los altavoces están tan altos tan altos que nos vamos corriendo y tenemos para el resto de la noche el ruido metido en los oídos. En fin, disfrutamos de la piscina cubierta para nosotros solos, y del enorme jacuzzi y de la sauna... ¡qué bien!
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Cuando bajamos a cenar, nos enteramos que a esa hora ya no hay posibilidad de pedir cena. Volvemos a bajar al pueblo y nos alegramos porque damos con una brasería al aire libre exquisita y agradable.
Y llega el verdadero último día. ¡Qué triste! Aunque con la tensión de que tenemos que llegar a tiempo al aeropuerto se nos va la mañana rápida.
Salimos de Curtea a buena hora, y al poco estamos en La Autopista . Estupendo. Atravesamos la enorme pradera de Prahova y en unas dos horas y media más o menos estamos pasando los bosques de Snagov y entrando en Bucarest.
Al entrar desde la autopista, tenemos que circunvalar Bucarest para llegar al aeropuerto. No sabemos si no encontramos la circunvalación o que realmente era aquello, pero el caso es que cruzamos la capital (tardamos unos tres cuartos de hora) sin el más mínimo problema.
Nos dio muy buena impresión Bucarest. Su tráfico no nos pareció más caótico que el del resto del país, ni sus indicadores peor colocados. Quizás si es el primer contacto con Rumanía es un poco heavy, pero con nuestra perspectiva de conductores rumanos consumados, nos pareció bastante asumible.
La verdad es que nos gustó. La próxima vez dedicaremos algunos días a visitarla.
Y nada, las consabidas horas de espera en el aeropuerto, la llegada a Madrid, la búsqueda de nuestro coche en el parking, el recorrido hasta Sevilla. Y cansados y contentos y tristes, volvemos a la cruda realidad.
Salimos de Curtea a buena hora, y al poco estamos en La Autopista . Estupendo. Atravesamos la enorme pradera de Prahova y en unas dos horas y media más o menos estamos pasando los bosques de Snagov y entrando en Bucarest.
Al entrar desde la autopista, tenemos que circunvalar Bucarest para llegar al aeropuerto. No sabemos si no encontramos la circunvalación o que realmente era aquello, pero el caso es que cruzamos la capital (tardamos unos tres cuartos de hora) sin el más mínimo problema.
Nos dio muy buena impresión Bucarest. Su tráfico no nos pareció más caótico que el del resto del país, ni sus indicadores peor colocados. Quizás si es el primer contacto con Rumanía es un poco heavy, pero con nuestra perspectiva de conductores rumanos consumados, nos pareció bastante asumible.
La verdad es que nos gustó. La próxima vez dedicaremos algunos días a visitarla.
Y nada, las consabidas horas de espera en el aeropuerto, la llegada a Madrid, la búsqueda de nuestro coche en el parking, el recorrido hasta Sevilla. Y cansados y contentos y tristes, volvemos a la cruda realidad.