4.30 De la mañana. Noche completamente cerrada, al igual que nuestros ojos. Despertábamos en Madrid. Tras recoger nuestras pertenencias por la habitación, bajamos a recepción para hacer el check out, pedir un taxi y abandonar los restos de la...
4.30 De la mañana. Noche completamente cerrada, al igual que nuestros ojos. Despertábamos en Madrid.
Tras recoger nuestras pertenencias por la habitación, bajamos a recepción para hacer el check out, pedir un taxi y abandonar los restos de la maleta que tan amablemente nos destrozaron los chicos de Iberia.
Tras apenas 5 minutos de trayecto en taxi, llegábamos a la T1 de Barajas, lugar desde donde saldría nuestro vuelo de EasyJet con destino al aeropuerto Charles de Gaulle. 17€ de trayecto en taxi.
Lo normal hubiese sido desayunar alguna cosa, pero pretendíamos dormir durante las 2 horas de vuelo, así que aguantamos hasta las 7.30, hora del despegue, sin café.
El vuelo salio puntual y sin problemas reseñables.
Mientras esperábamos para embarcar, pudimos ver el ritual típico de EasyJet, pidiendo a toda persona que lleve un bulto de mano un poco amplio, que lo meta en el molde que tienen con las medidas. Una chica llevaba una maleta trolley tipo acordeón, abultaba mucho y le pidieron que metiese la maleta en el molde. No entraba. La chica saco alguna cosa y volvió a probar. Algo mejor, pero seguía sin caber. En ese momento empezó a empujar la maleta hasta que entro en el molde. Más bien quedo encajada, ya que no podía sacarla. Por un momento pensamos que tendría que embarcar con todo el tenderete de medición de maletas. Al final su novio logro sacarla, no sin tener que tirar con todas sus fuerzas y pisar la estructura del molde para ayudar a hacer mas fuerza. Eso es medir el equipaje de mano al milímetro.
El vuelo fue muy tranquilo. 2 Horas, de las cuales fuimos durmiendo gran parte.
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A las 9.30 aterrizábamos en Charles de Gaulle, terminal 2B. Tocaba recoger el equipaje.
Mi novia y yo nos mirábamos con tensión. ¿Llegarían las maletas? ¿Llegarían enteras? La cinta de recogida estaba parada, así estuvo 10 minutos hasta que empezó a moverse.
Una de las primeras maletas que salio fue la de mi novia. Intacta, primer alivio. La mía no salía. Cuando por fin salio, a los 20 segundos la cinta de recogida se paró. Un problema técnico. Por suerte, pude recogerla y salir fuera de la zona de equipajes con las maletas intactas.
No eran aun las 10 de la mañana y ya nos dirigíamos a la estación del RER-TGV de la terminal 2 del aeropuerto. Teníamos que tomar el RER-B hasta Denfert Rochereau, donde enlazaríamos con la línea 6 de metro hasta Cambronne.
El viaje estaba empezando su mejor parte.
10 de la mañana y aun no nos había sucedido nada raro, era demasiado bueno para ser verdad. Llegamos a la estación de tren y, sorpresa. Los billetes debían sacarse en unos cajeros que solo aceptaban monedas o tarjetas de crédito con chip. Por si fuera poco, una cola de casi 1 hora fue el preambulo de un nuevo show.
Por suerte una chica estaba intentando ayudar a todos los inútiles, como era mi caso, a sacar sus billetes.
Tras una lucha desigual contra la maquina, logramos obtener nuestros billetes, pero el lio no terminaba ahí.
Había que encontrar el tren indicado.
Para la gente que vive en ciudades grandes, es sencillo orientarse en estos grandes centros de transporte, pero nosotros somos de Asturias. Un lugar donde los trenes y autobuses con mayores frecuencias pasan cada media hora, donde apenas hay 3-4 líneas de tren y donde la terminal del aeropuerto es mas pequeña que la estación de tren del aeropuerto de Paris.
En el andén había dos trenes, por suerte comprendí el funcionamiento. Las pantallas al lado del tren indicaban el destino final del tren, así como algunas paradas intermedias.
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Destacaría que los trenes parecían terriblemente viejos y gastados.
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El trayecto hasta Denfert rochereau era de uno 45 minutos. Así que pudimos relajarnos un poco y fijarnos en la gente que subía y bajaba del tren. La mayoría eran trabajadores que vivían en la zona suburbana de Paris e iban a trabajar al centro. Muchos parecían inmigrantes.
En ese momento fue cuando mi novia empezó a sentirse mal. Moquera, picor de garganta, algo de malestar….. Esto se parecía mucho a una gripe. Por suerte me había llevado unos cuantos sobres de antigripal, por si acaso. Todos los síntomas se veían agravados por el calor reinante, causados por el sol que pegaba y por la aglomeración de gente dentro del vagón.
Por fin llegábamos a nuestra estación.
Teníamos que salir del tren, coger las tarjetas Paris Visite y tomar la línea 6 del metro hasta nuestro hotel. Más problemas. Nos perdimos, subíamos, bajábamos, escaleras, puertas que se activaban con los tickets que queríamos comprar…….. y todo eso cargados con las maletas. No podemos salir de casa. Al final me calenté y pulse un botón en la pared para llamar al jefe de estación y preguntar que teníamos que hacer. Me mando salir a la calle y volver a entrar.
En ese momento vimos que lo de respetar los tornos de entrada y salida no es algo que hagan habitualmente los parisinos. Algún vigilante llamo la atención a alguna persona, pero eran sistemáticamente ignorados por los viajeros.
Nosotros preferimos sacar nuestras tarjetas Paris Visite. 14€/cada una. 3 Zonas para 2 días, incluyen descuentos en varios lugares típicos de Paris. Una adquisición muy recomendable. Es como un ticket de metro, cada vez que entras al metro, al RER o al autobús, lo pasas por el escáner y listo. Sin limitación de viajes al día.
Por fin estábamos en el metro. Un nuevo triunfo. Las maletas empezaban a pesar mas de los 14 kilos que pesaba cada una. Por fin, tras comprender que las indicaciones solo marcan el final de la línea, para señalar la dirección del tren, subimos a la línea 6 y llegamos a Cambronne, disfrutando de las vistas de la única línea de metro de todo Paris con vía elevada.
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Apenas 100 metros entre la estación y el Hotel Ibbis que habíamos reservado. 168€/2 noches. Nos dieron una planta alta, la octava, pero sin vistas a la Torre. En Cualquier caso, la habitación era funcional, cómoda y con un baño limpio y cómodo. Eran las 12.30, la habitación estaba preparada y subimos a ducharnos y descansar un poco.
Además había que empezar a medicar la gripe.
Nos quedamos medio dormidos hasta la 1.30, hora a la que empezamos a movernos, ya que teníamos reservada la subida a la Torre Eiffel a las 2 de la tarde.
A las 2 menos cuarto salíamos del hotel. Sin saber cuanto se tardaba en llegar.
Para evitar sustos con el metro, fuimos caminando. Aunque la ultima parte por los Campos de Marte, fue corriendo. Como fuimos por la parte lateral de los campos, los árboles no nos dejaban ver la Torre, así que no la vimos hasta que estábamos a sus pies.
Menudo impacto visual.
Ambos pensamos lo mismo: Menuda mole. No nos extraña que a los parisinos no les gustase.
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Como teníamos los tickets imprimidos desde casa, fuimos directamente a la entrada, nos registraron las mochilas y a la cola para el ascensor a la segunda planta.
Era mi momento. Rodeado de la gran estructura metálica remachada. Estaba haciendo algunas fotos curiosas para mi padre. Un ingeniero industrial que ha dedicado su vida al acero. En ese momento un hombre mayor se acerco a mi y en ingles repregunto si podía hacerle una foto. Tome su cámara y en ese momento me dijo que no. Que la foto quería que se la hiciese en la cima. Le dije que por supuesto.
Subimos en el ascensor hablando. Era un escocés que había vivido y trabajado toda su vida en Australia y acababa de retirarse y volvía a vivir a Escocia, pero por el camino estaba recorriendo todas las capitales europeas. Al decirle que yo era asturiano ambos dijimos lo mismo: We are celts! La tribu celta une mucho.
Hice buenas migas con este hombre.
El ascensor nos dejo en la segunda planta, lugar donde hay un precioso mirador. Mucha gente prefiere no pagar la diferencia para subir a la cima, pero en mi caso, quería subir si o si. El tiempo acompañaba. Muchas veces la cima no es accesible por las condiciones climatologicas .No era el caso y había que aprovecharlo
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Tras una breve espera, tomamos un nuevo ascensor hasta la cima.
Al salir a la zona mirador, casi se nos desencaja la mandíbula. Impresionante. La tarde estaba despejada y podía verse todo Paris. No dejábamos de señalar lugares que hasta ese momento solo habíamos visto en foto.
Aquello se convirtió en una orgia de fotos de todo tipo.
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En un determinado momento, estaba fijándome que muchas parejas tenían copas de champagne. Ana y yo comentábamos que era un detalle romántico, cuando un chico de mi edad que estaba con su novia, llevo su mano al bolsillo, saco el estuche de un anillo, hinco la rodilla en el suelo y le pidió matrimonio a la chica.
El se reía avergonzado, ella se reía mientras lloraba, alrededor la gente hacia fotos y se reía. Se veía claramente que ella aceptaba, pero no terminaba de decirlo porque la risa y las lágrimas se lo impedían. Finalmente ella logro asentir y se fundieron en un largo y precioso abrazo, adornado con innumerables besos y expresiones de amor.
Que bonita escena para comenzar nuestras andanzas por esta ciudad.
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No pude menos que felicitar el chico por su valentía y por la respuesta afirmativa de su novia.
En honor a ellos y a nuestro amor, decidimos tomar dos copas de champagne. Hay una pequeña estancia donde un camarero te sirve las copas de champagne, blanco o rosado a 10€ la copa. Caro, pero es una vez en la vida.
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Además me lleve como recuerdo el corcho de la botella que descorcharon para nosotros. Son los detalles que me gusta guardar de los viajes.
Tras algo mas de una hora en la cima, decidimos ir bajando.
Tardamos mucho mas tiempo en bajar, que en subir. En el tercer piso, hay unos paneles que indican la distancia a diferentes ciudades del mundo. En nuestro caso, España esta representada por Madrid y Barcelona.
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La forma de saber de donde es cada persona que pasa por este lugar es ver en que ciudad se fija o a que nombre le hace una foto. Somos así de previsibles.
Durante el descenso en ascensor nos encontramos con un grupo de andaluces que venían en la excursión que organiza Disney y que desoyendo los consejos de los guías, habían subido hasta la cima, con lo cual, regresaban tarde al autobús. Eran las únicas personas que gritaban y hablaban a gran volumen en el ascensor. Mira que somos gritones los españoles.
Ya en tierra firme, decidimos ir caminando hasta Trocadero para conocer las famosas vistas de la torre.
Justo a los pies de la torre pude comprobar los niveles de seguridad de Paris. El ejercito estaba alli apostado, al dia siguiente comprobarias el porque.
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Por el camino, mientras cruzábamos el puente sobre el Sena, nos llamo la atención la cantidad de trileros que había en el puente. No comprendemos como la gente puede seguir picando en este juego.
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Una vez en Trocadero, la Torre gana mucho. Debido a sus colosales dimensiones, uno tiene que alejarse de ella para poder apreciarla.
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En Trocadero vimos como rodaban parte de algun programa de televisión, la pinta de la presentadora era bastante afrancesada.
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Como ya eran las 4.30 pasadas y a las 7 teniamos que acercarnos al restaurante a cenar, decidimos volver paseando por los Campos de Marte hasta Cambronne, para arreglarnos para la cena.
Al pasar bajo la torre cumpli una de las tonterias que suelo prometer antes de iniciar los viajes.
Justo cuando estabamos en el centro de la base, me tumbe en el suelo, hice una foto hacia arriba. Todos los turistas me miraban raro, pero las miradas se volvieron risas cuando señale el cielo y a voz en grito solté: Mirad que pedazo de p…….. tengo!!!!!
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Un tanto ruborizado, pero con la sensación de haber cumplido lo que me había propuesto, volvimos paseando por los Campos de Marte viendo diferentes perspectivas de la Torre, hasta la Escuela militar.
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Allí giramos a la derecha y llegamos a una plaza donde había un par de terrazas con buena pinta. Nos sentamos y pedimos un café y una cerveza.
Como hacia sol, estábamos muy a gusto, a pesar de los 14€ por el café y la cerveza.
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Tras el pequeño refrigerio, nos volvimos al hotel para adecentarnos para la cena.
Durante el camino de vuelta al hotel vinos algunos detalles curiosos, incluida una inmobiliaria con precios prohibitivos o los restos de una bici robada.
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Las vistas desde la habitación del hotel no eran espectaculares, pero estaban bastante bien.
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Un pequeño trayecto en metro nos dejo bajo la Torre Montparnase, lugar donde teníamos reservada la cena. Restaurante Le Ciel du Paris. En la planta 56 de dicha torre, el ascensor desde el vestíbulo tarda 36 segundos, el más rápido de Europa, hasta se nos taponaron los oídos, realmente impresionante.
No nos dieron la mesa junto a la ventana, sino un poquito más adentro, pero no mucho.
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Pudimos disfrutar de las vistas al atardecer, el encendido de la iluminación de la Torre, así como de los juegos de luces a las horas en punto.
El camarero que nos atendió fue muy amable, sin llegar a ser pesado. Ambos cenamos un menú de 51€/cada uno. Ambos elegimos lo mismo. Salmón ahumado de primera y Pintada de segundo. El salmón era espectacular, no lo cambiaria por el mejor jamón de Jabugo. La pintada estaba buena, pero la elaboración no permitía disfrutar del sabor de la carne, ya que el acompañamiento le mataba un poco el sabor. Todo esto fue regado por una botella de Burdeos, como exigía la ocasión. El vino no iba incluido en el precio del menú y en la carta de vinos, había de todo. Desde media botella de Burdeos por 20€ a algunas botellas de tinto o champagne que superaban los 2000€. Al ver esos precios, mi tarjeta MasterCard y la Visa estuvieron a punto de inmolarse.
Por mi parte, el postre consistió en una degustación de quesos franceses. Un camarero viene con una mesa auxiliar donde tiene unos 15 o 20 trozos de queso diferentes y te pregunta cual prefieres. Yo probé 5 tipos diferentes, pero el que mas me sorprendió fue uno llamado Forme D´ambert, una especie de queso azul. El camarero no dejaba de repetirme que era muy fuerte, se ve que no sabia que venia de la tierra del Cabrales y el Gamoneu. Este ultimo es el queso mas caro del mundo 45€/Kg.
Ana por su parte pidio una tartaleta de chocolate fundido con una bola de helado. Deliciosa.
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Realmente era espectacular, por lo poco que me dejo probar. La tartaleta estaba recién sacada del horno, el chocolate recién fundido. Un postre espectacular.
Tras unos cafés y pagar la cuenta, volvimos hasta el hotel caminando. En ningún momento tuvimos sensación de inseguridad. Eso si, como mi novia iba arreglada con un vestidito muy vistoso, tacones y maquillada, mas de uno estuvo cerca de golpearse con una farola o caerse por girarse a mirarla. Más de un piropo se llevo. Por momentos creí que tendría que pelearme con algún buitre Frances. Por suerte yo también me lleve alguna mirada por parte de alguna parisina, cosa que me subió la moral.
Serian las 10 de la noche y por la calle veíamos mucha gente en bicicleta y mucho ambiente en las terrazas de los bares. A pesar de ser un lunes.
El paseo fue muy agradable, no hacia ni gota de frío, levantamos alguna mirada de deseo (Ella mas que yo) y disfrutamos de la iluminación de las calles y edificios parisinos sin perder de vista la cima de la torre Eiffel con sus focos a modo de faro urbano.
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Con la llegada al hotel concluía nuestro primer día en Paris. La gripe de Ana no quería remitir a pesar de seguir consumiendo los sobres de antigripal que habíamos llevado. Por suerte ya habíamos localizado una farmacia junto a la estación de metro y junto a nuestro hotel.
Es el primer diario que me leo de principio a fin!Con tanta emocion de lo que os ha pasado has conseguido que me quede hasta el final para ver que mas os sucedia jajaja.En serio, muy bueno.
buen diario y excelentes detalles. Que sigais siendo felices. Se te ha olvidado poner una foto de tu novia ese día que tanto la miraban en la cena los franceses, ¿o es que no quieres que la miremos nosotros los españoles? Es broma, saludos.
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