Después del viajecillo de rigor de 5 horas y pico llegamos a la Habana a la hora de comer, donde nuestro nuevo amigo Alberto nos estaba esperando con un montón de planes para lo que nos quedaba de día, ya que ya habíamos comprado los billetes para la mañana siguiente con destino Viñales.
Tras una refrescante ducha en su precioso piso de Nuevo Vedado nos dirigimos unas calles mas abajo al Gran Palenque, sede del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, donde pudimos disfrutar del festival FolkCuba que se celebra 2 veces al año con danzas folklóricas cubanas y de antecedentes africanos e hispánicos.


Fue una tarde para recordar, lo que vimos no tenia ni punto de comparación con los pobres espectáculos de danza afrocubana que habíamos visto en Trinidad por ejemplo, esto era autentico… todos y cada uno de los asistentes (exceptuando a los pocos y atónitos turistas) acabaron participando en el espectáculo. Sencíllamente increíble.
Aun con el ritmo de los tambores metido en el cuerpo fuimos a dar un paseo por la zona de la Catedral, pasando por la Plaza de Armas, la Plaza Vieja, y entrando en infinidad de edificios (hoteles, iglesias, cafeterías antiguas, farmacias, etc etc) que nuestro amigo cubano, como buen estudioso y amante del arte, conocía y no quería pasar por alto.
Esta es la famosa Bodeguita del Medio
Plaza Vieja
Me sentí afortunada ya que vimos cosas y aprendimos curiosidades que difícilmente se encuentran en las guías. El nuestro era un guía de lujo.
Finalmente fuimos a cenar al barrio chino, otro sitio curioso donde pasar un buen rato.