Voy a comenzar mi diario de viaje contando un poco el marco en que se realizó. Realmente nosotros (mi novia y yo) teníamos previsto realizar un crucero por el Mediterráneo, pero 2 días antes de nuestra salida desde Valencia, nos llamaron de la agencia de viajes Ecuador para decirnos que la compañía Happy Cruises había quebrado y que el barco no salía. Como alternativa para compensarnos, en viajes Ecuador nos ofrecieron este crucero por Turquía y Grecia, por un precio menor incluso que el que habíamos pagado por el del Mediterráneo (España, Francia e Italia). Por supuesto aceptamos tras los nervios iniciales, y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en Estambul. Nuestro barco era el Grand Celebration de la compañía Iberocruceros. Recomiendo 100% tanto barco como compañía. Ninguna queja al respecto.
En el diario voy a intentar limitarme a hablar de las ciudades que vimos, porque hablar de la vida en el barco creo que no merece la pena. No porque no esté bien o no sea apasionante. ¡Es genial! Pero los que han estado ya conocen como funciona, y los que no, hay cientos de sitios donde se habla de ello, y además merece la pena ir sin ideas preconcebidas y disfrutar de la vida 7 días a bordo de un barco. Os lo recomiendo a todos.
Así que nuestro viaje comienza un lunes por la noche cuando llegamos a Estambul. Llegamos tardísimo, así que poco más que cenar algo rápido e ir a dormir al camarote para al día siguiente madrugar y disfrutar de Estambul.
Nos pusimos en pie temprano, desayunamos a las 8:00 y antes de las 9:00 ya estábamos caminando por el puerto de Estambul. Estambul es una ciudad enorme, pero realmente si se tiene poco tiempo para verla, todo lo fundamental está bastante cerquita. Desde el puerto donde nos dejó el barco, cruzamos el Bósforo por el puente de Gálata. Todo esto está en la parte europea de Estambul. En la parte asiática no estuvimos, pero casi todo el mundo coincide en que está mucho más “europeizada” que la parte europea. Cruzando el puente de Gálata, llegas a la Mezquita Nueva. Es una mequita enorme e impresionante junto al Bósforo. Si no conoces nada de Estambul, seguro que te quedas ensimismado y entras a verla; sin embargo nuestro tiempo era escaso, y debíamos darnos prisa por conocer lo fundamental de Estambul. Así que apenas nos detuvimos y tomamos un tranvía junto a la Mezquita Nueva para ir a la Mezquita Azul, que está junto a Santa Sofía. Antes de eso, cambiamos algo de dinero. En muchos sitios en Estambul se aceptan euros, pero siempre es mejor llevar liras turcas para ciertas cosas (el tranvía por ejemplo). Un euro es aproximadamente 2,5 liras turcas.
El tranvía nos dejó junto a la Mezquita Azul y Santa Sofía. Son los dos principales monumentos de una ciudad enorme, que sólo están separados por unos metros (una plaza ajardinada). Tomamos algunas fotos, y nos dirigimos a la Mezquita Azul. No hay que pagar entrada por acceder, sólo tuvimos que esperar una pequeña cola y entrar. Llevábamos unas audioguías, así que aprovechamos para escucharlas durante la cola. Antes de entrar a la Mezquita, hay que descalzarse, y en el caso de las mujeres cubrirse hombros y siempre llevar pantalones o falda por debajo de las rodillas. He de decir que si bien por fuera la Mezquita Azul es un edificio impresionante, por dentro me dejó algo frío. Era la primera vez que entraba en una mezquita (sin contar la Mezquita Catedral de Córdoba, nada que ver), y quizá estaba acostumbrado a las iglesias católicas, tan recargadas de adornos, dibujos, escenas, santos, … La mezquita por dentro solo tiene lámparas enormes y una gran alfombra que lo cubre todo. La arquitectura es impresionante, pero no puedo decir que sea uno de los sitios que más me haya impactado, ni mucho menos. Además esperaba ver gente rezando, pero por lo visto durante la oración no se admiten visitas. Se permite hacer fotos, así que estuvimos un buen rato dentro tomando fotos. Salimos de allí y nos dirigimos a Santa Sofía. Santa Sofía por fuera está mucho más estropeada que la Mezquita Azul. En su día fue la iglesia más grande construida jamás, también fue una mezquita. Actualmente se la considera un museo y hay que pagar por entrar. Creo recordar que el precio era de 10 liras turcas.
Santa Sofía me gustó mucho más que la Mezquita Azul. Es imponente. Tiene el toque de mezquita que dan la cantidad de lámparas e iluminación, acompañada de las imágenes religiosas del cristianismo. Es una mezcla bastante peculiar. En las esquinas hay unos grandes paneles circulares con unos símbolos o letras árabes que le dan un aspecto de más grandeza si cabe. Hay además un importante mosaico de la Virgen con el niño Jesús, muy fotografiado y visitado. Está en el techo en la parte del antiguo altar. Si uno va a Santa Sofía, debe meter el dedo pulgar en la “columna que llora”. Se trata de un agujero en una columna, donde tradicionalmente se debe introducir el dedo, e intentar girar la mano entera. Dicen que si lo consigues y pides un deseo, éste se cumple. Como no, guardamos nuestra pequeña cola para ello.
Tras salir de Santa Sofía, fuimos directos a la Cisterna de Justiniano. Se trata de una cisterna subterránea construida en tiempos del emperador Justiniano. Su objetivo era almacenar agua, pero estaba tan bien hecha, que se ha acabado convirtiendo en sitio de visita obligada tras ser restaurada. También hay que pagar por la entrada. Se trata de un sitio muy oscuro con una luz muy tenue. Es un estanque con múltiples columnas organizadas en línea recta. Algo llamativo, es que al fondo del todo según se entra, hay dos columnas que en su pie tienen dos cabezas de Medusa. Existen varias teorías al respecto de qué hacen ahí. La más extendida es que fueron colocadas para que nadie intentara envenenar el agua de la que se nutrían los ciudadanos de Estambul. De intentarlo, las medusas le hipnotizarían y convertirían en piedra. La otra, y probablemente más real, es que la cisterna no estaba pensada para ser un lugar que visitar, y se construyó con materiales y columnas de otras edificaciones. Esas dos columnas pudieron pertenecer al templo de Medusa.
Al salir de la Cisterna, queríamos dirigirnos ya al Gran Bazar, pero antes pasamos por un puesto de helados. Yo había visto en Planeta Finito, el show que montan para darte un helado, así que convencí a mi novia para que se pidiera uno, y mereció la pena. Os dejo un vídeo que he encontrado del show que montan. Me cobraron 7 liras por helado más show (unos 3 euros).
Ya en el Gran Bazar, nos dejamos perder por la multitud de tiendas existentes. Durante unas 2 ó 3 horas estuvimos en muchísimos puestos donde compramos bastantes cosas (muchas de ellas artículos de imitación, los hay por todas partes). Aquí como no, practicamos el deporte tradicional turco del regateo. Impresionante como bajas más de la mitad del precio inicial de una compra. Los turcos si pueden te venden hasta a su madre (es un decir).
Ya con las compras hechas, salimos del Gran Bazar y decidimos ir caminando hacia el barco. Pasamos por el mercado de las especias casi sin pararnos, y cogimos algo para comer en la plaza junto a la Mezquita Nueva. Volvimos a cruzar el puente de Gálata y hacia el barco. Habíamos visto lo fundamental de Estambul en aproximadamente 6 horas.
Aún quedaba una de las mejores cosas del día. Ver cómo se alejaba el barco y dejábamos atrás la preciosa ciudad de Estambul, a la que seguramente volveremos para dedicarle en exclusiva el tiempo que se merece.
En el diario voy a intentar limitarme a hablar de las ciudades que vimos, porque hablar de la vida en el barco creo que no merece la pena. No porque no esté bien o no sea apasionante. ¡Es genial! Pero los que han estado ya conocen como funciona, y los que no, hay cientos de sitios donde se habla de ello, y además merece la pena ir sin ideas preconcebidas y disfrutar de la vida 7 días a bordo de un barco. Os lo recomiendo a todos.
Así que nuestro viaje comienza un lunes por la noche cuando llegamos a Estambul. Llegamos tardísimo, así que poco más que cenar algo rápido e ir a dormir al camarote para al día siguiente madrugar y disfrutar de Estambul.
Nos pusimos en pie temprano, desayunamos a las 8:00 y antes de las 9:00 ya estábamos caminando por el puerto de Estambul. Estambul es una ciudad enorme, pero realmente si se tiene poco tiempo para verla, todo lo fundamental está bastante cerquita. Desde el puerto donde nos dejó el barco, cruzamos el Bósforo por el puente de Gálata. Todo esto está en la parte europea de Estambul. En la parte asiática no estuvimos, pero casi todo el mundo coincide en que está mucho más “europeizada” que la parte europea. Cruzando el puente de Gálata, llegas a la Mezquita Nueva. Es una mequita enorme e impresionante junto al Bósforo. Si no conoces nada de Estambul, seguro que te quedas ensimismado y entras a verla; sin embargo nuestro tiempo era escaso, y debíamos darnos prisa por conocer lo fundamental de Estambul. Así que apenas nos detuvimos y tomamos un tranvía junto a la Mezquita Nueva para ir a la Mezquita Azul, que está junto a Santa Sofía. Antes de eso, cambiamos algo de dinero. En muchos sitios en Estambul se aceptan euros, pero siempre es mejor llevar liras turcas para ciertas cosas (el tranvía por ejemplo). Un euro es aproximadamente 2,5 liras turcas.
El tranvía nos dejó junto a la Mezquita Azul y Santa Sofía. Son los dos principales monumentos de una ciudad enorme, que sólo están separados por unos metros (una plaza ajardinada). Tomamos algunas fotos, y nos dirigimos a la Mezquita Azul. No hay que pagar entrada por acceder, sólo tuvimos que esperar una pequeña cola y entrar. Llevábamos unas audioguías, así que aprovechamos para escucharlas durante la cola. Antes de entrar a la Mezquita, hay que descalzarse, y en el caso de las mujeres cubrirse hombros y siempre llevar pantalones o falda por debajo de las rodillas. He de decir que si bien por fuera la Mezquita Azul es un edificio impresionante, por dentro me dejó algo frío. Era la primera vez que entraba en una mezquita (sin contar la Mezquita Catedral de Córdoba, nada que ver), y quizá estaba acostumbrado a las iglesias católicas, tan recargadas de adornos, dibujos, escenas, santos, … La mezquita por dentro solo tiene lámparas enormes y una gran alfombra que lo cubre todo. La arquitectura es impresionante, pero no puedo decir que sea uno de los sitios que más me haya impactado, ni mucho menos. Además esperaba ver gente rezando, pero por lo visto durante la oración no se admiten visitas. Se permite hacer fotos, así que estuvimos un buen rato dentro tomando fotos. Salimos de allí y nos dirigimos a Santa Sofía. Santa Sofía por fuera está mucho más estropeada que la Mezquita Azul. En su día fue la iglesia más grande construida jamás, también fue una mezquita. Actualmente se la considera un museo y hay que pagar por entrar. Creo recordar que el precio era de 10 liras turcas.
Santa Sofía me gustó mucho más que la Mezquita Azul. Es imponente. Tiene el toque de mezquita que dan la cantidad de lámparas e iluminación, acompañada de las imágenes religiosas del cristianismo. Es una mezcla bastante peculiar. En las esquinas hay unos grandes paneles circulares con unos símbolos o letras árabes que le dan un aspecto de más grandeza si cabe. Hay además un importante mosaico de la Virgen con el niño Jesús, muy fotografiado y visitado. Está en el techo en la parte del antiguo altar. Si uno va a Santa Sofía, debe meter el dedo pulgar en la “columna que llora”. Se trata de un agujero en una columna, donde tradicionalmente se debe introducir el dedo, e intentar girar la mano entera. Dicen que si lo consigues y pides un deseo, éste se cumple. Como no, guardamos nuestra pequeña cola para ello.
Tras salir de Santa Sofía, fuimos directos a la Cisterna de Justiniano. Se trata de una cisterna subterránea construida en tiempos del emperador Justiniano. Su objetivo era almacenar agua, pero estaba tan bien hecha, que se ha acabado convirtiendo en sitio de visita obligada tras ser restaurada. También hay que pagar por la entrada. Se trata de un sitio muy oscuro con una luz muy tenue. Es un estanque con múltiples columnas organizadas en línea recta. Algo llamativo, es que al fondo del todo según se entra, hay dos columnas que en su pie tienen dos cabezas de Medusa. Existen varias teorías al respecto de qué hacen ahí. La más extendida es que fueron colocadas para que nadie intentara envenenar el agua de la que se nutrían los ciudadanos de Estambul. De intentarlo, las medusas le hipnotizarían y convertirían en piedra. La otra, y probablemente más real, es que la cisterna no estaba pensada para ser un lugar que visitar, y se construyó con materiales y columnas de otras edificaciones. Esas dos columnas pudieron pertenecer al templo de Medusa.
Al salir de la Cisterna, queríamos dirigirnos ya al Gran Bazar, pero antes pasamos por un puesto de helados. Yo había visto en Planeta Finito, el show que montan para darte un helado, así que convencí a mi novia para que se pidiera uno, y mereció la pena. Os dejo un vídeo que he encontrado del show que montan. Me cobraron 7 liras por helado más show (unos 3 euros).
Ya en el Gran Bazar, nos dejamos perder por la multitud de tiendas existentes. Durante unas 2 ó 3 horas estuvimos en muchísimos puestos donde compramos bastantes cosas (muchas de ellas artículos de imitación, los hay por todas partes). Aquí como no, practicamos el deporte tradicional turco del regateo. Impresionante como bajas más de la mitad del precio inicial de una compra. Los turcos si pueden te venden hasta a su madre (es un decir).
Ya con las compras hechas, salimos del Gran Bazar y decidimos ir caminando hacia el barco. Pasamos por el mercado de las especias casi sin pararnos, y cogimos algo para comer en la plaza junto a la Mezquita Nueva. Volvimos a cruzar el puente de Gálata y hacia el barco. Habíamos visto lo fundamental de Estambul en aproximadamente 6 horas.
Aún quedaba una de las mejores cosas del día. Ver cómo se alejaba el barco y dejábamos atrás la preciosa ciudad de Estambul, a la que seguramente volveremos para dedicarle en exclusiva el tiempo que se merece.