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Partimos aproximadamente a las 10h hacia Teguise, con la intención de ver el famoso mercadillo que montan los domingos. Pero al llegar vimos tanta cantidad de coches, de buses y de gente, que decidimos pasar del mercadillo y dejar la visita a Teguise para un momento más tranquilo, sin agobio de aglomeraciones. Ya que estábamos por allí subimos con el coche la carretera hacia donde está el Castillo de Guanapay (o de Sta Bárbara), levantado sobre el volcán de Guanapay, el cual se usaba con carácter defensivo pues desde su emplazamiento se observa todo el mar, pudiendo prever algunos ataques piratas. Hoy día su interior alberga un museo pirata. Nosotros no entramos, nos quedamos abajo contemplando las vistas, y en seguida proseguimos nuestro camino.
De camino al Mirador del Río, subimos al mirador de Haría, y también paramos en el pueblo, al que llaman “el valle de las mil palmeras”, para tomar algunas fotos, aunque como más tarde pensábamos comer por allí no nos detuvimos mucho rato.
Proseguimos el viaje hacia el Mirador del Río, que es un lugar también proyectado por César Manrique en el que puedes observar la isla de la Graciosa. Vale mucho la pena entrar, aunque si no tienes el bono de los 6 días y te quieres ahorrar la entrada, puedes apartarte a un ladito de la carretera antes de llegar y también divisas la isla.
Tras estar un ratillo aquí, volvimos hacia Haría para comer, pero como no teníamos mucha hambre como para ir de restaurante, nos tomamos al lado de la plaza de la Constitución, en la terracita del Snack Bar Cafetería Ney-Ya, (de los mismos dueños que el restaurante Dos Hermanos, que tiene bastante fama por allí) una pizza para compartir (con dátiles, higos, pimientos y quesos lanzaroteños), unas papas arrugás con mojo verde, cola light, agua, poleo y cortado, por 21’55€. Después de comer dimos una pequeña vuelta por el pueblo, viendo la plaza Constitución y la plaza Castillo y León.
De aquí nos dirigimos hacia Mala, donde vimos los famosos cultivos de chumberas para criar cochinillas, que luego se utilizan para obtener carmín natural.
Y en seguida proseguimos hacia el Jardín del Cactus, también planificado por César Manrique, situado en unas antiguas canteras rehabilitadas, alberga más de mil especies de cactus. Allí estuvimos un rato observando las curiosas formas de algunos de los ejemplares.
Después de la visita volvimos hacia Teguise, y ya sin apenas gente, dimos una vueltecita por el pueblo, que debido al mercadillo que había tenido lugar esa mañana estaba un poco sucio. A pesar de esto, nos pareció muy bonito, pueblo tradicional canario. Como curiosidad decir que el pueblo está salpicado de numerosas cruces. Paseamos por callejón de la Sangre, plaza Constitución, plaza Clavijo y Fajardo, plaza Vera Cruz…
Como aún había luz de día, y no nos apetecía todavía volver al hotel, aunque estábamos cansados, decidimos ir hacia la playa de Famara, así que sacamos las toallas que llevábamos en el maletero del coche, y nos quedamos un rato sentados en la arena, contemplando la Graciosa en frente nuestro, los Riscos de Famara, y observando a algunos surferos que aún estaban por allí.
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Contando con protección desde los años setenta, se ha librado de repoblaciones salvajes. Hay todavía en España bastantes espacios donde disfrutar de la variedad de los bosques autóctonos así que, esta vez uno y en otra ocasión será otro
