Aviso: todavía no soy capaz de poner las fotos...prometo actualización
¡Llegó el gran día! Nos dirigimos al aeropuerto preparados y nerviosos. Facturamos en Bilbao a destino, ya que íbamos en la misma compañía. Y nada más despegar, primer contratiempo. Cuando llevábamos unos 30 minutos de viaje hacia París el piloto nos informa de que había que regresar a Bilbao por "problemas técnicos". Las azafatas, todo sonrisas y amabilidad, no daban mayor explicación aunque yo las veía muy tranquilas...por lo que yo también me tranquilicé. Efectivamente fue un problema menor (al parecer el compartimento de las maletas no estaba bien cerrado), pero nos llevó aterrizar en París con una hora de retraso. Primer consejo (y eso me pasa por catastrofista): coged una conexión con tiempo. Habíamos tenido la posibilidad de salir de Bilbao en el avión siguiente y no perder tanto tiempo en París (una diferencia entre 2 y 4 horas) pero se nos ocurrió que. quizás el avión de Bilbao tenía problemas técnicos...voi lá!
En Charles de Gaulle nos dimos una vuelta y comimos algo. Todo carísimo...
Al acercarnos a nuestra puerta de embarque descubrimos uno de los rasgos de la idiosincrasia china. Sí, efectivamente, aunque me costaba creerlo: no saben ponerse en una cola. Tampoco los viajeros chinos que regresan de Europa. Y mira que en un avión tienes los asientos reservados (que da igual entrar primero que último, que seguro que entras). Pues no, a mogollón delante del personal de tierra. Total, que nos mimetizamos con el ambiente y allá que nos agolpamos entre los asiáticos.
Al entrar en el avión, la siguiente tomadura de pelo. Airfrance te permite elegir asientos con bastante tiempo de antelación vía internet. Dos meses antes nos pusimos a ello y daba la opción (según el plano del avión que aparece en la página) de escoger cualquier asiento, incluso los de salida de emergencia. Cual es nuestra sorpresa al entrar en el avión que no, que no teníamos los asientos de salida de emergencia, sino los que se encontraban justamente detrás. Por los de emergencia te cobran un plus!!!
Finalmente y tras 12 horas de vuelo aterrizamos en Pekín. Eran aproximadamente las 12:00 de la mañana. Pasamos la aduana (sin ningún problema, el personal es muy correcto), cogimos las maletas y nos dirigimos a los taxis. Menos mal que llevábamos la dirección del hotel en chino (¡imprescindible!). El hotel se encontraba a unos 10 minutos andando de Tiananmen. Fue curioso porque, al ir llegando, el conductor giró en sentido contrario al hotel. Al darse cuenta de su error, automáticamente paró el taxímetro y se dirigió en la dirección correcta pidiéndonos disculpas. Descubrimos que los taxis en China no solo son económicos sino que además (cuando te cogen) son muy cumplidores.
Al llegar al hotel, (el cual es una mole de cemento estupenda), en recepción nos hicieron un upgrade de habitación. Resultado: planta 17 con vistas a Tiananmen y a los edificios gubernamentales de los alrededores. No sé el porqué del detalle, la reserva fue hecha por Expedia.
La habitación hermosísima y muy completa. Nos refrescamos un poco y salimos a pasear.
Nos dirigimos a Tiananmen caminando. La primera impresión: grande, muy grande. Pasamos los controles para entrar y una vez dentro, nos convertimos en los souvenirs de los chinos! Todo el mundo nos tiraba fotos. Nos llamó la atención observar la poca cantidad de occidentales que nos movíamos por la plaza. Teniendo en cuenta que es el centro neurálgico y turístico de Pekín fue impactante.
Tras pasear un poco nos acercamos a unos hutongs cercanos a la ciudad prohibida. Me compré en un puesto un rollito con lechuga, jamón, tomate...Mientras daba el primer mordisco recordé esa famosa regla de oro del viajero "no comas nada de chiringuitos ambulantes y verdura que no sabes dónde la han lavado". A pesar de ello el rollito me supo a gloria y no, sorprendentemente no me sentó mal. Toda la experiencia por menos de un euro...
Tras pasear un poco acabamos en Wangfujing. Dimos un paseo por el mercado nocturno. Vimos los pinchos de escorpiones y similar....y sí, solo se lo comen los turistas. No vimos a un solo chino acercarse. Así que, allá donde fueres...
Encontramos como quien no quiere la cosa uno de los restaurantes más conocidos de pato laqueado, el Quanjude. Como ya habíamos hecho hambre nos acercamos a cenar. Qué sitio más raro...entras en una recepción muy peculiar llena de jarrones y luces de neón y te reciben dos chicas chinas estupendísimas vestidas para la ocasión. Tras comprobar que tenían sitio en el restaurante (mediante un micrófono y un auricular) nos acompañaron hasta un ascensor. Subimos 5 plantas y al abrirse la puerta nos esperaba otra chica estupendísima la cual nos acompañó a una de las salas y nos acomodó en una mesa. Mientras nos dirigíamos por el pasillo se podía ver la cocina tras un cristal, los patos colgando, un pub con pinta de burdel, mucho neón y brillos...
En la mesa nos dan un seudoipad con la carta en el cual no somos capaces de encontrar el dichoso pato. Finalmente le preguntamos a la camarera (también estupendísima) la cual se comunica vía auricular con no sabemos quién y sobre una calculadora nos informa de lo que nos va a costar

El pato, muy bueno, el precio, caro para la ciudad. El servicio, no está mal. El sitio, vuelvo a lo mismo, muy raro...
Y de ahí al hotel a descansar.
Seguiremos!