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En resumen puedo decir que la isla te cautiva por ser muy diferente a lo que imaginas, yo me imaginaba playa con arena negra y la zona del Timanfaya volcánica, pero en ningún momento se me pasaba por la cabeza lo que vi y viví.
Una isla cubierta por todos los sitios de lava y solo interrumpida por pequeños núcleos con todas las casa iguales, todas blancas y súper unidas, un paisaje que emociona por su diferencia con cualquier otro sitio visitado.
Un lugar por el que la carreteras son de repente cortadas por un camino sin ningún aviso, un lugar donde ves una zona llena de piedras en forma de semicírculo y donde a pesar de la enorme sequía cultivan uva para hacer vino gracias a esos semicírculos que contienen la poca humedad que hay, un lugar que no te deja de sorprender, un lugar en el que no podré dejar de pensar durante mucho tiempo
Ha sido una experiencia maravillosa y sorprendente que recomendaré a todo el mundo por lo dicho, su diferencia con el resto.
En el paseo al Timanfaya te van poniendo un CD y te van contando un poco la historia de estas formaciones y este paisaje que se formo tan maravilloso, y me quede con una frase del párroco Lorenzo Curbelo de Yaiza, que quizá de una pequeña idea de lo que allí ocurrió
“El día 1 de septiembre 1730, entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió en Timanfaya, a dos leguas de Yaiza…y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra”
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