Gracias a que nuestro hotel estaba justo enfrente de la estación, pudimos tener tiempo de desayunar. El siguiente tren, con destino Irkutsk, salía a las 9’34 hora de Moscú, es decir, las 11’34 hora de Ekaterimburgo.
Como ya sabíamos que la hoja impresa valía directamente para entrar al tren, íbamos más tranquilos que la primera vez. También conocíamos ya la estación, del día que llegamos a Ekaterimburgo. Aún así fuimos con tiempo, pero el tren tardó bastante en abrir las puertas y dejar subir a la gente.
Al llegara la puerte de nuestro vagón nos esperaba un “provodnitso” en esta ocasión. Al tenderle nuestra hoja con los pasaportes nos miró bastante mal y se puso a gritarnos algo en ruso
De repente vimos a una empleada de la estación, con un chaleco de la rzd y una chapita con su nombre; le enseñamos la hoja y le tratamos de explicar que necesitábamos los “biliet”. Tranquilamente, se acercó a una de las múltiples máquinas rotuladas “rzd” con pinta de cajero automático (que habíamos visto tanto en la estación de Moscú como en esta, sin saber qué eran), pasó el código de barras por el lector, tecleó el número de uno de nuestros pasaportes en la casilla correspondiente y “voilá”, ¡se imprimieron nuetros billetes!, que salieron por una ranura… La mujer se reía cuando no hacíamos más que decirle millones de veces “spasiba”, “very spasiba”, “spasiba a lot”…
Mientras nos sacaba los billetes, me dio tiempo a ver que la maquinita permite elegir el idioma: ruso o inglés… para el próximo transmongoliano, ya lo sabemos.
Volvimos corriendo al andén agitando los billetes y diciéndole al “provodnitso”: “¡biliet, biliet!”, nos sonrió y, tras comprobar los pasaportes, nos dejó subir
Nunca entenderé por qué en Moscú nos dejaron subir sólo con la hojita y en Ekaterimburgo no.
Nuevamente nuestro compartimento doble: esta vez por más tiempo, unas 55 horas; dos noches y un día completo. Y la vida en el tren, tranquila: mirar el paisaje, bajar en las paradas (una de las veces compramos una especie de “bollo-pan” relleno de verduras, como si fuera un rollito de primavera, muy rico), descansar, tomar cervecita en el PECTOPAH, jugar a las cartas, leer, charlar, pensar, ver alguna peli en el iPod, dormir muchísimo
El listillo de nuestro “provodnitso” se cobró su propina: al ir a cargar el móvil vimos que no teníamos electricidad en el enchufe y fuimos a decírselo, y nos dijo, escribiéndolo en un papel, que eran 110 rublos… ¡qué listo!
Por la noche, intentábamos dormirnos pronto, porque las horas se iban sumando. Irkutsk son 5 horas más que Moscú y 7 más que Madrid; es decir, que cuando en Madrid eran las 5 de la tarde, en Irkusk las 12 de la noche… pero claro, no había manera, así que nos dormíamos tarde, y nos levantábamos tarde. Aún así, como vas poco a poco, parando en las ciudades, no es muy difícil ni traumático el ir cambiando el ritmo.