Este día queríamos hacer un tour para ir a ver la frontera de Asia con Europa y el lugar donde encontraron los restos de los Romanov. La Lonely Planet dice que no hay oficina de turismo propiamente dicha, pero que hay una empresa, Ekaterimburg Gude Centre, que organiza visitas. Fuimos a la dirección que indicaba = ¡¡ERROR!!
Como comenté, nuestra edición de la guía no está actualizada y nos jugó alguna pasada y esta fue la primera: la agencia no estaba en ese sitio, pero nosotros tardamos en darnos cuenta, y perdimos bastante tiempo callejeando. En la otra guía, (“Trans-Siberian Handbook” de TRAILBLAZER) ponía que esta agencia estaba en “pr Lenina 52/1, office 12”.
La avenida Lenina es una calle muy grande en el centro de la ciudad, por lo que tuvimos que caminar bastante. Lo de “52/1” era un poco raro: es como que las manzanas están numeradas, y era la número 52, portal 1. Encontramos un cartelito con un 52 en la esquina de un edificio, pero el 1 no aparecía por ningún lado, dimos varias vueltas y a punto estábamos de desistir cuando entré a un supermercado a preguntar.
Casualidades de la vida, le enseño la dirección de la guía a un vigilante del súper y me presenta a un señor que estaba comprando; ¡resulta que ese señor era el director de la agencia! (surrealista total); él se presenta, se llama Konstantin y habla muy bien inglés; le explico que no encontramos la oficina, y me dice que es un poco difícil, sale conmigo a la calle y justo al lado del súper hay una puerta metálica gris sin ningún número ni nada, la abre y me dice que en el primer piso, en la puerta número 12 está la agencia, que hablemos con su colega, la señorita María.
Efectivamente, así hicimos; el edificio estaba un poco destartalado por dentro, pero la oficina estaba muy bien. Cuando le explicamos a la chica lo que queríamos, nos dice que justo Konstantin iba a hacer un tour de unas 4 horas con dos señoras australianas y que salían en ese momento, que si nos interesaba; le dijimos que sí y le llamó inmediatamente; nos dijo que bajáramos que nos recogía en su coche.
En la calle nos montamos con él (yo creo que le pillamos ya de camino y se dio la vuelta) y nos fuimos a recoger a las australianas para comenzar nuestra visita. ¡Tuvimos muchísima suerte! Eran las 12 del mediodía, y pensar que si nos hubiéramos entretenido más buscando en la otra dirección o si no hubiera preguntado en el supermercado, habríamos llegado tarde…
Konstantin es un tío muy majo, te va explicando muchas cosas por el camino, sobre la ciudad, sobre la gente… La primera parada fue en un memorial a las víctimas de los gulags que hay en las afueras de Ekaterimburgo. Unas losas enormes con miles de nombres y apellidos de la gente que encontraron en las fosas comunes que había por allí, y una representación de los símbolos de las religiones de los allí enterrados: católica, ortodoxa, judía y musulmana; la verdad es que ponía los pelos de punta.
Después fuimos a ver el monumento que hay en la frontera de Asia con Europa. Allí Konstantin nos dio unos “certificados” en plan coña con nuestro nombre, que dice que somos muy valientes por haber traspasado la frontera, y sacó una botella de una especie de sidra achampanada para brindar todos juntos (¡la botella que estaba comprando en el súper cuando lo encontré de casualidad!). Como nosotros estábamos de luna de miel, nos dijo que nos teníamos que hacer una foto en una especie de monumento bastante hortera con la silueta de dos cisnes de hierro que hay justo al lado, porque allí van las parejas de recién casados a sacarse fotos… nos lo pasamos muy bien.
Volvimos a coger el coche para ir a un complejo de monasterios e iglesias que ha construído la Iglesia Ortodoxa en honor a los Romanov, en el sitio donde supuestamente el ejército rojo trató de quemar los cuerpos. Son unas iglesias de madera, muy bonitas, pero todas nuevas, no es un sitio “histórico”. La entrada la incluía el tour, pero si querías hacer fotos tenías que sacar un ticket y nosotros no lo hicimos. Las mujeres tienen que ir con la cabeza cubierta y con falda. Yo me puse un pañuelo mío en la cabeza y como llevaba pantalones tuve que ponerme encima una especie de “pareo” que tenían en la puerta para ese fin. Además de las iglesias tienen también una exposición de fotografías de los Romanov; lo que más me impresionó fueron dibujos infantiles que habían hecho las princesas de pequeñas.
Tras esta visita, nos desplazamos por una carretera y Konstantin aparcó en la cuneta; en medio de la maleza y del bosque está la auténtica tumba de los Romanov, donde encontraron sus restos, después de que no pudieron quemarlos, y el sitio está marcado con una cruz. La verdad es que es curioso cómo la Iglesia ha montado todo ese despliegue y luego el sitio de verdad puede pasar casi inadvertido.
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Volvimos a la ciudad y nos preguntó dónde queríamos que nos dejara; le pedimos que queríamos ver el “Beatles Corner” del que nos había hablado al principio de la visita que había en la ciudad, y nos dejó cerca. Le pagamos en ese momento.
Konstantin nos había comentado que en Ekaterimburgo es muy fácil visitar los sitios relevantes de la ciudad: tan sólo hay que seguir una línea roja que han pintado los propios ciudadanos en la acera para que los turistas la sigan y encuentren cómodamente todo. Este fue otro de los motivos que hizo que nos sorprendiera esta ciudad tan agradablemente… nuestra imagen de los rusos había cambiado radicalmente, tan sólo hay que salir de Moscú.
Pasamos la tarde en la ciudad, alternando el paseo y las fotos con un refresco en un banco de un parque y con alguna cerveza en una terracita, debido al cansancio y al calor. Para cenar fuimos al “Mamma’s Big House” ya que lo recomendaban en ambas guías y habíamos visto también algún cartel. Cenamos hamburguesa y pizza. Nuevamente todo muy rico y más o menos de precio como el día anterior. Tienen post-it de colores y lápices para que dejes tus notas pegadas por ahí, nos gustó mucho este sitio.