Esta excursión era uno de los días que más ilusión me hacía de toda la estancia. Así que, la preparé con especial esmero, decidiendo, al igual que hice en el viaje de novios a Riviera Maya, organizarla por libre, nada de contratar con los Touroperadores. Por ello, consulté la información existente en este maravilloso foro, decidiéndome al final por hacer Isla Saona + Canto de la Playa con el Capitán Gringo y sus secuaces, con vuelta en catamarán. En principio reservé para los 4, pero al unirse Álvaro y su mujer, se pudo ampliar a dos más sin problema.
Así que, a las 6.30 de la mañana, ahí estábamos los 6, firmes como velas en el lobby desierto del Punta Cana. Puntual, apareció un taxista que nos montó en una van para 12 creo. De ahí hicimos una parada en un cajero para sacar unos pesos, protegido por un guardia con una recortada (nunca he sacado dinero más seguro en mi vida), y emprendimos el viaje hasta Bayahibe, donde cogeríamos las lanchas rápidas que nos llevarían a Saona.
He de decir que, en mis treinta y pocos años de vida, no he pasado más miedo en un vehículo a motor, que en esas dos horas de trayecto que separaban Punta Cana del puerto. Cometí el error de sentarme en la parte delantera y, desde ahí, puede comprobar el temerario estilo de conducción del chófer que nos tocó en suerte, madre de Dios, qué adelantamientos. En al menos dos ocasiones me vi estrellado contra el coche de enfrente. No quiero imaginar las cifras de accidentalidad de este país

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Una vez allí, abordamos las lanchas rápidas, capitaneados por el inigualable capitán Viruta, nosotros 6 ocupando la parte delantera. Craso error éste, pues en esta parte es donde más se notan los botes de las olas y, lo que al principio es divertido, acaba siendo tras un rato algo molesto para los traseros, los salvavidas acabaron de salvaculetes...... Yo, dicho sea de paso me divertí un montón con cada salto.....

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Tras un paseo por la zona de manglares, llegamos, al fin a Isla Saona, yéndonos directamente a la última playita de la isla, Canto de la Playa. La estampa es la más caribeña que se pueda imaginar, arena blanca y fina como la harina, aguas cálidas y turquesas, llenas de pececillos y cocoteros por la orilla:
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Tras un rato ahí de tiempo libre, los chicos de Gringo sacaron un ligero ágape que sentó de escándalo, unas patatillas, unos tacos de jamón york, queso y frutos secos, regados con coca cola o con ron y agua. Al gusto.
De ahí salimos para la zona de almuerzo a eso de las 12.30 horas. Hicimos una parada para visitar el pueblo de "Mano Juan", donde Iván, Álvaro y yo, nos dirigimos a una casetilla que hacía las veces de tienda donde, nos tomamos tres presidentes heladas de litro, mientras Viruta se comía su rancho. Recuerdo ese momento con especial cariño, no por ver cómo Viruta almorzaba, si no por estar ahí, con la cerveza fresquita totalmente relajados sin ningún tipo de estrés, prisa o preocupación:
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Tras esto, a la playa donde estaba el cocinero a tomar menú compuesto de langosta, costilla de cerdo y patatas asadas, bastante rico todo y con la posibilidad de repetir:
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Una vez hubimos comido y reposado un ratito, nos subimos de nuevo a las lanchas para ir a las piscinas naturales, ver las típicas estrellas de mar y, sobre todo, hacer el BAUTIZO DEL RON
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Lo del bautizo....sin palabras, el show que montó el amigo capitán Viruta con la garrafita de ron: Elige a un matrimonio ya entradito en la cincuentena, y empieza a recitar esa especie de eucaristía caribeña, con el ron como protagonista divino, con frases como "bebe el cura, bebe el obispo, primero el Papaaaaaaa" y los demás respondíamos al unísono "aaaaaaaaameeeen", todo ello mientras le echaba unos chorreones de ron a palo seco al matrimonio elegido, así entre expresiones similares y lingotazos de ron, la ceremonia dio paso al bautizo de los allí presentes, bautizo interior, claro está de Ron brugal.
Así ya contentillos nos recogió el catamarán del capitán Gringo, comandado por él en persona. Allí, entre cubatitas de ron, bailecitos y buena música, pasó el rato hasta que llegamos de nuevo a Bayahibe, para empreder la vuelta al hotel;
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Ya en Bayahíbe, de nuevo a los taxis. Yo opté esta vez por quedarme dormido y así evitarme los sustos de la ida:
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Llegaríamos al hotel a eso de las 20.00, con un palizón considerable, pero habiendo disfrutado como niños del día en Saona. Duchita y a cenar el buffet "La Catedral", luego nos asomamos al show del teatro, pero estábamos todos tan cansados que a las 23.00 ya estábamos en la cama.