Programa: -Paseo por Yangshuo, alojamiento en el Tea Cozy. Días 5 y 6 Domingo tarde y lunes mañana.
Bueno, como en la etapa anterior me puse nostálgica
Yangshuo
Yangshuo es un típico pueblo turístico que ha crecido por y para el visitante. No es demasiado grande pero todas sus calles están llenas de tiendas de recuerdos y de restaurantes y bares.
Nada más apearnos del barco tuvimos una hora para pasear por estas calles y nos sobró tiempo pues nosotros no somos de hacer compras. A pesar de esto nos llamó mucho la atención una tienda que se presentaba como Museo de las minorías en donde entramos y tuvimos la ocasión de admirar un montón de productos artesanales de gran calidad y precio excesivo y que tenía a la entrada a una muchacha bordando como reclamo. Quise comprar, pero no puedo gastarme 60€ en un cinturón bordado que puedo bordarme yo solita en dos o tres tardes, la señora decía que les llevaba una semana bordar el cinturón y dedicando todo el día, pero eso se tardaban unas 6 horas, no más. Así que me quedé sin comprar.
Y como ya os he contado mi afición por la música, esta vez volvió a suceder: una suave música sonaba por el lugar con notas dulces y musicales y, claro, no pude resistirme, así que conseguí localizar el foco de emisión y provenían de una ocarina. Y, muy cerquita estaba este otro caballero pero este tocaba una flauta dulce.
Junto a otra tienda había otra muchacha tejiendo en un telar. Muy curioso este telar, utilizaba a la chica como parte del entramado, como si su cuerpo fuera el travesaño inferior.
Y poco más puedo contaros de Yangshuo pues pernoctamos en el hotel Tea Cozy que había elegido yo caprichosamente y está a unos 7 km. de distancia del pueblo, en medio de los arrozales y junto al rio Yulong.
Hotel Tea Cozy
Así que para allá nos dirigimos, el guía comentando que nunca antes habían ido a ese hotel, ni él ni el chofer y que no sabían dónde estaba. Pero como ya os he dicho yo hago los viajes con la cara pegada a la ventana, así que pronto descubrí unos letreros en chino e inglés que ponían TEA COZY y señalaban para adelante, así que aquí, la extranjera, acabó dirigiendo a los nativos.
El guía no estaba nada seguro de que hubiéramos acertado en nuestra decisión y así nos lo hizo saber durante el trayecto, pero como ya no tenía remedio la cosa, pues era charlar por charlar. Por fin llegamos a nuestro destino y a mí me encantó: un rincón chino en pleno corazón de China.
Os he puesto una foto de la fachada de día y otra de noche, para que veáis cómo cambia el lugar. Bueno, pues si la entrada me gustó, no os cuento cuando traspasamos el umbral y entramos al hotel, directamente al pequeño jardín que adorna la entrada y del pequeño puente que hay que cruzar para acceder al interior.
El guía y el chofer nos ayudaron con las maletas y también a hacer el cheking (yo creo que estaban muertos de curiosidad). Una vez que nos dejan solos contratamos con el hotel una excursión para hacer trecking en el rio Yulong y un masaje para después, que nos lo darán en la propia habitación y nos dan la llave de la misma: piso 5º. Aquí está el único inconveniente de este lugar: no hay ascensor, así que ¡hala, a subir a pie 5 pisos y cargados! Y yo con la pata chula.
Y aquí estamos, ¡Por fin en nuestra habitación!
La habitación supera mis expectativas pues sabía desde que lo pedí que era un hotel pequeño pero con unas críticas fantásticas. ¿Os gusta, verdad? Pues salid el balcón, a ver qué os parece.
Nos llaman desde recepción que hay un té de bienvenida para nosotros y que si bajamos a tomarlo en el jardín o nos lo suben a la habitación. Naturalmente que pedimos que nos lo suban y, mientras tanto, nos sentamos en el balcón a ver el paisaje que es impresionante y a leer un poco y disfrutar de nuestras butacas y tumbona. Bueno os podéis imaginar quién disfrutó de la tumbona
Y nos llaman desde recepción que ya está aquí el coche que nos llevará hasta el río Yulong, sólo nos llevará porque el embarcadero está a tan sólo 10 minutos a pie del hotel y la vuelta la haremos andando.
Trecking en el rio Yulong
Cuando contratamos esta excursión yo no me imaginé para nada lo que me iba a encontrar. Me hice a la idea de un paseo en barca de bambú relajado y tranquilo, con paisajes agradables y bonitos y un tanto solitarios. Acerté a medias, la barca era de bambú de verdad, nada de esas de plástico imitando el bambú, el paseo fue muy agradable, los paisajes de quitar el hipo pero de tranquilo y solitario nada de nada.
Iniciamos la aventura desde el primer momento pues allí nadie habla inglés, ni el que vino a buscarnos ni, mucho menos, el barquero, así que todo por señas. Nos vamos con nuestro barquero que nos lleva hasta su balsa y menos mal que llevamos nuestros zapatos impermeables pues estas almadías se hunden en el agua con el peso de los ocupantes y te mojas los pies sí o sí.
Una vez subidos a bordo, nos dirigimos derechos hacia un tinglado formado por una cinta como las de correr, pero que está en el agua y en la que tiene que subir la barca para poder acceder al siguiente nivel. Vamos que estamos haciendo como los salmones, recorriendo el río contra corriente y salvando los desniveles. Y así hasta tres desniveles diferentes, siendo el último el más alto de los tres.
Y yo me dedico a mirar el paisaje que es precioso. No tiene nada que envidiarle al paisaje del rio Li, sólo que es más pequeño, nada más.
De repente me fijo en el otro lado y me alucino: aquello es un bosque de sombrillas como podría ser Benidorm en agosto, con bañistas y todo
Pero es que en el centro del río hay montado un mercado flotante que sigue y sigue hasta perderse en el horizonte. Se trata de almadías de mayor tamaño que nuestra barca en donde se ofrece al paseante comida y bebida y también el alquiler de trajes tradicionales de las diferentes minorías para hacerse la foto de rigor.
Y, por fin, llega el momento más emocionante: vamos a salvar el desnivel más alto.
Y, lo mejor de todo, es que cuando termina el salto nuestro barquero nos lleva hasta una de estas almadías en donde nos enseñan las fotos que nos has hecho y nos invitan a comprar las que nos gusten. Lógicamente picamos y me llevo dos.
Ya de regreso hacia el embarcadero nos encontramos con la otra actividad que hace furor en el lugar. Hemos visto en nuestro recorrido a varias personas que llevan una especie de jeringas gigantes, más grandes que un brazo, y que las meten en el agua y cuando están llenas hacen fuentes con ellas. Actividad un tanto particular pero nada que objetar a la misma, mientras no me apunten a mí. Pero ahora nos topamos con un grupo de jovencitos bullangueros en varias almadías que usan este artilugio para organizar batallas de agua.
Después de este emocionante paseo en barca, viene el segundo paseo pero, esta vez, a pie. Es un paseíto agradable que nos permite ver un poco las casas normales de la zona con sus gallinas y sus gallos, mientras una pareja de ocas se pasea tranquilamente por la calle y los pajaritos cantan en sus ramas.
Y por fin llegamos a nuestro hotel y subimos nuestros correspondientes 5 pisos y esperamos a que lleguen las masajistas que nos van a dar un “masaje chino”. No es tan agradable como el masaje de pies, pero es más fuerte y abarca todo el cuerpo, resulta agradable.
Y ahora nos toca cenar, que vamos a hacerlo en nuestro hotel, junto al arroyo del jardín,
un lugar ideal y tranquilo. Y pedimos nuestra cena, yo me pido un sándwich de jamón y queso y Jose eligió algo de la carta, no recuerdo qué, pero todo estaba buenísimo y abundante y tomamos postre y cerveza y te. Los precios muy baratos. Por cierto que tienen huerta propia y las verduras y frutas que se consumen aquí son suyas o compradas a los campesinos de los alrededores.
Y nos volvemos a subir a nuestra habitación y disfrutar de las vistas, y leer un rato y dormir.
Los arrozales
Dormimos como lirones, arrullados por un concierto de ranas que se llamaban unas a otras en una extraña competición para ver quien croaba mejor. En España me arrullan los grillos así que esto supuso una encantadora novedad.
Por la mañana me desperté muy pronto y me asomé al balcón para ver el panorama y me quedé sin habla: la niebla cubría los picos difuminándolos suavemente mientras girones de nubes se entremezclaban con el paisaje y los arrozales aparecían verdes, frescos, jugosos, todo ello cargado de humedad y de misterio
Así que agarré la cámara y me fui a hacer fotos al arrozal que hay frente al hotel, me fui despacito y sin hacer ruido para no despertar a Jose que dormía como lo que es: un santo, pobrecito mío
Nada más cruzar la calle me encontré con dos mujeres lavando la ropa en el río, como me contaba mi abuela que se hacía en el pueblo cuando era moza.
A pesar de lo temprano de la hora ya había quién se me había adelantado y labraba sus campos con afán ayudados por su bueyes
Y después del paseíto mañanero toca volver al hotel a desayunar. Cuando llego mi señor marido ya se ha levantado y me está esperando abajo listo para desayunar. Nos sentamos en el comedor, junto al jardín y esperamos nuestro desayuno. Aquí no hay bufett sino que puedes elegir entre el desayuno chino y el occidental por una pequeña diferencia de precio, naturalmente elegimos el occidental que consiste en café o té, tostadas, mantequilla, mermelada, huevos, pan y crêpes. Yo no quiero huevos así que me traen más tostadas que allí quedan porque yo no puedo comerme todo eso. Nos han servido un crêpe inmenso, que desborda un plato llano, así que lo partimos a pachas y nos comemos una mitad cada uno, relleno de plátano, tan rico. Y cuando estamos dando fin a nuestro desayuno vienen con un segundo crêpe, que lo habían hecho un poco después para que no se enfriara, vamos algo comimos, por no hacer el feo, pero no pudimos terminarlo todo. Así que nos ha parecido estupendo.
Resulta curioso que una etapa tan relajada como es esta en la que sólo hemos tenido una actividad corta nos haya dejado tan buen recuerdo. Yo creo que la tranquilidad, las buenas formas, la amabilidad, el disfrutar de las cosas pequeñas, en suma, es tan importante como el visitar grandes museos y palacios.
Cuando vino a recogernos nuestro guía estaba asombrado de que estuviésemos contentos con el hotel, no daba crédito, era un edificio normal, sin lujos y en medio de la nada y no podía entender que nos gustase.
Si me permitís una reflexión, creo que a los chinos les encanta el lujo y entienden por lujo los oropeles, los mármoles, los espacios inmensos y creen que a los occidentales también nos gustan esas cosas
Bueno y, ahora, queda volver a Guilim y visitar sus colinas y grutas, pero eso lo dejo para la siguiente etapa.
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