Programa: Visita a las Terrazas de Arroz de Longji. Día 4 de mayo. Sábado
Hoy hemos quedado prontito, que nuestro destino está lejos y hay que recorrer un buen trecho en automóvil. Desayunamos estupendamente y a las 8 en punto está nuestro guía esperando en el vestíbulo.
Bueno, parece que el cielo ha decidido no dejar en mal lugar a los meteorólogos y amanece cubierto de unas nubes grises que no anuncian nada bueno. Me temo que hoy nos vamos a mojar


Iniciamos nuestro viaje, yo, como siempre, con la cara pegada a la ventanilla porque no me quiero perder nada, absolutamente nada del viaje. Por el camino, nuestro guía nos va contando un montón de cosas sobre China, desde que fabrican coches en Xian pero que son muy malos y apenas los compran porque se averían con facilidad, hasta cuestiones de actualidad como las enseñanzas universitarias, las jubilaciones, el paro, etc. Un viaje muy ameno y entretenido. Entre otras cosas nos cuenta que en los días anteriores a nuestra llegada hubo grandes inundaciones y desprendimientos de tierras por la zona y están los ríos muy crecidos por lo que el camino hay que hacerlo con más cuidado del normal.
Según pasa el tiempo el paisaje va cambiando, cada vez hay más colinas, más altas y más verdes. Y MAS LLUVIA

No puedo remediarlo y saco la máquina y tiro fotos y fotos a pesar de los cristales. El paisaje es realmente precioso. Dejamos atrás pueblos de madera situados al borde del río apenas vislumbrados bajo la bruma.
Y, por fin, llegamos a la zona de entrada de visitantes. Aquí paramos y bajamos del coche para estirar las piernas y visitar el aseo, mientras el guía saca las entradas para entrar en la zona, no hay que olvidar que esto es una región autónoma y cobran por entrar.
Y ahora aprovecho para contaros que se puede distinguir a un chino de un occidental si le miras a la cara pero no sucede lo mismo si lo que miras es el culo. A ver, calma, calma, que me explico




Un poco de historia
Esta zona está habitada principalmente por la etnia Zhouang, la más numerosa de las minorías étnicas chinas y que ha conseguido cierta autonomía desde 1958 en que fue aprobada la Región Autónoma Zhouang de Guanxi.
Descubrimientos arqueológicos prueban que los zhouang habitan en estas colinas desde el Neolítico y lo han hecho de forma ininterrumpida desde entonces y fueron absorbidos por los han durante la dinastía Qin en el año 214. También hay población de esta etnia en otras provincias alcanzando una población de cerca de 18.000.000 de personas.
Después de la caída de la dinastía Han hubo una fuerte inmigración de la etnia Yao lo que causó multitud de enfrentamientos y hasta una guerra con episodios de gran crueldad. El hecho es que los Yao se asentaron definitivamente en esta zona y siguen, todavía, formando parte de su población aunque en un número mucho menor al de los Zhouang. Por cierto que esta etnia es famosa por la calidad de sus tejidos que tejen sus mujeres en telares manuales, así como por su habilidad en los trabajos de orfebrería.
También habitan la zona miembros de las minorías Miao que se distinguen por lo vistosos de sus trajes tradicionales.
Una subida en palanquín
Bueno, aquí estamos, ya en Longshen dispuestos a acercarnos hasta los miradores para ver las terrazas de arroz.
Y aquí empieza la aventura. Ante mí se extiende un camino empinado, sinuoso, estrecho y lleno de escaleras. Sólo de verlo me da un soponcio, yo no puedo subir esa cuesta, mi rodilla no da, no da. Me entran ganas de llorar


Pero en casos como este es donde se demuestra lo que vale un marido y lo útiles que son.





Sí, ya sé que está vacío. Pero es que me da mucha vergüenza

Para tranquilizar mi conciencia y recorrer a gusto este pueblo, decidí bajar por mis propios medios: El guía nos decía, si bajas a pie, el precio es menor, pero yo creo que se lo ganaron los pobres con la subida, así que, al final, les pagamos lo mismo y luego los hombres se deshicieron en cumplidos.
Los Arrozales
Después de toda la odisea que os he contado conseguimos llegar a nuestro destino y ¡voila! Aquí están los arrozales
Sí, ya lo sé, eso mismo dije yo. ¡No se ve nada, pero nada de nada!


Por fin vemos movimiento de gente y decimos, ¡que sube, que sube! Y corremos hasta la barandilla y, ¡justo ha subido la niebla! Tampoco es que sea para tirar cohetes, pero ha subido y podemos hacer alguna foto.
Y durante un rato estamos jugando al ratón y al gato, la niebla y nosotros. Ahora sube y corremos a hacer una foto
Ahora vuelve a bajar y no se ve nada
De vez en cuando conseguimos un rato largo en el que aclara la niebla y tenemos la suerte de pillar a un campesino en plena faena
Y hasta pudimos fotografiar a este otro que ya dio por terminado su trabajo de hoy y vuelve a casa con su caballo.
Por fin decidimos que ya tenemos suficientes fotos y comenzamos la bajada hasta el pueblo y nuestra comida. Por el camino hay demasiadas cosas que ver y demasiadas fotos que hacer y yo no sé a dónde mirar. Lo primero que me llama la atención es el pueblo en sí mismo, todo lleno de casas de madera en las que vive una única familia en cada construcción, con los animales en la planta baja, la familia en la intermedia y el almacén en la de arriba.
Muchos de estos edificios han sido reconvertidos en hostales y se puede pernoctar por precios módicos aunque también hay algún otro de precio más elevado.
Por el camino vuelve a levantar la niebla y podemos acercarnos hasta otro mirador y hacer esta foto de la zona que llaman La Luna y las 7 hermanas.
Y por fin llega la hora de comer. Esta vez nos llevan a un restaurante chino, para chinos no para occidentales. Aquí no hay bufet, tampoco carta. Hay lo que hay y está buenísimo, es la mejor comida que me han ofrecido los de CITS hasta ahora. (y aprovecho para descansar mi pierna, que con la bajada se ha cargado mucho)
Y después de comer proseguimos nuestro camino y nos encontramos con un montón de cosas curiosas. Lo primero es esta hoguera con troncos huecos de bambú al fuego. Cuando pregunto, el guía que dice que se llama Zhutong fang (arroz en bambú). Es un plato típico de aquí, pero ya hemos comido y a mí no me cabe ni un grano de arroz, así que nos quedamos sin probarlo.
Un poco más adelante hay este otro puesto con diversos alimentos listos para su consumo. Secos y ahumados. ¿Jugamos a adivinar qué son? Me apuesto lo que quieras a que sois capaces de adivinar uno de los bicho pero dudo mucho que lo consigáis con el segundo. La solución al final de la etapa.
Todo el camino es una sucesión interminable de puestos de venta, desde mujeres que venden tejidos hechos a mano en sus telares artesanales,
otras venden camisetas de recuerdo, otras frutas propias del lugar pues es una zona muy rica en frutales.
Así, a lo tonto, a lo tonto, hemos bajado toda la cuesta y mi rodilla advierte su presencia de forma constante, no grita mucho, pero grita, y no se calla.
Una vez terminada nuestra visita toca regresar a Guilim y yo aprovecho que vamos en una furgoneta para 6 personas y somos sólo dos, así que me voy a la parte de atrás, me tumbo en el asiento y coloco la pierna encima de las mochilas y noto un inmediato alivio.
No os cuento del camino de regreso porque es exactamente igual que el de ida. Pero sí os digo que aquí quedamos con nuestro guía en que nos recogería en el hotel a la hora adecuada para hacer un paseo nocturno en barco por los lagos de Guilim. Nos da tiempo a llegar, ducharnos y cambiarnos de ropa y ya es la hora de que nos recojan para llevarnos hasta el embarcadero. Vuelve a llamarme la atención que esta es una actividad que no teníamos contratada con CITS por lo que los servicios de guía y chófer no deberían estar incluidos en el precio y, sin embargo, nadie me reclama nada por este tiempo extra.
Paseo nocturno
Lo primero es aclarar que estos lagos que adornan Guilim y que están todos ellos intercomunicados son, en realidad los restos de los fosos que rodeaban la antigua muralla Ming.
Llegamos al embarcadero cuando todavía no es de noche, y lo primero que vemos son las pagodas del sol y de la luna. Están en medio del lago y, la verdad, son muy bonitas y están perfectamente conservadas. Le hago esta observación a Juan (nuestro guía) y me dice con mucha guasa, que claro que lo son, que están construidas hace la friolera de 30 años. Así están de bien conservadas, claro.
Esperamos un ratito pequeño a que esté listo el barco y subimos junto con un montón de gente, en su mayoría chinos. Se trata de unos barcos modernos de esos utilizados para dar un paseo turístico.
El paseo como tal es una tontería, agradable, resultón y tal, pero vamos, como dar un paseo por el Retiro, solo que más largo. De todas formas resulta un viaje muy agradable porque aquí, los chinos, se han dedicado e imitar los puentes occidentales más famosos y durante el recorrido vas pasando por ellos como si estuvieses en otro mundo.
Además, en mitad del recorrido hay varias barcas de bambú con pescadores y cormoranes y te hacen una demostración de cómo es la pesca con cormoranes.
El pescador tiene al cormorán atado por una pata para que no pueda escapar y pone al animal un anillo en el cuello para que no pueda tragar. Luego tira al cormorán al agua y éste atrapa a un pez pero no se lo puede tragar, así que queda en su boca. Al pescador le basta con abrirle el pico para sacar al pez y ya está, ya ha pescado.


Luego el viaje prosigue y durante el mismo hay algunas actuaciones musicales en los distintos pabellones, pero no es que el barco se pare para que los veas, sino que los atisbas mientras pasas. Solo se para al final del todo, frente al único trozo de la muralla antigua de la era Ming que se conserva. Aquí hay una representación con trajes de la época y mucha percusión y ya está.
Pero fijaros en el incongruente detalle. Hay una chica que se ha traído las medias de colorines. Digo yo que no será muy de época Ming.
Bueno y ahora media vuelta y regresamos al punto de partida. Durante el camino Juan nos dice que no cenemos en el hotel, que los precios son muy altos y que él nos lleva a un restaurante chino que hay justo detrás de nuestro hotel, a dos o tres minutos andando y que allí podremos cenar a muy buen precio y que la comida es muy buena. Así que nos dejamos guiar por él y nos lleva a un establecimiento muy limpio y con buena decoración, nada de esos cuchitriles que suelen usar los chinos. Nos gustó mucho, la verdad. Nos tomamos un plato de raviolis (20 raviolis por ración), una cerveza y un yogur chino por 35 yuanes. Compartimos todo, los raviolis Jose se comió 16 y yo 4, él bebió cerveza y yo agua de la mochila y el yogur a medias. Cenamos estupendamente y baratísimo.
Y regresamos al hotel a dormir y hacer la maleta, que mañana nos vamos para Yangshuo.
Por cierto los animales eran ratas y murciélagos.

Buenas noches.