En nuestros viajes nos gusta, siempre que es posible, combinar la visita a ciudades y monumentos con otras actividades en la naturaleza. En Sajonia nos encontramos la posibilidad de hacerlo, ya que a pocos kilómetros de Dresde se encuentra unos de los Parques Nacionales de Alemania.
El Parque Nacional de la Suiza Sajona (Nationalpark Sächsische Schweiz) está al sudeste de Dresde, y protege parte de las Montañas de Arenisca del Elba, hasta la República Checa (la parte checa de estas montañas se conocen como la Suiza Bohemia). La superficie protegida es de 36.000 hectáreas de formaciones rocosas en forma de torres, originadas por el río Elba, que sorprende a los viajeros que hacen el trayecto Dresde – Praga.
Compramos un billete familiar de un día para toda la zona del tren de cercanías, y fuimos hasta la localidad de Stadt Wehlen. Para llegar al pueblo hay que cruzar el río, pues el tren para en la orilla opuesta. Para ello tomamos un ferry que sale cada pocos minutos, y desde el que tenemos una bonita perspectiva del pueblo y del río. Desde allí iniciamos una ruta hasta el Bastei, una de las principales atracciones del parque. El comienzo del sendero es cuesta arriba, bordeada primero por algunos campos de cultivo, luego por un bosque cerrado. Había mucha humedad y, teniendo en cuenta que hacía mucho calor, empezamos a sudar la gota gorda enseguida.
Hicimos el camino prácticamente solos, con una agradable sensación de tranquilidad. Hasta que nos fuimos acercando al Bastei. Cerca hay un aparcamiento, lo que permite llegar en coche hasta muy cerca. Así que pronto la paz desapareció y nos encontramos entre grupos de visitantes. Esta zona no es muy conocida en España, pero en Alemania es un destino turístico bastante frecuentado. Es por ello que hay muy poca información sobre la zona que no esté en alemán.
Pronto llegamos al primer mirador, y las vistas son muy bonitas, con las torres de roca emergiendo del bosque verde.
Pasamos por un hotel/restaurante (es una lástima que se haya perdido la esencia natural del paraje) y nos encontramos con otra serie de miradores, con vistas espectaculares de las formaciones rocosas, del río Elba y de la Suiza Sajona.
Contemplamos el Puente del Bastei, construido en piedra para conectar unos salientes rocosos con otros. Es una de las vistas más reconocibles de la Suiza Sajona.
Luego caminamos por el puente, otro punto desde el que admirar la panorámica del lugar, y continuamos el camino, hacia la localidad de Rathen, por unas profundas escaleras entre rocas, a cuya sombra sentíamos el alivio del calor húmedo que estábamos sufriendo. Una sensación muy reconfortante.
El plan original no era bajar directamente hasta el pueblo, sino seguir otra ruta algo más larga que pasa por “Schwedenlöcher”, unos túneles formados por rocas, pero estaba cortada debido a un desprendimiento, así que tuvimos que hacer la ruta corta. Por el camino nos encontramos con gente que hacía el camino inverso, y que iban con la lengua fuera, ya que son muchos escalones los que hay que subir desde Rathen hasta el Bastei. Eso nos hizo pensar que habíamos acertado al elegir el lugar de inicio del recorrido. A medio camino hay más miradores, así que paramos a seguir disfrutando de la panorámica de la Suiza Sajona.
Ya casi abajo escuchamos música, una melodía, que al principio identifiqué con un pájaro (que otra cosa podía ser en medio del campo), pero al acercarnos descubrimos a un señor cantando ópera en una encrucijada del bosque. Cosas que pasan en Sajonia… Tomamos un desvío antes de llegar al pueblo, y llegamos a Amselsee, un pequeño lago (bueno, más bien un embalse) flanqueado por una de las formaciones rocosas del parque. Se podían alquilar barcas para dar un paseo por el lago, pero nosotros dimos el paseo a pie. Es un sitio muy bonito. Como detalle curioso, había dispensadores de comida para los peces. Lo había visto en otros sitios para las palomas, pero ¿para peces…?
Desde allí llegamos en unos pocos minutos a Rathen, que resultó ser un pueblo precioso, con casitas de madera y flores por todos lados. Después fuimos a coger el ferry para llegar a la estación, pero acababa de marcharse, pasando un rato entre que desembarcó en la orilla opuesta y regresó lleno de pasajeros. Cuando por fin cruzamos el rio, acababa de partir el tren que pretendíamos coger hacía Königstein, y no teníamos muy claro cuándo habría otro, ya que la información que yo tenía era diferente de la que ponía en el tablón, y de la que nos dio un señor, que nos dijo que el servicio de tren estaba suspendido. Nos tomamos una cerveza fría para mitigar el calor y reconsiderar la situación, y al final desistimos del plan original que era ir a la Fortaleza de Königstein. El calor era agobiante, y no me veía yo subiendo el camino hasta coronar la colina donde está la fortaleza. Así que improvisamos, y nos montamos en el tren dirección Dresde, para seguir hasta Meißen, aprovechando que teníamos billete de tren para todo el día.
Meißen es una pequeña ciudad, también a orillas del Elba, conocida sobre todo por su porcelana. Ya desde la estación se divisan el castillo (Albrechtsburg) y la catedral, situadas en la parte alta de la ciudad. Como no teníamos ninguna información seguimos las señales buscando la oficina de turismo, en el Altmarkt, donde nos dieron un plano. Esta plaza es muy bonita, con tiendas antiguas y restaurantes. La Frauenkirche, que destaca por el carrillón de campanas de porcelana, también está en esta plaza. Intentamos entrar a ver la iglesia por dentro, ya que según todas las informaciones era horario de visita, pero por más que buscamos no encontramos ninguna puerta abierta.
Subimos hacia el burg, por calles estrechas con casas de colores y mucho encanto. La puerta de entrada a la ciudadela es muy bonita, y la Domplatz es preciosa.
Entramos a visitar la catedral, de estilo gótico (3 euros). La primera impresión es que es pequeña, y la segunda, que te habías equivocado en la valoración, ya que está hecha “por partes” (diferentes épocas y estilos). Es una iglesia gótica sobre una románica, fusionadas de una forma un tanto particular. Tiene dos naves principales interconectadas a la altura del altar. Además, una capilla donde están enterrados los miembros de la familia Wettin, príncipes electores de Sajonia.
Desde allí dimos una vuelta por el pueblo, para acabar nuevamente en el Altmarkt, donde nos tomamos un agua (para hidratar rápido) y una cerveza (para refrescar), antes de volver a la estación de trenes para poner rumbo a Dresde.
Meißen nos pareció un pueblo muy bonito, con callecitas estrechas y casitas estilo medieval, que en cierta medida nos recordó a Erfurt, con su fortaleza y catedral en lo alto. Es turístico, pero no se siente tan artificial, se nota cierta vida independiente del ambiente ficticio del turismo. En definitiva, merece una visita, y llegar en barco debe estar muy bien, pasando por colinas llenas de viñas, pero al ser la visita improvisada, no pudo ser, y nos conformamos con el tren.
Ya de vuelta en Dresde, nos bajamos en la Estación de Neustadt (que por cierto, tiene una decoración preciosa rumbo al mercado en busca de comida y cervezas para cenar en “el restaurante con vistas”. Nos había gustado el sitio, sin duda uno de los lugares habituales de ocio de los habitantes de Dresde, ya que se veían algunas barbacoas y había más gente aun que el día anterior.