Éste va a ser mi primer diario de viajes. No sabía qué ruta escoger, y he decidido el viaje que hicimos a Milán mi compañero y yo, por ser especial - por ser un regalo suyo. Es una estancia corta - de 3 días - y a destajo - como siempre hacemos. La historia comienza el 23 de enero de 2012, tres días antes de que se termine mi carné joven - en muchos sitios. Con la depresión que eso conlleva - - mi novio me saca a las 23.00 h dos maletas y me pide que elija una. Escojo la más pequeña, la abro, y me aparecen fotocopias con información de Milán. Lo miro extrañada y le digo: què collons és això? (esto es: ¿qué co... es esto?). Se parte el culo y me dice: fes la maleta, que a les 6 del matí agafem un avió cap a Milán (esto es: haz la maleta, que a las 6 de la mañana cogemos un avión hacia Milán). WTF?! Me quedo absolutamente bloqueada - literal. Milán, norte de Italia, enero, frío... y yo estoy en Valencia, que no refresca ni en navidad. Sin chaqueta, sin guantes, sin botas, sin nada que tape más de 15ºC le pregunto si está loco. Saco cosas del armario, las pongo dentro de la maleta, le robo un abrigo - por listo - e intento dormir. Ja, Ja, Ja! Las dos de la mañana y yo aún despierta, dando vueltas en la cama - y él durmiendo a pierna suelta. Tengo pánico a las alturas, me da un miedo terrible volar... cuando intento dormir, me aparece un avión dando tumbos en mi mente. Creo que intento cerrar los ojos hasta casi las cinco de la mañana. Me levanto, preparo unos bocadillos, me arreglo, cogemos las maletas, y directos al aeropuerto.
Ahora sí, después de la introducción innecesaria, aquí empieza el diario
Vamos con Ryanair - cuando aún era barato. El vuelo, 6 euros por cabeza. Llegamos a Bérgamo sobre las nueve y pico de la mañana - creo recordar, la senectud empieza a afectar mi a memoria. No visitamos la ciudad ahora, lo haremos a la vuelta. Nos dirigimos a la estación de tren - hay un autobús que te lleva del aeropuerto hasta allí directamente- y compramos los billetes hacia Milán Lambrate, ya que tenemos el hotel justo en frente. Creo que no pagamos más de 12 euros por los dos billetes, y me parece que me excedo bastante. La llegada a Milán es sobre las 11. El hotel está a pocos metros de la estación, así que hacemos el chek-in, y nos vamos a dar vueltas por Milán. De hecho, nos vamos hasta la plaza de la catedral, andando; vienen a ser unos... yo qué sé... ¿4 km? Pero para qué coger el metro, si tienes piernas, ¡y una ciudad por descubrir!
Después de un buen rato, llegamos a la plaza de la catedral. ¡UALA! Flipante.
Soy amante del gótico, me encanta la Edad Media - de hecho, somos un poquillo frikis - y cuando veo aquello, con aquella plaza tan enorme, que hace aún más grandiosa la catedral... alucino. Además, era enero, Milán estaba casi vacío de turistas - por suerte. Nos sentamos en la plaza y nos sacamos los bocatas. Aún estoy en shock, porque aquello me sublima, pero con el hambre que tengo...Hacemos un rato el tonto con las palomas - creo que son más simpáticas que en otros sitios - y entramos en la catedral - es gratis, GRA-TIS - y... buah. No sé cuanto tiempo estuvimos, pero se nos pasó el rato volando.
¿Mola, o no mola?
Simpáticas palomas
Nos metemos en las galerías Vittorio Emanuele II que están justamente en la plaza, muy bonitas, y todo inasequible - obviamente, me juego la vida con Ryanair, voy a poder comprar allí... Después, empezamos a callejear sin rumbo por la ciudad, disfrutando de la misma, y nos encontramos con el Teatro alla Scala. Debo apuntar aquí que tanto mi pareja como yo somos músicos, y eso es uno de LOS TEMPLOS, y al ver que hay función vamos directos a las taquillas - hay allí alguien que te apunta el nombre, y te pone en una cola, y te saca las entradas por 15 euros, pero vamos... que vas a la taquilla y ya está, sin intermediarios y sin nada - y, ¡olé! hay entradas, y entradas baratas. Nos gastamos 23 euros por cabeza - había de mucho menos, pero oye, ya que hemos llegado hasta allí... - y decidimos seguir callejeando hasta la hora de la función. Nos sentamos en un bar a tomar un capuccino de esos que te mueres de bueno que está, y nos vamos hacia el Teatro. He estado en el Liceu de Barcelona unas cuantas veces, pero aquello lo supera. Ahora bien, como somos pobres, no entramos por la escalera principal. De hecho, no hay nadie subiendo con visones por allí - que se venden mucho en la zona -; todos se han quedado abajo (la ópera que vimos fue Los cuentos de Hoffmann, para más info). Al terminar, cogemos el metro - estamos casi muertos - y nos vamos hacia el hotel. Justo a la salida venden pizza al taglio, así que cogemos unos trozos - será de lo que nos alimentemos durante estos días -, los comemos y nos acostamos porque, al día siguiente, nos espera La última cena de Da Vinci...
*nota informativa: ir a la ópera no es caro. Hay visitas por el teatro, a las tripas del mismo, donde se puede ver el escenario y todo eso. Pero os recomiendo que, si tenéis la oportunidad, disfrutéis de un espectáculo tan grandioso como es una función en el Teatro alla Scala. Vuestros sentidos os lo agradecerán.