Cuarto capítulo, una de indios y vaqueros
Tan solo por los paisajes ya merece la pena hacer un viaje a la costa oeste americana, y este trayecto fue de los más espectaculares, alternando formaciones rocosas de mil colores con praderas infinitas, y al final, los enormes montículos rojizos tan característicos de Monument Valley.
Hicimos el viaje del tirón con tan solo un pit-stop en Kayenta para poner gasolina y comprar unos snaks.
Llegamos a la entrada de Monument Valley a las 17:30 h (hora de Utah), enseguida notas que no es un Parque Nacional, ni las instalaciones, ni la señalización, ni la forma de tratar a los visitantes es la misma. Esto es territorio Navajo, y son ellos quienes gestionan el parque. El pase anual no funciona aquí, el precio de la entrada son 20 dólares por coche, que pagamos gustosos.
Lo primero que hicimos fue asomarnos a la vista más famosa del parque y hacer nuestras primeras fotos. ¡Es espectacular! Que sitio más fotogénico…
Hicimos el viaje del tirón con tan solo un pit-stop en Kayenta para poner gasolina y comprar unos snaks.
Llegamos a la entrada de Monument Valley a las 17:30 h (hora de Utah), enseguida notas que no es un Parque Nacional, ni las instalaciones, ni la señalización, ni la forma de tratar a los visitantes es la misma. Esto es territorio Navajo, y son ellos quienes gestionan el parque. El pase anual no funciona aquí, el precio de la entrada son 20 dólares por coche, que pagamos gustosos.
Lo primero que hicimos fue asomarnos a la vista más famosa del parque y hacer nuestras primeras fotos. ¡Es espectacular! Que sitio más fotogénico…
Como nos quedaban menos de dos horas para el atardecer decidimos ponernos en camino por la terrible pista que recorre Monument Valley.
Los primeros tramos son los peores, con muchos socavones y baches enormes que no hay forma de evitar, pero teníamos un SUV para esto y el coche respondió bien en este terreno…
El problema llegó con la arena…el primer gran banco de arena que tuvimos que cruzar atrapo a nuestro Chevrolet. “Ni palante ni patras”…no nos quedo otra que bajar a empujar. Como estábamos en pendiente lo pudimos sacar enseguida y continuar con el tour que estaba siendo una pasada.
El problema llegó con la arena…el primer gran banco de arena que tuvimos que cruzar atrapo a nuestro Chevrolet. “Ni palante ni patras”…no nos quedo otra que bajar a empujar. Como estábamos en pendiente lo pudimos sacar enseguida y continuar con el tour que estaba siendo una pasada.
Pasamos de largo el desvío a Jhon Ford Point con resignación porque el tiempo nos estaba apretando bastante y a los pocos metros nos metimos en otro banco de arena larguísimo…grrrr…Esta vez los navajos que estaban cerca se acercaron a ayudarnos y después de un rato quitando arena de delante de las ruedas y tras unos empujones conseguimos poner el coche de nuevo en movimiento…buuuffff ¡qué mal rato!
Continuamos con el recorrido con un poco de miedo…porque en el siguiente tramo no se veía a nadie…y no queríamos quedarnos otra vez atrapados en la arena. Por suerte el camino, aunque con baches, era mejor y no tenía más bancos de arena.
Continuamos con el recorrido con un poco de miedo…porque en el siguiente tramo no se veía a nadie…y no queríamos quedarnos otra vez atrapados en la arena. Por suerte el camino, aunque con baches, era mejor y no tenía más bancos de arena.
Cuando terminamos nuestro recorrido el sol estaba muy bajo, a punto de atardecer, pero tuvimos tiempo para disfrutar de una preciosa puesta de sol desde The View. Un “must” en este viaje.
Ya prácticamente de noche recorrimos los pocos kilómetros que nos separaban de Mexican Hat, allí teníamos reservadas dos habitaciones en el Mexican Hat Lodge. Mientras tuvimos algo de claridad disfrutamos de las fantásticas vistas que hay durante todo el recorrido.
Habíamos elegido este alojamiento principalmente por sus famosos filetes, preparados sobre un balancín y con fama de ser espectaculares. Pues bien, cuatro carnívoros de los buenos pueden dar fé de que son de los mejores que hemos comido. Comimos dos chuletones y dos solomillos con su guarnición de ensalada y alubias y disfrutamos como en un banquete.
Habíamos elegido este alojamiento principalmente por sus famosos filetes, preparados sobre un balancín y con fama de ser espectaculares. Pues bien, cuatro carnívoros de los buenos pueden dar fé de que son de los mejores que hemos comido. Comimos dos chuletones y dos solomillos con su guarnición de ensalada y alubias y disfrutamos como en un banquete.
Un final perfecto para un día agotador que nos había dejado paisajes de los que quedan para siempre en la retina.