Sobre todo en verano, la región de Murcia es conocida por sus playas, en especial La Manga del Mar Menor, y otras menos concurridas como las del Parque Natural de Calblanque, la zona de Cabo Cope y la del Puerto de Mazarrón, por ejemplo. Sin embargo, aprovechando nuestra tradicional estancia playera en la zona de Alicante, decidimos visitar algunos lugares murcianos menos frecuentados que los de sol y playa, de los cuales había leído muy buenos comentarios en periódicos y páginas webs de viajes. Todos nos dejaron muy buena impresión.
LA UNIÓN.
Importante centro minero en épocas pasadas, La Unión está intentando atraer al turismo utilizando las viejas explotaciones ahora cerradas. En el llamado Parque Minero, situado a las afueras de la ciudad, la antigua mina Agrupa Vicenta se ha acondicionado para visitas. Hay que reservar con antelación, bien por teléfono o por internet. La visita, obligatoriamente guiada, dura unas 2 horas, cuesta 11 euros por persona e incluye la subida desde el centro de recepción a la entrada de la mina en un antiguo tren minero. El guía explica todo el proceso de la industria minera, e incluye un recorrido a pie de unos 45 minutos por el interior de la galería. La visita nos resultó muy entretenida y desde los miradores se obtienen unas buenas panorámicas de La Unión y sus alrededores, que llegan hasta la bahía de Cartagena.
Nos acercamos al centro de La Unión para comer y echar un vistazo. Su relevante pasado minero le concedió el título de ciudad y una prosperidad económica que le hizo alcanzar 90.000 habitantes a finales del siglo XIX, y derivó en la construcción de un gran número de edificios notables. Sin embargo, hoy en día apenas se conserva una pequeña muestra, pues muchos de ellos fueron derribados cuando llegó la decadencia económica, a ir agotándose los yacimientos a partir de 1919.
El más destacado de estos edificios es el antiguo Mercado Público, en el que se celebra cada año el internacionalmente conocido Festival del Cante de las Minas.
En torno a 1950, se introdujeron modernos métodos de explotación que aprovechaban los desechos abandonados, hasta que en 1991 se cerraron definitivamente todas las minas, por su poca rentabilidad y por las crecientes críticas de los ecologistas.
Nos dimos el gusto de comer en un conocido restaurante, fundado en 1910: El Vinagrero. No es barato, pero tiene un toque especial en sus platos tradicionales adaptados a lo que hoy día se denomina cocina de autor: realmente muy rico todo, si bien las raciones responden al concepto de esta nueva cocina, lo cual significa que busca más la exquisitez que la abundancia (lo comento para evitar confusiones).
En las inmediaciones, se puede visitar la zona de Portmán, cuyo erosionado paisaje resulta sobrecogedor y pone en evidencia las tremendas consecuencias medioambientales de la sobreexplotación minera que se desarrolló en esta zona durante casi dos milenios.
Nos dimos el gusto de comer en un conocido restaurante, fundado en 1910: El Vinagrero. No es barato, pero tiene un toque especial en sus platos tradicionales adaptados a lo que hoy día se denomina cocina de autor: realmente muy rico todo, si bien las raciones responden al concepto de esta nueva cocina, lo cual significa que busca más la exquisitez que la abundancia (lo comento para evitar confusiones).
En las inmediaciones, se puede visitar la zona de Portmán, cuyo erosionado paisaje resulta sobrecogedor y pone en evidencia las tremendas consecuencias medioambientales de la sobreexplotación minera que se desarrolló en esta zona durante casi dos milenios.
PARQUE NATURAL DE SIERRA ESPUÑA.
Situado en el centro de la región murciana, a unos 55 Km. de la capital, está considerado uno de los pulmones naturales de la región de Murcia. Es un espacio natural protegido, dominado por inmensos pinares, consecuencia de repoblaciones modélicas realizadas por Ricardo Codorniu a finales del siglo XIX y principios del XX. Es posible hacer varias caminatas, de diversa longitud, duración y dificultad. El muy caluroso día de septiembre que tuvimos sólo nos permitió realizar la más corta de ellas, de apenas 45 minutos por el interior del bosque, evitando la exposición al sol en las cresterías. En el centro de visitantes ofrecen información sobre la zona y entregan un útil mapa con la ubicación de varios miradores, pozos de nieve y rutas que se pueden realizar.
En nuestro paseo, nos encontramos con varias acequias, cuyo curso se puede seguir, lo que nos permitió alargar un poco el recorrido inicial. Nos recordó a las levadas de las que tanto disfrutamos en Madeira, en el mes de junio.
Comimos en uno de los restaurantes del parque (el que está junto a la Fuente del Hilo, ya que el de La Perdiz estaba cerrado) un estupendo arroz con conejo y subimos en coche por la carretera que conduce al pico más alto, el Morrón de Espuña (1.580 metros), en cuya cima hay unas instalaciones militares y de radar. Una vez pasado el mirador, nada impide seguir carretera arriba, pero apenas a unos metros de la cumbre, y con unas vistas espectaculares de todo el entorno, un cartel prohíbe el paso más allá de una verja que aparece de improviso. La verdad, lo podían señalar en el mirador (desde el que las vistas no son muy interesantes, precisamente, pues se hace cierto el dicho de que los árboles no dejan ver el bosque ni las perspectivas) y así nos hubiésemos evitado un inútil recorrido en coche. Nos quedamos con ganas de más y esperamos volver en una época del año en que el calor no resulte tan agobiante, para realizar alguna de las rutas de senderismo recomendadas.
CIUDAD ENCANTADA DE BOLNUEVO.
A 4 kilómetros del Puerto de Mazarrón, se encuentra la localidad de Bolnuevo, con una playa muy concurrida. A espaldas de la misma, se encuentran unas formaciones rocosas bastantes singulares, algunas de las cuales semejan setas gigantes contemplando el mar. Se la conoce con los nombres de Ciudad Encanta de Bolnuevo o Gredas de Bolnuevo. Como señala el cartel indicador, son “margas arenosas o gredas de color amarillento, areniscas y, en menor medida, finos lentejones de microconglomerados”, en las que la acción erosiva del viento y el agua durante siglos ha dado lugar a estas formaciones tan curiosas como atractivas a la vista.
Si se está por la zona, merece la pena acercarse para echar un vistazo y, de paso, a quien le apetezca, darse un baño en la playa.