MADERUELO (Segovia)
Después de una estupenda jornada en las cercanas Hoces del Río Riaza, teníamos alojamiento reservado en Maderuelo para pasar esa noche. Ya habíamos apreciado la bonita estampa del pueblo desde la carretera al dirigirnos al comienzo de la ruta, pero ni siquiera nos detuvimos a hacer una foto por falta de tiempo. A la vuelta, ya de noche, la población nos resultó también muy atractiva con su tenue iluminación, pero como llovía mucho y hacia bastante frío no nos pareció el mejor momento para disfrutar del panorama, así que cruzamos el puente, atravesamos la puerta abierta en la muralla y fue como aparecer en pleno medievo
Puerta de la villa, con el Arco del siglo XIII.
Callejuelas medievales.
Maderuelo se encuentra a 150 Km. de Madrid, al norte de la provincia de Segovia y linda con las de Burgos y Soria. Tiene 136 habitantes y conserva intacta su arquitectura medieval, protegida por una muralla. Realmente impresiona cuando se contempla desde la distancia, erguida en lo alto de un alargado promontorio rocoso, antes de cruzar el puente nuevo sobre el río Riaza, ya que el antiguo yace a unos metros de distancia, casi sumergido bajo las aguas del Embalse de Linares, que ciñe buena parte de la población.
Existen vestigios de asentamientos humanos que datan de la prehistoria y también bastantes restos arqueológicos de la época de dominación musulmana, en una zona muy disputada por moros y cristianos. Con frecuencia aparecen elementos mudéjares en iglesias y casonas, principalmente del siglo XIII, si bien algunas fueron reconstruidas o remodeladas con posterioridad.
Maderuelo tiene únicamente dos calles principales alargadas y paralelas y otras pequeñas que cruzan las anteriores. Fuimos directamente a buscar nuestro alojamiento, siguiendo la calle que avanza por la derecha. Se trataba de la Posada del Castillo, una casona medieval convertida en un pequeño y encantador hotelito de cinco habitaciones. Aunque no fue barato (90 euros por la habitación doble con desayuno), mereció la pena por la magnífica atención del matrimonio que lo dirige, la decoración y los detalles del establecimiento y, especialmente, por tener la oportunidad de pasar la noche en Maderuelo.
Fachada de la zona de la terraza de la Posada.
Cenamos muy bien en un restaurante que se llama Alfoz. Muy buena decoración y con un emplazamiento privilegiado por las vistas, aunque de noche y con la lluvia no había demasiado que ver. Nos gustó la cena con: sopa de cocido, cecina, croquetas caseras y lomo de corzo con setas. La carta es corta, pero los productos son de excelente calidad, bien elaborados y las raciones abundantes; aunque no se puede decir que sea un sitio económico, tampoco nos pareció excesivamente caro: la cena nos costó 50 euros.
Cuando terminamos de cenar, la lluvia había cesado y pudimos dar una vuelta por el pueblo, con una tenue iluminación que resalta su arquitectura medieval. Claro que el pueblo se acaba pronto y tampoco es que pudiésemos alargar el paseo nocturno excesivamente en una noche fría y lluviosa; así que volvimos a nuestro alojamiento para entretenernos con la numerosa literatura que la posada pone a disposición de sus clientes, en especial revistas y libros de fotografía relacionados con la época medieval.
Cuando terminamos de cenar, la lluvia había cesado y pudimos dar una vuelta por el pueblo, con una tenue iluminación que resalta su arquitectura medieval. Claro que el pueblo se acaba pronto y tampoco es que pudiésemos alargar el paseo nocturno excesivamente en una noche fría y lluviosa; así que volvimos a nuestro alojamiento para entretenernos con la numerosa literatura que la posada pone a disposición de sus clientes, en especial revistas y libros de fotografía relacionados con la época medieval.
A la mañana siguiente, pudimos ver el pueblo con más detenimiento. Hacía frío y estaba muy nublado, pero afortunadamente ya no llovía. Las vistas desde la terraza de la Posada eran de lo más sugerente. Se puede ver un poquito los restos del antiguo puente asomando en el agua.
Después del desayuno, salimos a pasear por el pueblo. Casi lo teníamos para nosotros solos.
La iglesia de Santa María del Castillo es la mayor del pueblo. Data del siglo XIII, pero fue reconstruida en el siglo XVI a causa de un incendio. Estaban de obras en la plaza, por lo que en las fotos aparece diversa maquinaria.
Del castillo sólo se conserva un antiguo torreón y desde la muralla se obtienen unas espectaculares vistas del entorno.
Teníamos intención de visitar la Ermita de la Veracruz, al otro lado del río. Esta ermita es conocida por albergar unos hermosos frescos medievales que, para su preservación, tuvieron que ser trasladados al Museo del Prado cuando se realizaron las obras del embalse. Actualmente conserva una reproducción de los mismos, aprovechando las improntas que quedaron en sus muros. Para visitar la ermita hay que pedir cita en la Oficina de Turismo de Maderuelo o en el Ayuntamiento. Aquí tuvimos uno de los contratiempos del viaje, ya que en el horario establecido para los domingos (en el Ayuntamiento, lógicamente, no trabajaban) la Oficina de Turismo estaba cerrada a cal y canto, y tampoco nadie contestó a las numerosas llamadas telefónicas que realizamos desde las 10:00 a las 13:00 horas, en el horario de supuestas visitas a la Ermita. Era muy frustrante llamar por teléfono y escuchar un contestador que insistía en que se debía telefonear en ese horario al número a que estábamos llamando y donde nadie contestaba. Muy mal por parte de la Oficina de Turismo. Si eso lo hacen un día de bastante afluencia, como era un domingo, ¿qué se puede esperar que ocurra en otros días de menor afluencia? Si existía algún motivo para no atender al público ese día precisamente, se pone un cartel en la puerta explicándolo y punto, pero no se toma el pelo a los visitantes de la manera que lo hicieron ese día.
Como el tema de la ermita era imposible, cruzamos el puente y dimos una vuelta por los alrededores, disfrutando de la estampa medieval de Maderuelo desde diversos ángulos.
Posteriormente, decidimos hacer una pequeña ruta a pie que aconseja el folleto que nos entregaron en la Posada del Castillo. Se tarda una hora y media, aproximadamente en hacer el recorrido completo, pero si no sobra el tiempo, es suficiente con ir hasta el mirador del embalse en la zona recreativa de las Vallinas, desde donde se obtiene una bonita vista de Maderuelo. Lo demás, es un añadido no necesario, en mi opinión.
Desde Maderuelo fuimos al pequeño pueblo de VALDEVACAS, una distancia corta en kilómetros, pero bastante larga en tiempo, ya que las carreteras no son demasiado buenas. De aquí sale una ruta que llega hasta la ermita del Casuar en las Hoces del Riaza, que habíamos visitado el día anterior en nuestro recorrido por la Senda del Río, y que es donde se cruzan las dos rutas. Sin embargo, nuestro propósito era subir al mirador, lo que supuestamente es una pequeña caminata de unos 40 minutos. A la hora de la verdad, resultó un paseo de 10 minutos, ya que en vez de dar toda la vuelta por la cómoda pista que asciende al alto, decidimos acortar, cruzando campo a través. Muy buenas vistas del pueblo, con rebaño de ovejas incluido, y de la campiña y alrededores, que en días claros alcanza hasta Miranda de Ebro.
De camino, pasamos por Montejo de la Vega de la Serrezuela, inicio natural de la Senda del Río en las Hoces del Riaza, punto opuesto al que utilizamos nosotros el día anterior. No teníamos tiempo de detenernos porque íbamos ya con la hora pegada para ir a comer a Ayllón, pero nos pareció un lugar realmente bonito y nos quedamos con ganas de visitarlo próximamente.
AYLLÓN (Segovia)
Ayllón dista 17 Km. de Maderuelo por una carretera con curvas pero de buen piso. Desde Madrid, hay varias formas de acceder a esta población segoviana, siendo la más directa por la A-1, con una distancia de 138 Km. que, en circunstancias normales, se hacen en poco más de hora y media.
Para hacer un poquito de historia, decir simplemente que existen vestigios de un asentamiento celtibérico en esta zona. Romanos, godos y visigodos pasaron sin dejar mucha huella, pero sí que mantiene en pie la torre albarrana que se erige en lo alto del cerro, conocida como “La Martina” por haber servido de campanario a la antigua iglesia de San Martín, de la que hoy solo se conservan los cimientos. Después de una agitada historia medieval, el punto más brillante de la historia de Ayllón acaeció a mediados del siglo XV, cuando estuvo aquí desterrado el condestable de Castilla, Don Álvaro de Luna; y su mayor prosperidad se produjo como villa dependiente de los Marqueses de Villena.
Para hacer un poquito de historia, decir simplemente que existen vestigios de un asentamiento celtibérico en esta zona. Romanos, godos y visigodos pasaron sin dejar mucha huella, pero sí que mantiene en pie la torre albarrana que se erige en lo alto del cerro, conocida como “La Martina” por haber servido de campanario a la antigua iglesia de San Martín, de la que hoy solo se conservan los cimientos. Después de una agitada historia medieval, el punto más brillante de la historia de Ayllón acaeció a mediados del siglo XV, cuando estuvo aquí desterrado el condestable de Castilla, Don Álvaro de Luna; y su mayor prosperidad se produjo como villa dependiente de los Marqueses de Villena.
Al ser domingo, presumiamos muchos visitantes en Ayllón, así que reservamos mesa con antelación en un restaurante que nos habían recomendado. Fue una buena decisión porque cuando llegamos era ya tarde y no quedaban mesas libres, con varias personas haciendo cola. El menú no estaba mal y no era caro para ser fin de semana en un sitio muy turístico (creo que 17 euros), aunque ya no tenían algunos de los platos. Me acuerdo que tomé rabo de toro, que estaba muy bueno. De todas formas, tampoco me pareció un lugar especialmente destacable, por lo que no lo menciono aquí.
Cuando entramos a comer estaba lloviznando, pero al salir lucía un sol estupendo, que ya no nos abandonó en toda la tarde y animó nuestra visita a la población, de la que cabe destacar:
- La Plaza Mayor, sus soportales con apoyos de madera, que protegen del frío y la lluvia en invierno, y el fuerte sol en verano. En ella también se puede ver una llamativa fuente, el palacio del siglo XVI que alberga el edificio del ayuntamiento, la antigua iglesia de San Miguel, que en la actualidad aloja la oficina de turismo y donde se puede ver un excepcional sepulcro de alabastro que sirvió de enterramiento para María Álvarez de Vallejo y su marido, Pedro Gutiérrez, secretario y tesorero de don Diego I López Pacheco y de su segunda esposa, doña Juana Enríquez, marqueses de Villena.
Cuando entramos a comer estaba lloviznando, pero al salir lucía un sol estupendo, que ya no nos abandonó en toda la tarde y animó nuestra visita a la población, de la que cabe destacar:
- La Plaza Mayor, sus soportales con apoyos de madera, que protegen del frío y la lluvia en invierno, y el fuerte sol en verano. En ella también se puede ver una llamativa fuente, el palacio del siglo XVI que alberga el edificio del ayuntamiento, la antigua iglesia de San Miguel, que en la actualidad aloja la oficina de turismo y donde se puede ver un excepcional sepulcro de alabastro que sirvió de enterramiento para María Álvarez de Vallejo y su marido, Pedro Gutiérrez, secretario y tesorero de don Diego I López Pacheco y de su segunda esposa, doña Juana Enríquez, marqueses de Villena.
Un conjunto realmente bonito el de la Plaza Mayor si no fuera por la ingente cantidad de automóviles aparcados por todas partes, que estropean cualquier aspecto medieval. Nunca entenderé por qué los coches no se dejan en los aparcamientos municipales gratuitos, uno de los cuales estaba fuera de la puerta de entrada, apenas a tres minutos andando.
El castillo se alza en lo alto del cerro que domina la población, hasta donde se llega sin demasiado esfuerzo subiendo unos tramos de escaleras. No queda demasiado en pie allá arriba, salvo “La Martina”, una torre vigía albarrana, de origen árabe, que representa una de las imágenes más conocidas de Ayllón junto a la Plaza Mayor.
Merece la pena la caminata sobre todo por las preciosas vistas que se tienen de todo el pueblo y de los campos circundantes. También quedan restos del antiguo castillo árabe, pero apenas se reconocen, la verdad.
El paseo por la población resultó muy agradable ya que a cada paso se ven antiguos palacios como el de los Contreras o el del Obispo Velosillo, casas blasonadas como la Casa de la Torre o la Casa del Águila, conventos como el de las Monjas Concepcionistas, iglesias como la de estilo neoclásico de Santa María la Mayor y otras muchas casas anónimas pero con mucho encanto.
Para terminar, atravesamos el Arco Medieval que da acceso al pueblo a través de la muralla, y dimos una vuelta por la zona exterior, caminando junto al río. Muy agradable, realmente, sobre todo cuando empezó a caer la tarde y comenzaron a marcharse gran parte del gentío que abarrotaba la pequeña localidad en una tarde de domingo un tanto especial al ser el lunes siguiente festivo en Madrid.
RIAZA (Segovia)
Situado a 72 Kilómetros de Segovia y a 118 de Madrid. RIAZA es otro de los pueblos segovianos favoritos entre los madrileños para salir a comer los fines de semana, aprovechando al mismo tiempo para dar una vuelta por sus calles típicas y, sobre todo, por su espectacular Plaza Mayor porticada. Desde la capital apenas se tarda una hora y media por la A-1 hasta Cerezo de Abajo, donde hay que tomar la N-110 hasta el destino final.
Perfil de la ruta desde Madrid en GoogleMaps.
Íbamos de paso en un viaje hacia Soria y se nos ocurrió parar allí para intentar comer, ya que en dos veces anteriores no habíamos tenido demasiada suerte. Los fines de semana Riaza se pone hasta los topes y si no se ha reservado mesa resulta muy difícil encontrar un hueco. Pese a estar en pleno Puente de la Constitución, como era lunes no festivo y la estación de esquí de la Pinilla estaba cerrada por falta de nieve, pensamos que no tendríamos dificultades para comer a gusto. Sin embargo, aunque no se veía tanta gente por las calles como otras veces, al no haber reservado nos encontramos sin sitio en el restaurante “La Porticada”, que era donde nos apetecía comer; y tampoco tuvimos suerte en otros dos o tres en los que preguntamos, hasta que encontramos un hueco en Casa Pastor. No era lo que queríamos, pero como teníamos hambre y era allí o ayunar, nos quedamos y pedimos los platos tradicionales: ensaladas, setas y cordero asado. Con postres caseros, vino, agua y cafés la cuenta salió por unos 50 euros. Correcto sin más. En fin, lo volveremos a intentar en La Porticada. Así que moraleja: si se va en fin de semana hay que estar preparado para todo (masas incluidas) y tener la precaución de reservar una mesa si se quiere contar con la seguridad de almorzar allí; resulta imprescindible si se pretende hacerlo en un restaurante concreto.
En cuanto a la visita turística, lo primero que llama la atención desde la carretera son los montículos que se elevan al fondo de la población, especialmente en invierno. No habían llegado todavía las nieves en abundancia, pero se podían divisar algunas manchitas blancas en las zonas más altas de Somosierra y la Sierra de Ayllón, donde, se encuentra la estación de esquí de La Pinilla, a unos 8 kilómetros de Riaza. Desde la Avenida de Madrid, al final de las casas, también se tienen unas bonitas vistas de la sierra.
A la derecha se puede ver la Ermita de Hontanares; al fondo, La Pinilla.
En cuanto a la historia de Riaza, sus orígenes no están claros, pero parece que fue fundada a mediados del siglo X por Gonzalo Fernández, hijo de Fernán González. Durante la Edad Media perteneció a personajes ilustres, como el Marqués de Villena y Álvaro de Luna. Su mayor prosperidad le llegó con la fabricación y el comercio de paños, hasta que esa industria desapareció en el siglo XIX.
Actualmente, cuenta con casi 2.400 habitantes y recibe muchos ingresos del turismo. Por cierto, que la villa se encuentra a 1.190 metros de altitud sobre el nivel del mar, así que hay que ir bien abrigados en invierno porque hace bastante “fresquito”.
Resulta muy agradable dar una vuelta por sus calles empedradas, especialmente la calle Cervantes, contemplando sus casas, algunas blasonadas y otras más modestas pero llenas de encanto con sus aleros de madera. Por cierto que hay que fijarse bien en las rejas de las casas, un conjunto magnífico que se encuentra entre los mejores de España. Algunas tienen formas de lo más curioso, como las de una casa que me recordó a los relojes.
En la calle de la Iglesia se encuentran algunas de las casas más antiguas de la villa, como la de los Sanz-Merino del siglo XVI, en cuya fachada se conserva el escudo de la familia en perfecto estado.
Como señala su nombre, también se encuentra allí la Iglesia de Nuestra Señora del Manto, edificio gótico del siglo XVI con torre renacentista, que consta de tres naves y ábside.
Otros edificios destacados son el Palacio de los Vélez Guevara, casa solariega del siglo XVI y tres ermitas, dos en el casco urbano, San Roque y San Juan. La tercera, la de la Virgen de Hontanares está a las afueras y ofrece unas bellas vistas desde el cercano Mirador de Piedras Llanas. En esta zona hay un parque recreativo y se pueden hacer varias rutas senderistas.
Sin embargo, la joya de Riaza es su preciosa Plaza Mayor, recinto porticado formado por 26 casas de estilo castellano, apoyadas en pilares de piedra, casi todas construidas en el siglo XVIII; en el centro de la plaza hay un espacio circular con el suelo de arena que en parte se encuentra a nivel inferior. Es el lugar de referencia de la villa, donde se agrupan la mayor parte de los restaurantes y se celebran fiestas, mercadillos y corridas de toros. Cuando hace buen tiempo suele estar muy concurrida, con decenas de lugareños y visitantes disfrutando de las terrazas.
En la Plaza destaca el edificio del Ayuntamiento, una de sus señas de identidad.
Podemos enterarnos de algunos detalles sobre la historia de la plaza leyendo un panel informativo (no pongo la fotografía porque el cartel está muy deteriorado) que allí se encuentra y que cuenta que en principio tuvo forma de pera, con la Iglesia de Nuestra Señora del Manto cerrando la parte más estrecha y la picota (o rollo jurisdiccional) presidiendo el conjunto. La construcción del edificio del Ayuntamiento en 1728, fue la que alteró esa disposición, dejando la primitiva plaza dividida en dos zonas, la más pequeña frente a la Iglesia de Nuestra Señora del Manto y la mayor presidida por la Casa Consistorial.
Desde entonces, la Plaza Mayor de Riaza ha sufrido otras modificaciones y su aspecto actual responde a una restructuración de 1873. Actualmente está considerada como una de las plazas mayores más bonitas de toda Castilla. Y la verdad es que merece la pena visitar Riaza aunque solo sea por conocer esta preciosa plaza.
Como complemento imprescindible a esta etapa podéis leer la que tengo dedicada a Pedraza, uno de los pueblos medievales más bonitos no solo de Segovia, sino también de España. El enlace es el siguiente:
Un paseo por PEDRAZA (Segovia). El medievo tras la muralla.