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Una de las cosas que asumimos de este día es que iba a ser quizás más compromido que el día anterior, y el comienzo del día sería "de locura". Uno de los imprescindibles era a priori ir a "La Calobra" y cómo ir era nuestra incógnita.
Así pues, con siete días y queriendo hacer lo máximo posible, descartamos pasar todo el día en dicha cala, por ser de las más turísticas de la isla. Es decir, queríamos hacer más cosas, y en este caso en principio la idea era ir a los pueblos más conocidos de la sierra de Tramontana por la tarde. En cualquier caso había varias opciones para hacer la excursión a La Calobra.
1-Coger el tren de Soller y luego en tranvía hasta Port de Sóller y allí coger el barco a La Calobra. Es una opción muy bonita y realmente tenía ganas de coger el tren que va de Palma a Sóller, pero es una hora de viaje y otra a la vuelta y con un número limitado de viajes, que ya suponía que te partía el día por completo. Además, habíamos alquilado el coche para toda la semana y dejarlo sin usar un día era poco rentable (si nos decantábamos por esa opción, iríamos desde Magalluf a Palma en autobús, no íbamos encima a pagar un párking
). Así pues, opción descartada muy a nuestro pesar porque sí que nos apetecía coger el tren de Sóller.
2-Todo en coche hasta La Calobra. Es una opción para aventureros, porque supone ir por carreteras estrechas pero de un paisaje espectacular como es la sierra de Tramontana. El problema es que no sabíamos qué nos íbamos a encontrar de aparcamiento, y no tenía ganas de andar en tensión de cruzarte con autobuses y demás en semejante carretera que tenía curvas de 360 grados. Parecía mucho más cómoda la opción del barco.
y 3-IR EN COCHE HASTA SÓLLER, COGER EL TRANVÍA HASTA EL PUERTO Y ALLÍ EL BARCO A LA CALOBRA. Esa es la opción que finalmente escogeríamos, aunque también iba a suponer un punto de tensión.
Si queríamos disfrutar lo máximo posible de La Calobra y estar de vuelta a primera hora de la tarde, había que coger el "ferry" de la compañía "Barcos Azules" a las diez de la mañana, y para estar tranquilos, el tranvía debía ser el de las nueve de la mañana, porque había otro a las nueve y media, pero suponía llegar muy justos. Así que ya sabíamos que íbamos a tener que madrugar y correr.
Y a priori el precio iba a ser no muy barato. Sólo el barco costaba 25 euros ida y vuelta, y para los dos viajes en tranvía había que pagar otros 11. Total, que 36 euros por cabeza de principio no te los quitaba nada. Aún así, decidimos pagarlo todo en el momento, ya que la página de "Barcos azules" te permitía la compra anticipada por internet, pero como ya dije, no se trataba de lanzarse y luego ver que la mar estaba ese día en malas condiciones para ir en barco. Aquí si que es mejor no precipitarse.
DESAYUNAR DEPRISA Y CARRERAS Y SOFOCONES PARA LLEGAR A TIEMPO A COGER EL TRANVÍA
Había que estar a las nueve de la mañana en Sóller para coger el tranvía y por ello nos levantamos a las siete y media. No se podía tampoco antes, ya que si queríamos desayunar en el hotel, el comedor no abría hasta las ocho de la mañana, así que de antemano ya íbamos justos de tiempo.
En cualquier caso, la idea que teníamos clara era que ya bajábamos a desayunar con las mochilas hechas, para no tener que volver a la habitación y así salir directamente para el coche. Así lo hicimos y no nos entretuvimos mucho desayunando: Una tostada y algo de bollería y listo.
Eso sí, desarrollamos un método para evitar el café y la leche de máquina: Cogerla fría y calentarla en un microhondas que había allí Y luego, el café descafeinado de sobre.
En cualquier caso, sobre las 8:15 u 8:20 montamos en el coche sin saber muy bien cuánto tardaríamos en llegar a Sóller. El primer tramo era conocido, ya que era por el recorrido habitual, aunque ya en llegar a Palma todavía tardabas mínimo el cuarto de hora.
Volvimos a coger la circunvalación de la capital mallorquina hasta que ya vimos la salida hacia Sóller por la carretera Ma11. Se trata de una carretera convencional, ancha y recta, pero con unas cuantas glorietas que te hacían difícil adelantar, especialmente si tenías algún camión delante. Eso sí, a medida que avanzábamos kilómetros el tráfico se iba reduciendo por ir a otros pueblos.
No hay mucha distancia, apenas 20 kilómetros desde Palma, pero todavía se tarda entre unas cosas y otras. Y en el tramo final teníamos el famoso túnel de Sóller. Tiene apenas un kilómetro y quien esté acostumbrado a conducir seguro que conoce unos cuantos más largos y gratuítos. Pero lo malo es que se aprovechan de que quienes más circulan en esas fechas son turistas y por ello se les pone un peaje de ¡¡cinco euros!!
Para la población de la isla es un precio simbólico, pero también se aprovechan de que la alternativa es atravesar un puerto lleno de curvas, en plena sierra de Tramontana, y donde pierdes muchísimo tiempo. Por lo que acabas pagando.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Túnel de Sóller (mallorcafotoblog.wordpress.com)
Tras el túnel, a un par de kilómetros ya nos encontramos Sóller. No eran aún las nueve menos cinco, pero... aún había que buscar sitio para aparcar y luego la plaza de la Constitución que era desde donde salía el tranvía a las nueve.
Así que dejamos la carretera y por intuición nos metimos en el casco urbano de Sóller, donde las calles son estrechas y casi no hay sitio para aparcar. Eso sí, había carteles de un parking municipal llamado "Sa Calatrava" así que ya fuimos a tiro fijo, ya que tampoco teníamos tiempo.
El ayuntamiento, por lo visto, fomentó este párking subterráneo con la idea de que los turistas aparcasen allí y no estacionasen de cualquier forma. Llegamos y vimos que no es el típico de la barrera, si no que funciona por el sistema de la ORA. Es decir, había que sacar el tíquet y dejarlo en el salpicadero para que no te multasen los operarios.
En ese momento ya pasamos muchos nervios porque quedaban pocos minutos para las nueve
Y, como suele pasar cuando tienes prisa, tuvimos que juntar apurados la calderilla que teníamos en nuestras carteras para reunir los seis euros que costaba tener el coche todo el día (no queríamos arriesgar por si volvíamos más tarde de lo previsto).
Lo peor era la carrera que nos tuvimos que meter luego Salimos del párking y preguntamos a un señor cómo ir hasta la plaza de la Constitución y nos lo dijo avisándonos que estaba a unos cinco o diez minutos andando. No estaba mal, cuando quedaban sólo dos minutos para las nueve.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Panorámicas de Sóller (www.visitsoller.com)
La alternativa por si no llegábamos a coger el tranvía era buscar un taxi o algo así, porque pensábamos que tener que esperar a las nueve y media iba a ser demasiado justo para coger el barco a La Calobra (luego probablemente nos hubiese dado tiempo).
Así que tocó correr con todas nuestras fuerzas, por calles estrechas sin apenas aceras como una llamada de "Cristóbal Colón" donde además si ibas con sandalias resbalabas. Por fin llegamos a la dichosa plaza de la Constitución y nos encotramos que el tranvía estaba ya en marcha 
pero se paró unos metros más adelante y allí el maquinista nos dijo que subiésemos directamente. ¡Menos mal! Ahí estábamos, pero habíamos pasado un mal rato y no recomiendo en absoluto ir tan apurado como fuimos nosotros.
UN TRANVÍA MUY COQUETO Y DONDE DISFRUTAS DEL PASEO
El tranvía viene a ser uno de los principales recursos turísticos de Sóller y conecta los cinco kilómetros que hay entre la localidad y el puerto. No es el típico trenecito turístico tirado por un tractor, en absoluto. El tranvía tiene ya sus cien años de historia, va por vías y está electrificado. Y lo cierto es que lo tienen bien explotado turísticamente
ofreciendo paquetes también para que cojas el billete combinado con el tren que viene de Palma.
El tranvía tiene su encanto por ser de vagones de madera y sin cubrir, con lo que puedes asomarte a sacar fotos, muchas de las cuales al final son de su interior. En nuestro caso dio tiempo a recuperarse del sofocón y disfrutar del viaje. Además resulta curioso escuchar el silbido del tranvía cuando inicia la marcha.
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Comienzas el recorrido pasando muy cerca de diversas casas y fincas de Sóller, de tal forma que si extiendes el brazo las tocas (no es muy recomendable, por cierto
). Al poco te llega el revisor y tienes que pagarle los billetes, a razón de 5,50 euros cada uno. Si fuese un poco más barato tampoco pasaba nada, pero el viaje merece la pena.
Posteriormente llegas a ir en paralelo con la carretera y viendo diversos naranjos y limoneros por el recorrido hasta que por fin llegas a Port de Sóller y su último tramo es por todo el paseo marítimo, del que tienes unas vistas preciosas.
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El sitio es coqueto y ves que en el primer tramo está la playa, donde había ya gente a esa hora, y luego llegas al propio puerto que es principalmente deportivo y está plagado de yates aparte de los barcos turísticos que te llevan a las calas.
Al final del recorrido te paras al lado de un edificio que parecía ser la sede del tranvía y que también albergaba algún restaurante. Eran las 9:25, con lo que habíamos llegado con tiempo suficiente. La gente se bajó y en ese momento vimos que la máquina se desenganchaba de los vagones, que supuestamente ahí quedaban hasta el siguiente viaje. Así que "en bandeja", aprovechamos para hacernos las últimas fotos estando nosotros sólos.
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...Y NOS MONTAMOS EN EL BARCO HASTA LA CALOBRA
Como dije, nuestra intención era ir hasta La Calobra y el anexo Torrent de Pareis, que es una de las principales postales de Mallorca y resulta uno de los imprescindibles aunque asumíamos la masificación a priori.
Y sólo quedaba coger el barco para ir allí. Por internet ya habíamos visto que la empresa que lo gestiona se llama "Barcos Azules" (www.barcosazules.com/) y consultados los horarios. Una vez allí, la taquilla estaba a la vista, en un edificio muy visible en un muelle que salía justo donde nos dejó el tranvía.
Así que lo primero que hicimos fue ir a por los billetes, cuando todavía no había mucha gente. La sorpresa fue que al ser temporada alta, al final había muchas más frecuencias de barcos que lo que ponía internet (si lo hubiésemos sabido, algún sofocón no habríamos ahorrado
). En cualquier caso, cogimos el billete para ir a las diez de la mañana y volver a las 13:50. Previendo que el viaje era de 50 minutos, nos parecía que tres horas era más que suficiente.
Y como aún teníamos tiempo, decidimos dar un paseo por el puerto de Port de Sóller, ver sus yates e incluso patear un poco el paseo marítimo, que se veía aún bonito y no muy destrozado por el turismo Comprobamos también diversos restaurantes cuyos menús no eran muy caros en comparación con lo que es Mallorca.
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Sin más, subimos al barco y al final acabaríamos saliendo entre cinco y diez minutos tarde, quizás esperando a por más viajeros, porque al final no fue el barco lleno, ni mucho menos. Las características es la de cualquier otro que hace trayectos cercanos a la costa, con un piso cubierto y otro superior al aire libre, ideal para tirar fotos, que es donde nos situamos. Aún así cuidado, daros bien de crema antes de salir y preparados para el calor y el viento, aunque ese día era tranquilo y apenas había oleaje (según palabras de otros que estuvieron en Mallorca, si la mar está brava, el viaje es una tortura y la tripulación acaba por repartir bolsas para el mareo a todo el mundo )
El viaje en sí es bonito, saliendo del Puerto de Sóller, rodeando su faro, comprobando que aún hay aberraciones urbanísticas en lo alto de algún acantilado
pero disfrutando del paisaje que brinda la Sierra de Tramontana y sus rocas y grandes acantilados fundiéndose con el mar. 
Es un viaje para disfrutar en ese sentido y curiosamente la mayoría de los que estábamos éramos españoles a esa primera hora.
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Quizás lo malo es que el barco tardó algo más que lo que pensábamos porque paró a dejar en la cercana Cala Tuent a una familia. De lo malo, sirvió para que viésemos otra de las playas recomendadas en las guías sobre todo por su paisaje. Se trataba de una cala relativamente larga para lo que es esa zona y el suelo como medio de tierra y gravilla suelta. No había prácticamente nadie a esa hora (no sé si cambiaría la situación a lo largo del día) y, según comentaba esa famila, sólo había un restaurante que se veía alejado en pleno monte. Ni rastro de ningún otro edificio Si vuelvo a Mallorca, quizás es una opción a tener en cuenta.
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El viaje continuó y muy cerca ya estaba La Calobra, que la intuíamos por la cantidad de yates que estaban allí fondeando. El barco se fue aproximando y lo primero que vimos fue el "Torrent de Pareis", que a esa hora ya empezaba a estar concurrido y acto seguido ya atracamos en lo que es La Calobra propiamente dicho y donde no había casi gente. Serían las 11:15 de la mañana aproximadamente.
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"Torrent de Pareis" desde el barco
SITIO PRECIOSO, IDEAL PARA HACER SNORKEL PERO MUY, MUY AGOBIANTE. (AÚN ASÍ RECOMENDABLE)
Lo que es La Calobra en sí, es un puertecito empleado ahora por los barcos de turistas que llegan y una pequeña calita rocosa, rodeada de restaurantes y la zona de carretera donde llegan los autobuses plagados de turistas. Sin embargo, esas primeras "mareas" de gente en vez de quedarse allí, en su mayoría cogían el camino habilitado para ir al "Torrent de Pareis", por lo que nosotros optamos por empezar quedándonos allí y estuvimos al principio muy tranquilos.
Dejamos nuestras toallas en unas rocas debajo de una pasarela de madera por donde empieza el camino al "Torrent" y no había nadie más. Nos cambiamos, nos calzamos las zapatillas y ¡al agua!.
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Como digo, esta playa es más bien de roquitas por lo que descalzo no es aconsejable. Eso sí, hay que ir con el equipo de Snorkel, porque el fondo es más entretenido de lo habitual y ves peces de todo tipo. De hecho nosotros no nos aburrimos en absoluto y aún estuvimos un buen rato en el agua. Podemos decir, que ese primer momento fue muy agradable.
Sin embargo seguíamos viendo barcos llegar y muchos turistas yendo inmediatamente para el "Torrent de Pareis" por lo que ya nos decidimos en ir para allí antes que la zona se pusiese imposible
Y, efectivamente, la "zona comercial" ya estaba muy concurrida. Unos cuantos restaurantes, puestos de helados y granizados y de souvenirs. Ya de echar un vistazo nos asustamos Bocadillos a 8 o 9 euros, helados a cuatro, refrescos a tres... Vamos que se aprovechan de que la cala está muy alejada de todo y no tienes otra alternativa, a no ser que lleves tú tu comida. Esa es una opción que debéis valorar si no queréis dejaros una pasta en comer allí.
En cualquier caso, nuestro paseo continuaba en dirección al Torrent. En sí es bonito porque está "labrado" entre la roca de los acantilados y vas viendo el paisaje... El problema es lo masificado que está. Así íbamos un tanto ralentizados y rodeados casí en su exclusividad por alemanes que, eso si, acudían en plan familiar.
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En el último tramo antes de llegar a nuestro destino, hay una zona de túneles dentro de la roca y debidamente iluminados. Es bonito, pero el problema es que al ser más estrechos, los tapones eran habituales. No me lo imagino eso para una persona con movilidad reducida, a no ser que vaya a primera o última hora.
Y al fondo allí estaba esa "calita" de postal fotográfica, pero donde ya casi se veía que no cabía ni un alfiler Antes de llegar, vimos que había una senda que salía a la izquierda y que tenía el paso prohibido, aunque rápidamente entendimos por qué.
Y es que llevaba a unas rocas desde donde los más atrevidos se tiraban al agua a pesar del riesgo que entrañaba y que daba miedo casi verlos. El camino finalizaba un poco ya metido en el propio cauce del Torrent de Pareis, no en la propia cala, y algunos lo que hacían era dejar la toalla allí para evitar el jaleo. Claro que debes tener siempre alguien allí pendiente, por si acaso.
Estamos hablando de un "torrente" como dice su propio nombre en catalán, que nace unos kilómetros más arriba en plena Sierra de Tramontana y que es habitual que se organicen rutas de senderismo siguiendo su cauce, pero sólo recomendable para gente acostumbrada y con guías especializados, ya que puede ser hasta peligroso.
Lo que hace que este paraje tenga tanta fama, es la cala que se forma en la desembocadura al mar, flanqueada por dos "peñascos", que hace que sea preciosa visualmente, pero cuando está vacía :D . En este caso, dejamos la toalla y nos metimos en el agua, no muy lejos por precaución ante todo el agobio de gente.
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La cala es de cantos rodados y según te metes al agua igual. En pocos metros ya hay mucha profundudad, pero el fondo sigue siendo de cantos rodados, es decir, nada del otro mundo. Y si quieres ver algo, tienes que acercarte a los propios acantilados. A decir verdad, no estuvimos mucho tiempo en el agua y nos acabamos saliendo y estando un poco en la toalla, alucinando con algunos comportamientos como la abudancia de "palos selfie" o incluso una chica que no paraba de posar entre las rocas y metida en el agua, mientras su pareja o padre (no nos quedó claro ese matiz) le sacaba fotos y aguantaba el temporal porque se le antojaba la foto de una manera, de otra e incluso le abroncaba de malas maneras ¿Pero no sabrá la gente disfrutar un poco si estar preocupada de tonterías?
El caso es que ante tanto agobio de gente y que prácticamente te estuvieses rozando con el de al lado, nos acabamos por ir. Una pena, ya que el sitio estaba bien, pero si no te gustan los agobios no es para julio y agosto, o al menos de 11 a 17 horas.
Aprovechamos para sacar algunas fotos desde el otro lado de los dos peñascos que delimitan la desembocadura del torrent y comprobamos que el cauce está prácticamente seco en estos meses, habiendo sólo alguna charquita residual. Unas cuantas fotos y ya regresamos a lo que es el muelle de La Calobra
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El camino de vuelta fue tan o más concurrido que a la ida, teniendo en cuenta que nos cruzábamos en las dos direcciones y había tapones en los túneles. Eso si, igual sin exagerar el 90 % eran alemanes y te llegabas a sentir realmente extranjero allí (todo hay que decirlo, con una educación en su gran mayoría exquisita).
Nuestra idea era comprar algún bocadillo para comerlo en el barco de vuelta al Puerto de Sóller, así que fuimos viendo los precios que marcaban los bares a ver si había alguno "razonable" (cuestión prácticamente imposible, por otro lado ).
Y así nos dispusimos a pegar el último baño antes de abandonar la zona, ya que sería sobre la una y el "ferry" salía a las 13:50. Quisimos ponernos donde estuvimos a primera hora, justo debajo de la pasarela de madera que hay cerca del embarcadero, y lo cierto es que si había gente, pero tuvimos sitio de sobra para dejar las toallas y estar tranquilos. Además los que estaban a nuestro alrededor eran portugueses, de una zona cercana a donde yo soy, y resultaba una bendición comprender lo que estaban diciendo.
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Insisto en que mi consejo es que para bañarse (siempre bajo mi opinión), lo mejor es esta zona de La Calobra, cerca del muelle, sobre todo si os gusta el snorkel, ya que es más variado que el "Torrent", ves más peces y el fondo es algo más que un montón de cantos rodados.
Además estábamos más tranquilos, y estuvimos relajados un buen rato en el agua (es una pasada ver ese agua tan cristalina) antes de salirnos y cambiarnos, toallas mediante (los baños que hay allí son de pago).
Nos quedaba comprar los bocadillos y al final el "menor atraco" nos pareció que era una especie de restarurante "self-service" que estaba allí mismo, pasando por debajo de la pasarela y subiendo por una escalera. Así, en un kiosco adyacente, acabamos por coger dos bocatas de jamón serrando y tomate que costarían cerca de los seis euros, pero al menos eran de un tamaño decente. Así que nada, a pasar por el aro y comprarlos, que le vamos a hacer
Cuando volvimos al muelle, ya estaban situados dos ferrys de la compañía "barcos azules". Así que ya nos fuimos directos para allí. Habían pasado casi tres horas; para nosotros suficiente para estar en esa zona.
BARCO DE REGRESO Y GRANDES AGLOMERACIONES EN EL TRANVÍA DE VUELTA A SÓLLER
Nos pusimos en la cola y rápidamente nos mandaron al barco que salía a las 13:50, mientras que el otro lo haría cinco minutos antes. Sin embargo, estamos en España y lo de la puntualidad no es lo nuestro En honor a la verdad el retraso se debió a un grupo de "guiris" que se tomaban la vuelta con calma.
La escena fue un poco pintoresca, ya que se tuvo que esperar por algunos que supuestamente estaban en una excursión organizada y veías allí a un paisanete que era el guía con una bandera de la Unión Europea, intentando hacer recuento de su grupo y dando explicaciones a la tripulación. Vamos, encima iban llegando escalonadamente y sin ninguna prisa por el muelle Como para tener la programación del día muy ajustada.
Soy yo la tripulación y se quedan en tierra.
En cualquier caso, se retrasaría unos 10-15 minutos en salir, en cuanto el paisano de la banderita dio el OK. Dentro, el barco iba lleno a rebosar, no cómo en el primero que cogimos a las diez de la mañana.
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Eso sí, lo que abundaba entre el pasaje era gente con camisetas del Bayern Munich. La inmensa mayoría eran alemanes y creo que éramos los únicos españoles. En nuestro caso, nos sentamos en el piso inferior del barco y descartamos ir a la cubierta a ver el paisaje porque el calor no lo recomendaba precisamente.
Así pues aprovechamos para comprar unos refrescos en el barco, que en este caso costaban 1,80 euros y eran mucho más baratos que en "La Calobra". Tranquilamante comimos nuestros bocadillos en un viaje que fue bastante rápido, porque en esta ocasión no hubo que parar en Cala Tuent y en unos 45 minutos estábamos ya atracando en Port de Sóller.
Tras el oportuno y lógico tapón en la salida del barco vimos que eran ya las 14:50 y quisimos coger el tranvía que salía para Sóller a las tres de la tarde, con la idea de poder ver pueblos de la sierra de Tramontana el resto del día. Por lo tanto descartamos dar un paseo por el puerto y fue por lo que comimos un bocadillo en el barco en vez de hacerlo tranquilamente en cualquiera de los restaurantes de allí.
Teníamos tiempo de sobra para llegar a coger el tranvía de esa hora... El problema era la inmensa aglomeración de gente que allí estaba esperando
Justo en el momento que llegamos al apeadero, también lo hacía un tranvía que llegaba de Sóller y en cuanto se bajó la gente hubo una gran aglomeración por subir, ocupar los asientos (que de lo malo pudimos hacernos con un banco) e incluso apelotonarse en los pasillos.
La cuestión es que todos nos pasamos un poco de listos La máquina se desenganchó y ahí quedamos un rato parados. Y nuestra cara de tontos fue más aún cuando vimos otro tranvía que llegó con dos máquinas, y que la gente que no había subido en nuestro tren lo hizo en el otro y salía inmediatamente.
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Pero bueno, de donde estábamos nosotros no se bajaba nadie, así que tampoco lo hicimos, y al poco apareció otra máquina, y sobre las tres y cuarto emprendimos el viaje a Sóller.
Como estábamos sentados, aunque muy apretados pudimos disfrutar nuevamente de las vistas del puerto y de los naranjos que había en el camino. Nos preguntamos si serían capaces de cobrarnos a todos los que estábamos allí pero realmente fueron
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Y todo porque en una de las paradas subieron varios revisores que se organizaron y les dio tiempo de sobra a que no se les escapase nadie y cada uno de los viajeros pagase sus 5,50 euros. No se lo que le hubiera pasado al que no tuviese dinero, supongo que lo dejarían en tierra
Al final llegamos a la plaza de la Constitución de Sóller, fin del trayecto y momento de tranqulidad después de todas las aglomeraciones. Nos merecíamos un pequeño descanso antes de seguir nuestro trayecto hacia Valldemossa
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SÓLLER Y CAMINO A VALLDEMOSSA PARA LLEGAR A VER LA CARTUJA
Estábamos en la localidad referente de la Sierra de Tramontana, donde tiene bastante fama los artículos "Fet a Sóller", principalmente gastronómicos y "delicatessen". Te encuentras publicidad en cualquier punto de la isla sobre ello y bueno, para quien esté muy interesado le puede resultar atractivo.
En nuestro caso, dimos una pequeña vuelta antes de ir a por el coche y tratar de ver lo más interesante de la localidad. La plaza de la Constitución viene a ser el centro propiamente dicho y es un lugar coqueto con bares donde tomar algo y algo que empieza a ser típico en muchos lugares como es "vestir los troncos de los árboles con prendas de lana"
El principal reclamo monumental es la iglesia de Sant Bartomeu , que es preciosa y que merece al menos ser vista desde fuera. Este templo fue en origen "románico" pero tuvo varias reformas y su estructura actual es barroca y lo más llamativo y merece varias fotos es su preciosa fachada, que es típica del modernismo catalán-balear de principios del siglo XX y que fue diseñada por un discípulo de Gaudí, Joan Rubió.
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De hecho lo primero que pensé cuando lo vi, es que tenía que haberlo diseñado Gaudí y no fui muy desencaminado. Como digo, merece la pena apreciarla desde fuera y luego si quieres entrar, que fue algo que nosotros hicimos muy de pasada.
Continuamos nuestro recorrido caminando unos metros más arriba, ya que tenía ganas de ver la estación donde llegan los trenes que vienen de Palma (una de las cosas que nos quedaron pendientes en este viaje por hacer). Es un lugar cuidado, con una sucesión de cuadros dentro, pero poco más, ya que el acceso a los andenes está cerrado salvo que vaya a salir o llegar un tren, así que nos fuimos de allí.
Simplemente compramos algún refresco más, ya que el calor apretaba, y nos fuimos en dirección al párking para coger el coche. Pasamos nuevamente por aquella calle estrecha y coqueta llamada "Cristóbal Colón", por la que tuvimos que correr a la mañana para no perder el tranvía, sin embargo no había nadie por allí y estaba todo cerrado, con lo que no nos detuvimos más y fuimos directos a por nuestro Fiat Punto.
Eran las cuatro de la tarde y nos quedaba por ver en ese día Deià y Valldemossa, ya que la intención era intentar ver las máximas cosas posibles y dejar más liberados el resto de días en Mallorca. También habíamos visto que el mirador de Son Marroig era de gran belleza y nos apetecía meternos un nuevo chapuzón, por lo que otra opción sería "Cala Deià".
Nos habíamos marcado no agobiarnos por ver cosas, pero al final acabas estresado
Y por encima de todo el recorrido que íbamos a hacer era el menos lógico, ya que desde Sóller lo primero que te encuentras es Deià y su cala, y lo más lejano es Valldemossa. Sin embargo queríamos ir a este pueblo ya que su famosa cartuja cerraba a las seis de la tarde por lo que para asegurar no "estar pillados de tiempo", había que ir allí lo primero.
Así, tras callejear un poco y llegar a la carretera que va de Palma a Port de Sóller, nos encontramos a la salida del pueblo el desvío para ir a Valldemossa. Íbamos a tardar un poco, ya que es una carretera sinuosa pero suficientemente ancha para que quepan dos coches tranquilamente y en comparación con otras es bastante segura.
Después de una serie de curvas de herradura para ganar altura, la "Ma-10" (nombre de la carretera) nos llevaba por las faldas de la Sierra de Tramontana, dejando siempre a nuestra derecha el mar. Es un vial para no ir con carreras y disfrutar del paisaje, que es de gran belleza.
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Sierra de Tramontana, fusionada con el mar
Probablemente merece la pena dedicar sólo un día para recorrer la parte de la sierra de Tramontana entre Andratx y Sóller y pararse cada poco a disfrutar de sus paisajes y sacar fotos. De hecho estoy convencido que para saborearlo bien hay que ir con tiempo suficiente, pero nosotros íbamos contrarreloj para sólo seis días enteros que teníamos.
Yo iba conduciendo y lógicamente tenía que estar más pendiente de la carretera pero aún así iba despacio e intentando cada poco mirar de reojo para sus paisajes. Si vas de acompañante, lo mejor es olvidarte del reloj y disfrutar de las vistas.
Tras unos diez o doce kilómetros, ya llegamos a Deià y antes vimos el desvío a la cala. El pueblo es precioso y ya tienes unas panorámicas increíbles desde la carretera pero, como dije, la intención era seguir hasta Valldemossa. En cualquier caso, cuando atraviesas el casco urbano de Deià hay que tener mucha paciencia, ya que la travesía es estrecha, con curvas y se suelen montar ciertos atascos cuando pasa un autobús o vehículo grande, ya que difícilmente te puedes cruzar con ellos.
La travesía es relativamente larga y continuando el camino en paralelo a la costa, unos kilómetros más allá nos encontramos con la salida al célebre mirador de "Son Marroig". Realmente estábamos dejando atrás cosas que teníamos que ver, pero debíamos llegar primero a ver la Cartuja.
Así seguimos por la carretera en la ladera de la Sierra de Tramontana y casi a punto de llegar a nuestro destino ya se metió un poco hacia el interior, ya que Valldemossa es una localidad enclavada en la montaña, pero que no mira hacia el mar y sus laderas con mucho más suaves que por ejemplo Deià.
Nada más llegar a la entrada del pueblo, ya vimos un amplio aparcamiento en batería que era zona azul. No quisimos complicarnos y dejamos el coche allí, sacando un tícket para dos horas, ya que no pensábamos estar más... De hecho nos sobró mucho tiempo.
DECEPCIONADOS EN LA CARTUJA Y PASEO CON “COCA” INCLUÍDA
Al aparcar, nuestra prioridad fue casi ir inmediatamente a la Cartuja, que es el principal reclamo de Valldemossa y con numerosas críticas positivas a lo largo de internet. De hecho el pueblo presume de belleza de sus calles y toda la leyenda que rodea a este monumento.
Así que después de callejear un poco, llegamos a “La Cartuja” que merece unas fotos desde fuera con un jardín bien cuidado. Se trata de un antiguo monasterio medieval, con un claustro interior, y en el mismo recorrido anexo había un palacio de uno de los reyes mallorquines (el rey Sancho I), del que hablaremos posteriormente.
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Panorámica de la Cartuja de Valdemossa (espaciosparaeventos.com)
La cuestión es que el enganche principal es que este “templo” tenía diversas celdas que hacía la función de habitaciones donde gente de fuera podía retirarse por una temporada. Y el más célebre de sus inquilinos fue el compositor francés Frederic Chopin, una auténtica eminencia musical del siglo XIX y que hizo una escapada a Valldemossa con su amante, George Sand. La cuestión es que en un pueblo como este y en aquellos años, el hecho de “vivir en pecado” era algo intolerable y por ello al final tuvieron que irse de allí hartos de que los habitantes les señalasen y les hiciesen la vida imposible.
Hoy en día el nombre de Chopin es un enganche de primer nivel y que hace que vaya bastante gente… El tema es que el precio de la entrada era de 8 euros por persona y en mi opinión es bastante caro, a no ser que estés muy interesado en ello, porque el recorrido no te va a llevar más de una hora a no ser que te pares demasiado y estudies al milímetro cada detalle.
Pero bueno, ya estábamos allí y, de vacaciones, como que tampoco vas a dejar de entrar porque el precio sea caro. En primer lugar entras a la iglesia y luego a la cartuja propiamente dicha, donde el toque simpático fue encontrarnos con los cabezudos de Frederic Chopin y George Sand, que estaban colocados en pleno pasillo y luego se los llevaron (no sé si están allí permanentemente). Aprovechamos en ese momento para sacar fotos.
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El recorrido de la visita es cuadrangular, alrededor de lo que es el claustro ajardinado, y en primer lugar ves una sala que hacía la función de farmacia con sus frascos, balanzas, etc. Merece la pena quedarse un poco observando.
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Posteriormente ya accedemos a las celdas propiamente dichas que hacían la función de residencia y ahí… ¡Sorpresa, sorpresa! Pero de las desagradables.
Vas con la idea de ver el sitio donde estuvo viviendo Frederic Chopin, y lo que te encuentras es que su celda (que está dentro de la misma Cartuja), la gestiona una fundación privada. Nos encontramos con un cordón que limitaba el acceso y una señora que nos informó que si queríamos acceder, teníamos que pagar otros cuatro euros. Lo cierto es que ya nos pareció un abuso y declinamos el ofrecimiento. Igual es que no busqué suficiente información por internet, pero no localicé por nungún sitio advertencias de que la entrada a la celda de Chopin era aparte de la general.
En cualquier caso, en el recorrido tienes otras celdas, perfectamente recreadas, con sus camas, crucifijos y mobiliarios para que te hagas una idea de lo que hay. También hay espacios donde se ven retratos del compositor francés y objetos personales suyos como partituras diversas, atriles, etc. También documentos de reconocimiento del gobierno francés a la labor de conservación del patrimonio de Chopin que hizo la cartuja.
Podéis ver un poco las estancias, y también salir a una terraza exterior ajardinada y con sus fuentes, que da a una panorámica donde puedes observar el valle por el que se accede a Valldemossa desde Palma.
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Posteriormente salimos de lo que es la Cartuja y con nuestra “pulserita roja” (a imagen de los “Todo Incluído” de los hoteles y que debes llevarla allí puesta) accedimos al edificio contiguo que era el palacio de residencia del rey Sancho I de Mallorca (siglo XV). Accedimos por un patio ajardinado y la chica que estaba en la entrada nos informó que si queríamos podíamos acceder a un concierto de piano de obras de Chopin que se suele dar todos los días.
Es un detalle, pero bajo nuestro punto de vista sólo es recomendable para aquellos enamorados de la música clásica y que tengan tiempo de sobra para sentarse y disfrutar. Nosotros optamos por seguir con la visita y ver las estancias donde descansaba el monarca. Son tres o cuatro salas y puedes ver lo que era el comedor con su vajilla, la cocina con sus “cacharros” y la habitación con sus cuadros. Es bonito y lo ves rápido, pero tampoco puedes esperar algo comparable a lo que puede ser, por ejemplo El Escorial o los palacios de Sintra en Portugal.
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En definitiva, en frío pensamos que merece la pena visitar lo que ofrece la Cartuja, como cualquier otro museo y ver las celdas que tiene y el palacio. Es un recorrido bonito, pero no podemos detenernos mucho tiempo y quizás los comentarios que leí en internet hizo que luego la realidad me decepcionase un poco (nunca te puedes fiar al cien por cien de las opiniones externas cuando los gustos son algo subjetivo).
Quizás nos pareció caro y lo que nos indignó fue el hecho de que si queríamos ver la celda de Chopin, teníamos que pagar otros cuatro euros. Por el resto reconozco que es una visita que es interesante.
Vista la Cartuja, quedaba por recorrer las calles de Valldemossa, aunque la hora no era la más propicia y nos dimos cuenta en ese momento. Realmente no es extensa la visita y todo está muy cercano al “templo”, aunque tampoco ayudaba mucho la hora y el calor, además que los puestos de artesanía no sabemos si en ese momento los estaban recogiendo o montando para la tarde, pero no había casi nada, salvo alguno puntual.
Otro de los atractivos que vende Valldemossa es su famosa coca de patata y quisimos probarla, pero sin chocolate, que con 35 grados de temperatura no es recomendable… Aunque los restaurantes y bares la ofrecen con carteles en la ventana, nosotros optamos por ir directamente a la primera pastelería que vimos, ¿qué mejor sitio para comprar un dulce?
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Coca de patata de Valdemossa
La coca es el típico bollito redondo (en otros puntos de España se le llama bomba o simplemente bollo) con la corteza de patata y azucar espolvoreado. Nos costó 1,20 euros cada una y lo cierto es que estaba bien y se puede probar bien a gusto, que no va a decepcionar, pero tampoco es el dulce más rico que he comido en mi vida como llegué a leer.
Ya eran cerca de las seis de la tarde, y nos quedaba aún por visitar Deià e ir hasta su cala, ya que notábamos que necesitábamos un baño tal y como estaba de calurosa la tarde. Pero antes nos tomamos otro refresco en una de las terrazas del pueblo, cerca de la Cartuja.
Se notó cual es el tipo de turista principal que va por allí. Y es que las camareras eran alemanas y se les notaba en cierta forma que les costaba expresarse en castellano (eso sí, muy amables). Los refrescos nos salió tal vez un poco más caro de lo que sería normal en zonas no turísticas, pero bueno, tampoco fue una “salvajada” como los precios que vimos en Alcudia, y lo cierto es que necesitábamos parar a tomar algo y descansar un poco.
Ahí terminó nuestra visita a Valldemossa. Del pueblo habíamos visto también reportajes en “Callejeros Viajeros” y voy a reconocer que nos decepcionó un poco, aunque quizás la culpa fue nuestra, ya que la hora a la que fuimos no era la mejor, no había mucha gente por la calle (probablemente sea una visita para hacer por la mañana o con un día nublado) y el calor era agobiante. También puede ser un sitio muy recomendable para otras épocas del año como primavera y otoño.
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A LA CALA DEIÀ, DE PIEDRA Y BELLEZA EN SUS AGUAS
Tocaba deshacer nuestros pasos. Íbamos ya un poco pillados de tiempo, aunque lo que deseábamos era meternos un baño inmediatamente. Y la opción que se nos presentaba por esa zona pasaba por acercarse a la Cala Deià, que sabíamos que era de piedras y guijarros.
Así pues, volvimos por la carretera Ma-10, que va por la falda de la Sierra de Tramontana en paralelo por la costa, pasando primero Son Marroig y luego la propia población de Deià, que tuvimos que volver a atravesar pero por el otro extremo respecto al que habíamos hecho anteriormente.
Sobre uno o dos kilómetros después ya nos encontramos el desvío a la cala. En una de las guías habíamos leído que la carretera es estrecha y con curvas, siendo mejor bajar andando, por los problemas para aparcar… Pero ya casi era las seis y media, no teníamos tiempo de ir andando y hacía mucho calor, así que fuimos a la aventura con el Fiat Punto.
Pronto vimos que es una carretera por la que tienes que ir muy atento si no quieres tener un disgusto. No es que haya precipicios, pero es muy estrecha, teniendo que parar si viene un coche de frente y demasiadas curvas de herradura, teniendo que ceñirte a tu lado y no cerrarte cuando el giro es a la izquierda porque puede venir alguien de frente. Hay que ir despacio e incluso pitar para avisar, que es lo que hacía yo.
En nuestro caso, por la hora que era, ya muchos estaban saliendo de la cala y nos los cruzamos de frente, por lo que tuvimos que estar muy concentrados al volante. Y en el momento que parecía que llegábamos abajo y vimos ya coches aparcados en las escapatorias de la carretera, nosotros decidimos parar.
Como no sabíamos muy bien cuánto nos quedaba, preguntamos a los primeros turistas alemanes que nos cruzamos y nos dijeron que había sobre unos cinco minutos andando pero que la cala estaba aún bastante llena.
En todo caso, caminamos y a medio camino nos encontramos con el aparcamiento de la cala, que no deja de ser reducido, además de “zona azul”, por lo que era de pago. A partir de ahí, tras una cadena, seguía un camino asfaltado pero ya era privado y de acceso a una especie de urbanización pequeñita contigua a la cala.
Inmediatamente nos encontramos con esta playita que era de piedras y protegida por una sucesión de rocas. Es cuestión de gustos, pero a mí me pareció coqueta con sus dos bares con una terraza de techo de paja y una sucesión de cuevitas-refugio como en otras playas mallorquinas.
Si eres escrupuloso con la limpieza, plantéate ir, ya que está lleno de algas y se alterna con las rocas, aunque una vez que entras en el agua y avanzas ya te encuentras con que está muy limpia, a imagen y semejanza del archipiélago.
Como nos dijeron los turistas alemanes, no es que no hubiese sitio para dejar la toalla, pero sí había mucha gente, más si hablamos del complicado acceso por carretera. Así que nos cambiamos y nos pusimos el calzado para pisar suelos rocosos, cogiendo también las gafas y tubos de snorkel.
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Como dije, entrar es un poco incómodo por las piedras que hay, además de haber bastante alga en la orilla. Pero una vez que avanzas y te sumerges ya ves que el agua es muy limpia y probablemente sea de los mejores sitios para hacer snorkel y ver variedad de peces.
Ahí estuvimos un rato disfrutando del sitio, aunque no más de cuarenta minutos desde que llegamos. Cierto es que suena apurado y así fue, pero el baño resultó suficiente. Mi consejo es que vayáis con tiempo suficiente para disfrutar del sitio.
Así, como queríamos ir aún al pueblo de Deià y Son Marroig, nos volvimos a cambiar y dirigir hacia el coche.
DEIÀ, UN PUEBLO CON UNAS MAGNÍFICAS VISTAS PERO NO MUY ANIMADO. DESCARTADA LA VISITA A SON MARROIG
Una vez que salimos con el coche, comprobamos de primera mano la peligrosidad de la carretera que llevaba a esta cala Como dije, había que estar muy atento, ir despacio y si hacía falta pitando para avisar al que venía de frente; algo que no pasó en una de las curvas de herradura donde acabaron chocando dos coches y ahí estaban rellenando partes de accidente. Así que mucho cuidado que unas vacaciones son para disfrutar y no para llevarte disgustos.
Poco a poco llegamos a la carretera más general y nos dirigimos hacia Deià. De hecho, aparcamos antes de llegar desde donde se veía unas panorámicas impresionantes y preciosas del pueblo, encaramado en la montaña y con su iglesia presidiendo en lo más alto.
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Lo cierto es que el sitio es de muchos contrastes con respecto a Valldemossa. Cuando llegamos al centro del pueblo pasaría un poco de las siete y media y rápidamente encontramos el párking general que en este caso era zona "azul" (todo se paga ) aunque con unos 20 céntimos lo ventilamos hasta que se acabase la ORA y además es mejor eso que dejarlo de cualquier forma y que te peguen un golpe.
Nos encontramos un pueblo bonito, y muy tranquilo, vamos que salvo nosotros había muy poca gente por la calle a esa hora Es un pueblo que dicen que es bohemio y donde han vivido muchos pintores y escritores, siendo el más famoso el inglés Robert Graves, del que hay un museo indicado, pero no nos llamó la atención como para ir.
En cualquier caso, quisimos investigar un poco en sus calles y subir hacia la iglesia, para lo cual había que tener un poco de piernas porque estaba empinado, pero acabamos llegando. No tiene mucho más, la iglesia es coqueta pero si realmente subes es para intentar disfrutar de una vista general, y ver las construcciones de las casas típicas de un pueblo mallorquín de la sierra de "Tramontana" que no se ha visto erosionado por el turismo. Es más, fijándose en los carteles de los bares y restaurantes, hasta los precios eran normales.
Como curiosidad, con los únicos que nos cruzamos fue con los invitados de una boda, que por lo visto se celebraba en la iglesia con lo que nos cortó ser los únicos turistas por la calle y decidimos pasar muy desapercibidos y acabar por irnos. Eso sí, al llegar de vuelta al coche y emprender la marcha salimos justo detrás del autobús de invitados de dicha boda y tuvimos que ir pegados un rato a ellos.
Ya era un poco tarde, pasaba de las ocho, y a los pocos kilómetros vimos que el autobús se desviaba en el mirador de Son Marroig, que imagino que es donde sería el banquete.
Las referencias nos indicaban que "Son Marroig" es uno de los sitios favoritos de los habitantes de la isla para visitar y para celebraciones. Es una especie de finca con un monasterio que es "Bien de Interés Cultural", pero lo que más atrae al turista es su mirador e impresionantes vistas.
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Son Marroig (mallorcatour.net / mallorcaweb.com)
Desde allí se divisa la península de "Foradada", el mar, pero lo que más atrae es sus puestas de sol Por lo visto son recomendables, pero en nuestro caso acabamos por descartarlo, ya que en ese momento queríamos llegar para cenar al hotel. Ahora casi me arrepiento y hubiese preferido perder la cena y disfrutar de la puesta de sol; habría sido un gran epílogo a un día muy condensado.
Así optamos por seguir nuestro camino, ya con dirección a Magalluf. Teníamos que pasar de nuevo por Valldemossa, atravesamos el pueblo y después ya vimos desde la carretera esas panorámicas del pueblo con la cartuja que te enseñan en las guías turísticas. No era la mejor hora, ya que estábamos a contra luz, pero la ocasión pintaba para sacar alguna imagen desde el coche.
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Desde allí, Palma estaba sólo a unos 18 kilómetros por una carretera que en su inicio aún tenía alguna curva, pero nada comparable a la carretera que acabábamos de dejar y, sobre todo, más ancha. Y al llegar a la "llanura" y dejar la sierra, ya nos encontramos un tramo de carretera desdoblada. Ojo, que no es una autovía como indican algunos planos, si no, un vial semi urbano, con unas cuantas glorietas que dan servicio a lugares comerciales y creo recordar que a algún campus de la universidad de las Islas Baleares.
Al final llegamos a la autovía de circunvalación de Palma (Ma20), un poco antes del estadio de Son Moix, y desde allí ya no quedaba mucho para coger la autovía de Andratx y muy rápido llegamos a Magalluf, sin haber tampoco un tráfico excesivo. Íbamos un poco asustados por llegar "pillados" para la cena, y al final pasarían unos pocos minutos de las ocho y media. Con todo llegamos hasta con tiempo para arreglarnos, y deshacer las mochilas antes de bajar a cenar.
... Y PARA ACABAR LA JORNADA, INFILTRADOS EN EL "MEOLLO" DE MAGALLUF
La cena fue un poco en la línea de los días anteriores, con un buffet que tenía un poco de todo, pero queríamos probar en este caso la pasta en la cocina en vivo. Me gustó, y era muy rápido, ya que te echaban en la sartén los ingredientes que querías, la salsa y luego la pasta que querías y que ya estaba cocida con anterioridad.
Estaba bien, aunque como crítica constructiva veo alguna cosa mejorar; principalmente el servicio de bebidas para los que no íbamos en "todo incluído". Teníamos que esperar a que un camarero nos sirviese y luego otro nos cobrase, con lo que se iba algo de tiempo. A veces podíamos levantarnos entre medias y coger platos, y ya veíamos la nota en la mesa pero, no sé, me parece póco práctico y encima me parece que había gente sin "pulsera" que se servía bebidas del "Todo Incluído" y nadie les decía nada o no se daban cuenta Todo depende del "morro que le eches.
Eso sí, llegar a cenar a las nueve y diez, o incluso a en punto, puede ser un poco apresurado si quieres estar sentado y comiendo tranquilamente, además de ir probando la comida en vivo. Lo digo porque cuando quise ir a por algo de carne ya pasaba algún minuto de las nueve y media y estaba cerrado.
Terminamos y, aunque estábamos cansados, el plan de la noche era ver un poco el ambiente de Magalluf, después de todo lo que nos enseñó la tele el año anterior con las famosas fiestas descontroladas. No es que nos vaya en absoluto ese rollo, pero mi especialmente mi novia tenía una ciera curiosidad.
Esta vez, en lugar de ir por el paseo marítimo, decidimos ir por las calles propiamente dichas de la localidad, plagadas de neones y con sus restaurantes y bares y guiris para cenar, algún pub aislado y supermercado que dispone de todo tipo de alcohol pero no tiene pan
Ahí ya empiezas a ver gente sobre todo jóven, con sus bermudas, camisetas de tirantes y gorra, pero nada del otro mundo hasta que llegas a la famosa calle de Punta Ballena En nuestro caso estamos hablando que el hotel "Sol Antillas Barbados" estaba en el otro extremo de Magalluf por lo que era distancia de sobra
En cualquier caso, esa calleque ponen poco menos que como "Sodoma y Gomorra" no es tampoco para tanto y sí que puedes pasear tranquilamente si tienes un poco de curiosidad rápida, pero no lo recomiendo tampoco para salir de fiesta . Quiero decir, no es nada fuera de lo común, ni diferente a otros sitios poblados de guiris en busca de alcohol como Salou, Benidorm o Lloret de Mar.
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Punta Ballena
Punta Ballena es una calle que es una cuesta donde se apilan pubs ingleses a ambos lados. Según subes, te encuentras mucha gente joven que a las diez y media de la noche ya tienen una melopea considerable y que van con latas de cerveza y botellas bebiendo por el medio de la calle. Sin embargo ahora el rollo parece estar mucho más controlado, y cada poco había patrullas de la policía local de Calviá (municipio al que pertenece Magalluf), después que el ayuntamiento parece haberse avergonzado por lo que las televisiones enseñaron el verano pasado.
Por el resto, pubs de todo tipo, varios con go-gos ligeras de ropa como reclamo principal para clientes (lo siento pero me parece de un sexismo tremendo ) y relaciones públicas a cada paso dándote la "turra" para que entres en su establecimiento, eso sí, en un perfecto inglés shakespeariano.
Vamos, que si tienes curiosidad vete, pero poco más, que el rollo no es distinto a otros sitios mediterráneos que son paraísos para los guiris que buscan turismo de alcohol, playa y si pueden sexo.
Nos fuimos de "Punta Ballena" y volvimos para el hotel, esta vez caminando por el Paseo Marítimo. Debo decir, que no tiene nada que ver el ambiente, ya que ahí lo que más abundaban eran familias caminando y los establecimientos eran los restaurantes que te preparaban lo mismo una paella, que "pescaíto frito", que "pulpo a la gallega" o un "kebab", regado todo ello con sangría. También había clubes en plan "Chill out" de los que daba miedo siquiera entrar porque tenían pinta de ser caros. Vamos, que allí no se me perdió nada para comer ni para tomar algo
Al final, acabamos por regresar al hotel y pedirnos algo en el bar para tomarlo tranquilamente en las "tumbonas" de la piscina. Mucho mejor, relax absoluto después de lo que acabábamos de ver
Fue la forma de terminar un largo día muy condensado que, por otra parte, nos había servido ya para dejar vistas unas cuantas cosas en principio imprescindibles de Mallorca. El día siguiente nos íbamos más lejos, en esta ocasión al este de Mallorca, ya que teníamos compradas las entradas para las cuevas del Drach... Pero eso ya es otra historia. De momento, tocaba descansar.
Así pues, con siete días y queriendo hacer lo máximo posible, descartamos pasar todo el día en dicha cala, por ser de las más turísticas de la isla. Es decir, queríamos hacer más cosas, y en este caso en principio la idea era ir a los pueblos más conocidos de la sierra de Tramontana por la tarde. En cualquier caso había varias opciones para hacer la excursión a La Calobra.
1-Coger el tren de Soller y luego en tranvía hasta Port de Sóller y allí coger el barco a La Calobra. Es una opción muy bonita y realmente tenía ganas de coger el tren que va de Palma a Sóller, pero es una hora de viaje y otra a la vuelta y con un número limitado de viajes, que ya suponía que te partía el día por completo. Además, habíamos alquilado el coche para toda la semana y dejarlo sin usar un día era poco rentable (si nos decantábamos por esa opción, iríamos desde Magalluf a Palma en autobús, no íbamos encima a pagar un párking
). Así pues, opción descartada muy a nuestro pesar porque sí que nos apetecía coger el tren de Sóller.2-Todo en coche hasta La Calobra. Es una opción para aventureros, porque supone ir por carreteras estrechas pero de un paisaje espectacular como es la sierra de Tramontana. El problema es que no sabíamos qué nos íbamos a encontrar de aparcamiento, y no tenía ganas de andar en tensión de cruzarte con autobuses y demás en semejante carretera que tenía curvas de 360 grados. Parecía mucho más cómoda la opción del barco.
y 3-IR EN COCHE HASTA SÓLLER, COGER EL TRANVÍA HASTA EL PUERTO Y ALLÍ EL BARCO A LA CALOBRA. Esa es la opción que finalmente escogeríamos, aunque también iba a suponer un punto de tensión.
Si queríamos disfrutar lo máximo posible de La Calobra y estar de vuelta a primera hora de la tarde, había que coger el "ferry" de la compañía "Barcos Azules" a las diez de la mañana, y para estar tranquilos, el tranvía debía ser el de las nueve de la mañana, porque había otro a las nueve y media, pero suponía llegar muy justos. Así que ya sabíamos que íbamos a tener que madrugar y correr.
Y a priori el precio iba a ser no muy barato. Sólo el barco costaba 25 euros ida y vuelta, y para los dos viajes en tranvía había que pagar otros 11. Total, que 36 euros por cabeza de principio no te los quitaba nada. Aún así, decidimos pagarlo todo en el momento, ya que la página de "Barcos azules" te permitía la compra anticipada por internet, pero como ya dije, no se trataba de lanzarse y luego ver que la mar estaba ese día en malas condiciones para ir en barco. Aquí si que es mejor no precipitarse.
DESAYUNAR DEPRISA Y CARRERAS Y SOFOCONES PARA LLEGAR A TIEMPO A COGER EL TRANVÍA
Había que estar a las nueve de la mañana en Sóller para coger el tranvía y por ello nos levantamos a las siete y media. No se podía tampoco antes, ya que si queríamos desayunar en el hotel, el comedor no abría hasta las ocho de la mañana, así que de antemano ya íbamos justos de tiempo.
En cualquier caso, la idea que teníamos clara era que ya bajábamos a desayunar con las mochilas hechas, para no tener que volver a la habitación y así salir directamente para el coche. Así lo hicimos y no nos entretuvimos mucho desayunando: Una tostada y algo de bollería y listo.
Eso sí, desarrollamos un método para evitar el café y la leche de máquina: Cogerla fría y calentarla en un microhondas que había allí
Y luego, el café descafeinado de sobre.En cualquier caso, sobre las 8:15 u 8:20 montamos en el coche sin saber muy bien cuánto tardaríamos en llegar a Sóller. El primer tramo era conocido, ya que era por el recorrido habitual, aunque ya en llegar a Palma todavía tardabas mínimo el cuarto de hora.
Volvimos a coger la circunvalación de la capital mallorquina hasta que ya vimos la salida hacia Sóller por la carretera Ma11. Se trata de una carretera convencional, ancha y recta, pero con unas cuantas glorietas que te hacían difícil adelantar, especialmente si tenías algún camión delante. Eso sí, a medida que avanzábamos kilómetros el tráfico se iba reduciendo por ir a otros pueblos.
No hay mucha distancia, apenas 20 kilómetros desde Palma, pero todavía se tarda entre unas cosas y otras. Y en el tramo final teníamos el famoso túnel de Sóller. Tiene apenas un kilómetro y quien esté acostumbrado a conducir seguro que conoce unos cuantos más largos y gratuítos. Pero lo malo es que se aprovechan de que quienes más circulan en esas fechas son turistas y por ello se les pone un peaje de ¡¡cinco euros!!
Para la población de la isla es un precio simbólico, pero también se aprovechan de que la alternativa es atravesar un puerto lleno de curvas, en plena sierra de Tramontana, y donde pierdes muchísimo tiempo. Por lo que acabas pagando.*** Imagen borrada de Tinypic ***
Túnel de Sóller (mallorcafotoblog.wordpress.com)
Tras el túnel, a un par de kilómetros ya nos encontramos Sóller. No eran aún las nueve menos cinco, pero... aún había que buscar sitio para aparcar y luego la plaza de la Constitución que era desde donde salía el tranvía a las nueve.
Así que dejamos la carretera y por intuición nos metimos en el casco urbano de Sóller, donde las calles son estrechas y casi no hay sitio para aparcar. Eso sí, había carteles de un parking municipal llamado "Sa Calatrava" así que ya fuimos a tiro fijo, ya que tampoco teníamos tiempo.
El ayuntamiento, por lo visto, fomentó este párking subterráneo con la idea de que los turistas aparcasen allí y no estacionasen de cualquier forma. Llegamos y vimos que no es el típico de la barrera, si no que funciona por el sistema de la ORA. Es decir, había que sacar el tíquet y dejarlo en el salpicadero para que no te multasen los operarios.
En ese momento ya pasamos muchos nervios porque quedaban pocos minutos para las nueve
Y, como suele pasar cuando tienes prisa, tuvimos que juntar apurados la calderilla que teníamos en nuestras carteras para reunir los seis euros que costaba tener el coche todo el día (no queríamos arriesgar por si volvíamos más tarde de lo previsto).Lo peor era la carrera que nos tuvimos que meter luego Salimos del párking y preguntamos a un señor cómo ir hasta la plaza de la Constitución y nos lo dijo avisándonos que estaba a unos cinco o diez minutos andando. No estaba mal, cuando quedaban sólo dos minutos para las nueve.
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Panorámicas de Sóller (www.visitsoller.com)
La alternativa por si no llegábamos a coger el tranvía era buscar un taxi o algo así, porque pensábamos que tener que esperar a las nueve y media iba a ser demasiado justo para coger el barco a La Calobra (luego probablemente nos hubiese dado tiempo).
Así que tocó correr con todas nuestras fuerzas, por calles estrechas sin apenas aceras como una llamada de "Cristóbal Colón" donde además si ibas con sandalias resbalabas.
Por fin llegamos a la dichosa plaza de la Constitución y nos encotramos que el tranvía estaba ya en marcha pero se paró unos metros más adelante y allí el maquinista nos dijo que subiésemos directamente. ¡Menos mal! Ahí estábamos, pero habíamos pasado un mal rato y no recomiendo en absoluto ir tan apurado como fuimos nosotros.UN TRANVÍA MUY COQUETO Y DONDE DISFRUTAS DEL PASEO
El tranvía viene a ser uno de los principales recursos turísticos de Sóller y conecta los cinco kilómetros que hay entre la localidad y el puerto. No es el típico trenecito turístico tirado por un tractor, en absoluto. El tranvía tiene ya sus cien años de historia, va por vías y está electrificado. Y lo cierto es que lo tienen bien explotado turísticamente
ofreciendo paquetes también para que cojas el billete combinado con el tren que viene de Palma.El tranvía tiene su encanto por ser de vagones de madera y sin cubrir, con lo que puedes asomarte a sacar fotos, muchas de las cuales al final son de su interior. En nuestro caso dio tiempo a recuperarse del sofocón
y disfrutar del viaje. Además resulta curioso escuchar el silbido del tranvía cuando inicia la marcha.*** Imagen borrada de Tinypic ***
Comienzas el recorrido pasando muy cerca de diversas casas y fincas de Sóller, de tal forma que si extiendes el brazo las tocas (no es muy recomendable, por cierto
). Al poco te llega el revisor y tienes que pagarle los billetes, a razón de 5,50 euros cada uno. Si fuese un poco más barato tampoco pasaba nada, pero el viaje merece la pena. Posteriormente llegas a ir en paralelo con la carretera y viendo diversos naranjos y limoneros por el recorrido hasta que por fin llegas a Port de Sóller y su último tramo es por todo el paseo marítimo, del que tienes unas vistas preciosas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El sitio es coqueto y ves que en el primer tramo está la playa, donde había ya gente a esa hora, y luego llegas al propio puerto que es principalmente deportivo y está plagado de yates aparte de los barcos turísticos que te llevan a las calas.
Al final del recorrido te paras al lado de un edificio que parecía ser la sede del tranvía y que también albergaba algún restaurante. Eran las 9:25, con lo que habíamos llegado con tiempo suficiente. La gente se bajó y en ese momento vimos que la máquina se desenganchaba de los vagones, que supuestamente ahí quedaban hasta el siguiente viaje. Así que "en bandeja", aprovechamos para hacernos las últimas fotos estando nosotros sólos.
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...Y NOS MONTAMOS EN EL BARCO HASTA LA CALOBRA
Como dije, nuestra intención era ir hasta La Calobra y el anexo Torrent de Pareis, que es una de las principales postales de Mallorca y resulta uno de los imprescindibles aunque asumíamos la masificación a priori.
Y sólo quedaba coger el barco para ir allí. Por internet ya habíamos visto que la empresa que lo gestiona se llama "Barcos Azules" (www.barcosazules.com/) y consultados los horarios. Una vez allí, la taquilla estaba a la vista, en un edificio muy visible en un muelle que salía justo donde nos dejó el tranvía.
Así que lo primero que hicimos fue ir a por los billetes, cuando todavía no había mucha gente. La sorpresa fue que al ser temporada alta, al final había muchas más frecuencias de barcos que lo que ponía internet (si lo hubiésemos sabido, algún sofocón no habríamos ahorrado
). En cualquier caso, cogimos el billete para ir a las diez de la mañana y volver a las 13:50. Previendo que el viaje era de 50 minutos, nos parecía que tres horas era más que suficiente.Y como aún teníamos tiempo, decidimos dar un paseo por el puerto de Port de Sóller, ver sus yates e incluso patear un poco el paseo marítimo, que se veía aún bonito y no muy destrozado por el turismo
Comprobamos también diversos restaurantes cuyos menús no eran muy caros en comparación con lo que es Mallorca. *** Imagen borrada de Tinypic ***
Sin más, subimos al barco y al final acabaríamos saliendo entre cinco y diez minutos tarde, quizás esperando a por más viajeros, porque al final no fue el barco lleno, ni mucho menos. Las características es la de cualquier otro que hace trayectos cercanos a la costa, con un piso cubierto y otro superior al aire libre, ideal para tirar fotos, que es donde nos situamos. Aún así cuidado, daros bien de crema antes de salir y preparados para el calor y el viento, aunque ese día era tranquilo y apenas había oleaje (según palabras de otros que estuvieron en Mallorca, si la mar está brava, el viaje es una tortura y la tripulación acaba por repartir bolsas para el mareo a todo el mundo
)El viaje en sí es bonito, saliendo del Puerto de Sóller, rodeando su faro, comprobando que aún hay aberraciones urbanísticas en lo alto de algún acantilado
pero disfrutando del paisaje que brinda la Sierra de Tramontana y sus rocas y grandes acantilados fundiéndose con el mar. Es un viaje para disfrutar en ese sentido y curiosamente la mayoría de los que estábamos éramos españoles a esa primera hora.*** Imagen borrada de Tinypic ***
Quizás lo malo es que el barco tardó algo más que lo que pensábamos porque paró a dejar en la cercana Cala Tuent a una familia. De lo malo, sirvió para que viésemos otra de las playas recomendadas en las guías sobre todo por su paisaje. Se trataba de una cala relativamente larga para lo que es esa zona y el suelo como medio de tierra y gravilla suelta. No había prácticamente nadie a esa hora (no sé si cambiaría la situación a lo largo del día) y, según comentaba esa famila, sólo había un restaurante que se veía alejado en pleno monte. Ni rastro de ningún otro edificio
Si vuelvo a Mallorca, quizás es una opción a tener en cuenta.*** Imagen borrada de Tinypic ***
El viaje continuó y muy cerca ya estaba La Calobra, que la intuíamos por la cantidad de yates que estaban allí fondeando. El barco se fue aproximando y lo primero que vimos fue el "Torrent de Pareis", que a esa hora ya empezaba a estar concurrido
y acto seguido ya atracamos en lo que es La Calobra propiamente dicho y donde no había casi gente. Serían las 11:15 de la mañana aproximadamente.*** Imagen borrada de Tinypic ***
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"Torrent de Pareis" desde el barco
SITIO PRECIOSO, IDEAL PARA HACER SNORKEL PERO MUY, MUY AGOBIANTE. (AÚN ASÍ RECOMENDABLE)
Lo que es La Calobra en sí, es un puertecito empleado ahora por los barcos de turistas que llegan y una pequeña calita rocosa, rodeada de restaurantes y la zona de carretera donde llegan los autobuses plagados de turistas. Sin embargo, esas primeras "mareas" de gente en vez de quedarse allí, en su mayoría cogían el camino habilitado para ir al "Torrent de Pareis", por lo que nosotros optamos por empezar quedándonos allí y estuvimos al principio muy tranquilos.
Dejamos nuestras toallas en unas rocas debajo de una pasarela de madera por donde empieza el camino al "Torrent" y no había nadie más. Nos cambiamos, nos calzamos las zapatillas y ¡al agua!.
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Como digo, esta playa es más bien de roquitas por lo que descalzo no es aconsejable. Eso sí, hay que ir con el equipo de Snorkel, porque el fondo es más entretenido de lo habitual y ves peces de todo tipo. De hecho nosotros no nos aburrimos en absoluto y aún estuvimos un buen rato en el agua. Podemos decir, que ese primer momento fue muy agradable.
Sin embargo seguíamos viendo barcos llegar y muchos turistas yendo inmediatamente para el "Torrent de Pareis" por lo que ya nos decidimos en ir para allí antes que la zona se pusiese imposible
Y, efectivamente, la "zona comercial"
ya estaba muy concurrida. Unos cuantos restaurantes, puestos de helados y granizados y de souvenirs. Ya de echar un vistazo nos asustamos Bocadillos a 8 o 9 euros, helados a cuatro, refrescos a tres... Vamos que se aprovechan de que la cala está muy alejada de todo y no tienes otra alternativa, a no ser que lleves tú tu comida. Esa es una opción que debéis valorar si no queréis dejaros una pasta en comer allí.En cualquier caso, nuestro paseo continuaba en dirección al Torrent. En sí es bonito porque está "labrado" entre la roca de los acantilados y vas viendo el paisaje... El problema es lo masificado que está. Así íbamos un tanto ralentizados y rodeados casí en su exclusividad por alemanes que, eso si, acudían en plan familiar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En el último tramo antes de llegar a nuestro destino, hay una zona de túneles dentro de la roca y debidamente iluminados. Es bonito, pero el problema es que al ser más estrechos, los tapones eran habituales. No me lo imagino eso para una persona con movilidad reducida, a no ser que vaya a primera o última hora.
Y al fondo allí estaba esa "calita" de postal fotográfica, pero donde ya casi se veía que no cabía ni un alfiler
Antes de llegar, vimos que había una senda que salía a la izquierda y que tenía el paso prohibido, aunque rápidamente entendimos por qué.Y es que llevaba a unas rocas desde donde los más atrevidos se tiraban al agua a pesar del riesgo que entrañaba y que daba miedo casi verlos. El camino finalizaba un poco ya metido en el propio cauce del Torrent de Pareis, no en la propia cala, y algunos lo que hacían era dejar la toalla allí para evitar el jaleo. Claro que debes tener siempre alguien allí pendiente, por si acaso.
Estamos hablando de un "torrente" como dice su propio nombre en catalán, que nace unos kilómetros más arriba en plena Sierra de Tramontana y que es habitual que se organicen rutas de senderismo siguiendo su cauce, pero sólo recomendable para gente acostumbrada y con guías especializados, ya que puede ser hasta peligroso.
Lo que hace que este paraje tenga tanta fama, es la cala que se forma en la desembocadura al mar, flanqueada por dos "peñascos", que hace que sea preciosa visualmente, pero cuando está vacía :D
. En este caso, dejamos la toalla y nos metimos en el agua, no muy lejos por precaución ante todo el agobio de gente.*** Imagen borrada de Tinypic ***
La cala es de cantos rodados y según te metes al agua igual. En pocos metros ya hay mucha profundudad, pero el fondo sigue siendo de cantos rodados, es decir, nada del otro mundo. Y si quieres ver algo, tienes que acercarte a los propios acantilados. A decir verdad, no estuvimos mucho tiempo en el agua y nos acabamos saliendo y estando un poco en la toalla, alucinando con algunos comportamientos como la abudancia de "palos selfie" o incluso una chica que no paraba de posar entre las rocas y metida en el agua, mientras su pareja o padre (no nos quedó claro ese matiz) le sacaba fotos y aguantaba el temporal porque se le antojaba la foto de una manera, de otra e incluso le abroncaba de malas maneras
¿Pero no sabrá la gente disfrutar un poco si estar preocupada de tonterías?El caso es que ante tanto agobio de gente y que prácticamente te estuvieses rozando con el de al lado, nos acabamos por ir. Una pena, ya que el sitio estaba bien, pero si no te gustan los agobios no es para julio y agosto, o al menos de 11 a 17 horas.
Aprovechamos para sacar algunas fotos desde el otro lado de los dos peñascos que delimitan la desembocadura del torrent y comprobamos que el cauce está prácticamente seco en estos meses, habiendo sólo alguna charquita residual. Unas cuantas fotos y ya regresamos a lo que es el muelle de La Calobra
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El camino de vuelta fue tan o más concurrido que a la ida, teniendo en cuenta que nos cruzábamos en las dos direcciones y había tapones en los túneles. Eso si, igual sin exagerar el 90 % eran alemanes y te llegabas a sentir realmente extranjero allí (todo hay que decirlo, con una educación en su gran mayoría exquisita).
Nuestra idea era comprar algún bocadillo para comerlo en el barco de vuelta al Puerto de Sóller, así que fuimos viendo los precios que marcaban los bares a ver si había alguno "razonable" (cuestión prácticamente imposible, por otro lado
).Y así nos dispusimos a pegar el último baño antes de abandonar la zona, ya que sería sobre la una y el "ferry" salía a las 13:50. Quisimos ponernos donde estuvimos a primera hora, justo debajo de la pasarela de madera que hay cerca del embarcadero, y lo cierto es que si había gente, pero tuvimos sitio de sobra para dejar las toallas y estar tranquilos. Además los que estaban a nuestro alrededor eran portugueses, de una zona cercana a donde yo soy, y resultaba una bendición comprender lo que estaban diciendo.
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Insisto en que mi consejo es que para bañarse (siempre bajo mi opinión), lo mejor es esta zona de La Calobra, cerca del muelle, sobre todo si os gusta el snorkel, ya que es más variado que el "Torrent", ves más peces y el fondo es algo más que un montón de cantos rodados.
Además estábamos más tranquilos, y estuvimos relajados un buen rato en el agua (es una pasada ver ese agua tan cristalina) antes de salirnos y cambiarnos, toallas mediante (los baños que hay allí son de pago).
Nos quedaba comprar los bocadillos y al final el "menor atraco" nos pareció que era una especie de restarurante "self-service" que estaba allí mismo, pasando por debajo de la pasarela y subiendo por una escalera. Así, en un kiosco adyacente, acabamos por coger dos bocatas de jamón serrando y tomate que costarían cerca de los seis euros, pero al menos eran de un tamaño decente. Así que nada, a pasar por el aro y comprarlos, que le vamos a hacer
Cuando volvimos al muelle, ya estaban situados dos ferrys de la compañía "barcos azules". Así que ya nos fuimos directos para allí. Habían pasado casi tres horas; para nosotros suficiente para estar en esa zona.
BARCO DE REGRESO Y GRANDES AGLOMERACIONES EN EL TRANVÍA DE VUELTA A SÓLLER
Nos pusimos en la cola y rápidamente nos mandaron al barco que salía a las 13:50, mientras que el otro lo haría cinco minutos antes. Sin embargo, estamos en España y lo de la puntualidad no es lo nuestro
En honor a la verdad el retraso se debió a un grupo de "guiris" que se tomaban la vuelta con calma.La escena fue un poco pintoresca, ya que se tuvo que esperar por algunos que supuestamente estaban en una excursión organizada y veías allí a un paisanete que era el guía con una bandera de la Unión Europea, intentando hacer recuento de su grupo y dando explicaciones a la tripulación. Vamos, encima iban llegando escalonadamente y sin ninguna prisa por el muelle
Como para tener la programación del día muy ajustada.Soy yo la tripulación y se quedan en tierra.
En cualquier caso, se retrasaría unos 10-15 minutos en salir, en cuanto el paisano de la banderita dio el OK. Dentro, el barco iba lleno a rebosar, no cómo en el primero que cogimos a las diez de la mañana.
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Eso sí, lo que abundaba entre el pasaje era gente con camisetas del Bayern Munich. La inmensa mayoría eran alemanes y creo que éramos los únicos españoles. En nuestro caso, nos sentamos en el piso inferior del barco y descartamos ir a la cubierta a ver el paisaje porque el calor no lo recomendaba precisamente.
Así pues aprovechamos para comprar unos refrescos en el barco, que en este caso costaban 1,80 euros y eran mucho más baratos que en "La Calobra". Tranquilamante comimos nuestros bocadillos en un viaje que fue bastante rápido, porque en esta ocasión no hubo que parar en Cala Tuent y en unos 45 minutos estábamos ya atracando en Port de Sóller.
Tras el oportuno y lógico tapón en la salida del barco vimos que eran ya las 14:50 y quisimos coger el tranvía que salía para Sóller a las tres de la tarde, con la idea de poder ver pueblos de la sierra de Tramontana el resto del día. Por lo tanto descartamos dar un paseo por el puerto y fue por lo que comimos un bocadillo en el barco en vez de hacerlo tranquilamente en cualquiera de los restaurantes de allí.
Teníamos tiempo de sobra para llegar a coger el tranvía de esa hora... El problema era la inmensa aglomeración de gente que allí estaba esperando
Justo en el momento que llegamos al apeadero, también lo hacía un tranvía que llegaba de Sóller y en cuanto se bajó la gente hubo una gran aglomeración por subir, ocupar los asientos (que de lo malo pudimos hacernos con un banco) e incluso apelotonarse en los pasillos.
La cuestión es que todos nos pasamos un poco de listos
La máquina se desenganchó y ahí quedamos un rato parados. Y nuestra cara de tontos fue más aún cuando vimos otro tranvía que llegó con dos máquinas, y que la gente que no había subido en nuestro tren lo hizo en el otro y salía inmediatamente.*** Imagen borrada de Tinypic ***
Pero bueno, de donde estábamos nosotros no se bajaba nadie, así que tampoco lo hicimos, y al poco apareció otra máquina, y sobre las tres y cuarto emprendimos el viaje a Sóller.
Como estábamos sentados, aunque muy apretados pudimos disfrutar nuevamente de las vistas del puerto y de los naranjos que había en el camino. Nos preguntamos si serían capaces de cobrarnos a todos los que estábamos allí pero realmente fueron
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Y todo porque en una de las paradas subieron varios revisores que se organizaron y les dio tiempo de sobra a que no se les escapase nadie y cada uno de los viajeros pagase sus 5,50 euros. No se lo que le hubiera pasado al que no tuviese dinero, supongo que lo dejarían en tierra
Al final llegamos a la plaza de la Constitución de Sóller, fin del trayecto y momento de tranqulidad después de todas las aglomeraciones. Nos merecíamos un pequeño descanso antes de seguir nuestro trayecto hacia Valldemossa
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SÓLLER Y CAMINO A VALLDEMOSSA PARA LLEGAR A VER LA CARTUJA
Estábamos en la localidad referente de la Sierra de Tramontana, donde tiene bastante fama los artículos "Fet a Sóller", principalmente gastronómicos y "delicatessen". Te encuentras publicidad en cualquier punto de la isla sobre ello y bueno, para quien esté muy interesado le puede resultar atractivo.
En nuestro caso, dimos una pequeña vuelta antes de ir a por el coche y tratar de ver lo más interesante de la localidad. La plaza de la Constitución viene a ser el centro propiamente dicho y es un lugar coqueto con bares donde tomar algo y algo que empieza a ser típico en muchos lugares como es "vestir los troncos de los árboles con prendas de lana"
El principal reclamo monumental es la iglesia de Sant Bartomeu , que es preciosa y que merece al menos ser vista desde fuera. Este templo fue en origen "románico" pero tuvo varias reformas y su estructura actual es barroca y lo más llamativo y merece varias fotos es su preciosa fachada, que es típica del modernismo catalán-balear de principios del siglo XX y que fue diseñada por un discípulo de Gaudí, Joan Rubió.
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De hecho lo primero que pensé cuando lo vi, es que tenía que haberlo diseñado Gaudí y no fui muy desencaminado. Como digo, merece la pena apreciarla desde fuera y luego si quieres entrar, que fue algo que nosotros hicimos muy de pasada.
Continuamos nuestro recorrido caminando unos metros más arriba, ya que tenía ganas de ver la estación donde llegan los trenes que vienen de Palma (una de las cosas que nos quedaron pendientes en este viaje por hacer). Es un lugar cuidado, con una sucesión de cuadros dentro, pero poco más, ya que el acceso a los andenes está cerrado salvo que vaya a salir o llegar un tren, así que nos fuimos de allí.
Simplemente compramos algún refresco más, ya que el calor apretaba, y nos fuimos en dirección al párking para coger el coche. Pasamos nuevamente por aquella calle estrecha y coqueta llamada "Cristóbal Colón", por la que tuvimos que correr a la mañana para no perder el tranvía, sin embargo no había nadie por allí y estaba todo cerrado, con lo que no nos detuvimos más y fuimos directos a por nuestro Fiat Punto.
Eran las cuatro de la tarde y nos quedaba por ver en ese día Deià y Valldemossa, ya que la intención era intentar ver las máximas cosas posibles y dejar más liberados el resto de días en Mallorca. También habíamos visto que el mirador de Son Marroig era de gran belleza y nos apetecía meternos un nuevo chapuzón, por lo que otra opción sería "Cala Deià".
Nos habíamos marcado no agobiarnos por ver cosas, pero al final acabas estresado
Y por encima de todo el recorrido que íbamos a hacer era el menos lógico, ya que desde Sóller lo primero que te encuentras es Deià y su cala, y lo más lejano es Valldemossa. Sin embargo queríamos ir a este pueblo ya que su famosa cartuja cerraba a las seis de la tarde por lo que para asegurar no "estar pillados de tiempo", había que ir allí lo primero.
Así, tras callejear un poco y llegar a la carretera que va de Palma a Port de Sóller, nos encontramos a la salida del pueblo el desvío para ir a Valldemossa. Íbamos a tardar un poco, ya que es una carretera sinuosa pero suficientemente ancha para que quepan dos coches tranquilamente y en comparación con otras es bastante segura.
Después de una serie de curvas de herradura para ganar altura, la "Ma-10" (nombre de la carretera) nos llevaba por las faldas de la Sierra de Tramontana, dejando siempre a nuestra derecha el mar. Es un vial para no ir con carreras y disfrutar del paisaje, que es de gran belleza.
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Sierra de Tramontana, fusionada con el mar
Probablemente merece la pena dedicar sólo un día para recorrer la parte de la sierra de Tramontana entre Andratx y Sóller y pararse cada poco a disfrutar de sus paisajes y sacar fotos. De hecho estoy convencido que para saborearlo bien hay que ir con tiempo suficiente, pero nosotros íbamos contrarreloj para sólo seis días enteros que teníamos.
Yo iba conduciendo y lógicamente tenía que estar más pendiente de la carretera
pero aún así iba despacio e intentando cada poco mirar de reojo para sus paisajes. Si vas de acompañante, lo mejor es olvidarte del reloj y disfrutar de las vistas.Tras unos diez o doce kilómetros, ya llegamos a Deià y antes vimos el desvío a la cala. El pueblo es precioso y ya tienes unas panorámicas increíbles desde la carretera
pero, como dije, la intención era seguir hasta Valldemossa. En cualquier caso, cuando atraviesas el casco urbano de Deià hay que tener mucha paciencia, ya que la travesía es estrecha, con curvas y se suelen montar ciertos atascos cuando pasa un autobús o vehículo grande, ya que difícilmente te puedes cruzar con ellos.La travesía es relativamente larga y continuando el camino en paralelo a la costa, unos kilómetros más allá nos encontramos con la salida al célebre mirador de "Son Marroig". Realmente estábamos dejando atrás cosas que teníamos que ver, pero debíamos llegar primero a ver la Cartuja.
Así seguimos por la carretera en la ladera de la Sierra de Tramontana y casi a punto de llegar a nuestro destino ya se metió un poco hacia el interior, ya que Valldemossa es una localidad enclavada en la montaña, pero que no mira hacia el mar y sus laderas con mucho más suaves que por ejemplo Deià.
Nada más llegar a la entrada del pueblo, ya vimos un amplio aparcamiento en batería que era zona azul. No quisimos complicarnos y dejamos el coche allí, sacando un tícket para dos horas, ya que no pensábamos estar más... De hecho nos sobró mucho tiempo.
DECEPCIONADOS EN LA CARTUJA Y PASEO CON “COCA” INCLUÍDA
Al aparcar, nuestra prioridad fue casi ir inmediatamente a la Cartuja, que es el principal reclamo de Valldemossa y con numerosas críticas positivas a lo largo de internet. De hecho el pueblo presume de belleza de sus calles y toda la leyenda que rodea a este monumento.
Así que después de callejear un poco, llegamos a “La Cartuja” que merece unas fotos desde fuera con un jardín bien cuidado. Se trata de un antiguo monasterio medieval, con un claustro interior, y en el mismo recorrido anexo había un palacio de uno de los reyes mallorquines (el rey Sancho I), del que hablaremos posteriormente.
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Panorámica de la Cartuja de Valdemossa (espaciosparaeventos.com)
La cuestión es que el enganche principal es que este “templo” tenía diversas celdas que hacía la función de habitaciones donde gente de fuera podía retirarse por una temporada. Y el más célebre de sus inquilinos fue el compositor francés Frederic Chopin, una auténtica eminencia musical del siglo XIX y que hizo una escapada a Valldemossa con su amante, George Sand. La cuestión es que en un pueblo como este y en aquellos años, el hecho de “vivir en pecado” era algo intolerable y por ello al final tuvieron que irse de allí hartos de que los habitantes les señalasen y les hiciesen la vida imposible.
Hoy en día el nombre de Chopin es un enganche de primer nivel y que hace que vaya bastante gente… El tema es que el precio de la entrada era de 8 euros por persona y en mi opinión es bastante caro, a no ser que estés muy interesado en ello, porque el recorrido no te va a llevar más de una hora a no ser que te pares demasiado y estudies al milímetro cada detalle.
Pero bueno, ya estábamos allí y, de vacaciones, como que tampoco vas a dejar de entrar porque el precio sea caro. En primer lugar entras a la iglesia y luego a la cartuja propiamente dicha, donde el toque simpático fue encontrarnos con los cabezudos de Frederic Chopin y George Sand, que estaban colocados en pleno pasillo y luego se los llevaron (no sé si están allí permanentemente).
Aprovechamos en ese momento para sacar fotos.*** Imagen borrada de Tinypic ***
El recorrido de la visita es cuadrangular, alrededor de lo que es el claustro ajardinado, y en primer lugar ves una sala que hacía la función de farmacia con sus frascos, balanzas, etc. Merece la pena quedarse un poco observando.
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Posteriormente ya accedemos a las celdas propiamente dichas que hacían la función de residencia y ahí… ¡Sorpresa, sorpresa! Pero de las desagradables.
Vas con la idea de ver el sitio donde estuvo viviendo Frederic Chopin, y lo que te encuentras es que su celda (que está dentro de la misma Cartuja), la gestiona una fundación privada. Nos encontramos con un cordón que limitaba el acceso y una señora que nos informó que si queríamos acceder, teníamos que pagar otros cuatro euros. Lo cierto es que ya nos pareció un abuso y declinamos el ofrecimiento. Igual es que no busqué suficiente información por internet, pero no localicé por nungún sitio advertencias de que la entrada a la celda de Chopin era aparte de la general.
En cualquier caso, en el recorrido tienes otras celdas, perfectamente recreadas, con sus camas, crucifijos y mobiliarios para que te hagas una idea de lo que hay. También hay espacios donde se ven retratos del compositor francés y objetos personales suyos como partituras diversas, atriles, etc. También documentos de reconocimiento del gobierno francés a la labor de conservación del patrimonio de Chopin que hizo la cartuja.
Podéis ver un poco las estancias, y también salir a una terraza exterior ajardinada y con sus fuentes, que da a una panorámica donde puedes observar el valle por el que se accede a Valldemossa desde Palma.
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Posteriormente salimos de lo que es la Cartuja y con nuestra “pulserita roja” (a imagen de los “Todo Incluído” de los hoteles y que debes llevarla allí puesta) accedimos al edificio contiguo que era el palacio de residencia del rey Sancho I de Mallorca (siglo XV). Accedimos por un patio ajardinado y la chica que estaba en la entrada nos informó que si queríamos podíamos acceder a un concierto de piano de obras de Chopin que se suele dar todos los días.
Es un detalle, pero bajo nuestro punto de vista sólo es recomendable para aquellos enamorados de la música clásica y que tengan tiempo de sobra para sentarse y disfrutar. Nosotros optamos por seguir con la visita y ver las estancias donde descansaba el monarca. Son tres o cuatro salas y puedes ver lo que era el comedor con su vajilla, la cocina con sus “cacharros” y la habitación con sus cuadros. Es bonito y lo ves rápido, pero tampoco puedes esperar algo comparable a lo que puede ser, por ejemplo El Escorial o los palacios de Sintra en Portugal.
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En definitiva, en frío pensamos que merece la pena visitar lo que ofrece la Cartuja, como cualquier otro museo y ver las celdas que tiene y el palacio. Es un recorrido bonito, pero no podemos detenernos mucho tiempo y quizás los comentarios que leí en internet hizo que luego la realidad me decepcionase un poco (nunca te puedes fiar al cien por cien de las opiniones externas cuando los gustos son algo subjetivo).
Quizás nos pareció caro y lo que nos indignó fue el hecho de que si queríamos ver la celda de Chopin, teníamos que pagar otros cuatro euros. Por el resto reconozco que es una visita que es interesante.
Vista la Cartuja, quedaba por recorrer las calles de Valldemossa, aunque la hora no era la más propicia y nos dimos cuenta en ese momento. Realmente no es extensa la visita y todo está muy cercano al “templo”, aunque tampoco ayudaba mucho la hora y el calor, además que los puestos de artesanía no sabemos si en ese momento los estaban recogiendo o montando para la tarde, pero no había casi nada, salvo alguno puntual.
Otro de los atractivos que vende Valldemossa es su famosa coca de patata y quisimos probarla, pero sin chocolate, que con 35 grados de temperatura no es recomendable… Aunque los restaurantes y bares la ofrecen con carteles en la ventana, nosotros optamos por ir directamente a la primera pastelería que vimos, ¿qué mejor sitio para comprar un dulce?
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Coca de patata de Valdemossa
La coca es el típico bollito redondo (en otros puntos de España se le llama bomba o simplemente bollo) con la corteza de patata y azucar espolvoreado. Nos costó 1,20 euros cada una y lo cierto es que estaba bien y se puede probar bien a gusto, que no va a decepcionar, pero tampoco es el dulce más rico que he comido en mi vida como llegué a leer.
Ya eran cerca de las seis de la tarde, y nos quedaba aún por visitar Deià e ir hasta su cala, ya que notábamos que necesitábamos un baño tal y como estaba de calurosa la tarde. Pero antes nos tomamos otro refresco en una de las terrazas del pueblo, cerca de la Cartuja.
Se notó cual es el tipo de turista principal que va por allí. Y es que las camareras eran alemanas y se les notaba en cierta forma que les costaba expresarse en castellano (eso sí, muy amables). Los refrescos nos salió tal vez un poco más caro de lo que sería normal en zonas no turísticas, pero bueno, tampoco fue una “salvajada” como los precios que vimos en Alcudia, y lo cierto es que necesitábamos parar a tomar algo y descansar un poco.
Ahí terminó nuestra visita a Valldemossa. Del pueblo habíamos visto también reportajes en “Callejeros Viajeros” y voy a reconocer que nos decepcionó un poco, aunque quizás la culpa fue nuestra, ya que la hora a la que fuimos no era la mejor, no había mucha gente por la calle (probablemente sea una visita para hacer por la mañana o con un día nublado) y el calor era agobiante. También puede ser un sitio muy recomendable para otras épocas del año como primavera y otoño.
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A LA CALA DEIÀ, DE PIEDRA Y BELLEZA EN SUS AGUAS
Tocaba deshacer nuestros pasos. Íbamos ya un poco pillados de tiempo, aunque lo que deseábamos era meternos un baño inmediatamente. Y la opción que se nos presentaba por esa zona pasaba por acercarse a la Cala Deià, que sabíamos que era de piedras y guijarros.
Así pues, volvimos por la carretera Ma-10, que va por la falda de la Sierra de Tramontana en paralelo por la costa, pasando primero Son Marroig y luego la propia población de Deià, que tuvimos que volver a atravesar pero por el otro extremo respecto al que habíamos hecho anteriormente.
Sobre uno o dos kilómetros después ya nos encontramos el desvío a la cala. En una de las guías habíamos leído que la carretera es estrecha y con curvas, siendo mejor bajar andando, por los problemas para aparcar… Pero ya casi era las seis y media, no teníamos tiempo de ir andando y hacía mucho calor, así que fuimos a la aventura con el Fiat Punto.
Pronto vimos que es una carretera por la que tienes que ir muy atento si no quieres tener un disgusto. No es que haya precipicios, pero es muy estrecha, teniendo que parar si viene un coche de frente y demasiadas curvas de herradura, teniendo que ceñirte a tu lado y no cerrarte cuando el giro es a la izquierda porque puede venir alguien de frente. Hay que ir despacio e incluso pitar para avisar, que es lo que hacía yo.
En nuestro caso, por la hora que era, ya muchos estaban saliendo de la cala y nos los cruzamos de frente, por lo que tuvimos que estar muy concentrados al volante. Y en el momento que parecía que llegábamos abajo y vimos ya coches aparcados en las escapatorias de la carretera, nosotros decidimos parar.
Como no sabíamos muy bien cuánto nos quedaba, preguntamos a los primeros turistas alemanes que nos cruzamos y nos dijeron que había sobre unos cinco minutos andando pero que la cala estaba aún bastante llena.
En todo caso, caminamos y a medio camino nos encontramos con el aparcamiento de la cala, que no deja de ser reducido, además de “zona azul”, por lo que era de pago. A partir de ahí, tras una cadena, seguía un camino asfaltado pero ya era privado y de acceso a una especie de urbanización pequeñita contigua a la cala.
Inmediatamente nos encontramos con esta playita que era de piedras y protegida por una sucesión de rocas. Es cuestión de gustos, pero a mí me pareció coqueta con sus dos bares con una terraza de techo de paja y una sucesión de cuevitas-refugio como en otras playas mallorquinas.
Si eres escrupuloso con la limpieza, plantéate ir, ya que está lleno de algas y se alterna con las rocas, aunque una vez que entras en el agua y avanzas ya te encuentras con que está muy limpia, a imagen y semejanza del archipiélago.
Como nos dijeron los turistas alemanes, no es que no hubiese sitio para dejar la toalla, pero sí había mucha gente, más si hablamos del complicado acceso por carretera. Así que nos cambiamos y nos pusimos el calzado para pisar suelos rocosos, cogiendo también las gafas y tubos de snorkel.
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Como dije, entrar es un poco incómodo por las piedras que hay, además de haber bastante alga en la orilla. Pero una vez que avanzas y te sumerges ya ves que el agua es muy limpia y probablemente sea de los mejores sitios para hacer snorkel y ver variedad de peces.
Ahí estuvimos un rato disfrutando del sitio, aunque no más de cuarenta minutos desde que llegamos. Cierto es que suena apurado y así fue, pero el baño resultó suficiente. Mi consejo es que vayáis con tiempo suficiente para disfrutar del sitio.
Así, como queríamos ir aún al pueblo de Deià y Son Marroig, nos volvimos a cambiar y dirigir hacia el coche.
DEIÀ, UN PUEBLO CON UNAS MAGNÍFICAS VISTAS PERO NO MUY ANIMADO. DESCARTADA LA VISITA A SON MARROIG
Una vez que salimos con el coche, comprobamos de primera mano la peligrosidad de la carretera que llevaba a esta cala
Como dije, había que estar muy atento, ir despacio y si hacía falta pitando para avisar al que venía de frente; algo que no pasó en una de las curvas de herradura donde acabaron chocando dos coches y ahí estaban rellenando partes de accidente. Así que mucho cuidado que unas vacaciones son para disfrutar y no para llevarte disgustos.Poco a poco llegamos a la carretera más general y nos dirigimos hacia Deià. De hecho, aparcamos antes de llegar desde donde se veía unas panorámicas impresionantes y preciosas del pueblo, encaramado en la montaña y con su iglesia presidiendo en lo más alto.
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Lo cierto es que el sitio es de muchos contrastes con respecto a Valldemossa. Cuando llegamos al centro del pueblo pasaría un poco de las siete y media y rápidamente encontramos el párking general que en este caso era zona "azul" (todo se paga
) aunque con unos 20 céntimos lo ventilamos hasta que se acabase la ORA y además es mejor eso que dejarlo de cualquier forma y que te peguen un golpe.Nos encontramos un pueblo bonito, y muy tranquilo, vamos que salvo nosotros había muy poca gente por la calle a esa hora
Es un pueblo que dicen que es bohemio y donde han vivido muchos pintores y escritores, siendo el más famoso el inglés Robert Graves, del que hay un museo indicado, pero no nos llamó la atención como para ir.En cualquier caso, quisimos investigar un poco en sus calles y subir hacia la iglesia, para lo cual había que tener un poco de piernas
porque estaba empinado, pero acabamos llegando. No tiene mucho más, la iglesia es coqueta pero si realmente subes es para intentar disfrutar de una vista general, y ver las construcciones de las casas típicas de un pueblo mallorquín de la sierra de "Tramontana" que no se ha visto erosionado por el turismo. Es más, fijándose en los carteles de los bares y restaurantes, hasta los precios eran normales. Como curiosidad, con los únicos que nos cruzamos fue con los invitados de una boda, que por lo visto se celebraba en la iglesia
con lo que nos cortó ser los únicos turistas por la calle y decidimos pasar muy desapercibidos y acabar por irnos. Eso sí, al llegar de vuelta al coche y emprender la marcha salimos justo detrás del autobús de invitados de dicha boda y tuvimos que ir pegados un rato a ellos.Ya era un poco tarde, pasaba de las ocho, y a los pocos kilómetros vimos que el autobús se desviaba en el mirador de Son Marroig, que imagino que es donde sería el banquete.
Las referencias nos indicaban que "Son Marroig" es uno de los sitios favoritos de los habitantes de la isla para visitar y para celebraciones. Es una especie de finca con un monasterio que es "Bien de Interés Cultural", pero lo que más atrae al turista es su mirador e impresionantes vistas.
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Son Marroig (mallorcatour.net / mallorcaweb.com)
Desde allí se divisa la península de "Foradada", el mar, pero lo que más atrae es sus puestas de sol Por lo visto son recomendables, pero en nuestro caso acabamos por descartarlo, ya que en ese momento queríamos llegar para cenar al hotel. Ahora casi me arrepiento y hubiese preferido perder la cena y disfrutar de la puesta de sol; habría sido un gran epílogo a un día muy condensado.
Así optamos por seguir nuestro camino, ya con dirección a Magalluf. Teníamos que pasar de nuevo por Valldemossa, atravesamos el pueblo y después ya vimos desde la carretera esas panorámicas del pueblo con la cartuja que te enseñan en las guías turísticas. No era la mejor hora, ya que estábamos a contra luz, pero la ocasión pintaba para sacar alguna imagen desde el coche.
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Desde allí, Palma estaba sólo a unos 18 kilómetros por una carretera que en su inicio aún tenía alguna curva, pero nada comparable a la carretera que acabábamos de dejar y, sobre todo, más ancha. Y al llegar a la "llanura" y dejar la sierra, ya nos encontramos un tramo de carretera desdoblada. Ojo, que no es una autovía como indican algunos planos, si no, un vial semi urbano, con unas cuantas glorietas que dan servicio a lugares comerciales y creo recordar que a algún campus de la universidad de las Islas Baleares.
Al final llegamos a la autovía de circunvalación de Palma (Ma20), un poco antes del estadio de Son Moix, y desde allí ya no quedaba mucho para coger la autovía de Andratx y muy rápido llegamos a Magalluf, sin haber tampoco un tráfico excesivo. Íbamos un poco asustados por llegar "pillados" para la cena, y al final pasarían unos pocos minutos de las ocho y media. Con todo llegamos hasta con tiempo para arreglarnos, y deshacer las mochilas antes de bajar a cenar.
... Y PARA ACABAR LA JORNADA, INFILTRADOS EN EL "MEOLLO" DE MAGALLUF
La cena fue un poco en la línea de los días anteriores, con un buffet que tenía un poco de todo, pero queríamos probar en este caso la pasta en la cocina en vivo. Me gustó, y era muy rápido, ya que te echaban en la sartén los ingredientes que querías, la salsa y luego la pasta que querías y que ya estaba cocida con anterioridad.
Estaba bien, aunque como crítica constructiva veo alguna cosa mejorar; principalmente el servicio de bebidas para los que no íbamos en "todo incluído". Teníamos que esperar a que un camarero nos sirviese y luego otro nos cobrase, con lo que se iba algo de tiempo. A veces podíamos levantarnos entre medias y coger platos, y ya veíamos la nota en la mesa pero, no sé, me parece póco práctico y encima me parece que había gente sin "pulsera" que se servía bebidas del "Todo Incluído" y nadie les decía nada o no se daban cuenta
Todo depende del "morro que le eches.Eso sí, llegar a cenar a las nueve y diez, o incluso a en punto, puede ser un poco apresurado si quieres estar sentado y comiendo tranquilamente, además de ir probando la comida en vivo. Lo digo porque cuando quise ir a por algo de carne ya pasaba algún minuto de las nueve y media y estaba cerrado.
Terminamos y, aunque estábamos cansados, el plan de la noche era ver un poco el ambiente de Magalluf, después de todo lo que nos enseñó la tele el año anterior con las famosas fiestas descontroladas. No es que nos vaya en absoluto ese rollo, pero mi especialmente mi novia tenía una ciera curiosidad.
Esta vez, en lugar de ir por el paseo marítimo, decidimos ir por las calles propiamente dichas de la localidad, plagadas de neones y con sus restaurantes y bares y guiris para cenar, algún pub aislado y supermercado que dispone de todo tipo de alcohol pero no tiene pan
Ahí ya empiezas a ver gente sobre todo jóven, con sus bermudas, camisetas de tirantes y gorra, pero nada del otro mundo hasta que llegas a la famosa calle de Punta Ballena En nuestro caso estamos hablando que el hotel "Sol Antillas Barbados" estaba en el otro extremo de Magalluf por lo que era distancia de sobra
En cualquier caso, esa calleque ponen poco menos que como "Sodoma y Gomorra"
no es tampoco para tanto y sí que puedes pasear tranquilamente si tienes un poco de curiosidad rápida, pero no lo recomiendo tampoco para salir de fiesta . Quiero decir, no es nada fuera de lo común, ni diferente a otros sitios poblados de guiris en busca de alcohol como Salou, Benidorm o Lloret de Mar.*** Imagen borrada de Tinypic ***
Punta Ballena
Punta Ballena es una calle que es una cuesta donde se apilan pubs ingleses a ambos lados. Según subes, te encuentras mucha gente joven que a las diez y media de la noche ya tienen una melopea considerable
y que van con latas de cerveza y botellas bebiendo por el medio de la calle. Sin embargo ahora el rollo parece estar mucho más controlado, y cada poco había patrullas de la policía local de Calviá (municipio al que pertenece Magalluf), después que el ayuntamiento parece haberse avergonzado por lo que las televisiones enseñaron el verano pasado.Por el resto, pubs de todo tipo, varios con go-gos ligeras de ropa como reclamo principal para clientes (lo siento pero me parece de un sexismo tremendo
) y relaciones públicas a cada paso dándote la "turra" para que entres en su establecimiento, eso sí, en un perfecto inglés shakespeariano.Vamos, que si tienes curiosidad vete, pero poco más, que el rollo no es distinto a otros sitios mediterráneos que son paraísos para los guiris que buscan turismo de alcohol, playa y si pueden sexo.
Nos fuimos de "Punta Ballena" y volvimos para el hotel, esta vez caminando por el Paseo Marítimo. Debo decir, que no tiene nada que ver el ambiente, ya que ahí lo que más abundaban eran familias caminando y los establecimientos eran los restaurantes que te preparaban lo mismo una paella, que "pescaíto frito", que "pulpo a la gallega" o un "kebab", regado todo ello con sangría. También había clubes en plan "Chill out" de los que daba miedo siquiera entrar porque tenían pinta de ser caros. Vamos, que allí no se me perdió nada para comer ni para tomar algo
Al final, acabamos por regresar al hotel y pedirnos algo en el bar para tomarlo tranquilamente en las "tumbonas" de la piscina. Mucho mejor, relax absoluto después de lo que acabábamos de ver
Fue la forma de terminar un largo día muy condensado que, por otra parte, nos había servido ya para dejar vistas unas cuantas cosas en principio imprescindibles de Mallorca. El día siguiente nos íbamos más lejos, en esta ocasión al este de Mallorca, ya que teníamos compradas las entradas para las cuevas del Drach... Pero eso ya es otra historia. De momento, tocaba descansar.
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