Hoy no teníamos tren esperándonos, así que nos quedamos en la cama hasta las 8:00h, desayuno mas relajado y con mas pausa; eso si en marcha para rematar el día en cosas que no habíamos visto.
Usamos el metro comprando el billete de grupo, para zona blanca; es decir la Tageskarte- Gruppen zona Innenraum, para tres 11,70€.
Nos pusimos en Sendlinger Tor, la puerta mas antigua del recinto medieval.
Con las últimamente inevitable e imponderables andamios y vayas, de conservación o de reparaciones...
De aquí seguimos la calle del mismo nombre de la torre, hasta la iglesia de los hermanos Asam, Asamkirche, impresionante su interior totalmente abigarrado de suntuosa decoración, merece la pena la visita.
Seguimos la calle hasta desembocar en Marienplatz, y a las 10:50h justo para ver en funcionamiento el famoso carillón ubicado en la torre del Neues Rathaus; la plaza estaba completamente llena de publico que esperaban lo mismo que nosotros.
De camino a Marienplatz observamos esta curiosa tienda.
Bueno es algo que se debe ver si estas en Munich, música y baile regional resuena por toda la inmensa Marienplatz mientras las figuras giran y giran, llamando la atención con sus redobles y cambios de música.
Finalizado el espectáculo, decidimos movernos con agilidad, metro y cambio de tercio hasta la Puerta Isastor, con sus dos torres, se imponían en el centro de la gran avenida, tomamos dirección hacia Ludwigsbrücke.
Al cruzar el puente, bajamos a una pequeña isla que se prolonga a lo largo del río, dirección hacia el Maximilianeum (Praterinsel).
No pudo ser mas acertado el recorrido, los parques jardines y entorno del rió nos permitieron disfrutar de un paseo idílico por bosques y arroyos, muy agradable a la vista y los sentidos, constantemente ves pasar gente corriendo, en bicicleta, personas mayores con sus bastones de senderismo a paso ligero, muy recomendable el recorrido para evadirse de la rutina urbana.
En los ensanches del río se forman como pequeñas playas de cantos rodados de color blanco, las cuales son frecuentadas por jóvenes y no tan jóvenes como sus playas fluviales particulares.
Entre parajes y arboledas, subimos al Maximilianeum, actual parlamento de la ciudad, muy vigilado, de modo que solo vimos su exterior.
Una vez en su base, cruzamos el puente Maximiliansbrücke con dirección a la calle Maximilianstrase, ancha avenida principal, con el Nationalmuseum y en el centro la estatua en honor a Maximiliano.
El lujo comienza a hacer acto de presencia, coches de alta gama, boutiques, marcas de prestigio gente chick que pasan a tu lado como sobre alfombra mágica etc..
Vimos un café en un concesionario de Larborghini, no quiero ni pensar lo que te puede costar un expresso de 16 valvulas... Salvatore Ferragamo, Escada, Ralp Lauren, Tod´s, Boss, Armany, Cartier,Bvlgari, Chanel, Bottega Veneta, Moncler, Bally; son algunos locales sobresalientes, los vehículos Porche, Lamborghini, Ferrari, Maserati, Rover, Mercedes, Audi, BMW, Wolkswagen etc..
Llegaba el momento de reponer fuerzas, y esta mañana la reservamos para visitar el afamado y recomendado restaurante Haxnbauer en la calle Sparkassenstrase; especialidad en codillos asados al grill, en su escaparate luce un horno grill con una buena torre de codillos dorándose a fuego lento invitando a los viandantes a entrar a probarlos.
Elegimos un día entre semana para evitar lo que vimos tardes anteriores, en las que el local estaba lleno de público.
Dimos con un camarero que chapurreaba español, así que nos ayudo en nuestra elección, pedimos un codillo entero, y nos acercó una bandeja para que eligiéramos el que mas nos gustara, según peso así lucían su precio en una banderita pinchada. Tambien pedimos una ensalada y como no algunas cervezas entre ellas alguna dunkel que resultaron magnificas.
Hay carta en español y puedes pagar con visa. El codillo era espectacular, creo que salio por 42€, por su tamaño para tres, quizas algo seco si lo comparo con el que comimos en Nuremberg, que explico en su etapa, asi que le pedí al camarero algo de caldo del grill para remojar la carne, muy amable nos atendió en todo.
Salimos muy satisfechos y el codillo estaba bien bueno, pero según mi gusto, el codillo cocido de Nuremberg se lleva el oscar de los codillos.
Después del festín, no había muchas ganas de andar, asi que al metro, y bajamos en Odeonplatz, para encaminarnos hacia el Englischer Garten, concretamente a Japanisches Teehaus, jardín japones, pero no hubo suerte y estaba cerrado.
Dimos un paseo por el interior del enorme parque, y comenzó a chispear, nos acercamos a Eisbachwelle, donde desde un puente puedes observar en un estrechamiento del canal que abastece al río, como intrépidos surferos desafían no solo las frías aguas, sino la enorme ola que allí se forma con el caudal del río concentrado en un punto, y las paredes de hormigón.
Algunos eran auténticos artistas en acrobacias de equilibrio y se te pasa el tiempo admirando el paso de uno tras otro bajo la prueba de pericia y equilibrio.
Volvimos a la zona centro tocaba también el turno de las tiendas por toda la zona peatonal de Marienplatz, Neuhaserstrase y Kaufingerstrase , así como las tiendas y puestos de recuerdos.
Para la cena teníamos decidido pasar nuestra ultima noche de nuevo en Hofbräuhaus, a pesar de acercarnos temprano, sobre las 20:30h, no cabía un alfiler en el salón del la Banda, pero nuestra insistencia dio fruto, tras varias pasadas a la sala, nos hizo hueco un matrimonio gallego, junto con otro portugués.
Que magia tiene esta cervecera, la primera sudamericanas y en esta también hispanohablantes, una suerte, pues con el paso de las jarras por tu gaznate, la conversación fluye y fluye, y conoces gentes de otros lugares, cambias impresiones y experiencias de viaje, en definitiva tienes una sobremesa en compañía muy grata y animada. El local contagia ese ambiente y es por esto que repetimos a sabiendas que acertaríamos, como fue.
Esa noche cayeron 2 litros de HB, acompañadas de algo de comida, y mucha charla eso si, pero un consejo que os doy, nunca marches sin visitar el WC, sobre todo cuando pasas del litro de rubia, viene sin avisar y hay tramos en los que te puedes ver sin un WC cerca que te salve del apretón.
Muy contentos por la velada, teníamos que despedirnos de nuestros amigos, hicimos alguna compra en la tienda de souvenirs del Hofbräuhaus y con todo nuestro dolor volvimos paseando hasta nuestro hotel.
Esa noche los habituales músicos callejeros consiguieron arrancarnos esa tristeza de la despedida, un grupo extraordinario de artistas tenían montado un verdadero espectáculo, una lucha entre la música clásica y la música moderna, el violinista era una autentica fiera interpretando piezas clásicas de autentica dificultad.
Esto nos ayudo a gravar de nuevo en nuestras caras una sonrisa, y a recordar que aun estábamos en Munich.
Usamos el metro comprando el billete de grupo, para zona blanca; es decir la Tageskarte- Gruppen zona Innenraum, para tres 11,70€.
Nos pusimos en Sendlinger Tor, la puerta mas antigua del recinto medieval.
Con las últimamente inevitable e imponderables andamios y vayas, de conservación o de reparaciones...
De aquí seguimos la calle del mismo nombre de la torre, hasta la iglesia de los hermanos Asam, Asamkirche, impresionante su interior totalmente abigarrado de suntuosa decoración, merece la pena la visita.
Seguimos la calle hasta desembocar en Marienplatz, y a las 10:50h justo para ver en funcionamiento el famoso carillón ubicado en la torre del Neues Rathaus; la plaza estaba completamente llena de publico que esperaban lo mismo que nosotros.
De camino a Marienplatz observamos esta curiosa tienda.
Bueno es algo que se debe ver si estas en Munich, música y baile regional resuena por toda la inmensa Marienplatz mientras las figuras giran y giran, llamando la atención con sus redobles y cambios de música.
Finalizado el espectáculo, decidimos movernos con agilidad, metro y cambio de tercio hasta la Puerta Isastor, con sus dos torres, se imponían en el centro de la gran avenida, tomamos dirección hacia Ludwigsbrücke.
Al cruzar el puente, bajamos a una pequeña isla que se prolonga a lo largo del río, dirección hacia el Maximilianeum (Praterinsel).
No pudo ser mas acertado el recorrido, los parques jardines y entorno del rió nos permitieron disfrutar de un paseo idílico por bosques y arroyos, muy agradable a la vista y los sentidos, constantemente ves pasar gente corriendo, en bicicleta, personas mayores con sus bastones de senderismo a paso ligero, muy recomendable el recorrido para evadirse de la rutina urbana.
En los ensanches del río se forman como pequeñas playas de cantos rodados de color blanco, las cuales son frecuentadas por jóvenes y no tan jóvenes como sus playas fluviales particulares.
Entre parajes y arboledas, subimos al Maximilianeum, actual parlamento de la ciudad, muy vigilado, de modo que solo vimos su exterior.
Una vez en su base, cruzamos el puente Maximiliansbrücke con dirección a la calle Maximilianstrase, ancha avenida principal, con el Nationalmuseum y en el centro la estatua en honor a Maximiliano.
El lujo comienza a hacer acto de presencia, coches de alta gama, boutiques, marcas de prestigio gente chick que pasan a tu lado como sobre alfombra mágica etc..
Vimos un café en un concesionario de Larborghini, no quiero ni pensar lo que te puede costar un expresso de 16 valvulas... Salvatore Ferragamo, Escada, Ralp Lauren, Tod´s, Boss, Armany, Cartier,Bvlgari, Chanel, Bottega Veneta, Moncler, Bally; son algunos locales sobresalientes, los vehículos Porche, Lamborghini, Ferrari, Maserati, Rover, Mercedes, Audi, BMW, Wolkswagen etc..
Llegaba el momento de reponer fuerzas, y esta mañana la reservamos para visitar el afamado y recomendado restaurante Haxnbauer en la calle Sparkassenstrase; especialidad en codillos asados al grill, en su escaparate luce un horno grill con una buena torre de codillos dorándose a fuego lento invitando a los viandantes a entrar a probarlos.
Elegimos un día entre semana para evitar lo que vimos tardes anteriores, en las que el local estaba lleno de público.
Dimos con un camarero que chapurreaba español, así que nos ayudo en nuestra elección, pedimos un codillo entero, y nos acercó una bandeja para que eligiéramos el que mas nos gustara, según peso así lucían su precio en una banderita pinchada. Tambien pedimos una ensalada y como no algunas cervezas entre ellas alguna dunkel que resultaron magnificas.
Hay carta en español y puedes pagar con visa. El codillo era espectacular, creo que salio por 42€, por su tamaño para tres, quizas algo seco si lo comparo con el que comimos en Nuremberg, que explico en su etapa, asi que le pedí al camarero algo de caldo del grill para remojar la carne, muy amable nos atendió en todo.
Salimos muy satisfechos y el codillo estaba bien bueno, pero según mi gusto, el codillo cocido de Nuremberg se lleva el oscar de los codillos.
Después del festín, no había muchas ganas de andar, asi que al metro, y bajamos en Odeonplatz, para encaminarnos hacia el Englischer Garten, concretamente a Japanisches Teehaus, jardín japones, pero no hubo suerte y estaba cerrado.
Dimos un paseo por el interior del enorme parque, y comenzó a chispear, nos acercamos a Eisbachwelle, donde desde un puente puedes observar en un estrechamiento del canal que abastece al río, como intrépidos surferos desafían no solo las frías aguas, sino la enorme ola que allí se forma con el caudal del río concentrado en un punto, y las paredes de hormigón.
Algunos eran auténticos artistas en acrobacias de equilibrio y se te pasa el tiempo admirando el paso de uno tras otro bajo la prueba de pericia y equilibrio.
Volvimos a la zona centro tocaba también el turno de las tiendas por toda la zona peatonal de Marienplatz, Neuhaserstrase y Kaufingerstrase , así como las tiendas y puestos de recuerdos.
Para la cena teníamos decidido pasar nuestra ultima noche de nuevo en Hofbräuhaus, a pesar de acercarnos temprano, sobre las 20:30h, no cabía un alfiler en el salón del la Banda, pero nuestra insistencia dio fruto, tras varias pasadas a la sala, nos hizo hueco un matrimonio gallego, junto con otro portugués.
Que magia tiene esta cervecera, la primera sudamericanas y en esta también hispanohablantes, una suerte, pues con el paso de las jarras por tu gaznate, la conversación fluye y fluye, y conoces gentes de otros lugares, cambias impresiones y experiencias de viaje, en definitiva tienes una sobremesa en compañía muy grata y animada. El local contagia ese ambiente y es por esto que repetimos a sabiendas que acertaríamos, como fue.
Esa noche cayeron 2 litros de HB, acompañadas de algo de comida, y mucha charla eso si, pero un consejo que os doy, nunca marches sin visitar el WC, sobre todo cuando pasas del litro de rubia, viene sin avisar y hay tramos en los que te puedes ver sin un WC cerca que te salve del apretón.
Muy contentos por la velada, teníamos que despedirnos de nuestros amigos, hicimos alguna compra en la tienda de souvenirs del Hofbräuhaus y con todo nuestro dolor volvimos paseando hasta nuestro hotel.
Esa noche los habituales músicos callejeros consiguieron arrancarnos esa tristeza de la despedida, un grupo extraordinario de artistas tenían montado un verdadero espectáculo, una lucha entre la música clásica y la música moderna, el violinista era una autentica fiera interpretando piezas clásicas de autentica dificultad.
Esto nos ayudo a gravar de nuevo en nuestras caras una sonrisa, y a recordar que aun estábamos en Munich.