Hoy es día en tránsito. Tenemos que llegar a Besançon en Francia a 480 km todo por autopista.
A los 20 minutos de dejar Ulm nos encontramos con que el tráfico está detenido. Pensamos, bueno, un atasco más de los que llevamos sufridos en este viaje. Pero, no, la cosa tiene muy mala pinta, el sentido contrario está cortado y no se mueve ni un vehículo en ningún sentido. El atasco llega hasta donde alcanza la vista (varios km) y la gente ya empieza a bajarse de los coches. Acabamos de pasar una salida y son muchos los que dan la vuelta hasta ella para coger alguna carretera secundaria. Nosotros hacemos lo mismo, llegamos hasta un pueblo y desde allí seguimos por carreteras comarcales que son lentísimas repletas como están de rotondas, semáforos y poblaciones limitadas a 30km/h y además muchos camiones que abandonaron la autopista por el mismo motivo que nosotros, es decir, un infierno, pero por lo menos avanzamos, aunque sea despacio.
Unos 40km más adelante nos incorporamos de nuevo a la autopista, libramos el atasco, pero en mi vida vi tantos vehículos como en las cercanías de Stuttgart.
Llevamos ya muchas horas en el coche y todavía estamos lejísimos de nuestro destino, paramos a comer en un área de servicio cualquiera, creo que era en Alemania. Una vez en Francia la cosa mejora, podemos ir más rápido y antes de lo que pensamos ya estamos en Besançon, en el hotel Premiére Classe, reservado por internet hace un par de días (39€). Dejamos las maletas y cogemos el coche para ir al centro, pues todavía nos da tiempo a dar una vuelta. Aparcamos justo debajo de la fortaleza, hay una buena subida, pero nada, estamos curtidos después de nuestro paso por Ulm.
Besançon es una de las ciudades más importantes del Franco-Condado, con más de 100.00 habitantes y siglos de historia tras de sí. Destaca sobre todo las fortificaciones, Patrimonio de la Humanidad. La inmensa ciudadela fue construida a finales del S. XVII por Vauban, el famoso ingeniero militar del Rey Sol a más de 100 metros sobre la ciudad. Disfrutamos un buen rato de las vistas desde allá arriba y del aire tan fresco que se respira.
Comenzamos a bajar hacia la ciudad y enseguida nos encontramos con la Catedral de San-Jean, edificada originalmente por el emperador Carlomagno en el siglo IX y reconstruida posteriormente superponiéndose los estilos gótico y barroco.
De la época romana aún se encuentran testimonios como los restos la Puerta Negra, un arco de triunfo galo-romano del siglo II dc, y los restos arqueológicos de SquareCastan con sus ocho columnas corintias.
Seguimos caminado y ¡Oh, sorpresa! La casa natal de Víctor Hugo, autor decimonónico venerado en Francia como uno de sus grandes hombres de letras y escritor muy de mi gusto. A esta hora el museo ya se encuentra cerrado, una pena porque me hubiera gustado visitarlo.
Callejeamos por el centro, atravesado por la interminable Grande Rue hasta quai Vauban, elegante paseo a orillas del río Doubs. Me gusta Besancon, con su centro urbano tan francés en el que perderse paseando por sus tranquilas calles, repletas de mansiones y plazas del SXVIII.
Tomamos algo y ya no tenemos mucho más que hacer porque, aunque sólo son las siete, todo está cerrado y no hay ni un alma por la calle, así que volvemos al coche y ponemos rumbo al hotel. El día está un poco raro, a ratos sol y a ratos muy negro, y mientras hacemos el camino de vuelta descarga una tremendísima tormenta.
A los 20 minutos de dejar Ulm nos encontramos con que el tráfico está detenido. Pensamos, bueno, un atasco más de los que llevamos sufridos en este viaje. Pero, no, la cosa tiene muy mala pinta, el sentido contrario está cortado y no se mueve ni un vehículo en ningún sentido. El atasco llega hasta donde alcanza la vista (varios km) y la gente ya empieza a bajarse de los coches. Acabamos de pasar una salida y son muchos los que dan la vuelta hasta ella para coger alguna carretera secundaria. Nosotros hacemos lo mismo, llegamos hasta un pueblo y desde allí seguimos por carreteras comarcales que son lentísimas repletas como están de rotondas, semáforos y poblaciones limitadas a 30km/h y además muchos camiones que abandonaron la autopista por el mismo motivo que nosotros, es decir, un infierno, pero por lo menos avanzamos, aunque sea despacio.
Unos 40km más adelante nos incorporamos de nuevo a la autopista, libramos el atasco, pero en mi vida vi tantos vehículos como en las cercanías de Stuttgart.
Llevamos ya muchas horas en el coche y todavía estamos lejísimos de nuestro destino, paramos a comer en un área de servicio cualquiera, creo que era en Alemania. Una vez en Francia la cosa mejora, podemos ir más rápido y antes de lo que pensamos ya estamos en Besançon, en el hotel Premiére Classe, reservado por internet hace un par de días (39€). Dejamos las maletas y cogemos el coche para ir al centro, pues todavía nos da tiempo a dar una vuelta. Aparcamos justo debajo de la fortaleza, hay una buena subida, pero nada, estamos curtidos después de nuestro paso por Ulm.
Besançon es una de las ciudades más importantes del Franco-Condado, con más de 100.00 habitantes y siglos de historia tras de sí. Destaca sobre todo las fortificaciones, Patrimonio de la Humanidad. La inmensa ciudadela fue construida a finales del S. XVII por Vauban, el famoso ingeniero militar del Rey Sol a más de 100 metros sobre la ciudad. Disfrutamos un buen rato de las vistas desde allá arriba y del aire tan fresco que se respira.
Comenzamos a bajar hacia la ciudad y enseguida nos encontramos con la Catedral de San-Jean, edificada originalmente por el emperador Carlomagno en el siglo IX y reconstruida posteriormente superponiéndose los estilos gótico y barroco.
De la época romana aún se encuentran testimonios como los restos la Puerta Negra, un arco de triunfo galo-romano del siglo II dc, y los restos arqueológicos de SquareCastan con sus ocho columnas corintias.
Seguimos caminado y ¡Oh, sorpresa! La casa natal de Víctor Hugo, autor decimonónico venerado en Francia como uno de sus grandes hombres de letras y escritor muy de mi gusto. A esta hora el museo ya se encuentra cerrado, una pena porque me hubiera gustado visitarlo.
Callejeamos por el centro, atravesado por la interminable Grande Rue hasta quai Vauban, elegante paseo a orillas del río Doubs. Me gusta Besancon, con su centro urbano tan francés en el que perderse paseando por sus tranquilas calles, repletas de mansiones y plazas del SXVIII.
Tomamos algo y ya no tenemos mucho más que hacer porque, aunque sólo son las siete, todo está cerrado y no hay ni un alma por la calle, así que volvemos al coche y ponemos rumbo al hotel. El día está un poco raro, a ratos sol y a ratos muy negro, y mientras hacemos el camino de vuelta descarga una tremendísima tormenta.