Que me gusta a mí un vuelo sin madrugar en exceso. Nuestro avión salía a las 10:20 y no tardamos mucho en llegar ya que fuimos en coche y lo dejamos en el aparcamiento de larga estancia de las terminales 1-2-3. Es una buena opción porque no sale muy caro, tienes la comodidad del coche y que te dejan los del parking en la puerta de tu terminal (en mi caso la 2). Además, en agosto, el transporte de Madrid entre cortes y largas frecuencias te ahorras mucho tiempo.
Así que nada, aterrizamos puntuales pasadas las 12:30 en el aeropuerto de Schipol que es enoooorme. Para encontrar la estación de tren, lo único que tenéis que hacer es seguir el indicativo del tren, comprar los billetes en las maquinas amarillas y bajar al andén. Es bastante fácil y está muy bien indicado. Una vez en la estación central de Ámsterdam, paradita para comprar el billete que queríamos que fuera para 5 días, pero al no salir la opción, acabo siendo de 4 días y ¡salimos a la calle! Primeras impresiones: hay agua mucha agua y mucha bici por doquier.
Para ir a nuestro hotel debíamos coger el tranvía 13. Salen todos juntos, justo enfrente de la estación, así que no hay pérdida. Llegamos sobre las 14 horas a hacer el check in en el hotel y la recepcionista, majísima y con un español aprendido de las telenovelas (confesado por ella) nos da toda clase de explicaciones sobre la ciudad.
Salimos después de descansar sobre las 18 horas a recorrer la ciudad. Por supuesto, tradición que la primera parada sea la plaza principal, en este caso la Plaza Dam. Es grande y está bien pero hay plazas centrales más bonitas en otros lugares. Alberga el Palacio Real (que aunque parezca “sucio” es que las piedras son así), el Museo Madame Tussaud y el Monumento a las Víctimas de la II Guerra Mundial y la Iglesia Nueva.
Así que nada, aterrizamos puntuales pasadas las 12:30 en el aeropuerto de Schipol que es enoooorme. Para encontrar la estación de tren, lo único que tenéis que hacer es seguir el indicativo del tren, comprar los billetes en las maquinas amarillas y bajar al andén. Es bastante fácil y está muy bien indicado. Una vez en la estación central de Ámsterdam, paradita para comprar el billete que queríamos que fuera para 5 días, pero al no salir la opción, acabo siendo de 4 días y ¡salimos a la calle! Primeras impresiones: hay agua mucha agua y mucha bici por doquier.
Para ir a nuestro hotel debíamos coger el tranvía 13. Salen todos juntos, justo enfrente de la estación, así que no hay pérdida. Llegamos sobre las 14 horas a hacer el check in en el hotel y la recepcionista, majísima y con un español aprendido de las telenovelas (confesado por ella) nos da toda clase de explicaciones sobre la ciudad.
Salimos después de descansar sobre las 18 horas a recorrer la ciudad. Por supuesto, tradición que la primera parada sea la plaza principal, en este caso la Plaza Dam. Es grande y está bien pero hay plazas centrales más bonitas en otros lugares. Alberga el Palacio Real (que aunque parezca “sucio” es que las piedras son así), el Museo Madame Tussaud y el Monumento a las Víctimas de la II Guerra Mundial y la Iglesia Nueva.


Nos pusimos a andar sin rumbo fijo, tomando la calle Nes (toda esa zona es de tiendas y demás comercios). Tras pasar por la plaza de Spui, acabamos en la calle Singel.
Allí, se encuentra la iglesia católica De Kritberg, bonita tanto por fuera como por dentro.
Allí, se encuentra la iglesia católica De Kritberg, bonita tanto por fuera como por dentro.


La verdad, es que es la única iglesia que entré en la ciudad, es gratis y, al fin y al cabo, según leí las otras, al ser protestantes, no tenían gran cosa por dentro.
Subimos todo el canal para acabar cerca de, la que para mí, es la iglesia por fuera más bonita de la ciudad, la Iglesia del Oeste.
Subimos todo el canal para acabar cerca de, la que para mí, es la iglesia por fuera más bonita de la ciudad, la Iglesia del Oeste.


Muy cerca de allí está la Casa de Ana Frank y su estatua.

Como os comenté en la anterior etapa, no entré, eran ya alrededor de las 20 horas y la cola era de hora y media como comprobamos horas más tarde.
Tras dar una primera vuelta de reconocimiento por el barrio de Jordaan (ya os hablaré más adelante más de él), cenamos en un restaurante llamado Café de Oude Wester al otro lado del canal de la Iglesia. Yo cené uno de los famosos pancakes, que no dejan de ser crêpes con un acompañante salado.
Tras dar una primera vuelta de reconocimiento por el barrio de Jordaan (ya os hablaré más adelante más de él), cenamos en un restaurante llamado Café de Oude Wester al otro lado del canal de la Iglesia. Yo cené uno de los famosos pancakes, que no dejan de ser crêpes con un acompañante salado.

Todo nos costó 30.50 €. Repetimos otro día porque nos gustó el ambiente, el trato, la comida era normal pero estaba bien y cerca del tranvía que nos llevaba al hotel.