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Temprano pero sin madrugones, salimos de casa rumbo a Asturias. En la maleta lo necesario para pasar estos días: botas, bastones, chubasquero, pantalones cortos y camisetas para los últimos días, que daban calor,… Nuestra intención era llegar a Valle del Lago con tiempo de hacer alguna ruta cortita, pero sin prisas, disfrutando también del viaje, que vamos a relajarnos.
Siempre que vamos a Asturias nos paramos en el embalse de los Barrios de Luna, con unas vistas preciosas, aunque este golpe tenía poca agua. Nos salimos de la autovía en dirección Villablino para atravesar la comarca leonesa de Babia, con unos paisajes que nos dicen que tendremos que volver algún día a conocerla y estar unos días en Babia. El tiempo estaba espectacular, soleado, sin demasiado calorcito, un lujo para estar de viaje. Pero cuando nos desviamos hacia la carretera que lleva a Somiedo el tiempo empezó a cambiar, y cuando llegamos al Puerto de Somiedo, que marca la frontera entre Asturias y León, estábamos dentro de una nube que no nos dejaba ver nada a nuestro alrededor. ¿Hemos entrado en Asturias o en un túnel del tiempo? Si hace 10 minutos lucía un sol espléndido...
Una pena, porque la carretera ofrece un hermosos paisaje cuando se deja ver, como pudimos comprobar unos días más tarde. Tras una serie de curvas y contracurvas sin ver absolutamente nada alrededor, llegamos a Valle del Lago, nuestra base los 3 siguientes días. Nacho y Mari, los dueños del Hotel Rural Somiedo, nos recibieron muy amablemente y nos enseñaron nuestra habitación, pequeña y sencilla, pero con todo lo necesario.
Nuestra idea de hacer alguna ruta esa tarde no iba a poder materializarse, ya que la niebla era cada vez más espesa, y en ese momento ya llovía. Dimos una vuelta hasta el final del pueblo, por familiarizarnos con él, pero alrededor se veía muy poco, ni siquiera se intuían las montañas en las que estábamos.
Descansamos un rato, y bajamos a tomar algo. El hotel no tiene restaurante, pero sí un pequeño bar, donde nos tomamos una botella de sidra mientras hablábamos un rato con Nacho. Después nos fuimos a cenar al restaurante Casa Cobrana, unos cachopos de setas al cabrales y borrachines de postre, todo muy bueno, regados con un par de botellitas de sidra. Y a descansar, esperando que al día siguiente el tiempo estuviese mejor.
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