Desde Baeza, nos dirigimos a Sabiote, la tercera y menos conocida joya renacentista jienenese. La distancia entre ambas es de 19 kilómetros, pasando primero muy cerquita de Úbeda, que se encuentra a unos 10 kilómetros de Baeza y, por lo tanto, a 9 kilómetros de Sabiote. Lo hicimos de esta forma para combinar mejor los horarios de las visitas de la jornada. En cualquier caso, los trayectos son muy cortos y se pueden visitar perfectamente las tres localidades en un fin de semana sin mayores problemas.
Itinerario según Geoogle Maps:
Desde la carretera, nos metimos en todo el centro de Sabiote, sin que viésemos por ningún sitio el castillo y con poca zona de aparcamiento disponible en las calles. La verdad es que nos hicimos un pequeño lío innecesario porque lo único que hay que hacer es seguir las indicaciones que llevan a un aparcamiento gratuito al final del pueblo, con lo cual lo más sencillo es ir por la Ronda de los Miradores sin entrar en el centro urbano hasta llegar a al parking que está junto al castillo. Finalmente, lo encontramos.
Zona del aparcamiento y vistas.
Aunque el casco antiguo no es muy grande, conviene conseguir un pequeño plano para no perderse algunas cosas interesantes. Pongo la foto del mapa turístico que nos dieron en el hotel donde nos alojamos en Baeza.
Y, también, la de los paneles informativos que hay junto al castillo, donde se muestran planos y recorridos turísticos. Todo está bastante bien indicado.
Sabiote, que actualmente cuenta con unos 4.000 habitantes, ya estuvo poblada en la Edad del Bronce, al igual que sus vecinas Úbeda y Baeza. Se encuentra en la comarca de La Loma y Las Villas, en una meseta bordeada al norte por el río Guadalimar y al sur por el Guadalquivir. Tuvo su importancia en época romana hasta el punto de poder acuñar moneda y durante la dominación árabe perteneció al Reino de Jaén, con el nombre de Ibsn-Sabiyuto. Fue ganada para los cristianos por Fernando III el Santo, que le concedió el Fuero de Cuenca. Alfonso X el Sabio le otorgó el título de villa y la cedió a la Orden de Calatrava hasta que Sancho IV la recuperó para la Corona. En 1537, el emperador Carlos V se la vendió a Francisco de los Cobos, su influyente y poderoso Consejero y Secretario de Estado. De esa época data su mayor esplendor, reflejado en numerosas construcciones de carácter renacentista, algunas de las cuales fueron obra de su arquitecto favorito, Andrés de Vandelvira, que tenía aquí una residencia de verano, y que es bastante recordado en la villa y sus alrededores, puesto que incluso cuenta con una ruta monográfica que le han dedicado, denominada "Paisajes heredados de Andrés de Vandelvira".
La Oficina de Información Turística se encuentra en la Plaza del Castillo s/n y allí mismo se compran los tickets para visitarlo. Cuando llegamos, el local estaba cerrado porque la persona que informa también hace las veces de guía y estaba en plena visita, según ponía en un cartel que había en la puerta. La visita del interior del castillo es obligatoriamente guiada y los horarios son los siguientes:
- De jueves a domingo: 11:00, 12:15; 13:15.
- Los viernes y sábados también hay turnos de tarde: 16:30 y 17:30; en verano, 18:30, 19:30 y 20:15.
- De jueves a domingo: 11:00, 12:15; 13:15.
- Los viernes y sábados también hay turnos de tarde: 16:30 y 17:30; en verano, 18:30, 19:30 y 20:15.
Bonita vista de la Plaza desde el castillo, enfrente la Oficina de Turismo y la Iglesia de San Pedro dominando todo el panorama.
Sin embargo, es conveniente consultar porque puede haber variaciones. Por ejemplo, el día que fuimos era martes y sí que había visitas, quizás porque estábamos en la semana de Reyes; en fin, no sé. El precio de la entrada normal de adulto es de 4 euros (descuento de 1 euro con el bono turístico de visitas a Baeza y Úbeda, como fue mi caso). Vimos que la siguiente visita (y última de la mañana) era a las 13:15 y como nos apetecía entrar, fuimos a dar una vuelta por los alrededores para hacer tiempo.
Muy cerca del castillo vimos un cartel que recuerda el lugar donde se encontraba la desaparecida Puerta de Santa María.
Retrocedimos caminando por la Ronda de los Miradores hasta llegar al Parque Manuel Jurado, que cuenta con un bonito mirador desde el que se contempla el inmenso paisaje de olivares. la muralla del sureste y la Puerta de Granada (siglo XIV).
Subimos unas escaleras, pasamos el Pasaje de los Torreones y llegamos a la Puerta de la Villa, que al pasar con el coche habíamos confundido con la del castillo.
Por la calle San Miguel, volvimos hacia la zona del castillo, pasando previamente por la Plaza de Alonso de Vandelvira, hijo de Andrés de Vandelvira y también destacado arquitecto como su padre.
Busto dedicado a Alonso de Vandelvira en la plaza que lleva su nombre. Al fondo el Mesón Nuevo, que data del siglo XVI.
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Esta plaza era el centro neurálgico de la población en tiempos medievales, y en ella y en sus alrededores hay varios edificios renacentistas muy interesantes, como la Casa de los Mendoza, la de los Messia, la de las Columnas, la de los Leva, la Casa de los Melgarejo, la de los Higuera Sabater, el Palacio de los Teruel… Casi todas datan del siglo XVI y muchas fueron reconstruidas durante el siglo XX ya que se encontraban bastante deterioradas.
Antiguo Pósito.
Casa de los Teruel.
Casa de los Teruel.
Pero el edificio principal de la plaza es la Iglesia Parroquial de San Pedro, que fue reedificada en el siglo XVI sobre un templo gótico anterior mucho más pequeño. Excepto la torre (construida entre 1619 y 1680), que es obra de Aranda Salazar y está considerada una de las más bellas y esbeltas de España, el edificio de tres naves presenta el marcado estilo de Andrés de Vandelvira, aunque en su trazado y definición participaron su hijo Alonso y otros destacados arquitectos de la época.
La fachada norte posee elementos del gótico flamígero mientras que la sur es plateresca. A consecuencia de los grandes destrozos que sufrió durante la Guerra Civil Española, tuvo que ser restaurada durante la segunda mitad del siglo XX y enriquecida con nuevos retablos, altares e imágenes, ya que los muchos de los originales se perdieron. Fue declarada Monumento Nacional en 1972.
Una de las sorpresas que nos deparó el interior fue poder contemplar su enorme Belén (todavía estábamos en Navidades), uno de los más grandes y completos que hemos tenido ocasión de ver, sin que le faltase ningún detalle: realmente impresionante.
Después de ver la Iglesia, bajamos por la calle del Castillo, viendo de paso otras dos mansiones renacentistas destacadas, como el Palacio de las Manillas (hoy convertido en hotel y restaurante) y la Casa de los Messía.
Ya con el guía, antes de entrar al castillo, vimos el exterior, donde se han descubierto construcciones que se piensa que corresponden a enterramientos de la época visigoda, siglo VII.
El castillo se construyó sobre un fuerte romano y una alcazaba árabe, de los que no queda nada, ya que lo más antiguo que se conserva data de la remodelación llevada a cabo en el siglo XIII tras la reconquista cristiana. Sin embargo, su aspecto definitivo se debe a Francisco de los Cobos, señor de aquellas tierras, que para dar muestra de su grandeza encargó a Andrés de Valdenvira la reconstrucción del edificio que se convirtió en el mayor castillo-baluarte erigido durante el siglo XVI en la provincia de Jaén.
Parte frontal del castillo.
Sin embargo, detrás de los muros de lo que representaba una inexpugnable fortaleza, se escondía también un palacio residencial renacentista con todo tipo de lujos y comodidades.
La puerta de entrada contaba con foso y puente levadizo, y el recinto existe toda una serie de curiosos elementos defensivos que nos fue explicando el guía, algunos recuperados de la anterior construcción árabe y otros incorporados por el propio Vandelvira.
El interior sufrió los efectos del abandono, el paso del tiempo, la devastación causada por las tropas francesas durante la guerra de la independencia y la guerra civil española, hasta el punto de ser ocupado por rebaños de ovejas durante años. A finales del siglo XX empezó su restauración, que ha llevado a recuperar algunas estancias, las caballerizas y dar una idea de lo que fue el patio central del palacio.
Además, se puede bajar a las mazmorras y subir a las torres, desde cuyas almenas se contemplan unas vistas fabulosas de todo el entorno, con Sierra Mágina, Sierra Morena y el Valle del Guadalquivir. En días claros se puede ver Sierra Nevada, lo cual desafortunadamente no era el caso en aquel momento.
Como circunstancia curiosa, el guía nos aclaró que el mar de olivos que se divisa en lontananza existe solamente desde los años 50 del pasado siglo, ya que esta zona antes no era olivarera como otras de Jaén, sino que estaba dedicada principalmente al cultivo de cereales y a la ganadería, teniendo que variarse por entonces el empleo de la tierra por motivos de rentabilidad económica.
Actualmente los trabajos de restauración están bastante paralizados por falta de fondos (¡cómo no!), pero el castillo (de propiedad privada aunque cedida su explotación a la municipalidad por cien años) se dedica a fines diversos como su alquiler para la organización de diversos eventos (nos comentó, por ejemplo, la celebración de una multitudinaria y terrorífica fiesta en Hallowen).
La visita fue bastante amena y muy participativa pues íbamos sólo seis personas y el guía, un joven muy agradable (no recuerdo su nombre, lo siento), amante de su pueblo y sus tradiciones, que nos dio todo tipo de explicaciones del pasado, presente y futuro de Sabiote. Pasamos un rato (hora y cuarto) muy entretenido con él y el castillo, aunque hay que advertir que nadie espere un recinto restaurado a todo trapo, decorado con muebles, tapices y camas con dosel.
Por cierto, que el guía nos comentó también que son muy famosas las fiestas medievales que se celebran en Sabiote durante la primera semana de mayo, cuando los habitantes del pueblo (y los visitantes que lo desean) se visten con trajes de época, y la villa parece regresar al siglo XVI. Debe ser curioso de ver, aunque seguramente esté demasiado concurrido: ¡el 1 es fiesta nacional y el 2 también festivo en Madrid, con el consiguiente puente! ¡Uffff!
Cuando salimos, eran casi las dos y media y no nos daba tiempo a llegar para almorzar en Úbeda, así que nos quedamos en Sabiote, donde no había demasiada oferta gastronómica, la verdad. Comimos de tapas en el Mesón Kiko, en la Calle San Ginés. No recuerdo muy bien todo lo que tomamos, pero sí que pedimos ensalada y lomo en salsa de champiñones y gambas o algo así, que es un plato típico del lugar. El precio, normal, no llegó a 30 euros.
El Ayuntamiento es del siglo XX.
Después fuimos a dar un último paseo por Sabiote para ver lo que nos faltaba y que fue bastante interesante. Empezamos por el recorrido de la ronda norte de la muralla con el Mirador del Chiringote y el Arco Nuevo, pero la zona estaba en obras, así que la foto salió muy deslucida.
Lo que más me gustó de la muralla norte fue el Arco de los Santos y la Torre Albarrana o Torre de la Barbacana, cuyos restos datan de los siglos VIII al XIII. Todo el conjunto está almenado y en la parte interior de la Puerta de los Santos hay una hornacina con una talla de la Virgen de los Desamparados. Se restauró en 1960. La estampa, sobre todo la exterior, es realmente bonita y recuerda a ciertas zonas de la Alhambra. En la parte baja también se puede ver la Fuente del Chirigote.
Además, las vistas desde lo alto de la muralla norte (siglos XIV y XV) eran preciosas pese a que el día no estaba muy claro.
Muralla norte.
Tampoco podía faltar un corto paseo por el pequeño barrio del Albaicín, de calles empedradas y tortuosas, con casas de paredes blancas, algunas decoradas con macetas y flores. Actualmente se está intentando recuperar y mantener la esencia de esta antigua medina, ya que durante mucho tiempo la falta de protección la puso en peligro de desaparición con actuaciones que no guardaban la estética del lugar en absoluto.
Por último, dimos la vuelta a todo el recinto del castillo por el exterior, lo que nos permitió ver las torres y los muros en perspectiva, y también la Fuente de la Puerta de la Canal.
Lo cierto es que nos hubiéramos quedado un ratito más paseando, puesto que nos faltaban algunas cosillas por ver, como el Monasterio de las Carmelitas Descalzas y su claustro renacentista del siglo XVI, pero teníamos que marcharnos si quería llegar a tiempo a la visita guiada que me esperaba en Úbeda a las cinco de la tarde
En definitiva: fue una bonita excursión a Sabiote. Quienes visiten Úbeda y Baeza no deberían olvidarse de esta villa tan cercana a ambas ciudades. Serán dos o tres horitas muy bien empleadas y si no se visita el interior del castillo, un paseo de hora y media puede resultar suficiente.
Siguiente etapa: Úbeda.