Matobo National Park: kopjes, arte rupestre y rinocerontes ✏️ Diarios de Viajes de ZimbabweJornada en Matobo National Park: safari a pie para ver rinocerontes, visita al mercadillo local, rutilla de senderismo hasta una cueva con pinturas rupestres del pueblo san y visita a una tribu de la etnia Ndebele.Diario: BOTSWANA, ZIMBABWE Y CATARATAS VICTORIA: Tras la Senda de los Elefantes⭐ Puntos: 5 (32 Votos) Etapas: 21 Localización: Africa SurDía 5: Safari en Matobo National Park Amanece un día más en Zimbabwe y tocaba explorar el Matobo National Park, uno de los parques más desconocidos de África del Sur y sin duda muy diferente al resto. Por su belleza, originalidad y características únicas, es muy merecedor de una visita, pero parece estar injustamente olvidado en los itinerarios más habituales. Matobo exhibe un paisaje granítico, con colinas y kopjes (piedras en equilibrio) rodeados de bosquecillos, y fue declarado Patrimonio Mundial en 2003. Así pues, a las 6:30 ya estábamos en pie y a las 7 desayunábamos en el lodge, de nuevo una comida bastante contundente. Por la concesión del alojamiento pululaba una bonita manada de cebras: Sobre las 8 nos pusimos en marcha, distribuidos entre 3 coches 4x4. Aquí los vehículos bajando las laderas de granito del camino que lleva al alojamiento: Aunque no lo creáis, este tramo de roca (que en realidad es mucho más escarpado de lo que se aprecia en la foto) lo subió y bajó también el camión 4x4 los días de llegada y de marcha del alojamiento. Nos dirigimos hacia el parque, admirando ya durante el trayecto los fabulosos kopjes: enormes piedras lisas apiladas en equilibrio las unas sobre las otras, como por arte de magia. Aproximadamente una hora más tarde, dejamos la carretera y nos adentramos por una pista de tierra flanqueada de exuberante maleza: nos habían avisado de que un grupo de rinocerontes posiblemente rondaba por ahí, y tocaba probar suerte a ver si conseguíamos localizarlos. Desgraciadamente en Matobo la caza furtiva es un problema grave, ya que los cuernos de rinoceronte están muy cotizados en los mercados asiáticos debido a las propiedades que se le atribuyen. Así que actualmente los animales están marcados y controlados, pero son 100% salvajes, no se trata de una reserva, y se mueven libremente a su antojo por el parque. Nos acompañaron en nuestro safari a pie un par de rangers, que son los encargados de proteger a los animales y van armados. Sin duda se trata de un oficio duro y peligroso, ya que si se encuentran cara a cara con un cazador, el furtivo no dudará ni un segundo en disparar para proteger su identidad. Llegamos a la zona y uno de los guías de Amalinda Camp se interna en la maleza para ver si consigue localizar el lugar exacto: no hay nada seguro, y es posible que nos quedemos sin verlos. Unos 20 o 30 minutos más tarde, el guía regresa: bingo, los ha encontrado. Están a unos 10 minutos andando del lugar donde le esperábamos. Nos dan unas instrucciones muy simples: hay que caminar en fila india y hacer caso en todo momento a las instrucciones de los guías, uno irá delante y otro detrás. También nos acompañarán las rangers (casualmente eran dos chicas). Si un rinoceronte carga, hay que intentar correr en zig-zag y subirse a algún punto elevado (árbol o rocas) lo antes posible. No lo veía yo muy claro, la verdad... Andamos tras el guía y finalmente los vemos entre la maleza: son un grupo de tres hembras y un macho que están tumbados, medio adormilados. Hacía mucho calor, y se nota en las pocas ganas que tenían de moverse. Los vimos desde ese lado y les hicimos millones de fotos, estaban a unos 6 o 7 metros, pero con árboles y arbustos separándonos de ellos parecía que hubiera una barrera infranqueable entre nosotros y no causaba ninguna inquietud (grave error, porque de cabrearse y cargar aquellos arbolillos no hubieran servido para protegernos de nada). Aunque si están tranquilos, no pasa nada. Los rinocerontes tienen muy mala vista, pero buen olfato, así que, aunque os parezca que están cegatos perdidos, sabrán que estáis ahí pero no os identificarán como una amenaza. Los animales están muy controlados y cada dos o tres años se les cortan los cuernos para protegerlos, como medida preventiva contra la caza furtiva (en realidad, no es necesario matarlos para extraer el cuerno, pero para los cazadores es mucho más fácil hacerlo así, claro ). Tras la sesión de fotos, dimos la vuelta y nos acercamos por el otro lado, más descubierto y que permitía contemplarlos mejor e incluso hacernos fotos con ellos. Son animales impresionantes: Estábamos muy cerca, a unos 5 o 6 metros, pero de nuevo, parecían muy tranquilos y nos encontrábamos confiados al máximo. De repente, uno de los rinocerontes se levanta y empieza a resoplar, moviéndose inquieto. Con mirada inquisitiva, se queda observándonos fijamente : Presas del miedo, parte del grupo hace intención de moverse en dirección contraria al bicharraco, pero el guía nos indica claramente que debemos quedarnos inmóviles, ya que el más ligero movimiento podría hacer que el animal cargase contra nosotros. Con el corazón en un puño, aguantamos la respiración y pasan unos segundos que parecen horas, no tenemos ni idea de cómo va a reaccionar el enorme animal cuyo descanso hemos interrumpido… Finalmente y tras unos angustiosos segundos, decide que no somos lo suficiente importantes para él, se da la vuelta y vuelve a tumbarse a la bartola tan ricamente. Respiramos aliviados, por un momento el nivel de acojone ha alcanzado cotas insospechadas, pero la sensación ha sido increíble, alucinante . Regresamos triunfantes hasta los coches, maravillados por la experiencia vivida y con la adrenalina a tope… vaya momentazo, el día ya había valido la pena . Todo un privilegio increíblemente emocionante, poder estar a pocos pasos de un animal como el rinoceronte y disfrutar de su visión cara a cara. Matobo nos estaba dando la bienvenida de la mejor forma posible, aceptándonos entre los suyos… Eran tan solo las 10:30 de la mañana y ya estábamos satisfechos con la jornada, pero todavía quedaba mucho día por delante. Tras hacer los trámites correspondientes de entrada al parque (que con la emoción de los rinocerontes, todavía no habíamos hecho), nos dirigimos a un pequeño mercado local de artesanía y telas. Por el camino Matobo nos hace un nuevo regalo: un rinoceronte andando por las laderas de granito, un avistamiento insólito que nuestra guía nunca había contemplado antes en todos sus años de experiencia (los rinos no están diseñados para caminar sobre la roca, como pudimos comprobar, ya que el pobre casi resbala y se pega un batacazo ). Aquí la prueba gráfica: De ruta por Matobo rodeados de kopjes: Llegamos al mercadillo, muy colorido con las vistosas telas estampadas ondeando al aire. Nosotros no compramos nada (no queríamos ir cargados y lo dejábamos para el final del viaje), pero algunos compañeros sí, y como en el resto de la ruta, se impone el regateo: Luego seguimos nuestra ruta en 4x4, recorriendo gran parte del parque y disfrutando del paisaje granítico hasta llegar a una zona de picnic donde comimos, el Maleme Dam camp. Allí pudimos ver a lo lejos un par de águilas negras o águilas africanas, ya que se trata de uno de los lugares con más concentración de estas aves en el mundo. El paisaje y las águilas, aunque la calidad no es muy buena y estaban muy lejos: Paramos en una zona de acampada con lavabos y barbacoas, cerca de una de las orillas del embalse de Maleme. Estuvimos de 12 a 13:30 aproximadamente, y luego seguimos con nuestra ruta. Algunas imágenes de las orillas de Maleme, donde por cierto había cocodrilos : Durante una media horita nos dirigimos en 4x4 por pistas de arena hacia nuestro destino siguiente: el inicio de un sendero que nos llevaría hasta la cueva de Nswatugi. La caminata y la visita a la cueva nos llevo sobre una hora, de 15 a 16. Aunque se puede llegar más cerca de la entrada a la cueva en coche, vale la pena hacer la rutilla de senderismo. Se trata de una caminata corta y fácil (aunque hay que ir bien provistos de gorra, crema protectora y agua), donde nos fueron explicando algunas cosas por interesantes por el camino. La ruta está bien señalizada y el camino a seguir indicado en todo momento, no hay pérdida. Además, la subida andando permite disfrutar de las magníficas vistas desde cerca de la cima: Finalmente llegamos a Nswatugi Cave, una de las 7 cuevas con pinturas rupestres que se pueden visitar de las más de 3000 que hay en toda la zona. En una visita a Matobo, si solo se dispone de tiempo para visitar una cueva, ésta es probablemente la más recomendable debido entre otras cosas a los siguientes motivos: sus pinturas están entre las mejor coloreadas del parque, hay un museo en la base de la colina que vale la pena visitar y exhibe tres dibujos de jirafas que están catalogados entre los mejores de Zimbabwe. El precio de la entrada es gratis, está incluido en la tasa de entrada al Parque Nacional, y el horario de visita es de lunes a domingo de 6 am a 6 pm. El nombre Nswatugi significa “el lugar del salto”, ya que se cree que el dios Mwari saltó desde su hogar en el monte Njelele sobre la cima de la colina Nswatugi, aterrizando en Khalanyoni Hill. La entrada a la cueva tiene tan solo seis metros de ancho, pero se extiende unos 14 metros hacia el interior de la colina. En el interior de la cueva podréis disfrutar de preciosas pinturas rupestres del pueblo san (también llamado bosquímano o “bushmen” en inglés, aunque no es recomendable utilizarlo porque se considera un término despectivo). Los principales grabados son estos cuatro animales: jirafa, kudu, eland y cebra. Aquí el guía del Amalinda Camp nos contó una serie de explicaciones sobre los grabados, y posteriormente nuestra guía nos dio otra (que le habían dado otros guías en tours anteriores, parece que no se ponen de acuerdo o no está claro). Según el guía, la cueva debía de haber sido un lugar de culto para el pueblo san, donde ir a rezar y comunicarse con sus antepasados, pero no vivían ahí. Según Teri, sí que existen indicios de que algún pueblo habitara la zona, ya que se han encontrado restos de cerámica justo en esa colina, y además el lugar está cubierto de cenizas derivadas de la actividad humana. No hay demasiados estudios y no se puede confirmar la fecha exacta de las pinturas, ya que no contienen carbono y es difícil datarlas, pero la mayoría se cree que tienen entre 7000 y 13000 años de antigüedad. Estas pinturas, y todas las de Matobo en general, se han conservado tan bien porque están compuestas de una mezcla de pigmentos minerales (hematita, etc), derivados animales (sangre, grasa, orina, bilis) y savia vegetal. A causa del ácido úrico de la orina, y de la bilis, la pintura penetró en las paredes en lugar de quedarse en su superficie, y por ello no se borran tan fácilmente. Aquí también nos explicaron muchas cosas acerca del pueblo san, nómada por naturaleza. En Zimbabwe quedan muy pocos asentamientos san, ya que la mayoría se han ido mezclando con otras etnias, desapareciendo con el tiempo. Quedan algunos núcleos san en el Kalahari (en Namibia), pero en Zimbawe están muy diluidos. Los san, artífices de las pinturas que admiramos, relacionan el mundo de los sueños y el mundo sobrenatural (dioses y antepasados). En su cultura es muy importante la figura del chamán, que al entrar en trance consigue comunicar el mundo de los sueños con el mundo sobrenatural. Algunos de los lugares donde esto sucedía se encuentran en Matobo, por eso es un sitio muy relacionado con la espiritualidad. Todo esto son pequeños apuntes sobre lo que nos contaron aquel día, pero allí os explicarán muchas más cosas y responderán a todas vuestras preguntas y dudas. Tras la instructiva visita, regresamos al inicio del sendero, esta vez mucho más rápido. Hicimos una breve pausa para hidratarnos y seguimos nuestro camino en 4x4 hacia el siguiente punto de la ruta: la aldea ndebele. El tiempo no daba para verlo todo en una jornada, así que el día anterior nos habían dejado escoger entre hacer una visita a la tumba de Cecil Rhodes o bien ir a la aldea Ndebele, y por mayoría decidimos aldea. No nos apetecía demasiado ir al lugar de culto de un personaje con connotaciones tan negativas (aunque para los británicos sea considerado un héroe nacional, por supuesto). Llegar hasta la aldea, visitarla y regresar al Amalinda Camp nos llevó sobre 2 horas y media, aproximadamente. Se trata de un pequeño poblado Ndebele gestionado por dos mujeres, que se encargan de los niños y adolescentes. El que era jefe de la tribu, marido de las dos mujeres (la poligamia es habitual entre los ndbebeles), murió y ahora lo llevan todo ellas. Una de ellas, Rosina, fue quién nos recibió y respondió a nuestras preguntas. Tenía 72 años y seguía trabajando diariamente, según ella por eso se conservaba bien. Las pequeñas chozas tradicionales están hechas de barro especial, y el techo es de paja: Algunos datos de Wikipedia: los Ndebele del norte o Matabele, que son los que habitan Zimbabwe, son una rama de los pueblos bantúes. Su historia política se remonta a cuando una jefatura gobernada por zulúes, bajo el liderazgo de Mzilikazi, se separó y distanció del zulú Rey Shaka durante la década de 1820. En la actualidad son frecuentemente conocidos como los ndebele de Mzilikazi. Bajo el mando Mzilikazi los matabele atacaron a los ndebeles del sur. Sobre el territorio que agrupaba a todos estos grupos se formó un nuevo reino que pasó a ser conocido como Matabele y era una entidad política diferente del reino zulú del sur. En la aldea tienen una economía de subsistencia muy básica: cultivan tierras y cuidan animales para obtener lo básico para vivir. Ellos mismos se hacen sus propios materiales para construir las casas (tienen un horno donde cocer ladrillos, por ejemplo). Si les sobra algo de lo que producen, lo intercambian con las tribus vecinas. Y así es la vida en este rinconcito de Zimbabwe… Los adolescentes eran muy tímidos, pero no hay nada como ver fotos juntos para romper barreras, les fascinan las imágenes en la pantalla de la cámara: Fue una visita bastante emotiva y nada turística: ni bailes, ni disfraces ni nada raro, tan solo compartieron por un rato con nosotros su forma de vivir, humilde y sencilla. Regresamos al alojamiento justo a tiempo para ver el sol ocultándose tras las colinas de Matobo y como las piedras en equilibrio le daban las buenas noches: Tras aquel maravilloso espectáculo, aprovechamos la hora de agua caliente para darnos una ducha reconfortante y a las 19 se servía la cena: sopa de calabaza y espinacas, lasaña de verduras y pudding de plátano. Delicioso… Y nos retiramos temprano a descansar, que al día siguiente nos tocaba uno de los madrugones más importantes del viaje con el fin de cruzar ya la frontera a Botswana y llegar hasta Nata, donde nos esperaba otro paisaje completamente diferente a los disfrutados hasta ahora. Imagenes relacionadas Índice del Diario: BOTSWANA, ZIMBABWE Y CATARATAS VICTORIA: Tras la Senda de los Elefantes
01: Así empezó todo...
02: Itinerario previsto y alojamientos
03: Preparativos y algunos datos prácticos
04: Parques Nacionales de Zimbabwe: resumen y datos varios
05: Parques Nacionales y reservas de Botswana: resumen y datos varios
06: ¡Ya estamos de vuelta! Conclusiones finales y reflexiones sobre la ruta
07: El largo viaje hacia Hwange, la puerta al reino de los elefantes
08: Hwange National Park, territorio salvaje
09: Rumbo a Matobo, el hogar de las piedras basculantes
10: Matobo National Park: kopjes, arte rupestre y rinocerontes
11: El salto a Botswana: pajarillos y pajarracos en el santuario de Aves de Nata
12: Makgadikgadi Pans: baobabs, suricatas y noche al raso en el salar de Ntwetwe
13: Safari en Makgadikgadi Pans National Park: este año se llevan las rayas
14: Del Kalahari al delta del Okavango, el corazón de Botswana
15: Delta del Okavango: safari a pie y paseos en mokoro, emoción y relax en Botswana
16: Moremi Game Reserve: vuelo en avioneta y me pareció ver un lindo gatito...
17: De Moremi a Savuti, entre jirafas y elefantes
18: Chobe Riverfront: safari en 4x4 y crucero por el río
19: Cataratas Victoria (I): a vista de pájaro
20: Cataratas Victoria (II): cara a cara
21: El viaje de vuelta a casa
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