Santuario de aves de Nata, Botswana
Día 6: Matobo- Francistown-Nata
El día empezaba temprano, muy temprano: nada menos que a las 4:30 de la mañana estábamos en pie. Tocaba cruzar la frontera para pasar a Botswana y cuanto antes alcanzásemos las aduanas correspondientes, mejor. El madrugón nos permitiría llegar a una hora razonable a nuestro siguiente destino y sacarle partido a la tarde (y vaya si se lo sacamos, sí…). El itinerario que nos esperaba, aunque a ritmo de camión y con paradas se tarda mucho más:
Así que a las 5 ya estábamos todos en recepción con nuestros bártulos a punto, y tras cargar el camión y recoger nuestros packs de almuerzo, nos pusimos en marcha en menos de 15-20 minutos. A esas horas tan intempestivas era todavía negra noche, pero el camión se portó como un campeón y bajó sin problema la escarpada ladera de roca que llevaba desde el alojamiento hasta la pista que luego desembocaría en la carretera .
Aunque el sueño no faltaba, el traqueteo no nos permitía dormir: primero tomamos una pista de tierra para atajar un buen trecho antes de incorporarnos de nuevo a la carretera principal que iba hacia la frontera. Amaneció por el camino y disfrutamos de una bonita salida de sol desde el camión, pero no tengo foto porque con el movimiento no nos molestamos en intentar sacar una captura decente. También desayunamos, es importante hacerlo antes de llegar a las aduanas porque no se puede entrar comida en Botswana (supongo que cierto tipo de comida, pero no me molesté en averiguar cuál ).
Un poco de culturilla general prestada (o sea, plagiada ) de Wikipedia: la frontera entre Zimbabwe y Botswana es una línea de 813 km en sentido Oeste-Este. Su línea de demarcación empieza en el norte de Botswana (en el vértice Zambia-Zimbabwe-Botswana-Namibia) y termina en la triple frontera Sudafrica-Botswana-Zimbabwe. Por tanto, separa los distritos botswanos de Chobe, Central y Nord-este de las provincias de Zimbabwe llamadas Matabeleland (divididas en norte y sur).
Los pasos fronterizos principales son los de Plumtree (el que pasamos nosotros) y Kazangula (cerca de Kasane-Chobe por un lado y Victoria Falls por el otro, lo utilizaríamos a nuestro regreso a Zimbabwe). También existen otros pasos más modestos y menos transitados en Pandamatenga, Matsiloje y Maitengwe.
En un par de horas, sobre las 7:30, nos plantábamos en la frontera. Primera etapa: aduana de Zimbabwe. Sellamos rápidamente nuestros pasaportes a la salida del país, sin ningún problema. Vuelta al camión y avanzamos un pequeño trecho, justo hasta la aduana de Botswana. En principio iban a escanear el camión, pero finalmente desistieron y nos dejaron pasar sin escaneo ni nada .
Segunda etapa: trámites de entrada botswanos. Primero sellamos nuestros pasaportes conforme entrábamos en el país, aquí había algo más de cola que en la parte de Zimbabwe, pero nada destacable (excepto la tendencia de la gente a hacerse los longuis para intentar colarse, como ya nos había avisado la guía ). Luego, tras haber sellado, hay que recoger los equipajes y pasar por un punto de control donde te hacen remojar los zapatos, incluyendo todo el calzado que lleves en la maleta, en una especie de bandeja con desinfectante (esto es para prevenir la entrada de la fiebre aftosa en el país). Como éramos muchos, esto nos llevó un tiempo. Además también tuvieron que hacer los trámites para que cruzara el camión, y hacerlo pasar igualmente por una especie de charco con desinfectante para las ruedas.
Todo bastante rápido, en total pasar las dos aduanas nos llevó una horita (teniendo en cuenta que éramos un grupo de más de 20 personas, contando al conductor, cocinero y ayudante no está mal para el ritmo africano. De hecho, no está nada mal…). Así que a las 8:30 pisábamos suelo botswano por primera y aséptica vez, bien limpitos y libres de gérmenes. Obviamente, de todo esto no hay pruebas gráficas porque no tomamos ninguna foto en las zonas fronterizas, como bien nos había advertido nuestra guía (ni se os ocurra sacar las cámaras o el móvil si no queréis acabar en algún calabozo africano, avisados estáis ).
Seguimos nuestra ruta hasta Francistown, una de las ciudades más importantes del país. Hermanada con Bulawayo (Zimbabwe), se trata de la segunda ciudad más grande de Botswana, con una población de entre 100.000 y 150.000 habitantes (según un censo de 2011, así que tampoco es demasiado fiable). Al parecer se describe a Francistown como la “Capital del Norte” (está situada a 400 km al nordeste de la capital, Gaborone), y es un importante hub de transportes. Se encuentra a tan solo 90 km de la frontera con Zimbabwe, así que tardamos poco más de una hora en llegar hasta allí (el camión necesita su tiempo).
En su momento Francistown fue el centro de la primera fiebre del oro del sur de África y todavía en la actualidad se encuentra rodeada de minas abandonadas. Tanto la minería como la agricultura son importantes en su economía, siendo el cobalto, cobre y níquel los principales minerales que se extraen de la zona.
Paramos algo más de una hora en esta ciudad, aunque tampoco hicimos fotos porque nos limitamos a visitar un centro comercial donde cambiamos dinero a pulas, la moneda local, e hicimos algunas compras. Durante la ruta teníamos agua potable ilimitada y muchas noches había vino acompañando la cena, pero los refrescos y cervezas hay que comprarlos aparte, así que hacíamos bote y nos íbamos avituallando por el camino en las tiendas que nos indicaba la guía. Nota: en Botswana el alcohol se vende por separado en licorerías, no dentro de los supermercados, aunque están cerca o al lado (igual que en Australia). En Zimbabwe lo encontraréis todo junto.
Mientras nosotros hacíamos nuestro cambio de dinero y compras de “combustible”, el conductor rellenaba también el depósito del camión, y el cocinero y ayudante compraban los víveres necesarios para las comidas de los próximos días. Todo perfectamente calculado y estudiado para perder el mínimo de tiempo, no tengo ninguna queja en cuanto a organización, al contrario, me sorprendió gratamente lo bien montado que estaba todo durante el itinerario.
A las 11 volvíamos a la carretera, nos esperaban otras tres horitas de ruta hasta Nata. La carretera que une Francistown y Nata inicialmente estaba bastante bien, pero conforme nos íbamos acercando a la zona de Nata fueron apareciendo baches y socavones asesinos, hasta finalmente desembocar en una zona de obras: la carretera estaba cortada y nos desviaron hacia el arcén, por donde se circulaba por una pista de tierra en ambos sentidos. Así que ya imaginaréis la de polvo que tragamos… camiones gigantes venían en sentido contrario levantando polvaredas que invadían nuestro humilde camión al sobrepasarnos. Ese día creo que gané como un kilo de peso a cuenta de todo el polvo que se depositó por todo mi cuerpo .
En teoría la carretera entre Maun y Francistown es perfectamente factible en un utilitario, no sería necesario un 4x4, pero sinceramente, viendo como estaba todo de baches y obras, conducir un SUV como mínimo se agradecería. Llamarle a aquello "carretera principal" es ser muy optimista (por lo menos, hasta que terminen las obras). Si no me falla la memoria, me suena haber leído que hubo algún terremoto o temblor y por eso la carretera había quedado en un estado bastante lamentable.
Por fin llegamos a nuestro flamante alojamiento de ese día, el Pelican Lodge, situado a las afueras de la población de Nata. Sin duda se trata de un alojamiento más humilde que los dos iniciales, que eran lodges bastante lujosos, pero también estaba muy bien: de nuevo estábamos en pequeños bungalows perfectamente equipados. En este caso incluso teníamos aire acondicionado, también nevera y como no, de nuevo bañera y ducha (la ducha era exterior). Muy limpio y cuidado todo y con una piscinaca muy apetecible. En este alojamiento hay wifi gratis en la zona de recepción, fue de los pocos días que nos conectamos al mundo exterior.
Pasillos exteriores del alojamiento y piscina:
También en este alojamiento fue el único de toda la ruta donde no había enchufes de tipo europeo o para adaptador universal (en los demás sí, podíamos conectarnos directamente sin adaptador porque había varios tipos de enchufe o bien encajaba el adaptador universal). En teoría debería de haber funcionado el adaptador de tres clavijas redondeadas que compramos en Amazon, pero el tamaño no encajaba. Así que la guía nos dejó una regleta que sí encajaba, ningún problema.
Ese día comimos tarde, sobre las 15, en la zona de acampada donde habían instalado al camión. Ese día no apunté en qué consistía la comida, pero seguramente en un par de ensaladas frías y algo de carne, tipo picnic pero currado y con nuestra mesa impecablemente preparada, como siempre .
Nota: aprovecho para comentar aquí que el Pelican Lodge tiene parcelas de camping, así que si vais por libre en 4x4 y tiendas, podéis acampar imagino que por un módico precio (aunque también se puede aprovechar y darse el capricho de dormir en una de las habitaciones, no creo que sean excesivamente caras).
La comida fue rápida y a las 15:30 estábamos en marcha de nuevo por la polvorienta carretera infernal para dirigirnos hacia el Santuario de Aves de Nata, que alcanzamos en apenas media horita de trayecto, aunque tan solo está a unos 15 km del lodge (la entrada):
Este santuario se encuentra situado en la esquina noreste de la llamada Sowa Pan (o Sua Pan), uno de los salares que forman parte del gran sistema de salares de Makgadikgadi Pans (y que seguiríamos visitando al día siguiente). Sin duda el Santuario es un paraíso ornitológico, aunque nosotros no lo visitamos en la mejor época, pero los paisajes también son fascinantes.
El Santuario de Aves de Nata es el primer proyecto de conservación comunitario de Botswana y está gestionado por personal local de cuatro comunidades: Nata, Maposa, Sepako y Manxotae (denominado en conjunto “Kalahari Conservation Society”), con la ayuda del Comité de Conservación de Nata y de otras organizaciones nacionales e internacionales. Por tanto, el proyecto proporciona rendimiento económico directo a dichas comunidades y visitar el Santuario significa aportar un granito de arena por la causa. Fue fundado en 1988 y se abrió al público en 1993, abarcando un área de 230 km2 con el objetivo de preservar la vida salvaje que habita esos parajes.
En el santuario habitan hasta 165 especies de aves, y es de importancia internacional debido a su gran población de flamencos de dos especies diferentes (en inglés, “lesser flamingo” y “greater flamingo”, en español éste último es el flamenco común). Los flamencos visitan el santuario anualmente durante el invierno para criar, después de la estación de lluvias, cuando las fuentes de agua están en pleno apogeo, así que el lugar ha sido reconocido por la UNESCO como uno de los principales (y más grandes) puntos de cría de flamencos del mundo, de gran importancia internacional.
Otras especies que se pueden encontrar: pelícanos, águilas, martines pescadores y muchas más que sin duda los locos de los pájaros sabrán disfrutar como se merece . Como éste, que no tengo ni idea de lo que es pero podría ser una mini-avestruz, por la mala hostia que destila:
Entramos en la reserva tras abonar la correspondiente tasa y nos dispusimos a recorrer los caminos que atraviesan la inmensa planicie. Para verlo mejor, desplazamos parte del techo del camión, que permite sacar la mitad del cuerpo, y fuimos haciendo turnos disfrutando del paisaje:
Se pueden ver zonas del salar de Sowa, allí donde el agua ya se había secado:
Y esos puntitos negros que se ven a lo lejos entre el mar de hierba amarilla son avestruces (no confundir con plumeros gigantes ), más tarde conseguimos verlas más de cerca:
También encontramos algunas manadas de ñus, estos suelen estar en todos lados:
Finalmente llegamos a la laguna principal, que en este caso tiene agua durante todo el año: el lago Sua o Sowa. Intentaré explicar algo más este tema: la llamada Sua o Sowa Pan es una gran depresión natural que se encuentra en la región más amplia de Makgadikgadi, que abarca una amplia red de salares, como comentábamos (concretamente engloba a Sowa Pan, Nxai Pan y Nwetwe Pan). Esta región toma su nombre de la cercana localidad de Sowa, cuyo nombre precisamente significa “sal” en la lengua de los San.
Actualmente, Sowa Pan es un lago estacional: se llena de agua durante la temporada de lluvias (verano austral) y acumula agua hasta Abril o Mayo. Después se va secando, aunque quedan algunos puntos con agua permanente, como el lago donde fuimos a ver una increíble puesta de sol africana que todavía estaba por llegar pero ya hacía amagos de ser espectacular:
Hay una plataforma de observación, desde donde se pueden intentar ver los pelícanos y otros pajarillos, a lo lejos (con mi supervista no necesito ni prismáticos ni ná ):
Y aunque no las tenía todas conmigo, conseguimos ver también los flamencos, volando sincronizadamente ante nuestros asombrados ojos una y otra vez:
Las fotos no son excesivamente buenas porque están tomadas hacia el atardecer y la luz ya empezaba a escasear, pero para que os hagáis una idea (en persona es mucho más flipante, por supuesto).
Y los intentos de captar el rojo del sol son infructuosos, no hay manera de que las fotos hagan justicia a la realidad:
Tras la fantástica puesta de sol en la laguna, volvimos rumbo al Pelican Lodge y sobre las 19 estábamos ya en el alojamiento, con una horita de margen para ducharnos y quitarnos el par de kilos de polvo de encima. A las 20 tocaba cena en el área de picnic junto al camión: sopa de patata, pescado a la parrilla, calabaza rellena de espinacas y feta, fruta con yogur, café o infusiones… una cena variada y fantástica, un diez para los chicos del camión, que nos alimentaban divinamente. Nos quedamos con los recuerdos del día:
Esa noche recibimos una buena noticia: al día siguiente, por una vez, no tocaba madrugar! (bueno, no tanto como habitualmente). El desayuno sería a las 8 de la mañana, así que podíamos gandulear hasta las 7:30, si nos apetecía… todo un lujo para el rito que llevábamos! Nos esperaba la expedición a Nwetwe Pan, visitando la colonia de suricatas y pasando la noche bajo un manto de estrellas, al aire libre en el salar. Otra memorable jornada que queda grabada a fuego en nuestros recuerdos, aunque es ya será otra etapa.