Algo con lo que disfruto mucho es visitar sitios fuera del mayor agobio turístico, en especial si se trata de pueblecitos con encanto y rutas de senderismo de las llamadas “emblemáticas”, y no digamos si hablamos de los que se encuentran en las proximidades de las grandes ciudades como Madrid. No tiene nada que ver la paz y la tranquilidad que se disfruta en día de diario frente a las masificaciones de los fines de semana por no referirnos a festivos y puentes. Claro que hay ocasiones en las se puede y otras en las que no porque dependemos del trabajo. Pues éste es el relato de uno de esos días.
Un miércoles laborable de principios de marzo decidimos pedir un día libre para hacer una de las excursiones senderistas más conocidas de la sierra de Madrid y que, curiosamente, nunca habíamos realizado: la ruta a la Cascada del Purgatorio. Como se trata de una caminata corta, decidimos comer primero en la localidad de Rascafría, que se encuentra a 92 kilómetros de la capital y apenas a tres kilómetros del inicio de nuestra ruta a pie.
Situación de Rascafría en el mapa peninsular.
RASCAFRÍA.
Hay varias formas de llegar desde Madrid a Rascafría en coche particular (A-1, A-6, M-607). Nosotros fuimos por la A-6 porque nos pillaba mejor, pero la web municipal aconseja el camino más rápido, que es tomar la A-1 hasta la salida 69 y allí seguir por la M-604 en dirección Rascafría. Desde Madrid, también se puede ir en el autobús de la línea 194 que sale de la Plaza de Castilla. Tardamos en torno a una hora y quince minutos a ritmo tranquilo y llegamos sobre las doce y media.
Ruta más rápida desde Madrid a Rascafría según Google Maps.
El término municipal de Rascafría comprende dos núcleos de población, el que le da nombre, Rascafría, y Oteruelo del Valle. Se encuentra enclavado en el Valle Alto del río Lozoya, al noroeste de la Comunidad de Madrid, en la Sierra de Guadarrama, declarada Parque Nacional en 2013. Este valle está situado a unos 1.100 metros de altitud y está delimitado por montañas que se elevan entre los 1.800 y los 2.300 metros; al norte desde Cotos al Portachuelo de Navarredonda, entre las provincias de Madrid y Segovia, y al sur por la Cuerda Larga, con las cumbres de Guarramillas, Valdemartín y Cabeza de Hierro. En el término municipal también se encuentran el Parque Natural de la Cumbre, Circo y Lagunas de Peñalara, que intentaré recoger en otra etapa de este diario, y las estaciones de esquí de Valcotos (esquí de fondo) y Valdesquí. El Puerto de Navacerrada está a poco más de veinte kilómetros.
Como todavía era temprano para almorzar, dimos una vuelta por el pueblo. Ese día el tiempo estaba un poco variable y tan pronto se nublaba como salía el sol, con una temperatura en torno a los 8 grados. A nuestro alrededor, veíamos los picos nevados, pero las zonas bajas estaban despejadas y se circulaba perfectamente por la carretera.
Rascafría está situado a 1.163 metros de altitud y cuenta con una población de unos 2.000 habitantes. Al tratarse de un día laborable pudimos aparcar el coche con total tranquilidad, lo que no suele suceder en fin de semana o festivo. Apenas había media decena de visitantes dando una vuelta y lo primero que atrajo nuestra atención fue el río Lozoya, que corría abundante y alegre por el mismo centro del pueblo. Daba gusto que, por fin, se estuviera terminando la horrible sequía del año anterior.
Dejando aparte indicios de ocupación durante el Paleolítico que no se han confirmado, el origen de Rascafría se remonta a la Edad Media y está relacionado con la repoblación de la sierra, un territorio despoblado perteneciente al Reino de Toledo, del que se podía disponer si se atendían determinadas obligaciones, especialmente de tipo militar. Pero la verdadera historia de Rascafría comenzó con la fundación del Monasterio del Paular, al que luego me referiré. El pueblo es pequeño y no se tarda mucho en recorrer. Aunque su mayor interés está en su entorno, resulta agradable dar una vueltecita por sus calles con casas de arquitectura serrana, desde casi todas las cuales nos llegaba el rumor del agua del Lozoya.
Los sitios de interés son:
- La Iglesia Parroquial de San Andrés Apostol, cuya construcción se remonta al siglo XV, aunque fue remodelada varias veces durante el siglo XX. Conserva bóvedas góticas y artesonado del siglo XVI en la nave central y el púlpito es plateresco. No pudimos entrar porque estaba cerrada. Un dato curioso es que durante la Guerra Civil recibió el impacto de un obús y desaparecieron sus campanas, que fueron sustituidas después por otras construidas con el metal de dos aviones que se estrellaron a mitad del siglo XX.
- La Casona, que fue un antiguo hospital. Data del siglo XVI y es el edificio más antiguo del pueblo. Del original se conservan el portón de ingreso con un escudo de Castilla y la fachada principal con el porche.
- La Antigua Casa de Postas, construida en 1726.
- La Casa Consistorial, de estilo neomudejar, data de principios del siglo XX y fue rehabilitado en 1984.
Fuimos a comer prontito al restaurante El Pilón, uno de los que nos habían recomendado. Hay otros también muy conocidos, pero que no abren a diario o, al menos, estaban cerrados ese día. El menú diario cuesta 12 euros y el de fin de semana 22. La atención fue muy buena y la comida nos gustó. Pese a ser laborable, el comedor casi se llenó, así que supongo que en fin de semana la reserva de mesa se hace imprescindible.
Después nos dirigimos con el coche al aparcamiento del área recreativa de las Presillas (a unos dos kilómetros de Rascafría en dirección al Puerto de Navacerrada), aunque lo dejamos un poco antes porque había sitio de sobra en otro apartadero anterior, muy cerca del inicio de la ruta a las Cascadas. Al otro lado de la carretera, se encuentra el principal atractivo monumental de Rascafría: el Monasterio o Cartuja de Santa María del Paular.
MONASTERIO O CARTUJA DE SANTA MARÍA DEL PAULAR.
El origen del Monasterio o Cartuja de Santa María del Paular se remonta a 1390, y fue el primer monasterio cartujo castellano. Su construcción se inició por deseo de Enrique II de Castilla pues, según cuenta la leyenda, sentía remordimientos porque su ejército años antes había quemado en Francia un monasterio de la misma orden. La Casa de Trastamara le concedió grandes privilegios y donó los fondos para sufragar las obras, que duraron casi un siglo, destacando la intervención de Juan Guas, arquitecto de los Reyes Católicos. Luego se llevaron a cabo varios añadidos y modificaciones, con lo cual contiene elementos góticos, renacentistas y barrocos. El esplendor de la Cartuja se prolongó durante cuatro siglos, hasta que la Ley de Desamortización de 1835 produjo su clausura y la dispersión del archivo, la biblioteca, las pinturas y otros bienes culturales. En 1948 el Monasterio se entregó en usufructo a una comunidad de monjes benedictinos que todavía lo ocupan.
El Monasterio es un conjunto formado por la iglesia, el claustro, los aposentos reales y las dependencias de los frailes. La iglesia consta de una sola nave con tres tramos. Elementos destacados de la misma son una reja de hierro forjado y policromado, obra de Francisco de Salamanca, del siglo XV y el retablo gótico de alabastro también del siglo XV, que ha sido restaurado, recuperando sus colores originales. Mención aparte merece el claustro mayor, de estilo gótico flamígero, que pertenece al núcleo original de la edificación y en torno al cual estaban las celdas de los cartujos. Lo más importante es el extraordinario conjunto pictórico que realizó el pintor veneciano Vicenzio Carduccio en el siglo XVII para decorar los muros interiores del claustro, que comprende una serie de cuadros de gran formato sobre la vida de San Bruno de Colonia, fundador de la Orden de los Cartujos. Con la desamortización, los cuadros fueron repartidos por diversos museos de España hasta que en 2011 regresaron a su lugar original después de un largo proceso de restauración.
Monasterio y Puente del Perdón.
El horario de visitas es de lunes a domingo de 11:00 a 13:30 por las mañanas y de 16:00 a 19:00 por las tardes (hasta las 18:00 en temporada de invierno que va del 19 de octubre al 14 de abril). La entrada general combinada cuesta 7 euros, aunque se puede visitar por partes con precio inferior. También hay visitas guiadas que incluyen la zona monástica. Nosotros ya habíamos visto el Monasterio en una ocasión anterior, así que no entramos esta vez y, por lo tanto, no puedo poner fotos. La verdad es que no recuerdo si está permitido hacerlas, supongo que será posible al menos en el claustro.
RUTA A LAS CASCADAS DEL PURGATORIO (A PIE).
Como ya he dicho, cuando hay mucha afluencia de gente, lo mejor es dejar el coche en el aparcamiento del área recreativa de las Presillas, pero ese día no había nadie y pudimos aparcarlo más cerca, a unos pocos metros del Puente del Perdón, frente al Monasterio, donde se inicia la ruta hacia las cascadas, cuyos datos son los siguientes según el panel informativo de la misma.
Longitud: 6 kilómetros. Duración: 2 horas. Dificultad: media/baja. Desnivel: 300 metros.
Iniciamos la caminata en el Puente del Perdón, muy cerca del cual hay un centro de información. Este puente sobre el río Lozoya se encuentra frente al Monasterio, consta de tres arcos de sillería de granito con bóvedas de medio cañón y fue mandado construir por los cartujos en 1738 para sustituir a otro anterior de madera y hacer más cómodo el acceso al molino de papel. La zona es muy agradable porque es peatonal, hay dos plazoletas y bancos de piedra y presenta unas vistas muy bonitas de la sierra y del propio Monasterio. Su nombre se debe a los reos, que desde aquí podían apelar su sentencia por última vez y solicitar la condonación de su pena al Tribunal de Justicia.
Unos pocos minutos después llegamos hasta el cartel del inicio de la ruta, que se puede seguir por una pista asfaltada por la que solo circulan vehículos autorizados o por el acceso peatonal, a la derecha, que conduce al mismo sitio que la pista, pero que es un sendero entre árboles, algo muy importante en verano para ir protegidos del sol.
Al final, salimos muy cerca del área recreativa de las Presillas, cerrada en invierno. Tomamos una pista de tierra que se abre en dos, donde continuamos por la señalada con una marca de colores blanco, rojo y amarillo, ya que esta caminata coincide en sus inicios con las rutas verdes 1 y 6. No tuvimos ningún problema de orientación porque hay carteles que indican la dirección a tomar para ir a la cascada. Una de estas estacas nos guió hacia la izquierda, subiendo por una pista que zigzagueaba entre robledales y pinares. Los árboles desnudos nos permitían contemplar bonitas perspectivas del valle del Lozoya, la sierra madrileña con varios de sus picos nevados, el Monasterio y Rascafría.
El grato sol mañanero estaba empezando a ocultarse tras unas nubes de lo más amenazador. Hacía frío, aunque el viento no soplaba demasiado fuerte, así que decidimos continuar la marcha apretando un poco el paso. Llegamos al final de la pista, que desemboca en un pequeño puente de madera sobre el arroyo Aguilón, que bajaba con bastante agua. Después de cruzarlo, hay que seguir hacia la derecha.
A partir de aquí, la ruta transcurre por un sendero que cruza el bosque, paralelo al arroyo, que discurría a nuestra derecha formando bonitos saltos y cascaditas.
Esta parte resultó un poco más complicada porque empezó a llover y las piedras se pusieron resbaladizas, pero tampoco era bastante serio como para hacernos desistir.
Llegamos a una pequeña cascada, que tuvimos que ver desde la orilla con precaución por la lluvia que comenzaba a caer con algo más de fuerza.
Unos diez minutos después llegamos hasta la balconada de madera situada a modo de mirador para contemplar la cascada inferior, también llamada Baja y que presentaba un aspecto magnífico.
En este punto, si se quiere seguir hasta la cascada Alta, hay que trepar por la piedra grande o dar un rodeo por un terraplén con piedras y bastante pendiente. Lamentablemente, fue algo que no pudimos hacer porque empezó a granizar y el asunto se puso bastante feo, así que lo dejamos pendiente para otra ocasión y decidimos volver lo más rápido posible hasta el coche por el mismo camino que habíamos traído, sin intentar una ruta circular que llevaba descargada de wikiloc, aunque tampoco aportaba ninguna novedad que no fuera volver por un sendero diferente. En cualquier caso, la excursión mereció la pena y resulta muy recomendable. Muchos de los que viven en la Comunidad de Madrid y alrededores sin duda conocen esta ruta, pero quizás resulte interesante para personas que vienen de otros lugares y que pudieran encontrar interesante hacer alguna caminata por nuestra preciosa Sierra de Guadarrama, aunque en esta ocasión, en invierno, estuviera desnuda de hojas.