Nos marchamos de la capital en busca de la montaña más popular en la isla, el Roque Nublo. Aparcamos en La Goleta, la zona desde la que se accede al Roque Nublo, encontramos sitio porque llegamos temprano, cuando regresamos de la ruta había muchos coches aparcados en la carretera porque ya no cabían en el parking.
La ruta es muy corta y cualquier persona puede hacerla, nosotros subimos primero hacia el Roque, pasando por el Monje, y luego hicimos la parte del sendero que rodea por abajo al Roque Nublo, en total nos llevó 2 horas, y eso que paramos muchísimo para hacer fotos.
Es una ruta cómoda y con grandes vistas, y es que el Roque impresiona, esa mole de piedra en lo alto de una montaña sobrecoge.
Nos comimos unos bocatas que llevábamos preparados en los Llanos de la Pez, que se abren entre el Roque Nublo y el Pico de las Nieves, y después nos marchamos hasta Artenara a visitar el pueblo y sus Casas Cuevas.
Es un pueblo muy pequeño pero que merece la pena visitarlo por varios motivos. Tiene varios miradores con grandes vistas, como el de Unamuno, una ermita singular y un museo Casa Cueva.
Tras un paseo por la loma de la montaña se llega hasta la Ermita de la Virgen de la Cuevita. La virgen se encuentra en el interior de una cueva excavada íntegramente en la roca de la montaña. Al vaciarse la roca, se le dio forma al púlpito, el altar y el coro por lo que prácticamente puede decirse que casi toda la ermita es una sola pieza. Es de las capillas más curiosas que recuerdo.
El museo etnográfico de las Casas Cuevas me pareció precioso, se nota que está hecho con todo el mimo del mundo y encima totalmente gratis. Además de contar cómo era la vida hace 100 años dentro de una Casa Cueva está decorado hasta el más mínimo detalle y acompañado por fotografías de las gentes del pueblo, alguna de ellas del siglo XIX.
A unos 4 kilómetros de Artenara se encuentra Tejeda. Situado a la sombra del Roque Nublo surge uno de los pueblos más bonitos de toda las islas canarias. A nosotros nos gustó bastante sobre todo por la sorpresa que te genera encontrarte la silueta del orgulloso Roque al girar alguna que otra esquina.
Vimos atardecer desde la carretera camino de Arinaga, lugar en el que pasaremos las siguientes dos noches. Por el camino se nos hacía imposible no parar para hacer alguna foto con tan increíbles paisajes.

La ruta es muy corta y cualquier persona puede hacerla, nosotros subimos primero hacia el Roque, pasando por el Monje, y luego hicimos la parte del sendero que rodea por abajo al Roque Nublo, en total nos llevó 2 horas, y eso que paramos muchísimo para hacer fotos.

Es una ruta cómoda y con grandes vistas, y es que el Roque impresiona, esa mole de piedra en lo alto de una montaña sobrecoge.

Nos comimos unos bocatas que llevábamos preparados en los Llanos de la Pez, que se abren entre el Roque Nublo y el Pico de las Nieves, y después nos marchamos hasta Artenara a visitar el pueblo y sus Casas Cuevas.
Es un pueblo muy pequeño pero que merece la pena visitarlo por varios motivos. Tiene varios miradores con grandes vistas, como el de Unamuno, una ermita singular y un museo Casa Cueva.

Tras un paseo por la loma de la montaña se llega hasta la Ermita de la Virgen de la Cuevita. La virgen se encuentra en el interior de una cueva excavada íntegramente en la roca de la montaña. Al vaciarse la roca, se le dio forma al púlpito, el altar y el coro por lo que prácticamente puede decirse que casi toda la ermita es una sola pieza. Es de las capillas más curiosas que recuerdo.

El museo etnográfico de las Casas Cuevas me pareció precioso, se nota que está hecho con todo el mimo del mundo y encima totalmente gratis. Además de contar cómo era la vida hace 100 años dentro de una Casa Cueva está decorado hasta el más mínimo detalle y acompañado por fotografías de las gentes del pueblo, alguna de ellas del siglo XIX.


A unos 4 kilómetros de Artenara se encuentra Tejeda. Situado a la sombra del Roque Nublo surge uno de los pueblos más bonitos de toda las islas canarias. A nosotros nos gustó bastante sobre todo por la sorpresa que te genera encontrarte la silueta del orgulloso Roque al girar alguna que otra esquina.



Vimos atardecer desde la carretera camino de Arinaga, lugar en el que pasaremos las siguientes dos noches. Por el camino se nos hacía imposible no parar para hacer alguna foto con tan increíbles paisajes.
