En una nueva etapa destinada a lugares destacados para visitar en la provincia de Murcia, en ésta voy a referirme a un sitio de lo más curioso, una batería de costa situada en el Cabo Tiñoso, de cuya existencia me enteré por la mención que se hizo en los periódicos cuando fue elegido en 2013 por la Guía Repsol el “Mejor Rincón” de la Región de Murcia y el cuarto mejor de España. Entonces, algo especial debía tener. Así que cuando surgió la ocasión, lo incluimos en una de nuestras escapadas.
Situación de la Batería de Castillitos en el mapa peninsular según Google Maps.


Como referencia, decir que desde Cartagena hay una distación de 30 kilómetros, aproximadamente, y se tarda unos tres cuartos de hora. Llegar no es que sea muy complicado, pero tampoco se localiza a simple vista, de modo que hay que seguir las siguientes instrucciones: ir por la carretera E-22 que va de Cartagena a Mazarrón y en las estribaciones de la Sierra de la Muela, antes de llegar a Los Madriles, tomar la carretera RM-E-23 que va hacia Campillo de Adentro. Pasado el pueblo, seguimos por la estrecha pista que asciende serpenteando vertiginosamente hacia lo alto del risco hasta llegar a un aparcamiento donde hay que dejar el coche.
Itinerario desde Cartagena según Google Maps.


Carretera que asciende hacia el aparcamiento.




El resto del camino se hace a pie. Si no se quiere andar más, desde ese punto se tiene una primera panorámica del lugar, que se halla, además, de cara al mar, ofreciendo una estampa preciosa si el día es luminoso. Eso sí, cuidado con el sol en verano, que por la ruta apenas hay sombras y quema.

Desde este primer observatorio, vimos una especie de fortificación algo rota con lo que parecía un cañón y algunas torretas parecidas a las de las piezas de ajedrez. Y, sobre todo, la antigua carretera, ahora cerrada al tráfico, que había que recorrer a pie para verlo todo bien. Lo malo era el calor que hacía, pero ya que estábamos allí… Y nosotros solos. No había más majaretas por allí.


Según íbamos avanzando hacia la punta del acantilado, el Cabo Tiñoso, a nuestra izquierda se iba abriendo la vista de la costa, que entre el cielo y el mar ofrecía una gama idílica de azules solo rota por la línea de acantilados ocres que se desdibujaban ligeramente por la calima. La estampa era de postal y más todavía cuando localicé un grupo de árboles salvadores que me proporcionaron sombra y, además, quedaban estupendamente para enmarcar la foto. Muy bonito el paisaje, la verdad.

Poco a poco, al ir adentrándonos hacia la punta del cabo, el acantilado se fue abriendo a ambos lados y, de frente, nos encontramos con los primeros edificios de la Batería, puesto que desdiciendo su apariencia no nos dirigíamos a ninguna fortificación medieval sino a un complejo defensivo sobre el estratégico Puerto de Cartagena, que se puso en funcionamiento durante el primer tercio del siglo XX, formando parte del Plan de Defensa de las Bases Navales que Primo de Rivera desarrolló a partir de 1926.

Hay que situarse en el lugar en cuestión y mirar a nuestro alrededor para comprender lo acertado del sitio escogido, la cresta de un escarpado saliente costero desde donde, a 257 metros de altura, en días claros (muy frecuentes en Murcia) se puede llegar a divisar desde el Cabo de Gata hasta el Cabo de Palos. Y aunque no lleguemos a tanto, lo cierto es que las vistas son espectaculares.


Después de subirnos a las rocas y otear por aquí y por allá, nos dirigimos hacia las construcciones, pasando una garita abandonada.

En 1929 se acometieron los primeros trabajos de explanación del terreno, aunque el proyecto se ejecutó entre 1933 y 1936, bajo la dirección del Capitán Nicanor Martínez Ruiz. Flanqueada por otras dos instalaciones defensivas dotadas de baterías, El Jorel, hacia levante y a nivel inferior) y El Atalayón, a poniente y a nivel superior, el trío constituía pretendía ser una estructura defensiva inexpugnable. De hecho, jugó un papel destacado en algunos compases de la Guerra Civil. Después de la contienda, permaneció operativa algunos años, hasta que en 1977 realizó la última prueba con fuego real y en 1994 se abandonó, lo que le hizo caer en un deterioro progresivo, pese a su declaración como Bien de Interés Cultural en 1997. En 2009, el Ministerio de Medio Ambiente decidió restaurarla y así hacer posibles las visitas turísticas.

Situación de las tres baterías en una captura satélite de Google Maps. Desde el aparcamiento, se va a pie.


Pero, aparte de lo ya mencionado, lo que convierte en algo muy especial a la batería de Castillitos es la originalidad de sus construcciones, ya que se diseñaron siguiendo un estilo historicista, con influencias del eclecticismo y del modernismo, lo que le da un aspecto sumamente llamativo incluso hoy en día.




La arquitectura de la batería permanece semi oculta en la montaña y, además, su color se mimetiza con la roca, por lo cual resulta difícil distinguirla desde lejos, pero una vez allí es posible moverse por el interior, dispuesto a modo de laberinto, y contemplarlo todo perfectamente bien. El primer edificio resulta de lo más curioso, pues tiene la forma de un castillo medieval, con sus puertas y torreones, totalmente anacrónicos pero de lo más vistoso.


Subiendo por un lateral del acantilado a lo alto de las falsas almenas, accedimos a las torrecillas y llegamos hasta los cañones, mientras contemplábamos unas vistas impresionantes de la Costa de la Sierra de la Muela, Cabo Tiñoso y Roldán, y la Bahía de Cartagena.





Ahí no se acabó la visita y ni mucho menos la punta del cabo que se adentra en el mar Mediterráneo, puesto que desde arriba pudimos distinguir nuevas edificaciones a lo lejos. Por el calor que hacía, pensamos en darnos la vuelta, lo que, por supuesto, no hicimos. Además, creímos distinguir una especie… de templo griego. ¿Cómo?

Volvimos a la carretera y nos encontramos con unos paneles informativos y un plano donde se señalaba la disposición de las dependencias que estábamos viendo: dormitorios de la tropa, puesto de mando, garitas, aljibe, almacenes, cañones y baterías.



Tras caminar otro rato, llegamos a la Bateria de El Jorel, localizada en el extremo del cabo, desde la que tuvimos unas panorámicas imponentes de los acantilados del sur y los escarpes del norte con el terreno estratificado.


Y, en efecto, aquí las construcciones semejaban templos griegos y edifcios neoclásicos, que albergaban las baterías y cañones. Esta batería esta mucho peor conservada y, de hecho, hay carteles en la parte exterior de los edificios, prohibiendo el paso al interior porque existe peligro de derrumbe.



Un mirador nos ofreció las vistas del mar azul y de la impresionante punta del cabo, con la vegetación agarrándose a la piedra marrón en forma de puntos, haciéndole parecer una bata de lunares. En lo alto, vimos también un edificio arruinado en lo alto; en la parte baja está el faro, pero hasta allí ya no bajamos.





Tranquilamente regresamos al aparcamiento, donde ya vimos varios coches aparcados. Al caer la tarde y bajar la temperatura, acudían los visitantes.


Un sitio muy curioso esta Batería de Castillitos, situada, además, en un paraje natural muy llamativo y lleno de contrastes, con un mar inmensamente azul que azota los marrones acantilados y los campos de alrededor que se resisten a convertirse en desérticos, alternando una tierra árida con las motas verdes de algunos árboles. Merece la pena hacerle una visita.

