La festividad del 12 de octubre no era el mejor momento para visitar ni este lugar ni muchos otros por la gran cantidad de gente que se acumula en los sitios turísticos, especialmente durante este otoño peculiar en el que las temperaturas diurnas bordean los treinta grados. Sin embargo, precisamente porque la tentación del buen tiempo era demasiado fuerte para quedarse en casa, nos animamos a hacer una escapadita-pupurrí por tierras de Soria, Guadalajara y Segovia, sin más orden en el itinerario que acudir a sitios que no habíamos visto con anterioridad de esas provincias. Uno de ellos era el Cañón del Río Lobos.
Ubicación del Cañón del río Lobos (googlemaps)

Como referencia, decir que el Cañón del río Lobos se encuentra a 194 Kilómetros de Madrid, distancia que se tarda unas dos horas y media en recorrer, primero por la A-1 (autovía de Burgos) hasta Cerezo de Abajo, allí la N-110 hasta San Esteban de Gormaz, donde se toma la N-122 hasta El Burgo de Osma. En esta localidad hay que desviarse por la SO-920, que conduce hasta Ucero y el Cañón. Si se llega desde otras provincias, existen otros accesos que señalo más adelante.
Plano orientativo de acceso desde Madrid según GoogleMaps.

Datos de la ruta.
Se trata de una caminata lineal (de ida y vuelta). La ruta tradicional consta de 12 kilómetros desde el nacimiento del río Ucero hasta el Puente de los Siete Ojos por la llamada “Senda del Río”; por lo tanto, si se hace completa serían 24 kilómetros en total, contando la ida y la vuelta. El sendero es fácil y cómodo, sin apenas desnivel, excepto si se quiere subir a las diferentes cuevas o al Mirador de las Gullurías (1,2 kilómetros de subida desde el sendero principal y otros tantos de bajada, ida y vuelta también).
Plano de situación y ruta.


Situación y accesos.
El paraje del Cañón del río Lobos fue declarado Parque Natural en 1985, cuenta con una superficie de 12.238 hectáreas, extendiéndose por siete municipios de las provincias de Burgos (Hontoria del Pinar) y Soria (San Leonardo de Yagüe, Santa María de las Hoyas, Ucero, Navafría de Ucero, Casarejos y Herrera de Soria).
El Cañón, que se formó por la erosión producida por el río a lo largo de miles de años, tiene una longitud de más de 25 kilómetros, está situado en las provincias de Burgos y Soria y sirve de comunicación entre la cordillera Ibérica y la alta meseta del Duero. En los siete municipios citados anteriormente existen senderos para visitar el cañón, pero los tres accesos más cercanos a la zona más bonita del cañón con aparcamiento para dejar el coche son los siguientes:
b]1) Hontoria del Pinar (Burgos).[/b] Es el acceso norte y cuenta con un aparcamiento para coches y caravanas al que se accede por la calle Cuesta Herrera. Desde allí sale la llamada “Senda del Río”, PR-SO-65, que recorre los mencionados 25 kilómetros del cañón hasta el Nacedero del Río Ucero ya en Soria.
2) Santa Leonardo de Yagüe y Santa María de las Hoyas (Soria). Se trata del acceso central y el aparcamiento está en el Puente de los Siete Ojos, en el kilómetro 5, de la carretera SO-960. Aquí se encuentra el punto central del recorrido de los 25 kilómetros de la “Senda del Río”, pudiendo hacerse el tramo norte hasta Hontoria del Pinar o el tramo sur hasta el Nacedero y la Ermita de San Bartolomé
.3) Ucero (Soria). Es el acceso sur. Se puede dejar el coche saliendo del pueblo, una vez pasado el puente. En esta zona se encuentra también la Casa del Parque y el Aula del Río, donde se puede obtener todo tipo de información. También existen al menos otros dos aparcamientos más adelante, uno junto al nacimiento del río Ucero y otro, el de Valdecea, aproximadamente a un kilómetro de la Ermita de San Bartolomé.
Nuestro recorrido.
Éste último fue el acceso que utilizamos nosotros, dado que nos habíamos alojado la noche anterior en El Burgo de Osma, que se encuentra a unos 15 kilómetros de Ucero. Pasado el puente y el nacimiento del río, seguimos por la pista (hay zonas recreativas y un restaurante) hasta una barrera, donde nos dieron un folleto explicativo y nos dijeron que podíamos llegar hasta el último aparcamiento, el de Valdecea. La tarifa es de 4 euros por vehículo, que incluye una visita al museo de la Casa del Parque y el Aula del Río, que se encuentra nada más salir de Ucero. Supongo que en días de poca afluencia de gente no se cobrará el pase, pero tampoco estoy segura. De todos modos, en mi opinión compensa el abono de los 4 euros porque te evitas una buena caminata (unos dos kilómetros) por la pista asfaltada, que no tiene ningún interés especial. Mejor ahorrar fuerzas para recorrer más distancia por el cañón, a partir de la Ermita de San Bartolomé, que es la zona más interesante. Claro que esa es una decisión de cada cual, teniendo también en cuenta el recorrido que se quiera hacer: no es lo mismo ir hasta el Puente de los Siete Ojos que quedarse en torno a la Ermita de San Bartolomé.
Inicio de la ruta, cerca del aparcamiento.


Dejamos el coche en el aparcamiento y empezamos a caminar hacia la Ermita de San Bartolomé por el sendero (también se puede ir por una pista sin asfaltar). A unos 500 metros encontramos un camino a la izquierda que conduce al Mirador de las Gullurías, con una distancia de 1,2 kilómetros según señalaba el correspondiente indicador. Y allá que fuimos. Todo este sendero es de continuo ascenso por el bosque y la verdad es que llega a cansar un poquito. Al final se alcanza un cortado, desde el que se contempla una de las paredes del Cañón, con la pista asfaltada por la que habíamos venido al fondo. Lo cierto es que, como suele ocurrir en algunos de estos miradores “oficiales” la vegetación ha crecido y tapa bastante el panorama. Aunque la perspectiva no está mal, tampoco me terminó de convencer, sinceramente. No se tarda mucho, poco más de media hora entre subir y bajar, pero la cuesta se me hizo un tanto larga a la vista del resultado final.
Comienzo de la subida al mirador de las Gullurías.
Vistas desde el Mirador de las Gullurías, al que se llega caminando


Vistas desde el Mirador de las Gullurías, al que se llega caminando


Proseguimos después hasta la Ermita de San Bartolomé, que se encuentra ubicada en una bonita explanada, con el río a un lado, la Cueva Grande al fondo y las paredes del cañón como telón de fondo. Obviando la subida opcional al mirador de las Gullurias, el acceso hasta aquí es sumamente cómodo y fácil y apenas lleva un cuarto de hora. Se puede ir hasta con silla de ruedas (con la debida precaución porque no hay asfalto) o con carrito de niño. Naturalmente, eso significa que la afluencia de gente es muy considerable, sobre todo en un festivo 12 de octubre, con un tiempo más veraniego que otoñal.

La Ermita de San Bartolomé data del siglo XIII y es de estilo románico de transición al gótico, con muros pesados e influencia cisterciense. Se trata de uno de los edificios medievales más representativos de Soria, muy conocido también por la controversia existente en cuanto a las interpretaciones místicas y esotéricas que han surgido respecto a su relación con la encomienda de los templarios de San Juan del Otero. Sin embargo, no hay pruebas que avalen esta interpretación.
Parte posterior de la ermita, pegada al río.


Dejando de lado este matiz misterioso, la ermita transmite mucho encanto en contraste con el paraje natural donde se encuentra ubicada: en fin, que la foto queda la mar de chula. Asentada en un peñasco de roca natural, se construyó en sillería caliza, con planta de cruz latina, ábside semicircular, nave única y crucero. Apenas ha sufrido modificaciones y se conserva tal cual debió de ser el edificio primitivo.

No sé si será así todos los días, pero ese 12 de octubre cobraban un euro por acceder al interior, lo cual no está mal teniendo en cuenta la cantidad de gente que desfiló por allí ese día festivo. Y no es que lo critique, porque los bienes históricos y culturales hay que mantenerlos, pero me llamó la atención de que, por ejemplo, en la ermita de San Baudelio no cobrasen entrada. De la portada me llamaron la atención las variadas figuras que sostienen las molduras sobre la arquivolta.

El interior es bastante austero, con dos capillas laterales con bóveda de cañón apuntado. En el lado sur, está la Capilla del Santo Cristo (talla del siglo XVII), la Capilla Mayor cuenta con un retablo barroco del siglo XVIII con la imagen de San Bartolomé y en el lado norte se encuentra la Capilla de la Virgen de la Saludo, con un retablo barroco del siglo XVIII. En resumidas cuentas, que lo de pasar y pagar depende de cada cual pues se oían opiniones para todos los gustos. Dejo unas fotos por si sirve de ayuda para decidir.
Interior de la ermita.


A la derecha de la Ermita se encuentra el Balconcillo, zona habitada por humanos ya en la Edad del Bronce, cuya presencia se pone de manifiesto en las pinturas y grabados que existen en las cuevas de los alrededores. Además, el peñasco sirve de espectacular mirador aprovechando el agujero o, mejor dicho, agujeros (hay varios) abiertos en la roca. No resulta difícil acceder a lo alto, aunque hay que ir con un poquito de precaución porque las rocas están muy pulidas y pueden resbalar.
La pared de roca y los agujeros que sirven de balcón desde abajo.


Asomada al Balconcillo.


Merece la pena subir y echar un vistazo. Salen fotos muy chulas de la ermita y del cañón hacia ambos lados del roquedal.
Los agujeros en las rocas desde arriba.


Vista del lado del cañón que íbamos a emprender a continuación desde el Balconcillo.

La ermita desde el roquedal.

Seguimos después hacia la llamada “Cueva Grande”, un agujero enorme abierto en la roca, a espaldas de la Ermita de San Bartolomé. Hay pinturas dentro y desde la parte más profunda y elevada, se tienen unas vistas muy sugerentes del lugar y la ermita. Sin embargo, dado el gentío que había allí, no era el mejor momento de sacar fotos interesantes ni para recrearse con el panorama. En fin, hubo que conformarse.

La verdad es que el ochenta por ciento de los visitantes no pasaban de aquí. En adelante, la Senda del Río, aunque transitada, estaba muy potable para dar un paseo bastante agradable dada la climatología, aunque poco a poco el sol empezó a calentar, lo que se notaba sobre todo en los lugares descubiertos de vegetación pues el sendero recorre zonas con sombras y otras a pleno sol. Eso sí, la diferencia notable con el verano era una brisita fresca que se agradecía de verdad.



A partir de aquí, tocaba caminar hasta cansarse y disfrutar del Cañón, si bien la parte más bonita está en torno a la Ermita de San Bartolomé y siguiendo un par de kilómetros a continuación.

El cañón se formó por la acción erosiva del agua, desgastando y disolviendo la roca caliza; asimismo, el hielo modeló el paisaje formando los canchales en las laderas que llegan al fondo del valle.

Durante la caminata pudimos contemplar este sistema kárstico con sus impresionantes y curiosas formas geológicas, como torcas, cuevas, simas, sumideros y surgencias.

Otro de los atractivos del paseo por el cañón es contemplar la fauna, en especial una gran cantidad de buitres leonados que planean tranquilamente sobre las cabezas de los visitantes para posarse después sobre paredes, repisas y oquedades. Otras especies de aves que habitan en el entorno son las águilas (real, culebrera y calzada), el halcón peregrino, el alimoche, el azor, el cernícalo, el búho real, el búho chico, la lechuza, el mochuelo, la garza real, la alondra, el vencejo, la chova. Además hay reptiles, anfibios y peces, como ranas, lagartijas, culebras, víboras hocicudas, truchas y barbos. En cuanto a los mamíferos, hay corzos, jabalíes, conejos, ardillas, liebres, zorros, comadrejas, nutrias y murciélagos en las cuevas. Vimos muchos buitres y bastantes pajaritos, pero mi habilidad con la cámara no estuvo nada a la altura.

También pasamos por el llamado “Colmenar de los Frailes”, donde aún se pueden observar algunas de las antiguas colmenas.


Según leímos en el folleto que nos entregaron al comprar el ticket del aparcamiento, en cuanto a la vegetación del Cañón existen tres ambientes: los páramos calizos con enebros, pino pudio, quejigos, encinas y matorrales como espliego, tomillo y salvia), los cortados con las saxifragas cuneatas y las linarias supinas, y la ribera, junto al cauce del río, con chopos, sauces, avellanos, abedules y vegetación acuática como nenúfares, lentejuelas y eneas.

Al estar en otoño (aunque no lo pareciera), los colores ya estaban cambiando y pudimos apreciar los amarillos y los ocres en algunos árboles, que embellecían mucho el paisaje.

Cómo me gustan los árboles en otoño...



También resultaba muy relajante contemplar el río plagado de nenúfares, entre los que se podía distinguir el reflejo de las rocas de colores rojizos.


Sin embargo, se percibía claramente la extrema sequía que está afectando a nuestro país, prueba de lo cual era la merma en el caudal del río. Las piedras que sirven para cruzarlo en varios puntos estaban completamente secas, excepto en un par de lugares. Una pena. Esperemos que pronto llueva y la situación mejore.

Llegamos a un cruce de caminos, que coincide con el kilómetro 6 de la ruta, donde se separa la “Senda del Río” y el GR-86, que conduce a Casarejos. Habíamos recorrido unos 4 Kilómetros desde Valdecea y nos quedaban otros seis hasta el Puente de los Siete Ojos. Nos internamos, entonces, en un paraje llamado Billido, zona de reserva biológica que se encuentra en proceso de regeneración, según rezaban unos paneles informativos.

Continuamos hasta el paraje llamado “Las Fuentes” y llegamos hasta la “Boca del Ocejo”, donde paramos a tomar nuestro bocata. Anduvimos después un rato más, pero tengo que confesar que no alcanzamos el Puente de los Siete Ojos, algo realmente raro en nosotros, que solemos completar los recorridos a rajatabla. Pero eran bastantes kilómetros y llegó un momento en que todo nos parecía muy parecido, así que decidimos dar la vuelta puesto que nos quedaban diez kilómetros de regreso por el mismo camino que habíamos traído y queríamos hacer algunas otras cosas esa tarde. En fin, es el inconveniente de las caminatas lineales; la ventaja es que cada uno se puede volver cuando le apetezca.


Ya en el coche, nos dirigimos hacia el Nacedero del Río Ucero, donde en vez de seguir a la derecha hacia el pueblo, torcimos a la izquierda para ascender el puertecito que lleva hasta el Mirador de la Galiana, el más representativo para ver el inicio del Cañón a vista de pájaro. Si se llega desde Ucero, hay que girar a la derecha en el cruce.
Plano de GoogleMaps para llegar al Mirador de la Galiana (en coche).

Preferimos ir al Mirador de la Galiana por la tarde, una vez terminado el recorrido a pie por el cañón, porque el sol lo ilumina y se ve mejor el panorama. El mirador está perfectamente señalizado y acondicionado, con una amplia zona de aparcamiento y una larga balconada de troncos de madera, que permite apreciar las vistas muy bien. Pese a que había bastante gente, los buitres campaban a sus anchas y pudimos verlos casi en primer plano también aquí, acechando a sus presas.
La entrada del Cañón del río Lobos desde el Mirador de la Galiana.



Subiendo hacia el mirador, se contempla a un lado el castillo de Ucero, aunque su imagen quedaba un tanto difuminada por el reflejo del sol. Si se tiene tiempo, la visita a Ucero y su castillo puede ser un buen fin de jornada. Nosotros teníamos otras cosas en mente y lo dejamos para una futura ocasión
Vista del castillo de Ucero subiendo hacia el Mirador de la Galiana.

